El monarca español se lesionó de la cadera al cazar elefantes en Botswana. Su raído prestigio recibió otro golpe. Pero hay ofensas más grave del Borbón a la humanidad, como su ligazón a bancos y empresas causantes de la crisis.
El rey Juan Carlos atraviesa una racha negativa, de la que no puede echarle la culpa al azar, sólo a sí mismo.
Primero, se le ocurrió ir a cazar elefantes a un país africano, Botswana, justo en medio de la más brutal crisis económica de España. Su ejército de desocupados supera los cinco millones de personas y se acerca al triste récord argentino (menemista, para más datos) de 25 por ciento sin empleo.
Eso y decir «a mí qué me importa» lo que pase al pueblo que me paga un generoso estipendio anual y me mantiene como un verdadero zángano, con toda la parentela, era lo mismo. La suya no fue una expedición modesta ni ecológica.
Modesta no, porque supone un gasto de 40.000 euros, lo que un científico que le dirigió una carta abierta de tono crítico percibe en dos años de trabajo.
Los defensores del monarca, esos que consumen líneas de «Hola» y otras yerbas, adujeron que el Borbón no había puesto un euro porque había sido invitado de ejecutivos de varias multinacionales y bancos. En la supuesta lista de cazadores VIP figuran directivos del Deutsche Bundesbank, Dresdner Bank, VW Group, la BMW y Krauss Maffey. La defensa monárquica asegura que el raid de fusilería no implicó gasto a España, pero al dar esos nombres de los acompañantes el rey quedó más complicado políticamente. La invitación a Botswana fue de Mohamed Eyad Kayali, el representante de la corona saudita. Los españoles de a pie sufrían la crisis y él se iba con empresarios Top que fueron algunos de los que provocaron ese drama.
Ecológica tampoco fue la escapada, pues las fotografías del rey con un fusil en la mano, con otro acompañante también armado del mismo modo, con un elefante atrás que ha estirado la pata, es cualquier cosa menos ecológica.
Encima se nota que el hombre ya está viejo para estas actividades, pues se lesionó la cadera y tuvo que ser trasladado vía aérea para su curación. Más gastos que uno puede adivinar a qué caja fue imputada: la de la corona española. Ésta, igual que la de Isabel II del Reino Unido, por ejemplo, son modelos de parasitismo, y todo el mundo sabe que son sostenidas por la población.
Se estima que la corte de Juan Carlos recibe del presupuesto estatal casi 10 millones de euros para el sostén de su poca agitada vida, al menos en lo que tiene que ver con representar algún papel positivo en la vida política. Ya se verá que este monarca, tan elogiado en años anteriores, no juega a favor de la democracia, la economía, los recursos naturales, la ecología, etc., ni en la península ni en el resto del mundo. Y sino, se puede preguntarles a los elefantes africanos…
Lo que sí parece ser muy agitada, pese a su edad, es su actividad amorosa. Hasta la CNN mencionó que una de sus tantas amantes, presente en el safari, era la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein. En el colmo de las exageraciones, dijeron que Juanito había tenido 1.500 amantes a lo largo de su reinado. ¿Tantas mujeres? Debe ser un chiste de gallegos.
Ni elefantes ni osos ni nada
El rey español fue apremiado por las críticas del espectro social. Algunos representantes recomenzaron con antiguas proposiciones de que abdicara y otros, más democráticos, replantearon que haya una república: basta de palacio de la Zarzuela, por un lado, y de la Moncloa, por el otro. Que los Borbones se vuelvan a París, si los reciben, y que doña Sofía regrese a Grecia, si puede y si la dejan.
En ese momento, cascoteado por su vagancia y tiroteos contra especies protegidas en África, el monarca pidió perdón a la audiencia. «Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir» expresó. Sólo los tontos admitirían esa liviana autocrítica, «pour la galerie» (léase para la tribuna).
Es que este señor ha cazado osos atontados con alcohol y miel en Rusia, otros nueve ejemplares en Rumania y así de seguido en otras expediciones. Pero la culpa no es del chancho rey sino del español medio que le da de comer. Es que recién ahora, luego del caso de África, han salido a recoger firmas, dicen que en días obtuvieron 40.000, para pedir que la ambientalista WWF España (la sección española de World Wildlife Found) separe al rey. Aún hoy el gilipollas con fusil es el presidente de honor de esta organización de conservación de la naturaleza.
