Niños y niñas con sus padres, ataviados con zamarras de color, pegan octavillas de protesta en el muro de las lamentaciones. No en el de la Jerusalén, sino en la pared que rodea la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana. De cara al muro, simulan plegarias de dolor contra los recortes y el desmantelamiento […]
Niños y niñas con sus padres, ataviados con zamarras de color, pegan octavillas de protesta en el muro de las lamentaciones. No en el de la Jerusalén, sino en la pared que rodea la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana. De cara al muro, simulan plegarias de dolor contra los recortes y el desmantelamiento de la educación pública en el País Valenciano. Es el sábado 14 de noviembre. Una mañana fría, con el sol de invierno bien alto, hace de escenario. Termina la performance, en una atmósfera de fiesta y alegría. La gente se sube en el autobús. Arranca la Ruta Ciudadana contra los recortes en la enseñanza pública.
El coordinador de la iniciativa, Miquel Àngel Ferris, micrófono en mano, explica dentro del vehículo el porqué de la ruta: «En tiempos de crisis, ¡Viva la originalidad y la creatividad!», exclama. «Apostamos por el activismo social como un medio de pedagogía, más que por las previsibles manifestaciones que asemejan procesiones». Es la 12 edición de estas rutas por la Valencia de los recortes y el despilfarro. Desde mayo de este año, cuando se iniciaron, han participado cerca de 500 personas.
Impulsadas por el colectivo periodístico Xarxa Urbana, que ya en 2006 editó un periódico vecinal e intercultural, las rutas ciudadanas recorren «los puntos negros de la ciudad de Valencia, por los que se han esfumado -según los organizadores- más de 30.000 millones de euros». Integran el proyecto, además del itinerario contra los recortes educativos, la ruta del despilfarro y la corrupción (por los grandes eventos y las obras faraónicas de la ciudad), la del abandono cultural y patrimonial, la de la multiculturalidad y otra ruta por la cara oculta del centro histórico de Valencia.
El autobús se adentra en Nou Campanar, una zona residencial levantada sobre la huerta histórica y las tradicionales alquerías (alguna del siglo XIV). Un observatorio privilegiado para rastrerar las huellas del imperio del ladrillo. Y los pasos, explica Miquel Àngel Ferris, de la privatización del sistema educativo, de la implantación del rodillo neoliberal, tras 22 años de gobierno del PP en el consistorio y 18 en la Generalitat. El autobús pasa por la Escuela Municipal Infantil Sant Pau, construida con fondos públicos y cedida a la gestión privada. Es ésta una constante en la ciudad. Alcanza el vehículo, después, unos terrenos reservados para uso escolar, y que el Ayuntamiento ha cedido a la Universidad Católica de Valencia para construir una Facultad de Medicina y un Hospital.
En las autonomías donde gobierna, singularmente el País Valenciano y Madrid, el PP hace un uso masivo de los eufemismos para que la realidad no aflore en toda su crudeza. A la construcción de escuelas con dinero público y su cesión a la gestión privada, se le denomina «iniciativa social». Y esto vale también para los centros hospitalarios, en los que se instaura un «modelo mixto», público aunque de gestión privada, pero que realmente supone un paso previo a la privatización total del modelo. Las Rutas Ciudadanas han contribuido a denunciar la realidad que envuelve el celofán propagandístico. Con muy pocos medios y mucha imaginación, Xarxa Urbana ha conseguido que enviados especiales de la BBC, Al Jazeera, France-2, medios alemanes (Frankfurter Allgemeine), japoneses y daneses cubran las rutas ciudadanas.
Continúa el periplo. El autobús recorre el nuevo cauce del Túria y, a mano, izquierda queda la Escuela Oficial de Idiomas. Toma la palabra Beatriu Cardona, delegada sindical del STEPV. Recuerda que Valencia cuenta con la escuela de idiomas más antigua del estado, inaugurada en 1967. Es, además, una (Madrid cuenta con 8 y Barcelona con 6), y la más masificada, con 11.500 alumnos (13.000 solicitudes han quedado fuera este año sólo en Valencia ciudad). ¿Por qué no se construye una nueva escuela de idiomas? No alcanza el presupuesto. Pero lo cierto es que Zaplana, como presidente de la Generalitat, la prometió en 1997. Y ya en la campaña electoral de 2007, con Camps como candidato, se presentaron maquetas y planos. Pero hoy no alcanza el presupuesto.
