Informe político de Red Roja
1. Situación socioeconómica en general
Como ya advertíamos en nuestro informe anterior de noviembre de 2013 (1), a pesar de que desde el gobierno se nos viene anunciando la salida de la crisis -ofreciendo más que nada datos «fríos» de la macroeconomía-, voces de dentro del mismo sistema aventuran que harán falta muchos años (algunos hablan de una década) para que la gente perciba esa «salida» en términos de empleo, o para que simplemente se recuperasen los más que limitados y desiguales niveles anteriores al estallido oficial de la crisis, y que ellos llaman «bienestar». Así se anuncia en los propios medios del sistema que, evidentemente, van más allá de las comparecencias mediáticas del gobierno. Pero no sólo eso. Desde Bruselas, Francfort y Berlín se reclaman más reformas estructurales para que pueda darse ese eventual beneficio social incluso si la crisis amaina… con lo que ello significa: que la economía seguirá vigilada y supervisada (incluyendo la visita regular de «los hombres de negro») (2).
En términos macroeconómicos, la deuda ya alcanza oficialmente prácticamente todo el PIB, todo lo que se produce en el Estado español. Y se prevé que siga aumentando. (3) Se sabe que es impagable. De lo que no se habla mucho es de que el capital más fuerte (en buena parte internacional) utiliza la imposibilidad de pagar la deuda para imponer la conquista de mercados. Una de las razones de que se rebajen los intereses de la nueva deuda emitida (bajada de la prima de riesgo, del bono a diez años, etc.) es que afluyen muchos inversores a la deuda pública precisamente por no tener suficiente confianza en que la economía real les garantice los mismos réditos. Lo que está claro es que desde el gobierno y oposición se ha mandado a los inversores el «mensaje claro de confianza» -bien sellado constitucionalmente- de que pueden estar tranquilos de que aquí se puede hacer negocio rentable con la deuda, de que «el país, muerto, antes de no pagarles sus intereses».
En cualquier caso, esa falta de rentabilidad de la economía real, e incluso del propio negocio bancario, plantea la necesidad perentoria de destrucción de valores de capital. Precisamente uno de los mecanismos indirectos (el otro es la guerra) utilizados para ello es forzar la inflación en relación con una devaluación del euro. Pero aquí nos encontramos con una contradicción -ya mencionada en otras ocasiones- entre Alemania y el núcleo duro de la UE, por un lado, y el resto de países periféricos (que ya alcanza a la misma Francia) por otro. Unos quieren devaluación para exportar más, basándose en que a los importadores les costaría menos comprar «al cambio». Pero a Alemania (potencia exportadora inigualable) no le interesa porque rebajaría el valor relativo de lo que retorna de los países que domina económicamente si en estos subieran demasiado los precios. El resultado de todo este juego contradictorio de intereses es que, de momento, lo que se está imponiendo es una deflación que, en el caso del Estado español, es síntoma de una economía moribunda. Nadie duda al respecto. De ahí las presiones «periféricas» a Mario Dragui, presidente del Banco Cenral Europeo, para que actúe.
En cuanto al plano estrictamente financiero, si bien ya es brutal la concentración bancaria que ha habido, aún queda muchísimo trecho que recorrer, siendo claramente internacional el ámbito de la contienda. También hemos mencionado en otras ocasiones que el arma de esa disputa será la supervisión bancaria supraestatal y la exigencia por parte de ésta de mayor liquidez para dar crédito; exactamente en los términos en que la propia presidenta de la FED acaba de hacer refiriéndose concretamente a los grandes bancos de EEUU. Hay pues una «sorda carrera» en muchas entidades bancarias por disponer de «dinero contante y sonante» (liquidez) para pasar dichos exámenes de supervisión. Y es así como vemos iniciativas para mejorar las cuentas deshaciéndose de edificios, entidades menores, sectores de negocio, etc.; en definitiva, soltando lastre en un intento de transformar esos pasivos en liquidez sea como sea.
En el ámbito social y laboral -y dado de que ya se ha hablado mucho de «los recortes» que trae consigo la crisis capitalista que sufrimos- esta vez hemos querido hacer hincapié en un aspecto en particular: el de la migración. Y dentro de ésta, a ese fenómeno, relativamente nuevo, protagonizado por la salida en masa de mucha juventud trabajadora. No se trata de una salida para mejorar empleo («fuga de cerebros»), sino simplemente para tenerlo. Y ya no se parte en las mismas condiciones de la oleada anterior de los 60-70 con respecto al país de recepción.
