Traducido del catalán para Rebelión por Lucas Marco
La muerte de Samaranch ha puesto el dedo en la llaga. En medio del debate sobre la Falange y Garzón, el falangista que llegó a ser jefe del deporte internacional ha puesto las cosas en el lugar que exactamente ocupan. El ataúd recibirá todos los honores en el Palau de la Generalitat (¡vergüenza!) y la clase política que hizo la transición inclinará la cabeza delante de él. Atado y bien atado…
Es inaudito. El país oficial se libró ayer a la ceremonia de glorificar a Samaranch con delirio y viejo estilo: cerrando filas y escondiendo la verdad. Un recorrido por la mayoría de los diarios o por la mayoría de las webs de los partidos y de las instituciones era bien aleccionador. No es que destaquen, más o menos, el paso por el olimpismo y la contribución a Barcelona 92. No. Lo que hacían era diferente y grave: esconder tanto como podían su pasado franquista. Como si no hubiese existido. Como si se hubiese olvidado aquel grito de ‘Samaranch fot el camp!‘ [¡Samaranch lárgate!], entonado por los demócratas de todos los colores al final de su paso infausto por el Palau de la Generalitat que él ocupó, en el sentido militar del término, como presidente de la Diputación. Como si no hubiesen existido sus negocios extraños. Como si no hubiese vestido nunca el uniforme del Movimiento.
Ayer leyendo la prensa internacional y comparándola con la catalana y la española volvíamos a los viejos tiempos que tanto añoraba Samaranch. Con la diferencia que ahora ni hace falta la institución de la censura. Mientras que aquí todo eran panegíricos allí encontrábamos información. Que no ocultaba su importancia en el movimiento olímpico, pero que no ahorraba críticas duras, por su pasado fascista, por la corrupción con la que cubrió el Comité Olímpico durante su mandato, por su permisividad con el dopaje o por la extravagancia y el autoritarismo que manifestaba.
Muchos de los que ayer tiraban florecitas a Samaranch, antes de ayer se exclamaban porque la Falange pudiera llevar a juicio a Garzón. Lo hacían con una capacidad de olvido selectivo monumental, porque hay que recordar que la Falange era precisamente el partido de Samaranch.
Ahora, este olvido selectivo no es inocente y tiene consecuencias. Por un lado, deja sin legitimidad a la oportunista campaña pro-Garzón (¿o es que diremos ahora que hay falangistas buenos y falangistas malos?). Por otro lado nos recuerda que el éxito y el poder pueden hacer bueno a quien sea y que hay momentos en que todo parece que tenga un precio. Finalmente, y esto es lo peor, nos pone de cara a la pura realidad: somos un país impotente a la hora de superar el franquismo, incapaz. Y en el miedo reprimido y en la incomodidad ridícula de ayer era visible que eso es así también porque la clase política que tenemos proviene de la renuncia o de la incapacidad de derrotarlo y de la acomodación en unas reglas del juego marcadas y con trampa que treinta y cinco años después aún prevalecen.
Vicent Partal es director de Vilaweb.
Fuente original: http://www.vilaweb.cat/editorial/3718701/samaranch-prova.html
Juan Antonio Samaranch valora la figura de Franco con motivo de su muerte
La prensa internacional destaca el pasado falangista y la corrupción
[Recopilación de Vilaweb]
Fotos del pasado franquista de Samaranch: http://www.vilaweb.cat/noticia/3718901/catalunya-vetlla-maxims-honors-darrers-dirigents-franquisme.html
The Times: Si quiere entender la corrupción institucionalizada, un buen lugar para empezar es el Palacio de Lausana desde donde Samaranch dirigía en COI.
L’Express: Samaranch cambió la divisa de Coubertain. Con él lo importante era participar en los beneficios.
BBC: Samaranch dejó crecer un cáncer de corrupción y de lujo en el COI.
Le Monde: No ocultó nunca su admiración por el dictador Francisco Franco.
The New York Times: Samaranch, un antiguo dirigente deportivo franquista, toleró un cierto nivel de corrupción en el Comité Olímpico.
La Stampa: Se ha llevado a la tumba su oscuro pasado con la camisa azul de la Falange.
Sidney Morning Herald: Con Samaranch el Comité Olímpico Internacional se convirtió en sinónimo de nepotismo, clientelismo, escándalos, secretos y elitismo.
Kurier: El español estaba al servicio de los franquistas.
New Zealand Herald: Samaranch era autocrático e intolerante.
Wall Street Journal: Samaranch insistía en ser tratado de excelentísimo y en rodearse de lujo.