Salve, Cayo Lara En política hay que curar los males, jamás vengarlos Napoleón Bonaparte Hace poco escribí en www.rebelion.org que Izquierda Unida estaba agonizando, como aquellas niñas de la guerra, quizá primera posguerra, delgadas, pálidas y tuberculosas, a las que los esputos de sangre decoraban sus vestidos con fogonazos de muerte. Creo que la situación […]
En política hay que curar los males, jamás vengarlos
Napoleón Bonaparte
Hace poco escribí en www.rebelion.org que Izquierda Unida estaba agonizando, como aquellas niñas de la guerra, quizá primera posguerra, delgadas, pálidas y tuberculosas, a las que los esputos de sangre decoraban sus vestidos con fogonazos de muerte. Creo que la situación no ha mejorado mucho, Cayo, Cayo Lara, y sin embargo, me levanto hoy dispuesta -con la ayuda de mi nieta Lola y su joven energía revolucionaria- a escribir sobre nuestro común futuro político, coordinador federal de difícil consenso, y sobre la posibilidad de articular un discurso coherente, vanguardista, moderno, atrevido y sólido -menos rock o rap o pasodoble torero y más Marx- para afrontar lo que se nos viene encima y vendrá, que -como sabemos por experiencia- será peor. Wallerstein hablaba algunos años atrás de «fascismo democrático» como posibilidad del porvenir. No lo descartemos. Frente a eso, frente a un futuro inmediato que se presenta como lobo hambriento al acecho de los derechos y las conquistas sociales, deberíamos, Cayo, Cayo Lara, agricultor de nombre romano y visigodo, organizar la resistencia y el combate: armarnos para desafiar, una vez más, a nuestros históricos enemigos. La empresa parece titánica, una tarea imposible, casi heroica. La empresa parece imposible, repito, una misión suicida hacia la que caminas -arrancas tu mandato- con una maleta de principios éticos, una importante deuda económica, un equipo humano reducido y una desafortunada y perversa entrevista –La caza (1965) es una excelente película de Carlos Saura, y no debería se mucho más que eso- en la contraportada de El País. Sabemos todos, Cayo Lara, que la izquierda necesita un espacio para la política, para hacer política, para explicar propuestas diferentes, convencer con hechos y avanzar. Vivimos tiempos de incertidumbre y psicofármacos, tiempos de neón e hiperconsumo. El mundo ya no es el que era -el que conocíamos y combatíamos con munición ideológica clásica- y el nuevo, el que impera, el del control del pensamiento, la guerra permanente, la sofisticada subjetividad y la influencia de los medios de comunicación y los think tanks, parece insuperable con nuestras obsoletas herramientas. Sin embargo, existe otra forma de vivir y de sentir, otra forma de ser. Eso ha sido siempre la izquierda, la izquierda real, la izquierda desesperada y alegre, hambrienta y consciente que hizo las grandes revoluciones -desde Espartaco hasta nuestros días- y aportó el desarrollo colectivo e individual. Se repite hasta el hastío que otro mundo es posible, sin que hayamos oído todavía cómo, cuándo y dónde. La respuesta a estas tres cuestiones debe estar contenida en el discurso crítico que Izquierda Unida debe recuperar, antes que tarde, un discurso anticapitalista que contenga ideas socialistas, ideas sobre lo común, lo colectivo, lo comunista, y una praxis política nueva, espontánea y transgresora, que devuelva la ilusión al cuerpo electoral, a la gente: una política de acción radical que no se limite a su testimonial presencia en las instituciones. Con un único diputado de Izquierda Unida en el Congreso, el ex-coordinador G. Llamazares, por capaz y abnegado que sea -aunque fuera Dimitrov, ¿te acuerdas?-, poca política real se puede hacer. La ley electoral, asunto conocido, perjudica a IU. Mientras esto siga siendo así y la presión popular no consiga una modificación de esta ley, será mejor plantear la actividad política fuera de las instituciones, en los centros de trabajo, en colegios y universidades, en el resbaladizo terreno de la cultura, en los medios de comunicación, en los sindicatos de servicio y en los de clase (quedan), acercándose a las miles de voces que, pese al desastre europeo de la izquierda, creen, creemos (más Lola que yo misma, será la edad) en la transformación radical de las estructuras económicas y las relaciones de producción. Álzate Cayo, Cayo Lara, y recoge el testigo de la historia en marcha, de la vida en marcha, y plantea un discurso que sacuda las conciencias y los músculos de la multitud, de todos, ideas y energía necesarias para construir -en la izquierda estamos todo el día construyendo como fuéramos masones o estuviéramos todavía electrificando Siberia- una verdadera alternativa al PSOE, a la derecha montaraz, al modelo de democracia de libremercado. Esta parece, Cayo, Cayo Lara, nuevo Coordinador Federal, una magnífica oportunidad. Una de las últimas ocasiones para recuperar la identidad desarbolada, desmadejada, deshilvanada de la izquierda real, transformadora. La tarea es ingente para un solo hombre o mujer. La fuerza de choque está en la colectividad, en el pensamiento y la acción común. Recuerda que, tras la derrota generalizada de la izquierda, nada tienes, tenemos, que perder. Nada.