Además de la cuestión de desarraigo social en sí que este fenómeno conlleva (como toda migración proletaria), hay que ver cómo esto actúa de «desahogo macroeconómico» para el poder (de «válvula de escape»), así por lo que supone de desestructuración militante en el activismo y en las propias organizaciones políticas. Tenemos que ser conscientes de que, en la medida en que no haya una salida política colectiva, la situación se degrada en varios aspectos y florecen las lógicas «salidas (literalmente hablando) individuales». Desde Red Roja queremos dedicar una especial atención a esta problemática. De momento, presentamos un pequeño adelanto del estudio de conjunto de la migración en el Estado español, que se está realizando, precisamente, desde la militancia más joven de nuestra organización.
Algunas notas sobre la cuestión de la emigración
Desde el comienzo de la crisis en 2008 la situación social se ha agravado considerablemente. A la miseria, el paro y la precariedad crecientes hay que sumar la emigración. El Estado español ha sido desde 1998 hasta el 2008 receptor de inmigración por motivos económicos fundamentalmente. Pero desde entonces hasta hoy han ido saliendo fuera de las fronteras a buscar otro empleo, o retornando a sus países de origen, multitud de personas, expulsadas de nuestros pueblos. Desde el 2011 son más las personas que abandonan el país que las que llegan, por lo que se está perdiendo población. Es el país de Europa que más población ha perdido desde que comenzó la crisis. Esto no ocurría desde la Guerra Antifascista del 36-39, ni siquiera en las grandes emigraciones de los años 60. Nos podemos hacer una idea de la magnitud de este proceso y de algunas previsibles consecuencias que tiene y tendrá.
Lo primero que hay que decir es, que como suele ser habitual, aunque necesarias por ser las únicas que hay, las estadísticas oficiales son deficientes. Hay una enorme dificultad a la hora de poder interpretar los datos oficiales pues son confusos, contradictorios y llevan a equívoco. Evidentemente, los datos publicados por el Estado español entran en contradicción con los del alemán, pues ambos tienen intereses diferentes con respecto a su discurso al respecto de la emigración. En el caso de la emigración española hay una diferencia enorme (multiplican por 6 la cantidad de emigrantes españoles) entre los datos de Alemania y los del INE. Dicho esto, la cuestión está en poder interpretar las tendencias y tratar de mirar bajo la alfombra de los datos para hacerse una idea de la complejidad del asunto.
No es posible saber con certeza cuánta gente ha sido expulsada desde el inicio de la crisis. No hay estadísticas que reflejen ese flujo directamente. Sólo el Padrón de habitantes. Pero si te vas del país no sueles darte de baja y muchas veces no te vuelves a dar de alta en el país de destino. Por ejemplo, En el primer semestre de 2013 emigraron 125.000 personas, de las cuales 25.000 son españolas. El 90% de ellas inmigrantes o nacionalizadas de origen extranjero. Sobre todo rumanas, marroquíes y ecuatorianas.
Estos datos son imprecisos o falseados pues se recogen a través del padrón, por lo que todos los inmigrantes no empadronados que se han ido no están reflejados en ellos. Sin embargo podemos decir que, según esos datos, en los seis primeros meses de 2013 se pierde más población que en todo 2012. Desde 2008 a 2013 se han marchado 2.186.000 personas, a pesar de que los datos oficiales hablan de 250.000 que han nacido aquí, o sea, son españolas, otras investigaciones datan en 700.000 las personas que se han marchado y son españolas. No tenemos datos oficiales aun del segundo trimestre ni del 2014.
De las personas extranjeras o de origen extranjero nacionalizadas, la mayoría vuelve a sus países. Los nacidos en España se van al Reino Unido, Francia, EE.UU, Alemania y Ecuador, principalmente, por ese orden. La franja de nacidos aquí que más se marcha son hijos de personas de origen extranjero que se van con sus padres.
Las consecuencias de la pérdida de población no son sólo económicas y demográficas. También son, en cierto sentido, políticas. Quien se marcha es clase trabajadora en paro, que han trabajado durante años aquí y han construido también organización y prácticas de clase. Quien se marcha es la juventud titulada. Perdemos potenciales miembros de las filas combatientes de la lucha cotidiana y popular en nuestros barrios y pueblos. El problema no es sólo que haya gente que se marcha. También es que se está generando una situación en la que la juventud siente que este no es país para vivir, ni para tener aspiraciones, que en nuestras ciudades y pueblos no hay lugar donde ubicarse y desarrollarse. Esa sensación de tener una orden de expulsión incierta, una presión permanente por vaciado de los barrios en los que vivimos, dificulta más aun que la gente que se queda pueda implicarse en las luchas locales. Vincularse a un territorio, a una tierra, sentir que se pertenece a algo colectivo, es imprescindible para garantizar las tareas que tenemos por delante.
