Ayer desayunamos con una de esas noticias que certifican a las claras que la supuesta izquierda de este país forma parte imprescindible de la estructura de poder del sistema imperante: Ricardo Peralta Ortega ha sido nombrado Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Para todas aquellas personas que no viven la realidad política diaria del […]
Ayer desayunamos con una de esas noticias que certifican a las claras que la supuesta izquierda de este país forma parte imprescindible de la estructura de poder del sistema imperante:
Ricardo Peralta Ortega ha sido nombrado Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana.
Para todas aquellas personas que no viven la realidad política diaria del País Valenciano no les será fácil ubicar al personaje en cuestión.
Ricardo Peralta fue uno de los fundadores de Esquerra Unida del País Valencià, federación valenciana de Izquierda Unida. En sus inicios, como tantos otros, militó en el PCE, llegando a formar parte de sus órganos de dirección tanto a nivel regional como federal.
Su notoriedad en el seno de la coalición, derivada de su profesión de abogado laboralista, le sirvió para encabezar las candidaturas de EUPV al Congreso de los Diputados por la provincia de Valencia, circunscripción por la que fue parlamentario desde el año 1986 hasta 2000.
En el seno de Izquierda Unida, Ricardo Peralta fue uno de los máximos responsables de la gestación de la corriente Nueva Izquierda, plataforma que dio lugar al Partido Democrático de la Nueva Izquierda.
Desde esta formación contribuyó a desarrollar una de las operaciones más importantes para acabar con Izquierda Unida, en base a unos postulados políticos que primaban la colaboración estrecha con el PSOE.
De todos es conocida la gran campaña mediática que inició el Grupo PRISA contra IU y el PCE en un momento en el que la formación liderada por Julio Anguita ofrecía una alternativa ética desde la izquierda a la deriva derechista más que palpable de un PSOE y unas direcciones sindicales mayoritarias entregadas en gestionar el sistema desde los postulados más agresivos del neoliberalismo emanado de Maastricht.
La posición política firme, coherente, autónoma e independiente de Izquierda Unida, basada en denunciar la derechización y enorme corrupción política de los diversos gobiernos del PSOE, unidos a un notable ascenso electoral de, fue enormemente molesta para todo el establishment «progre».
El desarrollo del proyecto original de IU, ya con Julio Anguita al frente de la coordinación general permitió visualizar en lo concreto cual era el nivel de desarrollo de las políticas socialdemócratas, una vez superada la primera fase de la mal llamada transición, con un escenario de desmovilización social, una paralela regresión en los derechos de la mayoría de la ciudadanía y de la clase trabajadora con las famosas reformas laborales y una cada vez más asfixiante concentración de los medios de comunicación en manos de potentes grupos mediáticos y empresariales, al servicio del PSOE y del neoliberalismo «con rostro humano».
En esa coyuntura, el sector heredero del espíritu eurocomunista confluyó a partir de 1991 en el interior de IU en una Nueva Izquierda que, aunque minoritaria a nivel federal, sí mantenía importantes feudos, como el caso de Esquerda Unida de Galicia, Izquierda de Castilla la Mancha-Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya o el caso de EUPV, más cercano para un servidor.
Desde la federación valenciana de IU, Nueva Izquierda promocionaría a prohombres del tipo de Ricardo Peralta o Manuel Alcaraz, éste último diputado de EUPV por Alicante en el Congreso desde 1996 hasta el año 2000.
En estos momentos en los que se ha escenificado una vez más su devoción y pleitesía por la socialdemocracia atlántica es de justicia recordar que Don Ricardo fue uno de los primeros tránsfugas de nuestra joven democracia burguesa.
A raíz de que el PDNI abandonara IU en 1997, Ricardo Peralta decidió abandonar el Grupo Parlamentario Federal de Izquierda Unida y pasar a engrosar las filas del Grupo mixto.
Junto a él, le acompañaron Cristina Almeida y Manuel Alcaraz, en un acto vil en el que se prostituía la voluntad de los votantes de IU.
Los años pasaron y todos aquellos que gestaron esa operación dieron con sus huesos en el PSOE, a pesar de que se hartaron de repetir en público que jamás se integrarían en el partido de Felipe González.
El cinismo de Don Ricardo quedó retratado a la perfección el día del famoso «Tamayazo», acción protagonizada por Eduardo Tamayo y Maria Teresa Sáez en la Asamblea de Madrid tras las elecciones autonómicas de 2003, hecho por el que impidieron un más que probable gobierno regional entre PSOE e Izquierda Unida, posibilitando un posterior triunfo por mayoría absoluta del PP en la repetición de dichas elecciones.
Como decía, Don Ricardo escribió un artículo de opinión en el diario El País, junto a Diego López Garrido (otro ilustre liquidador de IU y del PCE también recompensado actualmente con una secretaría de estado en el Gobierno central), en el que calificaba a Tamayo y Sáez de «tránsfugas» y su acción en el hemiciclo madrileño como «delito de lesa democracia».
