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Santiago Álvarez, obrero del arte, maestro

Fuentes: La Jiribilla

La alegría de vivir y el creador a tiempo completo eran atributos de Santiago Álvarez Román: simplemente Santiago, para todos. Tuve el privilegio de conocerlo mucho en circunstancias complejas y en otras que no lo eran, como en sus fiestas de cumpleaños, el 8 de marzo. En los dos casos, Santiago se manifestaba como un […]

La alegría de vivir y el creador a tiempo completo eran atributos de Santiago Álvarez Román: simplemente Santiago, para todos. Tuve el privilegio de conocerlo mucho en circunstancias complejas y en otras que no lo eran, como en sus fiestas de cumpleaños, el 8 de marzo. En los dos casos, Santiago se manifestaba como un motor de ideas y de sentimientos humanistas. En 1963 cuando se estaban dando los primeros pasos para construir el Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur, a partir de un pronto establecimiento de la Misión del Frente Nacional del Liberación, con rango diplomático, en La Habana, mi relación profesional y de amistad con Santiago nació para no terminar hasta su muerte.

Melba Hernández, Heroína del Moncada, había sido escogida por Fidel y Raúl para que presidiera el Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, el primero que se organizaría en el mundo. Entre las primeras entidades y personas que lo integrarían, estaría el Noticiero ICAIC (Instituto de Arte e Industria Cinematográficos) Latinoamericano, que era decir Santiago Álvarez. El joven funcionario del ICAIC para el Cine Móvil, José Pardo sería el representante operativo, pues Santiago no podía participar en las reuniones, simposios y plenos que se sucedían; pero era exigente con Pardito y le tomaba cuenta de cada paso de la labor de solidaridad proyectada, para tener al día el Noticiero ICAIC, en cuanto a la divulgación de la lucha del pueblo de Vietnam.

No hubo demostración de solidaridad, denuncia de los crímenes del ejército yanqui en el sur de Vietnam, y en poco tiempo en el norte, a partir de bombardeos indiscriminados de la aviación norteamericana, que no fuera recogida en el Noticiero. Santiago quería ir a Vietnam del Sur como corresponsal de guerra. En 1965 estaba en Hanoi esperando el momento; pero cuestiones de logística impidieron que pudiera realizar su proyecto, que era el mismo del colega Raúl Valdés Vivó y mío, como fundadora del Comité y periodista del diario Revolución. Para la dirección del FNL de Vietnam del Sur era prácticamente imposible trasladar al equipo de Santiago hasta las selvas del Sur y asegurar su permanencia por tiempo más o menos largo. Santiago tenía que llevar al menos un camarógrafo, un sonidista y un asistente para cargar con los equipos, además se requería un transporte adecuado. Por otra parte, un grupo semejante podía ser detectado por los elementos del ejército títere, pues había que cruzar aldeas y andar por zonas de resistencia. No sin dolor, él lo comprendió.

Pero Santiago no abandonó su responsabilidad personal y deseo de contribuir a la causa de Vietnam, y pronto las pantallas de nuestros cines comenzaron a ver documentales tan impresionantes y nunca olvidados como Hanoi Martes 13, filmado en la capital de la antigua República de Vietnam, al que sucedieron otras contundentes denuncias de la agresión norteamericana al hermano pueblo del sudeste de Asia. Entrevistó a Ho Chi Minh, y luego haría un noticiero-documental estremecedor sobre la muerte del venerado Presidente vietnamita. En la filmografía de Santiago, 79 primaveras es, con el archifamoso Now, un clásico aunque no los únicos.

En varias ocasiones hasta 1975 -año de la victoria de Vietnam del Sur- y luego en 1979, tuve el honor de integrar el equipo de trabajo de Santiago en sus incursiones al norte y el sur de Vietnam, ya virtualmente liberado y muy poco tiempo después entramos a la capital de Cambodia (Phom Phen), cuando habían transcurrido apenas dos días de la liberación de aquel país con la cooperación solidaridad del ejército vietnamita. Antes, Santiago había dirigido la filmación de escenas escalofriantes sobre el genocidio y etnocidio del régimen de Pol Pot, en zonas de refugiados. Hoy no se recuerda mucho, pero El gran salto al vacío, título del documental sobre la atrocidad en la llamada entonces Kampuchea, es una de las denuncias más dramáticas de este período.

Vietnam fue en la década del 60-70, el centro de la noticia mundial y el ejemplo que, según diría Fidel luego de su viaje a la liberada provincia de Quang Tri, aún en plena guerra de resistencia, en Vietnam se cargaban las baterías revolucionarias. Cuba, América Latina y muchas partes del mundo donde se exhibieron documentales de Santiago, vieron el dolor y las proezas vietnamitas, tejidas con hilos artísticos, en las imágenes que entregaba Santiago, inconforme siempre de cada obra.

Creo que uno de los documentales más largos de la temática vietnamita fue Abril de Vietnam en el año del gato, preludio de la toma de Saigón. Esta obra de Santiago parte de los orígenes de la nación vietnamita y según él mismo insistía, tenía como espina dorsal a José Martí y su interpretación del pueblo de Vietnam, dada en su crónica sobre un paseo por la tierra de los anamitas ( viejo reino de Anam) que publicó en La Edad de Oro.