2. Situación política
Particularmente cuestionada socialmente se encuentra la institución de la monarquía, que durante muchos fue forzadamente «cuidada» como garante de estabilidad. Ahora, ni en sus propias encuestas pueden evitar que este Rey se les… caiga. La institución tiene problemas de verdadero recambio. Pues temen abrir la veda que termine por cargársela entera y contagie al conjunto del sistema de concertación post-franquista; algo que tiene un valor político mucho más elevado. En realidad, sólo en este sentido nos interesa la puesta en cuestión de la monarquía: como un punto de partida más que de llegada para retomar el hilo de la «ruptura democrática» escamoteada tras el largo período franquista.
Ciertamente, el cuestionamiento de la Transición va tomando a su vez un carácter más generalizado. De hecho, es objeto de inclusión en programas de candidaturas que se reclaman de izquierdas. Pero no son consecuentes, pues hablan de «agotamiento» de la Transición o de «ruptura de pacto». Debe desde luego aprovecharse esa debilidad de la legitimidad de la Transición incluso entre gente que la apoyó, pero sólo para que se avance en la dirección de la puesta en cuestión de todo el sistema desde su origen. Es el reto que tenemos en el plano político de cara a las movilizaciones. Que la puesta en cuestión de la Transición sea la línea de demarcación política y no simplemente la forma de sistema, que si república o monarquía. Observemos que los reformistas y oportunistas pueden abrazar el discurso republicano, pero no el de denunciar toda la Transición desde su origen. Por eso, podemos hablar de línea de demarcación política. No pueden pasar esta línea, pues ellos mismos forman parte de ese sistema que hay que superar. Merece la pena que nos detengamos en este asunto que conforma uno de nuestros pilares básicos y sobre el que queremos hacer un verdadero trabajo de «reagrupamiento práctico-político» con compañerxs de otras organizaciones y colectivos con los que nos encontramos en las movilizaciones, concretamente en lo que se refiere a las movilizaciones por la República, y haciendo si es preciso un balance histórico de las mismas a partir del cual plantear cómo revitalizarlas.
Recordemos que fue el 6 de diciembre del 2003 cuando se celebró por primera vez en Madrid una manifestación por la III República, contra la constitución del 78 y por el derecho de autodeterminación de los pueblos que llevaba por lema central: » 1978-2003, la ruptura democrática aún está pendiente». Esta movilización supuso un gran paso en la extensión y crecimiento del movimiento republicano y convirtió los actos conmemorativos de la II República en movilizaciones de calle con una reivindicación política de actualidad. No se limitó a un trabajo de memoria histórica. A partir de ahí, en estos años, el movimiento republicano se ha ampliado y tiene su expresión en múltiples actos y movilizaciones y su organización en diferentes plataformas, ateneos y colectivos…
Si bien hay que reconocer un gran avance en ese sentido, últimamente también hay que señalar cierto estancamiento en su capacidad de movilización, que no se corresponde con las condiciones favorables que brinda el desprestigio tanto de la monarquía como del entramado político institucional surgido de la Transición. Esto es debido, por un lado, a la penetración en el movimiento republicano del reformismo. Y, por otro, al rechazo de las izquierdas independentistas y soberanistas a reivindicar un Estado español por muy republicano que este sea; y, en definitiva, a no confluir en una movilización política conjunta de esta naturaleza, a nivel de este Estado, por más que se esté uniendo en todo momento la reivindicación del derecho de autodeterminación de los pueblos a la del cambio de modelo de estado y por extensión de régimen.
El reformismo encabezado por IU-PCE se sumó a la reivindicación de la república cuando el movimiento adquirió un carácter de masas (no participaron en las primeras movilizaciones) y manteniendo las posiciones demagógicas carrillistas («soy republicano pero juancarlista»). Reivindican formalmente la república pero no cuestionan ni un ápice el régimen heredero del franquismo pactado y aceptado por esas organizaciones en la Transición, hasta el punto de ver al secretario general del PCE y al coordinador federal de IU loando la figura de quien fuera secretario general del movimiento nacional franquista -Adolfo Suárez- durante su funeral en sede parlamentaria.
La situación exige dar pasos adelante en la unidad de acción de todas aquellas fuerzas que están en contra del régimen, de quienes lo hacen desde posiciones republicanas, independentistas, comunistas o anarquistas. Si la unidad no puede darse en toda su dimensión en la propuesta política de largo alcance, si puede avanzar en torno a lo que se desprende consecuentemente de la lucha contra el régimen emanado de la Transición: la oposición a la monarquía corrupta e impuesta por la dictadura franquista, la oposición a la unidad nacional del estado en contra de la voluntad de los pueblos sometidos a su aparato, la oposición a la constitución de 1978 donde se consagran los privilegios de la oligarquía y la economía capitalista que tanto sufrimiento está vertiendo sobre la clase trabajadora y los sectores populares, la oposición al proceso iniciado en los Pactos de la Moncloa de expolio continuado de los derechos sociales y laborales, la oposición a toda legislación de pérdida de libertades y derechos civiles, políticos y sindicales ( Ley Antiterrorista, Ley de Partidos, Ley de Extranjería….). Todo ello puede ir recogiéndose en una serie de puntos a fin de ir llevándolos «a la calle» y que de alguna manera retoman (y actualizan) el hilo del rupturismo político roto por el enjuague de la Transición:
– Derogación de la Constitución de 1978 y apertura de un proceso constituyente que parta de la ruptura con la legislación e instituciones del régimen. Salida de la OTAN y desmantelamiento de las Bases. Ruptura con la construcción de la Europa del capital y el imperialismo, salida de la UE y el euro. Separación absoluta de la Iglesia y el Estado: por un Estado laico.
