Todo iba bien; la indolencia del artista cómodamente arrebujado en el sillón. El distanciamiento crítico con su vecino, el político conservador. El ambiente se acolchona y tanto el alcalde madrileño como el juglar, se encuentran a gusto, se intercambian guiños, se tocan el brazo. El político disfruta proyectando la imagen de que no importan las […]
Todo iba bien; la indolencia del artista cómodamente arrebujado en el sillón. El distanciamiento crítico con su vecino, el político conservador. El ambiente se acolchona y tanto el alcalde madrileño como el juglar, se encuentran a gusto, se intercambian guiños, se tocan el brazo. El político disfruta proyectando la imagen de que no importan las ideologías y el poeta se deja querer; les une el amor hacia…pongamos que hablamos de Madrid y sus edificios achicharrados.
Hablan de lo divino y lo olímpico. De mujeres y de quien la tiene más larga. El alcalde se ruboriza a ratos como un seminarista pillado en el baño y el legendario poeta disfruta con frases ingeniosas y procaces. ¡Que a gustito estamos!
La edulcorante presentadora mira a la pantalla con su dentadura artificialmente blanqueada y dice que le encantaría que un día le auxiliara en la carretera un motorista y que, al quitarse el casco, resultase ser el Rey. «Sería fantástico ¿no?», comenta ante su estrafalaria fantasía.
El juglar, bebe un trago de agua y vislumbra la oportunidad de poner un broche de oro a su presencia televisiva. Traga el buche, luce lo que él intuye que es una media sonrisa canalla y espeta: «Yo preferiría encontrarme en la carretera al presidente de la III República». He puesto la guinda a la cereza, debió pensar.
La presentadora vuelve a mostrarnos su dentadura pasada por la albañilería del ortodoncista y apuñala rápidamente al poeta de esta manera, más o menos: «Si, pero ¿Es verdad que invitaste hace poco a cenar a los príncipes en tu casa?
Todo se vino abajo. El broche de oro, la guinda y la III República. Eso si que es un Bonus Trak
Puede ser que el poeta, – ahora, sin alcohol y sin postres -, sea invitado a una recepción con la nobleza. Pero ¿hace falta invitar a cenar en tu casa a la ex mano derecha de Urdaci y a su marido?.
Esa noche más de un republicano blasfemó antes de irse a dormir. Más de un seguidor del juglar juró no volver a comprar un CD que no duerma sobre una manta. Y más de uno mascullará que no hay que fiarse de los que ya no beben.