El nuevo escenario político abierto en Cataluña plantea importantes retos para la izquierda anticapitalista. La profundización de la crisis económica y social y la intensificación de la ofensiva para transferir su coste al conjunto de la población, sólo harán que aumentar las contradicciones de la sociedad catalana. Lo que está en juego es una salida […]
El nuevo escenario político abierto en Cataluña plantea importantes retos para la izquierda anticapitalista. La profundización de la crisis económica y social y la intensificación de la ofensiva para transferir su coste al conjunto de la población, sólo harán que aumentar las contradicciones de la sociedad catalana. Lo que está en juego es una salida conservadora (o reaccionaria) a la crisis o una salida en clave de izquierdas, anticapitalista, ecologista, feminista y solidaria.
Las dificultades para traducir el malestar social en movilización y para vencer la resignación y el escepticismo, han hecho que la respuesta social a las políticas de ajuste, aquí y a escala internacional, haya sido débil y sin victorias. En los últimos meses del estallido de las fuertes movilizaciones en Francia contra Sarkozy, las huelgas generales en el Estado español y Portugal, y las protestas estudiantiles en Gran Bretaña y en Italia han mostrado una cierta reacción social, pero aún es pronto para determinar si estamos ante el inicio de un nuevo ciclo de movilizaciones.
En el futuro inmediato, en Cataluña, la prioridad tendrá que ser la organización de la resistencia social a los recortes que se avecinan de la mano del convergente «gobierno de los mejores» (en la defensa de los intereses empresariales, claro) y del de Zapatero, evitar que los anhelos de soberanía queden enterrados de nuevo por el posibilismo autonomista, y frenar las agresiones al territorio que aún se intensificarán más.
La fortaleza de la derecha, reflejada en los resultados de las elecciones del 28N, es fruto de la desestructuración del movimiento obrero y de las clases trabajadoras, y de la fragmentación social y la descomposición de las organizaciones y de la cultura de izquierdas en los barrios populares. Es una muestra de hasta qué punto los valores individualistas, insolidarios, consumistas y la lógica capitalista han penetrado en el seno de amplias capas de la población.
La izquierda que nos ha gobernado durante dos legislaturas tiene una gran responsabilidad en esta situación. Es sobre las ruinas de su política que se cimienta el ascenso de las fuerzas conservadoras. Las medidas aplicadas desde el gobierno de Entesa, en Cataluña, durante estos ocho años han colisionado con los intereses objetivos de su propia base social. El resultado ha sido la desmoralización, la desafección y la desorientación.
La pérdida de vínculo orgánico y de identificación entre la izquierda parlamentaria y su base social tradicional, en particular la de origen trabajador, abre la puerta al ascenso de la demagogia de la derecha populista y xenófoba o del españolismo. Y, en paralelo, el descrédito de la izquierda ha dado alas, entre otros sectores sociales, al soberanismo pro-empresarial y neoliberal o, simplemente, el soberanismo light de CiU que ha capitalizado el fracaso de la reforma del Estatuto.
Junto con el fortalecimiento de las luchas sociales la necesidad de construir un nuevo proyecto de izquierdas, una izquierda ligada a las movilizaciones sociales y que diga lo que hace y haga lo que dice, es un verdadero imperativo estratégico. Hoy por hoy, la izquierda anticapitalista tiene un arraigo social limitado y aún no está en condiciones de tener una incidencia electoral significativa, más allá del terreno local, en el conjunto de Cataluña, aunque experiencias como la candidatura Des de Baix han servido para generar positivas sinergias militantes. La distancia entre lo posible y lo necesario es todavía muy grande y el reto es acortarla cada vez más.
La alternativa necesaria está aún por construir. Será, sin duda, un proceso lento, sin guión preestablecido y que requerirá la confluencia de organizaciones, colectivos y personas de diferente procedencia. Sólo tendrá éxito sobre la base del fortalecimiento de los movimientos sociales, del sindicalismo alternativo, del movimiento vecinal y de la creación de espacios de producción cultural e intelectual comprometidos con la transformación social.
Ante un gobierno business friendly y de una izquierda sumisa, lo que se trata es de ir dando pasos sólidos en la buena dirección: la de construir un nuevo proyecto político que, en palabras de Daniel Bensaïd, sea «tan fiel a los intereses de los dominados y los desposeídos como lo es la derecha con los poseedores y los dominadores, y que no pida excusas por ser anticapitalista y por querer cambiar el mundo «.
Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la UAB y Esther Vivas es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la UPF.
Artículo publicado en Público (ed. Cataluña), 19/01/2010.