· Socialización de la banca y de todas las empresas estratégicas como energía, comunicaciones, transporte, industria farmacéutica básica, etc. Todos los recursos naturales deben ser de propiedad pública. Reforma agraria. Reforma fiscal progresiva. Educación, sanidad y servicios sociales exclusivamente públicos. Fomento de la vivienda social pública y paralización de los desahucios. Protección social completa para todas las personas desempleadas. Igualdad de la mujer trabajadora.
· Derecho de autodeterminación para todos los pueblos y naciones oprimidas. Libertad de expresión, de reunión, asociación, manifestación y acción política. Derogación de la Ley de Extranjería y plenos derechos para todos los trabajadores extranjeros.
· Contra la impunidad de los crímenes de la Dictadura. Anulación de las sentencias de los tribunales fascistas. Verdad, justicia y reparación para las víctimas del franquismo. Eliminación de toda la simbología fascista en lugares públicos.
· Libertad para todos los presos políticos antifascistas, comunistas, anarquistas e independentistas y amplio indulto para los presos por causas que tienen su origen en las desigualdades sociales. Derogación de la Ley de Partidos. Disolución de la Audiencia Nacional, de los tribunales militares y de los cuerpos represivos, así como depuración de responsabilidades de los torturadores y de los implicados en la guerra sucia.
La propuesta de Red Roja es abrir un debate entre las organizaciones y militantes sobre estos puntos de elevada proyección política. Y que desde esta perspectiva de unidad de acción contra el régimen, pudiera concluirse en una jornada de lucha y movilizaciones simultáneas en todo el estado el 6 de diciembre.
Retomando el hilo de este informe, y en lo que al diagnóstico de la situación política general se refiere, observamos que uno de los elementos que está precisamente fracturando el sistema de concertación postfranquista es la persistencia (en tendencia creciente) de las reivindicaciones nacionales. En estos tiempos de crisis, estas reivindicaciones son alimentadas también por las propias burguesías nacionalistas, a las que les interesa sumarse al cuestionamiento del «status quo estatal» impuesto desde Madrid. Ya hablamos de ello en el anterior informe. Una atención particular debemos poner ahora en el seguimiento de la iniciativa abanderada por Artur Mas. Estaremos pendiente de hasta dónde llegan los intentos de «unilateralidad» de la Generalitat en lo que se refiere al proceso de consulta al pueblo catalán. Y en todo momento estaremos en contacto con nuestros aliados más próximos del independentismo catalán para ver cómo ellos se insertan en todo esto y qué se marcan como prioridades y objetivos en los meses a venir.
En cualquier caso, y ocurra lo que ocurra, tenemos un trabajo pendiente de defensa del derecho de auotodeterminación como elemento indispensable de la unidad de los diferentes pueblos. Pasará a ser de la misma importancia que el trabajo de neutralización de los ataques a la inmigración. Hay que obstaculizar todo lo que se pueda una movilización reaccionaria por parte del patrioterismo españolista que buscar desviar la atención en un contexto de aguda crisis social como el que vivimos. Ciertamente, y tal como decíamos en el anterior informe, también las burguesías «periféricas» están utilizando las legítimas reivindicaciones nacionales para darse margen de maniobra en la aplicación igual de brutal de unos recortes socio-laborales dictados, en últimas instancia, por la UE: el amo común de de todas las burguesías que gobiernan o aspiran a gobernar en las distintas administraciones de ese Estado español de las Autonomías que ahora se resquebraja. Pero indudablemente pasa a principal desmarcarse de demagogias con «tintes antiburgueses» tipo la de Cayo Lara, al servicio del régimen de Madrid, y que pretenden justificar su impresentable negativa a defender sin ambages del derecho de autodeterminación en el Estado español.