Después de tantas escapadas para matar elefantes y otros animales, el que le crea que será la última vez a los tiros suena tan estúpido como si su esposa Sofía le creyera que será el fin de la colocación de cuernos.
A propósito, la institución de la monarquía demuestre también en este aspecto lo fosilizado y cínico que es. Es que si entre Juan Carlos y Sofía hubiera un matrimonio común y corriente, se habrían podido separar civilizadamente hace mucho tiempo, sin tantas mentiras ni corsé monárquico.
Claro que un grave inconveniente, incluso en ese hipotético divorcio normal, habría sido la forma de distribución del patrimonio. Cuando hay mucho dinero en juego, todo resulta más complicado. Y en este caso hay bastante: 1.790 millones de euros, que ubican al monarca como uno de los cien mayores millonarios de Europa, según la revista Forbes. Euro Business pone al monarca entre los seis reyes más ricos del viejo Continente.
Este septuagenario tampoco hizo la plata trabajando, diría Luisito Barrionuevo. Y su preocupación por dar una imagen familiera y honesta se da de bruces con el escándalo de su hija, la infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarín. Este último está acusado en la causa Nóos, un instituto sin fines de lucro que habría servido para colectar fondos de entidades estatales y privadas derivadas a empresas y cuentas bancarias propias, por varios millones de dólares.
Juan Carlos decidió en diciembre último que Iñaki no aparecería en fotos oficiales de familia pues su conducta parecía «no ejemplar». Entonces él tampoco debería aparecer.
¿Por qué no te vas?
Como los reyes tienen coronita, Iñaki fue procesado pero la infanta Cristina no. Y por supuesto, hasta que un movimiento social y político como el que puso a Luis XVI ante la hoja afilada no ponga al Borbón ante una opción de renuncia y fuga, tampoco éste será citado a la justicia.
Y en estos años bien que hubo motivos para que compareciera. Sin ir más lejos los escándalos empresarios de Rumasa y Banesto fueron causados por empresarios como Mario Conde, en el segundo caso, que tenían públicas relaciones con el monarca, habiendo aportado a su caja.
Se considera probado que en 1977 el Borbón no tuvo empacho en dirigir una carta al ultrarreaccionario Sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi, pidiendo una contribución de diez millones de dólares para sostener su naciente reinado. Y que los recibió, como para seguir empobreciendo a la población iraní (por algo al año siguiente hubo una revolución islámica).
También se reprocha a la corona haber recibido cien millones de dólares de la monarquía kuwaití, durante la agresión norteamericana contra Irak. Habría sido el precio puesto por la Zarzuela para que los aviones de EE UU usaran a voluntad los aeropuertos y bases en la península.
Incluso sus iniciativas políticas y diplomáticas, como las Cumbres Iberoamericanas comenzadas en 1992 en Guadalajara, México, no tuvieron ni pizca de bondad. Eran la cobertura para la mesa de negocios de Banco Santander, Telefónica, Repsol, BBV y otros pulpos, que los argentinos han sufrido en carne y patrimonio propio.
La reciente iniciativa argentina para recuperar el 51 por ciento de manos de Repsol se fundamentó, entre otras razones, en el giro del grueso de las utilidades a Madrid por parte de una petrolera que aquí no invertía más que pequeñas cantidades. Y con los dólares ganados en Argentina, el titular de la compañía, Antonio Brufau, invertía en Brasil, Libia, Marruecos, Golfo de México, Colombia, etc.
De ese saqueo era parte el rey de España, el bonachón que acudía a las citas a hacer vida social y, ahora se sabe mejor, a escaparse de la que juzgaba como aburrida Sofía. Sin embargo, aún en esas ocasiones, no todo fueron fotos y palabras amables. La crisis mundial metió la cola en esas cumbres y en una de ellas, en Santiago de Chile, el rey se desubicó y gritó, tan reaccionario como es, frente a palabras certeras y educadas que iba hilvanando Hugo Chávez.
El venezolano estaba criticando al fascista José María Aznar y su complicidad frente al golpe de Estado en Caracas, en abril de 2002, cuando el Borbón no aguantó más y le gritó «¿por qué no te callas?».
Fue en la XVII Cumbre Iberoamericana, el 10 de noviembre de 2007, y comprobó que, con tal de defender a los fascistas y por elevación al mismísimo Francisco Franco al que le debe su trono, el rey no trepidaba en violar las pautas de la diplomacia. Le disparó al presidente venezolano con odio de clase, y munición gruesa e irrespetuosa, igual que al elefante de Botswana.