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Retos actuales del marxismo: Una perspectiva desde Cuba

Fuentes: Rebelión

La crítica al marxismo dogmático que se enraizó entre nosotros, aún carece de consenso dentro de las comunidades académicas cubanas. Aferrarse al viejo enfoque no sólo implica una elevada dosis de ineficiente e ineficaz autoritarismo gnoseológico, sino una pérdida efectiva de la fe en la capacidad creadora de la propia teoría revolucionaria. Se suma que a […]

La crítica al marxismo dogmático que se enraizó entre nosotros, aún carece de consenso dentro de las comunidades académicas cubanas. Aferrarse al viejo enfoque no sólo implica una elevada dosis de ineficiente e ineficaz autoritarismo gnoseológico, sino una pérdida efectiva de la fe en la capacidad creadora de la propia teoría revolucionaria. Se suma que a nivel internacional las demandas de desarrollo constructivo de la teoría social, deben enfrentar las concepciones teórico-metodológicas y de naturaleza ética e ideológica del orden neoliberal, que han logrado impactar significativamente en el pensamiento científico contemporáneo, y generalizar una visión negativista de «crisis irreversible del marxismo», en un frente que en tanto global, se manifiesta simultáneamente al interior de las naciones -en Cuba en lo que nos corresponde-, y en el más amplio sistema de escenarios mundiales.

Pienso que se hace necesario abrir un debate que llegue e incorpore a todos los trabajadores, a la intelectualidad artístico y literaria, a los cientistas y académicos del sistema de ciencia e innovación tecnológica y a los profesores, en particular a los que llevan la compleja tarea de explicar qué es el marxismo, en nuestras aulas de la enseñanza media y universitaria.

La llamada «crisis» del marxismo

Después del derrumbe de la URSS, se produjo un aluvión triunfalista de propuestas -viejas, nuevas y novísimas–, que con el slogan de «la crisis del marxismo»1, fluyeron a la superficie del movimiento científico, cultural y político mundial, con el propósito de desconocer, sustituir, revisar y anular, la universalidad propositiva de la teoría revolucionaria fundada por Marx y Engels,

La intensa propaganda que se implementó, hizo mella en amplios círculos intelectuales y en las fuerzas populares, y realmente el imperialismo a escala global, logró generalizar una matriz de rechazo -visceral en algunos casos- al marxismo, entendido como marxismo-leninismo. «Los críticos del marxismo -precisa Atilo A. Borón-, y en general de cualquier propuesta de izquierda, no ahorran energías para señalar que las deformaciones cristalizadas en el «marxismo-leninismo», no son sino el producto necesario de las semillas fuertemente dogmáticas y autoritarias contenidas en la obra de Marx y potenciadas por el «despotismo asiático» que supuestamente se alojaba en la personalidad de Lenin. Para ellos, el estalinismo con todos sus horrores no es sino el remate natural del totalitarismo inherente al pensamiento de Marx y a la teorización y la obra práctica de Lenin. Nada más alejado de la verdad»2.

Dentro del movimiento marxista y leninista se produjo -y continúa- un proceso de transgresiones disciplinares crecientes, que ocasionaron colisiones, reacomodos abandonos epistemológicos y no pocas deserciones. Es característica de tal situación una inusitada carrera por desligarse de Marx, Engels y Lenin y buscar otras paternidades para la «criatura epistemológica».

Abundan las subvaloraciones kantianas y hegelianas sobre Marx y Engels, en colosal e interesado ejercicio de desconocimiento de la obra de creación macro teórica de ambos fundadores. Se han hecho «norma» las autoproclamaciones gramscianas -de la llamada filosofía de la praxis- o vigostskianas, en colosal intento de negación de la filiación marxista de Antonio Gramsci y L. S. Vigotsky, menos aún reconocer que tanto uno como otro, forman parte de la etapa leninista del marxismo. Realmente el paradigma cualitativo fue muy atractivo para muchos marxistas, que decidieron reciclarse a través otro epistema.