Dados los evidentes síntomas de «agotamiento» del sistema de concertación del 78, comienzan a surgir voces a favor de «Pacto de Estado», como ha sido el caso recientemente de Zapatero. Surgen en primer lugar, y precisamente, en nombre de «parar el desafío catalanista». Pero, en este terreno, lo hacen también con la intención de ir satisfaciendo las exigencias de Bruselas en cuanto al recorte de las autonomías. No lo tienen fácil. No sólo porque los gobiernos de las autonomías en su relación con el central de Madrid son utilizados político-electoralmente en el enfrentamiento mutuo de los partidos del régimen de la transición, sino por lo que significa de «rincones de poder y corrupción» de los diferentes barones incluso dentro de un mismo partido. Sólo hay que ver los «desencuentros» de la «periferia» del PP con el ministro de hacienda Montoro.
Pero ese Pacto de Estado también se ve como manera de apuntalar la fuerza del PP y del PSOE, porque en el interés de ambos está en no tener que depender de alianzas, por ejemplo, con organizaciones como IU, que obligaría a hacer concesiones (sólo sea por demagogia) que entrarían en contradicción con las políticas de ajustes. Ver el último ejemplo en Andalucía con la crisis de los «realojos» de las familias de la Corrala Utopía. Evidentemente estos guiños PP-PSOE «rebelan» a IU, cuya estrategia pasa no por sustituir al PSOE -sabe que eso le pondría en una situación inmanejable de desgaste-, sino por acompañarlo de «segundona» (eso sí con mucha mayor fuerza relativa que ahora). ¿Acaso no confiesa Cayo Lara todo esto cuando ¡denuncia! los intentos pesoistas para pactar con el PP explicitados por Zapatero? ¿Pero no tendría que alegrarse, aprovecharse y liderar toda la izquierda ocupando holgadamente la plaza el PSOE?
Esto ya nos lleva a la disputa electoral por «liderar la izquierda». Como ya habíamos advertido, han terminado por saltar las contradicciones burocrático-organizativas entre IU y las alternativas «a su izquierda». Como es el caso con Podemos. Parece que el proyecto de Podemos finalmente no está a la altura de lo que se planteaba: ir más allá del tope electoral de IU y poder agrupar no sólo a la gente votante de IU sino a toda «la gente indignada» que quiere ver una verdadera alternativa de gobierno «distinta» de esa política profesional en la que incluyen a IU. Bien al contrario, en los últimos tiempos ha habido movimientos demagógicos de IU que golpean la estrategia de Podemos-Iglesias. Importante esto, por lo que afecta a los repetidos intentos «electo-radicales» (pensemos en gente en torno a Izquierda Anticapitalista) de canalizar la movilización social que vienen sucediéndose tras el 15M.
En lo que ya más directamente nos concierne con respecto a las elecciones europeas, ha sido imposible presentar una candidatura dentro de la estrategia revolucionaria por el socialismo que parta de la línea de demarcación -la que establece el no pago de la ilegítima deuda impuesta desde unas instituciones europeas que consideramos enemigas- que venimos defendiendo en el actual periodo de movilizaciones socio-laborales contra la crisis capitalista. Por tanto, la necesaria disputa con el oportunismo y el reformismo (siempre que haya gente a la que interese llegar) sólo podrá darse en la «campaña» en la modalidad de «no presentación». Abordaremos este asunto siendo imaginativos. No hay muchos precedentes al respecto. Al respecto, ya hay programado actos convocados conjuntamente con otras organizaciones que han decidido igualmente no presentarse a estas elecciones europeas. En el siguiente apartado volveremos sobre este asunto.
3. Sobre la movilización del 22M
Se impone un balance de las movilizaciones de las marchas a Madrid del 22M desde la participación activa que hemos tenido.
Consideramos que supera al 15M en la medida en este nadaba en la ambigüedad ideológica y se jactaba de su vocación anti-organizacional. Al tiempo, la impresionante movilización del 22M se ha hecho al margen de las organizaciones más oficialistas, incluyendo en éstas a los «sindicatos mayoritarios». En cuanto a los contenidos, ha habido un fortísimo acercamiento de masas a la línea de demarcación que defendemos; lo que hace creíble la posibilidad de que se dé en el tiempo un cuestionamiento, también masivo, del poder político a partir de la brutal crisis socio-económica que padecemos. Para darse cuenta de la importancia de esto, repárese, por ejemplo, en cómo IU plantea recoger todas las reivindicaciones del 22M menos una: precisamente la que la LRI (Línea Revolucionaria de Intervención) plantea como frontera actual entre lo admisible por el sistema y -de no cambiar la actual correlación de fuerzas y en favor del campo popular- lo que no (No al pago de la deuda por ilegítima)
El 22M también ha supuesto un gran paso adelante en el planteamiento de la unificación de las luchas. Y ha contribuido a hacer madurar entre la gente la necesidad de la autoorganización de base así como, muy importante, ha posibilitado conocer más ampliamente la naturaleza del régimen de represión en que vivimos.
