El fracking o fractura hidráulica llega a España de la mano del PP. Se trata de una técnica extractiva de gas natural en terrenos extremadamente duros e inaccesibles. Con ella se perfora de 2.000 a 5.000 metros en vertical, se gira 90 grados y se continúa abriendo una brecha longitudinal de entre uno y 3 […]
El fracking o fractura hidráulica llega a España de la mano del PP. Se trata de una técnica extractiva de gas natural en terrenos extremadamente duros e inaccesibles. Con ella se perfora de 2.000 a 5.000 metros en vertical, se gira 90 grados y se continúa abriendo una brecha longitudinal de entre uno y 3 kilómetros inyectando una mezcla a presiones muy elevadas de agua, arena y aditivos químicos altamente nocivos para la salud y el medio ambiente. En EE.UU. ya se han usado en estos menesteres más de 40 billones de litros de agua en sus aproximadamente 400.000 pozos practicados desde los años 60, en su mayoría a partir de 2002.
Existen cerca de un centenar de peticiones oficiales de fracking en España, de las cuales 40 ya están concedidas o en proceso de autorización en el País Vasco, Cantabria, Burgos, Asturias, Castellón, Soria, Córdoba, Huesca, Lleida, Jaén y Albacete. La mayoría de los expedientes se refieren a solicitudes ubicadas en zonas con importantes acuíferos subterráneos, donde alrededor de 15 millones de habitantes se abastecen para sus necesidades cotidianas.
Hace algún tiempo el grupo parlamentario de Izquierda Plural presentó una moción para prohibir la fractura hidráulica en España, pero su propuesta fue desestimada con los votos en contra del PP, CiU y UPD.
Detrás de las iniciativas favorables al fracking se esconde el lobby empresarial Shale Gas, que según sus estudios indica la existencia de 2 billones de metros cúbicos de gas en el subsuelo del estado español, lo que significaría, caso de llevarse a cabo la extracción y explotación de todos los recursos citados, una autonomía energética garantizada para los próximos 70 años. Y más barata, algo que no certifican los datos en EE.UU.
Si nos creemos las informaciones relatadas, el fracking podría suponer la creación de unos 55.000 empleos de baja cualificación y contratos breves y temporales, ya que la vida operativa de cada pozo está fijada por la experiencia en 5 años. En EE.UU. la fractura hidráulica da trabajo a 1,7 millones de personas.
Los principales emporios multinacionales interesados en explotar el fracking en España son las firmas San León, vinculada al gurú de las finanzas globales George Soros; Shesa, relacionada con la formación ultraderechista Tea Party y el expresidente de la era Bush Dick Cheney; BNK Petroleum, R2 Energy más Gas Natural y Repsol.
En España, aun sin datos públicos oficiales, algunas fuentes ecologistas estiman que el número máximo de pozos a abrir rondaría los 14.000. Cada uno consumiría alrededor de 200 millones de litros de agua y generarían por término medio 4.000 toneladas de productos tóxicos contaminantes. Cada pozo puede ser fracturado hasta 18 veces. Actualmente, el 60 por ciento de las instalaciones operativas en el mundo se encuentran radicadas en suelo estadounidense.
Múltiples riesgos para la salud y el medio ambiente
Lo que no dice el PP ni tampoco la industria de la energía ni los lobbys empresariales son los graves riesgos para la salud y el medio ambiente que se corren con la utilización intensiva de la fractura hidráulica.
El fracking ha provocado terremotos inducidos en EE.UU., Canadá, Reino Unido y China de intensidad variable y los peligros para la salud y el medio ambiente asociados a su práctica son numerosos y de importancia más que preocupante.
Sus efectos secundarios o daños colaterales más relevantes son la contaminación de acuíferos, sonora y del aire, el descomunal consumo de agua, los vertidos químicos incontrolados, los escapes furtivos de gas con el riesgo subsiguiente de explosiones y el aumento de la actividad sísmica, como ya ha quedado reflejado antes.
En cada inyección de agua contra la roca viajan entre un 0,5 y un 2 por ciento de sustancias químicas de diversa toxicidad. En su arrastre pueden despertarse y liberarse sin pretenderlo elementos radioactivos como, por ejemplo, el uranio, el radón y el torio.
Las sustancias químicas de mayor toxicidad serían el metano, principal gas causante del efecto invernadero, el benceno (cancerígeno), el xileno, el queroseno, el glutaraldehído, el etilenglicol y los ácidos acético y clorhídrico.
Por contacto, exposición o inhalación los perjuicios para la salud en cantidades determinadas pueden ser incluso letales a corto o largo plazo en función de las dosis que penetren en el cuerpo humano y su tiempo de permanencia en el mismo. Irritaciones, quemaduras, náuseas, mareos, cegueras, anemias y cirrosis son otras consecuencias moderadas o graves de los productos químicos relacionados con la explotación de los pozos mediante la fractura hidráulica.
Muchos intereses creados y una especulación desorbitada en la trastienda a la espera de pingües negocios con márgenes de beneficio muy anchos, a lo que hay que añadir la nula información y debate político sobre la materia, hacen que el fracking esté ya a las puertas de romper la corteza terrestre en España sin preverse las consecuencias de tan polémica actividad. Los mercados ya se frotan las manos: los índices bursátiles premian con hasta un 500 por cien de revalorización las acciones de las empresas que presentan una credencial sellada de pozo autorizado en firme. Eso se llama especulación pura y dura.
No obstante lo reseñado, existen varias asociaciones vecinales y grupos ecologistas luchando contra la implementación del fracking en España. La batalla no ha hecho más que comenzar, aunque el PP pretende centralizar la legislación como competencia exclusiva del Estado para evitar eventuales normativas anti-fracking que partan de comunidades autónomas o municipios sensibilizados con el asunto. El Tribunal Constitucional ya ha fallado a favor de las tesis del PP en algún contencioso esporádico de los últimos años. Y el ministro Soria es un decidido y declarado defensor de perforar España a toda costa.
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