La confrontación de la ofensiva liquidacionista contra el marxismo transcurre además, en nuevas circunstancias históricas. Hoy estamos en una nueva época de la humanidad. Lo que fue la revolucionaria matematización newtoniana para el capitalismo, que Marx sometió a insuperable crítica histórica; se ha pluridimensionado a la luz de los desarrollos científicos del siglo XX, con la teoría de la relatividad de Einstein -Albert Einstein (1879-1955)-, el psicoanálisis de Freud, el principio de complementariedad de Heisenberg -Werner Karl Heisenberg (1901-1976)-, la ingeniería genética, la nanotecnología y muchos otros avances, en medio de la revoluciones científico-técnicas contemporáneas, y de la informatización de las sociedades.

Asistimos a un momento histórico en que la imagen filosófica de la relación hombre-mundo, concretada con la relación sujeto-objeto, se ve por un prisma más universal y multifacético, aportado por el desarrollo del pensamiento humano en su penetración de la realidad y en primer lugar por el conocimiento científico, que produce con una rapidez cada vez más inusitada, nuevas aristas. También vivimos en un mundo donde la irracionalidad y la anticultura han puesto como nunca antes, en grave peligro a todo el género humano. En tal contexto se han ensanchado los tradicionales y contradictorios enfoques materialistas e idealistas, su interpretación mecanicista o dialéctica, y sus posibles herramientas de lo cognoscible en la eterna búsqueda de la verdad. Asistimos en el pasado Siglo XX y en esta compleja aurora del XXI, a la emergencia y re-emergencia de viejas y nuevas tesis, escuelas, corrientes y paradigmas: positivismo, constructivismo, neopositivismo, pragmatismo, neokantismo, neotomismo, existencialismo, fenomenología, y por supuesto la investigación cualitativa… Una gama de términos y conceptualizaciones cada día más amplia y retadora, con la introducción de formalizaciones procedentes de la Epistemología, la Lógica, la Matemática y la Cibernética. En este punto ha emergido el paradigma de Complejidad3.

El paradigma de Complejidad

Bajo el liderazgo del ex marxista francés Edgar Morín (1921- )4, la teoría de la complejidad propone entre otros interesantes puntos, el estudio de lo que se denomina salto cualitativo, y como a la luz de esta nueva categoría, se siente la necesidad de cuestionar la conocida frase de que el desarrollo de la sociedad se mueve en zigzag. Sin embargo no está suficientemente clara en la propuesta de la complejidad, cómo incorporar la investigación social. También tendrá que dilucidarse el significado del fractal cuando se trata de la sociedad.

El marxismo no es un contendiente de la teoría de la complejidad, por razones de esencia: El marxismo es por naturaleza pensamiento complejo. De lo que se trata es que la complejidad nos propone un cambio de nomenclatura científica que a no pocos marxistas nada esencialmente nuevo nos dice. Tampoco el método resulta una novedad. El denominado Triple modo de análisis del sistema realidad-conocimiento: a) Socio-psicoanálisis del sujeto investigador sobre sí mismo, b) sobre el objeto/sujeto de la investigación y 3) sobre las condiciones de posibilidad del proceso investigativo, constituye una recreación de la propuesta marxista5.

Abrirse a todo lo progresivo

Frente a quienes han decretado más que la muerte de Carlos Marx, la de la historia, esta nueva hora precisa la evaluación y el análisis sin exclusiones, con una visión amplia, profundamente crítica, que sea, a la vez, tolerante, articuladora y sobre todo, propositiva. Que manifieste en definitiva, la relación orgánica entre la explicación «científica» y la práctica de la transformación revolucionaria. «El marxismo -afirmaba Wenceslao Roces-, tiene que interesarse por todo, abrirse a todo y con una gran generosidad, con un gran entusiasmo»6.

Si la actividad práctica y transformadora del hombre, es la base del conocimiento y criterio de la verdad, y en tanto sustento de la axiología revolucionaria, tal enfoque debe prevalecer en ciencia, ética y política, para juzgar la práctica investigativa de quienes no parten de los presupuestos marxistas, incluso de los que se declaran contrarios al paradigma fundado por Marx.