Pero también hay que ser conscientes de los propios límites de 22M y las dificultades en ciernes para superar el listón de movilización establecido. Con la legitimidad de que nos hemos volcado en el 22M y lo hemos empujado a posiciones de la «línea de demarcación», ahora toca poner el acento en la crítica a una excesiva apología del mismo, que refleja desconocimiento del desarrollo de la lucha de clases, de los aparatos del estado, etc. Ahí tenemos que distinguirnos sin concesión alguna.
Particularmente con respecto a los enfrentamientos que se sucedieron cuando aún no había acabado la manifestación, ciertamente hubo provocación. Y ya lo advertíamos en nuestra declaración sobre las marchas : « Las mismas Marchas en sí ya requieren que haya un avance en la autoorganización popular, incluyendo aquí todo lo relativo al establecimiento de unos mecanismos de seguridad propios que impidan las provocaciones que querrán tendernos nuestros enemigos de clase, de dentro y de fuera de los aparatos del Estado. Máxime cuando hay mucho de imponderable, de imprevisible, en cuanto a qué va a ocurrir una vez en Madrid, cuando las diferentes columnas se fundan con «el Madrid que resiste». (5) Pero lo que sucedió no sólo se explica porque hubiera provocación. Hay un creciente movimiento, sobre todo, entre la juventud proletarizada que desborda los cauces de movilizaciones tipo la del 22M.
En este sentido, el 22M está a las puertas de agotar uno de los dos vectores de movilización de masas que tenemos que afrontar y aspirar a orientar (o como mínimo intervenir en su orientación y organización). Nos referimos al protagonizado por un conjunto interclasista de sectores afectados, como no podían imaginar, por esta crisis sistémica y que se ha incrementado muchísimo en el último lustro. Este vector de movilización tiene mucho (no todo evidentemente) de aspiraciones legalistas, pacifistas y electoralistas en proyección. Por eso, el 22M no recubre todas las expresiones de la lucha de clases desencadenada por la brutal, profunda, extensa y duradera crisis social que padecemos. Aún menos, si nos referimos a las formas organizativas y los métodos de lucha. Y el 22M -tal como se da ahora, y con la relación de fuerzas organizativas que conforman las coordinadoras- está lejos de cubrir las necesidades urgentes de la lucha de clases.
El otro vector de movilización que tenemos que afrontar es uno mucho más antisistema (antifascista y radical). Y si bien es protagonizado principalmente por un sector de la juventud proletarizada, cuenta con un apoyo creciente (que naturalmente no puede cuantificarse por sus expresiones públicas) en sectores de los trabajadores y entre muchas víctimas de la «guerra social» que estamos padeciendo.
Queda pendiente, pues, una interpretación justa de este doble fenómeno portador inevitable de contradicciones. No sólo así podremos trabajar para hacer complementar ambos movimientos. También dificultaremos con mucha mayor eficacia las provocaciones (ciertas) de los aparatos del estado y del conjunto de las clases dominantes. La interpretación que tenemos pendiente de desarrollar debe desmarcarse de decir que todo lo que no sea 22M o parecido es una simple provocación del enemigo; por cierto, interpretaciones que nos retrotraen a desgraciados pasajes de los años de la Transición.
Con respecto a la línea abierta por el 22M, queda avanzar en la sistematización organizativa del poder popular de base de forma más permanente. No sólo hay que contribuir a sacar a la gente desde donde está para movilizarse principalmente en manifestaciones. También hay que llevar la movilización allí donde está la gente. Hablamos de la aplicación de la «línea de barrio» y de la unificación de luchas, también a nivel más local, bajo el estandarte universal del no pago de la ilegítima deuda. Y, por supuesto, hay que dar pasos de fusión con el movimiento obrero. Su no relación es lo que hace, por ejemplo, imposible hoy por hoy una huelga general que no sea convocada por oficialistas. En los meses venideros hay que ver cómo se desarrollan las experiencias concretas surgidas en el contexto del 22M.
4. Balance y perspectivas de la línea revolucionaria de intervención en la movilización social
Concretamente en el marco de masas abierto por el 22M, hemos logrado intervenir con bastante éxito -aún más, si se tiene en cuenta nuestra fuerza limitada-, distinguiéndonos tanto del oportunismo reformista-electoralista meramente antiPP como de ese sectarismo infantil de fraseología radical de no «se me ha perdido nada en Madrid» (de ciertos «soberanistas») o «el 22M no es suficientemente de clase». Aunque, quizá, nos ha faltado emplear más energía en defender lo expresado por nuestra declaración de las Marchas. En cualquier caso, esto último no dejaría de estar relacionado con los límites de «mimbres organizativos» propios. Por esto, en el periodo que ahora se abre, tenemos que avanzar más en la comprensión y aplicación de lo que, entre nosotros, hemos dado en llamar la «dualidad organizativa»; es decir, en cómo reforzamos de forma diferenciada y dialéctica tanto la línea revolucionaria como los marcos populares en los que intervenimos. Y ahí RR está bastante más sola de lo que parece. Lo que aún nos obliga a ser más estricto en este asunto, dada la responsabilidad política que, de alguna manera, hemos adquirido.
