Es muy difícil saber lo que ocurre en el mundo. La ventana de esta casa que somos tiene un velo pintado. En él los poderosos dibujan sus argucias, la lógica de lo inevitable, y con figuras armoniosas envenenan nuestro tiempo. Esconden y manipulan la evidencia de la expoliación, la guerra y la muerte. Es muy […]
Es muy difícil saber lo que ocurre en el mundo. La ventana de esta casa que somos tiene un velo pintado. En él los poderosos dibujan sus argucias, la lógica de lo inevitable, y con figuras armoniosas envenenan nuestro tiempo. Esconden y manipulan la evidencia de la expoliación, la guerra y la muerte.
Es muy difícil saber quién somos en realidad. La educación nos construye con dogmas heredados y fidelidades odiosas, reproduce en nosotros siglos de esclavitud, de miseria y de tedio. Así el velo pintado sabe crearnos también una identidad inventada.
Romper el velo pintado sería ver los entresijos del mundo, sutiles metamorfosis de poder, robo gobernando, codicia que asesina, la mueca del monstruo que se oculta tras las sonrisas del telediario. Sería ver nuestra estupidez y flaqueza ¿Quién podría resistirlo? ¿Quién sabría remediarlo?
La literatura, y el arte en general, con su poder sobre nosotros, estarían llamados a ser un arma eficaz contra esta alienación, contra esta farsa, tendrían que ayudarnos a ver y a conjurar el desastre. Y así lo hacen a veces, pero son sólo rasgones y grietas en el velo pintado.
La mayor parte de los libros que nos venden hoy forman parte de la pantomima. Son sólo un triste opio adormecedor o un entretenimiento insulso, o un instrumento más para la falsificación de la historia a mayor gloria de los poderosos.
Pero esto no nos sorprende, porque sabemos que la literatura ha entonado muchas veces el loor de los imperios, y su canto ha acompañado a los carros de guerra.
Y sabemos también que a veces, desesperada, se ha suicidado y ha erigido castillos de ensueño que estallan como pompas de jabón ante el fragor de lo inevitable.
Por eso, hoy más que nunca es necesaria una literatura dispuesta a describir lo que ocurre, a exorcizarlo, a inventar el hombre nuevo que sabrá resistirlo y cambiarlo.
La poesía cristaliza los anhelos del hombre y el hombre está perdido en un laberinto de ignorancia y miseria. Ella tiene que ayudarle a construir un camino.
De todos las literaturas posibles, necesitamos hoy una que nos ilumine en este confusión que somos, en esta agonía que somos, en esta envenenada mentira que nos hacen ser.
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