Quien estos días hemos asistido al juicio de Sandra Barrenetxea contra cuatro guardiasciviles, por practicarle torturas, en la Sección Primera de la Audiencia de Bizkaia, sita en Bilbao, hemos recibido en marzo del 2017 una clase desnuda del Estado español y sus instituciones. El miércoles 15 fue un día duro, del cuerno la punta en […]
Quien estos días hemos asistido al juicio de Sandra Barrenetxea contra cuatro guardiasciviles, por practicarle torturas, en la Sección Primera de la Audiencia de Bizkaia, sita en Bilbao, hemos recibido en marzo del 2017 una clase desnuda del Estado español y sus instituciones.
El miércoles 15 fue un día duro, del cuerno la punta en este juicio, que comenzó el lunes y finalizó el viernes.
Terrible la declaración del 15 de Sandra sobre la tortura practicada por 4 guardiasciviles, presentes en la sala. Sandra Barrenetxea fue desgranando entre lágrimas, suspiros y llanto, con silencios largos, interminables…, rotos por lamentos, por su pañuelo blanco secándose unos ojos rojos y un corazón dolorido, ensangrentado, entre sorbos de agua y el presente… el recuerdo de un calvario vivido ahora hace 7 años, en el 2010, pero que sigue grabado a fuego todavía hoy en esta mujer economista.
Terrible también el silencio de muerte y horror en la sala mientras Sandra iba desgranando los hechos de aquellos días de acoso y derribo, en una declaración envuelta en recuerdos amargos, en llanto y desconcierto, en no saber cómo describir aquel calvario, a aquella jauría de funcionarios del Estado, aquellos guardiaciviles lorquianos de charol e inmundicia. En aquellos días de calabozo e injuria, de maltrato y deterioro, de vida sin salida y oprobio… también Sandra buscó en aquel calabozo y ataque humano la muerte como liberación y acabose.
La declaración de Sandra describe un Estado: unos funcionarios, que de noche y armados se arrojan entre gritos e insultos sobre una muchacha acostada y sola en su piso. También entonces los días no eran sólo noches y Sandra pudo perfectamente ser detenida con luz de sol y a mediodía. Luego, encapuchada, es llevada a unos sótanos de Madrid entre ultrajes y malas posturas, entre amenazas, toques lascivos, golpes, bajada de pantalones, pechos descubiertos, haciéndole ver que ellos son cuatro, preparados para el ataque, la violación, la tortura, el salvajismo…, y ella es una mujer de mierda, miserable, con unas tetas, una vagina, con un cuerpo de desecho y vulgaridad… Son días sin salida, atrapada en una jaula y rodeada de una jauría humana, que, no olvidemos, son funcionarios de un Estado, el español, y a la órdenes de un juez de vigilancia, funcionario del Estado, que debe velar por el trato digno de Sandra en este caso y un médico forense, funcionario del Estado, que debe procurar el bienestar de la detenida. ¿Pero qué estado de hampa tenemos? ¿Por qué amparan y defienden la tortura, por qué acosan al indefenso, por qué se humillan y denigran durante tantos años escarneciendo al detenido? ¿Por qué no escuchan su llanto, su queja, sus relatos y declaraciones? ¿Por qué no vigilan al detenido ante tanto desaguisado siendo el juez de vigilancia el responsable? ¿Por qué encubren todo el proceso con la opacidad, la capucha, el subterráneo cuando muy bien pueden hacerlo con luz y cámaras? ¿Por qué ser funcionario del terror y no más bien portador de dignidad ante las gentes?
He vuelto a releer escritos, narraciones e informes alucinantes de tortura del TAT, de Xabier Makazaga, de Nick Terse, de Rosenkof y E. Fernández Huidobro, «Una extraña aventura» de Eva Forest, «el silencio del infierno» de Fernando Alonso…
Eso sois en el 2017 ante el relato y la mirada de la mujer Sandra en una sala de Bilbao: salvajes torturadores en oscuras dependencias, funcionarios de la cloaca del Estado español.
Pues bien, con ese Estado, con esos funcionarios, con esos jueces, fiscales, guardiasciviles, policías encapuchados y salvajes, preparados para la caza nocturna, para el trato inhumano, para convertir al detenido en desecho humano y barro, para desear y buscar la muerte… son hoy, a juicio de entendidos, más de 5000 los vascos y vascas torturados y, probablemente, una vez contados y censados, pasen de 10.000 quienes hayan padecido en su cuerpo la cloaca del Estado español y sus funcionarios.
Pero la tortura en este Estado no fue ayer, es también hoy en el 2017, y se hizo presente en la sala de la Sección Primera de la Audiencia de Bizkaia en esta semana de juicio. Allí estaban presentes los jueces, el forense del zulo de aquellos días, los guardiaciviles acusados y salvajes, entonces encapuchados, y el tropel de guardiasciviles, venidos hoy en apoyo de sus amigos torturadores y verdugos; allí estaba la fiscalía con su papel de apoyo y defensa a un Estado con un gran curriculum de denuncias de tortura, censurado en repetidas ocasiones por juzgados europeos y organismos…, y allí estaba Sandra, piltrafa humana en el 2010, y hoy acusadora y relatora de lo qué es un Estado por dentro, el español: una letrina inmunda.
La economista Sandra Barrenetxea, que nos ha relatado estos días sus vivencias en una sala de Bilbao, es hoy Técnica de Igualdad de la Mancomunidad Urola Garaia.
Eskerrik asko, Sandra, tu dignidad, también tus retazos de fragilidad, me han emocionado, y me han indignado de nuevo estos funcionarios del Estado amparando en el 2017 a cuatro vulgares torturadores y a su Estado. Me ha impresionado su enaltecimiento del terrorismo por todo un puñado de funcionarios guardiaciviles, hoy sin capucha, ante jueces y fiscal, todos funcionarios del Estado. De un Estado que sigue siendo cloaca.
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