Se nos impone también realizar un balance particular de cómo ha intervenido el nacionalismo de izquierdas en el 22M y las batallas ideológico-políticas que, sobre todo, en algunos lugares hemos tenido que librar. De momento, digamos sólo que debemos insistir en la importancia de la cuestión de la crisis social en su dimensión de clase e internacional: «nos hemos ido a Madrid, pero porque no hemos podido ir a Bruselas-Berlín…».
Más allá del 22M, con respecto a la movilización y al desarrollo que está tomando la lucha de clases en general, la línea revolucionaria de intervención tiene que afrontar varios planos diferenciados a fin de tocar todas las teclas en lo que se refiere al objetivo de avanzar en la relación de fuerzas (término más justo que el de la «acumulación»). Y esto, en línea con lo expresado en nuestras últimas jornadas de formación cuando se abordó en qué consistía históricamente promover el movimiento revolucionario (sumar fuerzas propias; rodearse de aliados coyunturales que «van y vienen»; mantener neutrales una parte de la población que, aunque no ganaremos, al menos no debe ganarla tampoco la oligarquía financiera; tratar de dividir y fragilizar a nuestro enemigo de clase y sus aparatos de estado y represión):
– Baza político-electoral. Aquí aún hay cartucho por quemar. No queda cubierto este ámbito por la situación actual de «no presentación» que se ha creado para las elecciones europeas. Si hubiese habido una candidatura electoral-frente popular con clara línea de demarcación, habría que haberla apoyado de alguna manera. Si no, habríamos aparecido ante determinada gente -con la que tenemos que relacionarnos de una u otra manera- como la enésima variedad de discusión organizativa sectaria. Es más, allí donde haya gente que valga la pena (principalmente con la que hemos trabajado en el 22M) y en la medida en que existan candidaturas que asuman, por ejemplo, la cuestión de la línea de demarcación de la deuda (sólo sea «descafeinadamente»), tenemos que ver cómo intervenir para generar la contradicción y acompañar a determinados sectores en su propio proceso de maduración política.
– Movilizaciones. Ampliando lo ya dicho, hemos de «sacar el máximo jugo al 22M». Pondremos el acento en la unificación de las luchas mismas trabajándose desde la solidaridad intersectorial. En todo momento, tendremos que oponernos a la línea representada por el «cumbrismo social» en todas su variantes. Pero, en cualquier caso, no hemos de dejar de intervenir en los marcos abiertos por el 22M porque se impusiera demasiado lo de «hacer dimitir al PP»; por más que sepamos que eso favorece al maniobrerismo electoralista de los reformistas y oportunistas.
– Debemos emplear con especial prioridad «energía militante» en la creación de poder popular de base en concreto: comités de barrio, comités populares de movilización,… Este planteamiento está siendo acogido favorablemente en determinados marcos sindicales alternativos en que intervenimos. En relación con esto, no hay que hacer depender, ni mucho menos, la preparación de las movilizaciones de reuniones circunscritas exclusivamente al «activismo realmente existente», por más «alternativo» que nos resulte. La experiencia es clarificadora al respecto. Hay que fomentar autoorganización popular para que envíen representantes a las coordinadoras. Por ejemplo, fue muy buena experiencia la que protagonizaron lxs compañeros de UPK en la reunión estatal de Sevilla. Pues bien, hay que seguir fomentando esa línea
– Y en línea con lo dicho en el apartado anterior, debemos afrontar ese segundo frente que se abre en las movilizaciones (que no pasa por el 22M) y que corresponde a un movimiento mucho más radicalizado que presenta «perfiles» bien distintos en cuanto a metodología de lucha y de organización. Esto nos lleva directamente a tener que abordar (y asumir consecuentemente) la escalada represiva que se está dando en diversos planos. Y que no hacen sino confirmar que vivimos en regímenes de verdadera contrarrevolución preventiva.
Enfrentar todo esto sólo es posible reuniendo estos planos en una actualización de la estrategia por la revolución en pro del socialismo que incluya la asunción histórica de éste (más allá de los legítimos debates históricos internos de nuestro movimiento internacional) y en una sistematización inteligente y eficaz del trabajo de propaganda entre el pueblo.