Inmediatamente procedí a redactar una breve carta al director en la que explicaba pormenorizadamente el currículum político de los dos individuos, subrayando la enorme hipocresía y cinismo de ambos al denunciar un hecho (el transfuguismo) que ambos habían protagonizado años atrás.
La carta al director (como no podía ser de otra manera) nunca fue publicada.
Ahora, pasados los años, Don Ricardo reaparece como flamante nuevo Delegado del Gobierno en el País Valenciano. Y uno no puede hacer otra cosa que mostrar su indignación ya que todos y cada uno de los miembros de Nueva Izquierda que participaron de la campaña mediática en contra de IU y del PCE han sido convenientemente recolocados en puestos de dirección bajo administraciones comandadas por el PSOE.
Esto responde nada más y nada menos que a una coherencia con los hechos históricos, hechos que nos ilustran a la perfección que la colaboración interclasista es recompensada por el sistema con generosas dádivas y honores a todos aquellos que están dispuestos a hacer lo que sea con tal de que todo siga igual, es decir, para que nada cambie.
La coherencia de las actitudes políticas o de los hechos nos muestra un camino ya recorrido en el pasado por todos aquellos colectivos y grupos que decidieron hacer dejación de los postulados transformadores (socialistas) y pasar a ser parte activa de la estructura que gestiona la barbarie capitalista.
Eurocomunismo, «Socialismo en libertad», «Casa Común de la Izquierda», «Juntos podemos» son manifestaciones muy acabadas de lo sencillo que le resulta al capitalismo comprar, integrar o destruir posibles alternativas que nazcan y se desarrollen en su seno.
Porque aunque IU naciera con múltiples taras y deformidades, a nadie se le escapa que en su nacimiento se partía del cuestionamiento profundo del desarrollo económico y político que se estaba produciendo, no sólo en el Estado Español, sino en el resto de la Europa comunitaria, a partir de la aprobación del Tratado de Maastricht y del pacto constitucional de la transición.
Fue esa actitud crítica y alternativa la que llevó a los capataces del sistema a plantearse la destrucción o erosión máxima de aquella IU original y originaria a través de experimentos punteros como Nueva Izquierda.
A raíz de esa feroz campaña mediática,Ricardo Peralta y su camarilla de notables de Nueva Izquierda se esforzaron en hacer el máximo daño posible a IU y al PCE.
Y si es muy cierto que tuvieron que largarse al PSOE, sus planteamientos calaron muy hondo en la organización que dejaban atrás.
Buena prueba de ello es que tras la retirada de Julio Anguita y la marginación de valiosos dirigentes y cuadros medios junto con numerosas asambleas de base, la nueva hornada de dirigentes de IU acabó llevando a la práctica, una a una, todas y cada una de las propuestas políticas que defendió sin éxito Nueva Izquierda desde el interior de Izquierda Unida, resumidas en una vergonzante sumisión al PSOE y a las corruptas direcciones sindicales de UGT y CCOO.
La IU de Gaspar Llamazares y de Rosa Aguilar es una buena prueba de ello.
Por estas y otras razones, resulta bastante incómodo echar la vista atrás y ver como riadas enteras de exmilitantes del PCE y de IU cambiaron el proyecto de emancipación social por una antagónica integración en los aparatos políticos de la monarquía borbónica.
Constatar la cruda realidad de los hechos pasados, y analizarla a la luz de la situación presente por la que atraviesa IU y el conjunto de la izquierda crítica en el Estado Español, no puede llevar a otro lugar que no sea la impotencia, la desesperación y la esquizofrenia.
Y todo esto ocurre mientas el nivel de explotación laboral, precariedad, siniestralidad, inseguridad en el empleo se torna norma de ley, donde la persecución a los movimientos alternativos que luchan contra el sistema se muestra cada día que pasa más evidente, en un clima de repunte del racismo extremista e intolerante con unos medios de comunicación oficiales encargados de mantener anestesiada a la mayoría de la población.
Que un exdirigente comunista haya sido nombrado para un alto cargo por un Gobierno que participa de los hechos que he detallado anteriormente, prueba que el camino de la claudicación y el derrotismo están íntimamente ligados a la obtención de réditos y favores personales.
El sistema capitalista recompensa generosamente a los individuos que desde una presunta postura de izquierdas acaban introduciendo las políticas clásicas del liberalismo económico de hoz y coz en la sociedad. La historia contemporánea está llena de ejemplos que ejemplifican esta afirmación.
Y dentro de este interminable catálogo de, Don Ricardo Peralta, como en el pasado tantos y tantos otros traidores y tránsfugas, ha hecho buena aquel verídico dicho de que «Roma SÍ paga a traidores».
Así nos luce el pelo.
César Vilar es miembro del PCPV-PCE y militante del Colectivo Local de EUPV-IU de Sant Joan d´Alacant.