Uno cuando es tropa temporal tiene que escuchar una serie de frases despreciativas. Estas frases evolucionan con el tiempo, al principio eran del tipo; «eres voluntario, nadie te obliga a estar aquí, así que si no te gusta lo que hay vete.» Esta frase la decían mucho nuestros mandos cuando entré, en el tiempo en […]
Uno cuando es tropa temporal tiene que escuchar una serie de frases despreciativas. Estas frases evolucionan con el tiempo, al principio eran del tipo; «eres voluntario, nadie te obliga a estar aquí, así que si no te gusta lo que hay vete.» Esta frase la decían mucho nuestros mandos cuando entré, en el tiempo en el que aún había tropa de reemplazo. Sobre todo cuando te mandaban algo que no te correspondía hacer.
Pero como digo estas frases han evolucionado, y la que más se repite hoy es la de «sabías lo que firmabas, así que no te quejes». Es una frase que la exministra Cospedal usaba mucho y ha calado. Ante esa frase yo me pregunto. ¿Cuándo teníamos que saber lo que firmábamos? Yo entré en el ejército en 1997 y de aquella la ley era curiosa y muy injusta, dividían los compromisos entre largos y cortos, según especialidad, los compromisos cortos eran de 18 meses y los largos de tres años. Eso influía en el tiempo que podías permanecer en el ejército, si tenías compromiso largo podías permanecer hasta los cincuenta y pico años (la edad exacta no la recuerdo, hace muchos años de eso) y si tenías compromiso corto podías permanecer hasta los cuarenta y muchos. El siguiente compromiso que firmé fue en el año 2000, ya con la nueva ley que nos puso Aznar, la famosa ley en la que te echaban a los 35 años o a los 12 de servicio y creo a los permanentes. Firmé otro compromiso en 2003 con la misma ley y por último, en 2006 firmé el compromiso de larga duración hasta los 45 años.
Por supuesto, cada una de las veces que firmé el compromiso, asumiendo con ello la nueva legislación, sabía lo que firmaba. Ni yo ni el resto de mis compañeros somos idiotas, nos leemos lo que firmamos y todos sabíamos lo que firmábamos. ¿Pero acaso teníamos otra opción? Las opciones eran dos, o firmábamos o nos íbamos a la calle. Como les pasa a muchos otros trabajadores, no teníamos ninguna opción de negociar nuestras condiciones laborales en la firma de nuestros compromisos, no podíamos decir: mire usted, este artículo de la ley no me gusta, así que cámbienlo.
Así que efectivamente, sabíamos lo que firmábamos, pero nos parecía injusto cuando lo firmamos y nos parece injusto hoy. Y es hoy cuando tenemos la posibilidad de presionar para cambiar las cosas y vamos a presionar, nos estamos movilizando y no vamos a parar.
Hay otra frase que se nos repite con insistencia la de, «haber estudiado», esta frase tiene una respuesta muy fácil ya que durante nuestro tiempo en activo pasamos por numerosos procesos selectivos. Pero claro, no hemos aprobado la permanencia y nos dicen que es porque somos unos vagos y nos hemos acomodado. Curioso acomodamiento que depende del año de nacimiento. De los nacidos en el 70 echaron por cumplir los 45 años a menos de 10, de los nacidos en el 71 fueron menos de 100, los del 72 fueron echados por edad 274. Más de 1000 van a ser echados este año, los nacidos en el 73. Viendo estos datos, podríamos pensar que la vagancia va por quintas, que cuanto más joven más inútil. Pero no es cierto, lo que pasa es que con el paso del tiempo se nos han ido cerrando las opciones y queridos, sin opciones da igual lo que estudiemos, simplemente no cabemos.
El problema de la discriminación por edad y nuestra acción reivindicativa ante él, va a ir creciendo conforme se vaya echando a más y más gente, por una simple cuestión de aritmética. Por lo tanto el gobierno y los generales tienen dos opciones, arreglarlo ahora que aún la bola no es muy grande o arreglarlo cuando la bola sea enorme y reviente. Lo lógico sería solucionarlo ahora y quitarse un problema de encima, pero nuestros generales no se rigen por la lógica, se rigen por sus prejuicios. En este punto hay que decir que nuestros generales han llegado a su cargo por ser hijos de y nietos de, nunca por mérito y capacidad, eso nos ha llevado a que nuestro ejército sea uno de los peores gobernados del mundo, ni siquiera tenemos una política coherente de defensa. Eso consigue que las decisiones que suelen tomar estos generales, sean las peores y más irracionales posibles. Ya conocéis el dicho, «se pueden hacer las cosas, bien, mal o como en el ejército». Una muestra de esto que digo la hemos tenido recientemente con el expediente a nuestro compañero Jener López, alma máter de la asociación #45sindespidos. El ámbito de acción de la asociación #45sindespidos es muy concreto, está limitado casi única y exclusivamente a luchar contra temporalidad de la tropa y como he comentado antes, la solución a la temporalidad es solo una cuestión de tiempo. Por lo tanto, toda acción coercitiva que tomen los generales sobre este tema es pegarse un tiro en el pie.
Yo quiero mostrar todo mi apoyo a Jener y dejar claro que este tipo de acciones represivas no nos restan, al contrario, nos multiplican. Hoy mismo, cuando termine de escribir estas letras, vamos al ayuntamiento de Sevilla, donde se va a aprobar por unanimidad una declaración institucional en nuestro apoyo. Esté Jener o no, esté #45sindespidos o no, esté yo o no, esto va a continuar y crecer. Solo los lerdos pueden pensar que con arrestos esto se va a terminar.
Javier del Canto, es miembro del colectivo de militares demócratas Anemoi, reservista de especial disponibilidad (RED), miembro de #45sindespidos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.