5. Una (auto)exigencia sobre el movimiento obrero
Red Roja considera que es una exigencia llevar al movimiento obrero en su conjunto, y particularmente al ámbito sindical, un llamamiento para actualizar la línea sindical alternativa de proyección revolucionaria en el sentido que venimos expresando en los últimos tiempos. Y que debe tener en cuenta los profundos cambios operado en el «mundo laboral». Un mundo laboral afectado por la pérdida de los más mínimos derechos, donde los convenios devienen cada vez más papel mojado. Donde se están reproduciendo verdaderas situaciones decimonónicas. Y que es también la consecuencia del sindicalismo pactista y de prebendas que se viene dando en el marco del Estado español desde los Pactos de la Moncloa. Ante esta situación de verdadera arbitrariedad patronal y de represión sindical -aumentada por el miedo al paro, y que fomenta la desunión, la atomización y la dispersión de la clase obrera- ya no basta con la sustitución de determinada organización sindical por otra, sino que se requiere todo un replanteamiento de los propios métodos de lucha y las formas de organización obrera.
Este trabajo de reflexión y de debate debe hacerse directamente con los trabajadores, fomentado el intercambio de experiencias entre ellos mismos a partir de las relaciones que ya tenemos establecidas. Para hacer un seguimiento especial de este asunto, siempre que sea posible, se hará preceder cada reunión de la Coordinadora estatal con una específica de movimiento obrero como ya ha sido el caso de esta última.
En paralelo, se procederá a una revisión-actualización a fondo de nuestros documentos sindicales correspondientes a nuestro I Encuentro. Se hará en el sentido apuntado al principio de este apartado, y tal como se está precisando coordinadora tras coordinadora. Y siempre, por supuesto, haciendo partícipe al conjunto de la organización con especial relevancia a aquellxs compañerxs que están realizando un trabajo sindical.
6. Sobre la situación internacional
Remitimos a los artículos aparecidos sobre Venezuela y Ucrania en nuestra revista (6), cuyo primer número acaba de aparecer, así como a la declaración específica sobre Ucrania que acabamos de publicar. (7)
Tratamos la necesidad de impulsar de forma mucho más práctica nuestra responsabilidad internacionalista y antiimperialista. Así, debemos promover concentraciones (sin importar el número) contra el fascismo internacional. (Embajada de Ucrania, contra los neofascistas allí instalados, contra la agresión a los comunistas, etc.). Y hay que abordar también campañas señalando a los medios de comunicación tipo El País y otros como verdaderos arma de guerra.
7. Un apunte final sobre la situación del movimiento revolucionario organizado
Para compensar la dispersión y debilidad actuales de nuestro movimiento, hay que hacer un trabajo de proyección internacional. Una vez que ha quedado claro cuál es el criterio de agrupación que proponemos para los comunistas en nuestro marco estatal, tenemos que avanzar más en la asunción histórica (por crítica que esta sea) de la construcción socialista que comienza en la Revolución de Octubre con su prolegómeno de la Comuna de París. Dando a conocer esa historia que asumimos como propia. Suscitando debates, pero entre la misma gente. Al tiempo, tenemos que presentar a Red Roja como un marco para formarnos (teórica e ideológicamente) y avanzar en afrontar otras contradicciones aparte de la de capital/trabajo. En todo esto tenemos que aprender a relacionarnos con otras organizaciones o grupos para abordar el conjunto de planos y líneas de trabajo y tareas específicas que tenemos pendiente, aunque no estemos en el mismo marco organizativo.
Se impone una mayor reivindicación del internacionalismo. Y cómo llevarlo más allá del esquema y de la frase. En este sentido, tenemos que avanzar en cómo se relaciona correctamente con la cuestión nacional. Abordar este asunto es una exigencia para optimizar nuestro trabajo de movilización en el contexto de una crisis que es internacional.
Notas:
(1) Cambios en la lucha de clases y necesidad de transformar el movimiento obrero y popular (Informe político de Red Roja. Noviembre de 2013). http://redroja.net/index.php/
(2) Comisión y BCE piden a España más ajustes y reformas para reducir el «alarmante» nivel de paro. http://www.expansion.com/2014/
(3) Evolución de la deuda en el Estado español en los últimos años. http://www.datosmacro.com/
(4) «La fortaleza del euro es especialmente mala para España, ya que la demanda interna sigue siendo limitada y está tratando de centrar su economía en las exportaciones en lugar de la construcción y la vivienda» (Santiago Carbó), extraído de «La fortaleza del euro puede provocar la peor pesadilla para España: deflación y freno a las exportaciones» http://www.eleconomista.es/
(5) Declaración de Red Roja ante las Marchas de la Dignidad del 22M a Madrid: http://redroja.net/index.php/
(6) Revista de Red Roja. Número 0, marzo del 2014 http://www.redroja.net/docs/
(7) Los llaman prorrusos, son antifascistas: http://redroja.net/index.php/
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