Tanto en ciencia como en política, estamos abocados a ratificar las esencias de los clásicos, y desde las praxis del hacer comprometido, sistematizar e incorporar los nuevos conocimientos y enfoques. Precisamos de una teoría que no pretenda tener un único punto de vista, sino unos mismos principios y valores. Y tal como Marx y Engels lo hicieron, buscar las nuevas fuentes del marxismo y el leninismo, del socialismo en el Siglo XXI.

No cabe dudas de que Julio Antonio Mella, Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui tienen su lugar en este esfuerzo, que desde la historia contemporánea del socialismo en el Sur aparecen aportes inobjetables en Mao Zedong, Ho Chi Min, Amílcar Cabral, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. Pero como lo hicieron Marx y Engels en su época, nuestra mirada debe ser mucho más abarcadora: ¿Podrá también ser uno de ellos Max Weber (1864-1920) en su crítica infructuosa, pero incisiva del marxismo? ¿Sigmund Freud? ¿Thomas Samuel Kuhn?….

Hay que sistematizar el presente y a la vez, volver al pasado con una mirada cada vez más descolonizadora. Para los latinoamericanos y caribeños, el reto de búsqueda y reencuentro con lo mejor de la cultura científica Occidental y mundial, no puede, por demás, seguir postergando el estudio de la historia de la ciencia en nuestra tierra, lo que heredamos de las grandes culturas americanas, lo que llegó desde Europa y definitivamente pasó a ser sangre e inteligencia de este nuevo y pluricualitativo ente social del que somos parte. Hay que comprender y sistematizar las creativas formas en que los «ismos» europeos fueron asumidos, repensados, reformulados y definitivamente transculturados. Este metabolismo conceptual7 -como lo define Alcira Argumedo- y su praxis renovadora, constituye una clave histórica que tiene mucho que decirnos aún.

Pensar o no como marxista, es una opción libérrima de cada persona, y el marxismo si bien es el más certero de los paradigmas cienciológicos contemporáneos, no excluye el avance de la investigación, el conocimiento y el hacer comprometido con la dignificación humana, a partir de otras teorías y concepciones. Lenin siempre criticó como uno de los principales males, el engreimiento de los comunistas, y es que querámoslo o no, siempre habrá una cuota de vanidad y petulancia, cuando nos comunicamos con quien no sabe, quien duda, o tiene otro punto de vista, desde una afirmación rampante sobre la cientificidad y la superioridad del marxismo. Los marxistas si contendemos con el oportunismo y el engaño de utilizar a sabiendas del marxismo, en negación de renuncia, en actos de plagio, vulgarización y/o ocultamiento.

Para los marxista, la posición que refiero, la asunción creativa y el estímulo de lo universal positivo, debe tener como eje de articulación, el dominio del sistema cienciológico, epistemológico y valorativo de Marx, Engels, Lenin y sus más genuinos seguidores. La defensa de lo que Pablo Guadarrama llama los núcleos duros de nuestra teoría revolucionaria es una condición de partida.

Si del amplio paradigma cualitativo se trata, es tan importante no ceder terreno ante los presupuestos que cuestionan las esencias del marxismo, como buscar qué se aportó de novedoso, que podemos incorporar, y sobre todo qué nos une cada día a las mejores opciones de pensamiento con enfoques renovadores, de búsquedas objetivas de la verdad.

Los retos cubanos

La perplejidad y el caos que creó el desmoronamiento de la URSS en el seno del movimiento revolucionario y progresista mundial, en medio de la violenta ofensiva ideológica del capitalismo que le siguió y de los colosales recursos propagandísticos puestos en función de la campaña antisocialista, incentivaron la renuncia al marxismo, la satanización del leninismo y la aceptación del paradigma demoliberal, motivaron la desorientación ideológica y filosófica junto a toda suerte de eclecticismos estériles, pero también condujo a ratificaciones y nuevas búsquedas creativas. Los marxistas cubanos nos colocamos en esta última posición. Para quienes vivíamos en un país cercado, a punto de ser invadido por la potencia imperialista más poderosa de la historia, el problema del socialismo no sólo solo representaba «opción» de ciencia, era -y hoy lo es también- una opción de vida. La resistencia cubana se explica entre otros factores, por el papel que en Cuba han jugado las ideas, hechas movimiento y conciencia de las masas.