Próxima estación, el Colegio Público 103, acto central de la Ruta. O más bien ilusión de colegio, casualmente, muy cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Porque los 318 alumnos de infantil y primaria (de 3 a 8 años) que aspiran a la escolarización en este colegio público (por construir), asisten desde 2008 a clases en barracones o aulas prefabricadas. «Con humedades, goteras, óxidos, sin biblioteca, sin ordenadores (los alumnos de primaria), laboratorio ni gimnasio», denuncia María Jesús Algás, de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA). En 2009 se les prometió que en un plazo de 20 meses estaría finalizado el colegio público. Pero continúan a la espera. «En junio de 2012 caducaron las licencias, por lo que el proyecto de colegio público está en el aire», explica Algás. La Conselleria de Educación ha filtrado a los medios, ahora, que el centro será público, sí, pero de gestión privada. Es decir, un «Centro de Iniciativa Social»
Por un lado, fastos, grandes eventos, obras faraónicas y corrupción; por otro, la realidad material de los barracones (30.000 alumnos del País Valenciano han iniciado el curso en estas aulas prefabricadas). 623 niños y niñas estudian en barracones a la espera de que se construya el colegio público del municipio de Montserrat. Hay dos parcelas urbanizadas en el pueblo con el proyecto de construcción aprobado. El Ayuntamiento ya ha cedido el suelo a la Conselleria de Educación. «Pero no nos hacen ni puñetero caso», informa Juan Carlos Morcillo, presidente del AMPA. Más de lo mismo en El Perelló. Según Albert Fletes, portavoz del AMPA, «tenemos barracones desde 2003, con muchas goteras y ubicados dentro del polideportivo público; son 162 niños y niñas los afectados; todos los permisos están en regla para construir, pero en la Conselleria nos han dicho que hasta 2015, ni preguntemos». Ambos se han acercado al solar donde supuestamente debe de levantarse el Colegio Público 103, muy cerca de la Iglesia de los Beatos Mártires, inaugurada en 2010.
Es ésta la Valencia que pretendía disputar, en tiempos de Francisco Camps y Rita Barberá, la champions de las grandes capitales europeas. Y que aún hoy tiene muchos adeptos. El diario conservador ABC saludó, en su edición valenciana, de esta guisa a las Rutas Ciudadanas hace sólo tres meses: «Con España y sus autonomías situadas en el punto de mira de los mercados financieros internacionales, la campaña de desprestigio de la Comunidad Valenciana bautizada como Ruta del Despilfarro, ha obtenido mayor calado en el extranjero que entre la propia ciudadanía».
Ahora pasa el autobús cerca del Colegio Mayor Luis Vives, de la Universitat de València, inaugurado en 1954 y cerrado este verano. Así se pierde no sólo una residencia de estudiantes, sino también un centro de intensa actividad cultural. ¿Para su privatización? Y se acerca el final de la ruta. Pero antes, parada obligatoria en el barrio de Orriols. Primero Orriols fue un pueblo independiente de Valencia, después una barriada de inmigrantes nacionales; y hoy predominan los inmigrantes extranjeros y la población mayor; es sobre todo «un barrio de parados», resume la presidenta de la asociación vecinal, Maica Barceiro. El tranvía separa el antiguo barrio obrero del nuevo Orriols, de clase media y, en algunos casos, con fincas a la americana: cerradas, con piscina, zona de recreo y vigilancia privada.
Es ésta una dualidad y un modelo de segregación que se aprecia bien en el sistema educativo. Y que se repite en las nuevas zonas de expansión de la ciudad. Escuela pública para la población con menos recursos (muchas veces, los hijos de inmigrantes) y escuela empresarial, privada y religiosa, para la clase media con posibles. El autobús se detiene en un semáforo junto a la Escoleta infantil «La Senyera», construida con fondos públicos y con la gestión cedida a una empresa privada en 1995. Luego se aproxima, aún dentro de Orriols, por la sede de la Universitat Popular, un centenario proyecto de educación para adultos -en un sentido laico y progresista- que el Ayuntamiento de Valencia ha precarizado hasta el extremo.
Recta final. A 100 metros puede observarse el Colegio de Jesuitas, tradicional estandarte de la educación para elites. Con un pequeño paréntesis: albergó durante la II República el Instituto Obrero de Valencia. Un poco antes, los viajeros han contemplado la mole del nuevo estadio del Valencia Club de Fútbol («aquí se enterrarán 300 millones de euros», recuerda Ferris). Y conclusión de la ruta. Punto final en el Instituto Lluis Vives, foco de las últimas revueltas estudiantiles en la ciudad, en defensa de la enseñanza pública. La policía, a las órdenes de la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de León, reprimió con gran saña estas propuestas en febrero de 2011. Foto de familia. Y hasta la próxima ruta reivindicativa, dentro de 15 días.
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