En Chile tendemos a olvidar rápidamente. Y la incesante profusión de hechos políticos trascendentales de los últimos años contribuye aún más a lo anterior.
Por tanto, no debiese extrañarnos que muchos estemos olvidando la notable frase que sintetizó el estallido social: “No son 30 pesos; son 30 años”; aludiendo al rechazo de la gestión legitimadora y consolidadora del modelo neoliberal de la dictadura efectuada fundamentalmente por los gobiernos de la Concertación luego de 1990. Gestión que recibió los panegíricos de múltiples líderes, empresarios y economistas de la derecha nacional e internacional.
Por vía ilustrativa, recordemos las declaraciones del entonces presidente de los grandes empresarios, Hernán Somerville, respecto de Ricardo Lagos, de que “mis empresarios todos lo aman (…) porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque además se ve ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo” (La Segunda; 14-10-2005). O la consideración del destacado economista César Barros y de empresarios de su entorno de que Lagos fue “el mejor presidente de derecha de todos los tiempos” (La Tercera; 11-3-2006). O el reconocimiento efectuado a Lagos por el segundo de Milton Friedman de la Escuela de Chicago, Arnold Harberger, luego de una intervención del ex presidente en un seminario en Colombia: “Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago (…) El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo” (El País, España; 14-3-2007).
Ciertamente que este olvido ha estado también condicionado por el desastre electoral experimentado por los diversos partidos de la ex Concertación. Pero, con todo, estos no han perdido completamente su poder político. Es más, su contingente de convencionales (abrumadoramente del PS) será clave en el fiel de la balanza de la obtención de la mayoría de dos tercios requeridos para aprobar los textos de la nueva Constitución, dado dicho quórum antidemocrático establecido en el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 y ratificado luego por una reforma constitucional en diciembre de ese año. Y también, todo indica que el PS se constituirá en aliado clave del futuro gobierno de Boric.
Por todo ello resulta muy revelador el explícito apoyo editorial efectuado por El Mercurio a una incorporación lo más relevante posible del PS a la coalición que sustentará el nuevo gobierno: “El presidente del partido (PS), Alvaro Elizalde, ha afirmado que su colectividad tiene profundas coincidencias con el programa de Gabriel Boric; de hecho, pese a que en primera vuelta apoyó formalmente a la candidata DC, Yasna Provoste, ya entonces distintas figuras socialistas respaldaban al ahora presidente electo. Además, se ha evidenciado en la Convención Constitucional una especial sintonía entre los socialistas y el Frente Amplio, a diferencia de los conflictos que han enfrentado a este último bloque con su socio de coalición, el Partido Comunista. Más aún, el bochornoso proceso de elección de la nueva mesa de la Convención dejó en evidencia la molestia del PC frente a la estrecha relación entre los frenteamplistas y el PS. Por lo mismo, el eventual ingreso de esta colectividad a la administración Boric involucra para el futuro Presidente el desafío de hacer viable una convivencia entre las muy distintas izquierdas que hoy se expresan en el país”.
“Desechada la idea de establecer ´círculos concéntricos’ con diferentes niveles de incidencia, ha trascendido que el camino que hoy se tomaría sería el de que, junto con incorporarse figuras en sus filas al gabinete, el PS, sin ser parte del pacto Apruebo Dignidad, participaría semanalmente y en igualdad de condiciones en las reuniones del próximo comité político. El PS no solo tiene una historia y un lugar en la política chilena, sino que además cuenta con 13 diputados y siete senadores, contingente relevante para un gobierno que pretende impulsar ambiciosas reformas sin contar con mayorías en ninguna de las cámaras. Pero más allá de esa contribución, la colectividad tiene también la posibilidad de aportar a la futura administración la experiencia y el pragmatismo de quienes han jugado un papel central en los logros alcanzados por el país durante los últimos 30 años (sic) (…) A su vez, desde la perspectiva del mandatario electo, recibir en su gobierno a la colectividad de Elizalde le permitiría ampliar su base política, pero también acrecentaría el desafío que supone conciliar fuerzas que van desde el socialismo democrático hasta opciones de izquierda de dudosa adhesión a la democracia liberal” (El Mercurio; 20-1-2022).
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