La Revolución Cubana no fue ajena a los impactos y avatares negativos del modelo de marxismo dogmático8. Repercutió esta situación en el dominio teórico-filosófico y metodológico del marxismo en la formación universitaria y en la investigación social. Debilitó el estudio de la tradición nacional y fracturó el diálogo con los pensadores y especialistas que en América Latina y el mundo, no compartían los posicionamientos soviéticos. Nos salvó a plazo histórico, la fortuna de contar con el acervo extraordinario del pensamiento de José Martí -un extraordinario dialéctico9-, la impronta antidogmática con que nació el marxismo cubano10 y la excepcionalidad del liderazgo teórico-práctico de los dos marxistas -y leninistas- más sobresalientes de la segunda mitad del Siglo XX y principios del XXI: De Ernesto Che Guevara y Fidel Castro Ruz.

No fue casualidad que en la Tesis del Primer Congreso del PCC «Sobre los estudios del marxismo-leninismo en nuestro país», señale que «el fin, el propósito y el contenido de trabajo del investigador marxista-leninista consiste entre otras cosas en «adelantar los resultados de su estudio al criterio oficial para servirle de apoyo y base orientadora o presentarlos a posteriori del establecimiento del criterio oficial para ofrecerle sustentación teórica a éste o para aportar juicios, argumentos y conclusiones que pudieran contribuir a modificaciones o rectificaciones necesarias». «El único criterio rector que debe guiar la actividad del investigador marxista-leninista -subrayaba la Tesis- es el de la búsqueda y el encuentro de la verdad objetiva, de la esencia y las leyes del problema objeto de estudio»11.

El contradictorio epistemológico entre la utilización de la categoría consensual marxismo-leninismo, y el contenido teórico y praxiológico-valorativo que a tal concepto le otorgó el Partido Comunista de Cuba y el líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, recuperó por las esencias, el enfoque del partidismo objetivo leninista, y nos abrió la posibilidad de avanzar en relecturas más certeras. No podía ser de otra forma dado que la tendencia prevaleciente, marcada por el liderazgo de Fidel, Che Guevara y Raúl Castro, ha sido la inconformidad, la autocrítica y la búsqueda constante de nuevos espacios de realización revolucionaria12. Creación heroica, vaticinó José Carlos Mariátegui para el hacer socialista en América13, y los cubanos y las cubanas, más allá de incorporaciones miméticas, hemos sido consecuentes con este fundamental presupuesto revolucionario.

Tampoco fue casual, que un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, que llevaba en su seno una profunda revolución conceptual, fortaleció en Cuba el camino socialista a partir de 1985-1986, cuando ya se anunciaba el proceso de renuncias y traiciones, en que poco después devino la llamada perestroika soviética. Un momento definitorio, para la recuperación de la tradición más autóctona del socialismo cubano lo fue, ya abocados a la crisis económica y al doble bloqueo del periodo especial, la realización del IV Congreso del PCC en 199114. Reverdeció entonces el debate nunca abandonado sobre la temprana articulación del pensamiento nacional revolucionario cubano, del pensamiento martiano, el marxismo y el leninismo15, frente a las incorporaciones acríticas del marxismo-leninismo de matriz estalinista.

Las búsquedas y rectificaciones en las que hemos estado enfrascados en los últimos lustros, para «cambiar todo lo que deba ser cambiado», «por nosotros mismos«, «con nuestros propios esfuerzos»; en desafío «a poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional»16, han sido condición y resultado de debates intensos y profundos al interior de la sociedad y el movimiento revolucionario cubano. El hecho de que los delegados al VII Congreso del PCC (abril del 2016), hayan aprobado ratificar la autoctonía del socialismo cubano, con el abandono del término de marxismo-leninismo, marca un momento importante de madurez del Partido en el liderazgo del proceso de profundización y actualización socialista, que resuelve a nivel teórico el contrasentido histórico de afirmarnos en un concepto que no reflejaba nuestra tradición y praxis revolucionaria17.

El desarrollo epistemológico que encierra el acuerdo de referencia del VII Congreso, no resuelve por su sola proclamación el triunfo del enfoque más progresivo. He podido constatar que existe entre no pocos colegas cubanos, una notable resistencia al cambio epistemológico. Nuestros compañeros no entienden aún, que el debate y la construcción epistemológica como asuntos eminentemente científicos, se resuelven desde el partidismo objetivo leninista, con los métodos de ciencia. Dado que las categorías expresan un conocimiento de lo esencial, de la esencia más profunda del objeto, el problema central de la epistemología ha sido siempre -y hoy no deja de serlo-, el del aumento del conocimiento científico, y en tanto el logro de la más exacta correspondencia del conocimiento con su objeto. Precisamente la epistemología permite pasar de un conocimiento menos verdadero a un conocimiento más verdadero, a través del descubrimiento de la lógica del posible error, para hallar la verdad objetiva y así exponer los resultados y métodos de la ciencia a las correcciones que se precise. Lenin con razón declaraba que hay que hay que considerar «el infinito proceso de profundización del conocimiento de las cosas por el hombre,… que va de la apariencia a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda» 18.

La mejor metódica para entender el cambio epistemológico está el estudio histórico del propio proceso de construcción del conocimiento, en medio de las circunstancias que se configuran en las interconexiones del movimiento científico y el movimiento ideológico y político. Y junto con la investigación se impone un espacio pedagógico de explicación y formación. Sacudirnos del lastre del marxismo dogmático resulta una tarea fundamental, pero no dejan de percibirse otros retos no menos importantes.

Al debilitamiento del dominio teórico-filosófico y metodológico del marxismo, que incubamos -y que la rectificación de los ochenta no tuvo tiempo para resolver19-, se añadió la influencia en el país de la eclosión de propuestas fabricadas en y alrededor de la cienciología burguesa contemporánea. Entre otros males asistimos a nuevos mimetismos acríticos, ahora bajo el signo de la ideología capitalista, el conservadurismo neoliberal y el reformismo impregnado en sectores de izquierda.

Como afirma Miguel Limia, la sociedad cubana es penetrada sistemáticamente por la ideología liberal, no como un panfleto político, sino a partir de la cultura de la imagen, de la cultura del placer, de la recreación; a través de símbolos que empujan a conductas hedonistas, consumistas, centradas en la satisfacción del placer. Esa orientación es una vía para transformarse en persona del mercado, para permanecer prisionero de la red del mercado, para la inactividad social por descomprometimiento con lo público, para el aislamiento individual y la degradación personal20.

El entusiasmo por «las novedades de la modernidad», encandiló a no pocos estudiosos y tesistas, en un acrítico transvertismo de paradigmas, lo que puede constatarse en no pocas de las menciones que aparecen en las tesis de maestría y doctorado aprobadas en nuestros tribunales, y que citan a los autores y sistemas categoriales de moda en las plataformas de la UNESCO, la Secretaria de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Banco Mundial. Mientras eclecticismo y pretendidos enfoques mixtos, nos dan la medida del punto de desencuentro teórico en que se encuentran un grupo de colegas, que pugnan con honestidad por avanzar desde una insuficiente comprensión del universo teórico metodológico marxista y leninista, también martiano y fidelista.

Precisamente en la cienciología marxista la articulación se debe producir por las esencias, en el proceso interno, por la negación dialéctica que forja lo viejo-nuevo como conquista histórica, que permite profundizar y renovar las principales direcciones cognoscitivas y praxiológico valorativas. Se trata entonces de una obra de creación junto a nuestros padres teóricos, compartiendo sus sueños y compromisos éticos con la ciencia y por lo tanto con las praxis de redención humana.

Notas:

1 Hago referencia al ámbito de la propaganda anticomunista. El debate sobre la crisis del marxismo es una propuesta de interés académico.

2 Atilio A. Boron: Actualidad del ¿Qué hacer? Estudio Introductorio a la edición argentina del ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento de Lenin. Ver: «Estudio introductorio: ‘La actualidad del ¿Qué hacer?» En: ¿Qué hacer?, Editorial Luxemburg, Buenos Aires, 2004, http://juventud.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2009/05/actualidad-que-hacer-atilio-boron.pdf

3 Ver: Edgar Morín: Introducción al pensamiento complejo», Editorial Gedisa, Madrid, 2001; Repensar la reforma, reformar el pensamiento, Cuadernos de Pedagogía. No. 342 enero, 2005.

4 Morín militó en el Partido Comunista Francés hasta que por sus discrepancias con la línea estalinista fue expulsado en 1951, lo que no le impidió continuar con una activa militancia de izquierda. Ver: «Biografía autorizada de Edgar Morín y su obra, pensamiento complejo», http://www.edgarmorin.org/biografia-edgar-morin.html

5 El marxismo no es un contendiente de la teoría de la complejidad, por razones de esencia: El marxismo es por naturaleza pensamiento complejo.

6 Gabriel Vargas Lozano: ¿Qué hacer con la filosofía en América Latina?, México, DF, Casa abierta al tiempo, UAM, Traxcala, 1990, p. 219-220.

7 Ver: Alcira Argumedo, Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1992.

8 Ver: Thalía Fung Riverón: «Problemas de la apropiación del marxismo después del ’59. El marxismo en Cuba. Una búsqueda». En: Filosofía, teología, literatura: Aportes cubanos en los últimos 50 años . Edición de Raúl Fornet Betancourt. Aachen: Wissenschaftsverlag Mainz (Concordia Serie Monografías, tomo 25), 1999,  http://www.ensayistas.org/filosofos/; Miguel Limia David: Hacia un nuevo episteme de la transición socialista en Cuba, Instituto de Filosofía, La Habana, Junio de 2006 (inédito).

9 En su concepción, el hombre, como sujeto socio-cultural, reproduce de forma compendiada la totalidad del Universo. El hombre en Martí es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de historia y cultura y condicionado socio-históricamente, pues «nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo«. Ver: José Martí: «Henry Ward Beecher». En: Obras Completas (Tomo13), Editora Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 34

10 Del autor: Julio Antonio Mella y los fundamentos del marxismo en Cuba. Contracorriente. La Habana, enero – febrero – marzo 1997, Año 3, número 7, p 27- 55.

11 Partido Comunista de Cuba: Tesis y resoluciones. En Memorias. Primer Congreso del PCC, Editado por el DOR-CC del PCC, La Habana, 1976, t. 2, p. 283

12 Ver del autor: «Cuba: Utopías, realidades y posibilidades». En: Jiménez M., Carolina y Aaron Tauss (Eds.): ¿Pensar el fin del capitalismo?, Universidad Nacional de Bogotá, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá, 2015

13 José Carlos Mariátegui: «Aniversario y Balance«. En Ideología política, Editora Amauta. Lima, p. 287-268.

14 Ver: IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Discurso y documentos, Editora Política, la Habana, 1991.

15 Ver: Olivia Miranda, Tradiciones nacionales revolucionarias, marxismo y leninismo en el pensamiento revolucionario cubano. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2005; Caridad Massón Sena (Comp.): Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba (1920-1958); Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2015.

16 Fidel Castro Ruz: «Concepto de Revolución«. En: Discurso pronunciado el 1º. de mayo del 2001. Granma, 2 de mayo de 2001, p.4.

17 A partir del VII Congreso el Partido asume como componentes teóricos: «el legado martiano, el marxismo y el leninismo, el pensamiento y la acción de nuestro líder histórico, la obra del Partido Comunista de Cuba y la Revolución. Ver: Partido Comunista de Cuba: Conceptualización del modelo económico social cubano de desarrollo socialista, Congreso PCC Plegable, Talleres Poligráficos Granma, La Habana, 2016, p 6

18 En: V. I: Lenin: Cuadernos filosóficos, Editora Política. La Habana. 1979, p 251-252, 311, 213-214.

19 Gilberto Valdés Gutiérrez: «Ideología y ciencias. Nota para un debate actual«. Cuba Socialista La Habana. Año IX No.3 (39). Mayo-junio 1989.

20 De Miguel Limia David: «Fidel Castro y la irreversibilidad del socialismo» (inédito).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.