 

 

Este documental, para el que fuimos en dos ocasiones sucesivas a Vietnam, es un paseo riguroso por la heroica historia de aquel pueblo. Y tan exquisito era Santiago, que buscó hasta los instrumentos musicales más antiguos de Vietnam y los trajo a Cuba para que en la musicalización se registraran sus timbres. Este hecho me remite a la importancia que imprime Santiago a la musicalización, esto aparece de manera muy contundente en el gran clásico Now, el primer y excelente video clip realizado por el cine cubano y hay que ver cuán precursor fue en el cine latinoamericano. En él la música es un factor, un elemento dramático en la voz de Lena Horne y el fondo sonoro. No hay Noticiero ICAIC donde la música en una u otra gradación no esté presente. Los Beatles se escucharon en el cine cubano como banda sonora del Noticiero ICAIC, gracias a la audacia y conocimiento musical de Santiago. Del mismo modo, como innovador, incorporó música sinfónica en noticieros y documentales. Una mención especial merece Suit de las Américas, del cubano Dámaso Pérez Prado, de solo escuchar las primeras notas esperamos ver, de inmediato, el documental de Santiago sobre la muerte del Che.

¿Cómo era Santiago director? Lo vi trabajar tanto en el terreno como ante la mesa de edición. Miriam Talavera podría hablar de su exigencia. Contrario a lo que muchos suponen, Santiago trabajaba en equipo, tenía una idea genial y se abría espontáneamente a debate. No se suele entender al genio en su primer destello, y muchas de las cosas que quería, proponía y exigía era susceptible de abrir un debate que no rehuía y cuando encontraba que algún argumento podía ser probado para ver si funcionaba, él lo aceptaba. Fuegos verbales establecía con Iván Nápoles sobre una toma, e Iván, sin perder la calma, le decía: «Santiago, yo soy el que estoy mirando por el visor…». No menos fuegos se establecían entre él y Derby Pastor Espinosa. Menciono a estos dos camarógrafos porque fueron los que trabajaron durante más tiempo y en más obras con Santiago.

Escribiendo me vuelven a la mente otras escenas de Vietnam con Santiago, algunas de las cuales me demostraron la sensibilidad del hombre. Una de ellas ocurrió en la capital de Cambodia recién liberada. Fuimos a un hospital, él quería filmar la atención que los médicos y paramédicos vietnamitas les daban a los sobrevivientes del genocidio, sobre todo a los niños. Al llegar a la puerta del hospital nos encontramos a un grupo de improvisados carpinteros clavando ataúdes rústicos y en el pasillo central otro tanto. Era una escena insólita, todos los pacientes morían de inanición o a consecuencia de las torturas de las horas finales del genocidio. Santiago se desmayaba, pero asido al brazo de Iván le ordenaba filmar, que filmara lo que pudiera. Cuando salió de ese estado, con un nuevo brío y con más rabia y pasión fue dirigiendo las tomas.

Así como filmaba la guerra y sus consecuencias, era capaz de construir un documental todo belleza a partir de imágenes «pastorales», y hasta románticas, a unas millas del infierno. Así fue en el Norte de Vietnam, cuando decidió hacer documental en el cual se registrara la defensa naval de la RDV, las torpederas que cuidaban el puerto de Haiphong. En aquellos mares aparece a la vista uno de los paisajes más hermosos que podamos imaginar. Pensemos, por ejemplo, en los mogotes del Valle de Viñales, en Pinar del Río, y colocados en una inmensa bahía. Pues eso es Halong. De esa visión, a la caída de la tarde, entre mogotes y sampanes, botes y habitaciones de familias pescadoras, Santiago produjo un documental todo belleza en medio de los bombardeos. Lo tituló Los dragones de Halong.

 

 

Aunque trabajé con Santiago sobre todo en Vietnam, recuerdo su genio desplegado durante la visita de Fidel a Chile en el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, desde el desierto de Atacama hasta la Tierra del Fuego, la vitalidad y originalidad de su tarea fue impresionante. Además lo que solemos llamar su sexto sentido lo llevó a filmar muchas cosas que tendrían vigencia tras el golpe de estado de Pinochet y le servirían para hacer documentales de denuncia.

Santiago deseaba realizar ficción, pero los hechos trascendentales en cualquier territorio del Tercer Mundo consumían su precioso tiempo. Sin embargo, no se quedó con los deseos y realizó una única película de ficción a la que incorporó elementos del documental. Para mí será siempre un honor que escogiera mi libro como tema La cueva del muerto y titulara la película Los refugiados de la cueva del muerto. Para Albertico Pujol y René de la Cruz fue su primera película. Otro rasgo para admirar en Santiago era su confianza en los jóvenes talentos a los que se ufanaba en descubrir. Ese fue el caso también de Raulito Pérez Uretra.

Para Santiago la historia era muy importante como fuente de conocimiento y material cinematográfico. Dos documentales históricos son hoy también exponentes importantes de su obra: Mi hermano Fidel, basado en la expedición del Granma, bajo el mando de Fide l y La guerra necesaria, sobre el desembarco de Martí en Playitas.

Son muchos los recuerdos y las experiencias que nos regaló Santiago, un maestro indiscutible. No habría que decir por qué un maestro. Su expediente pedagógico se resume en el desarrollo que han tenido casi todos los integrantes de su equipo fílmico en el Noticiero ICAIC, así como en documentales realizados en Cuba, América Latina y África, además de Vietnam. Algunos nombres: Fernando Pérez, Pastor Vega, Daniel Díaz Torres, Rebeca Chávez, Daniel Diez, Raúl Pérez Uretra, Jerónimo Labrada, Iván Nápoles, Derby Pastor Espinosa, Miguel Torres, cineasta que lo sustituyó como director del Noticiero. Además de las editoras y otros que se nos escapan, pero que habría que nombrar.

Su compromiso social y político desde su juventud, la experiencia de vida, su cultura y conocimiento de música adquirido en la práctica de trabajo en el archivo de música de la CMQ, desde antes de la Revolución, abonaron el terreno de su imaginación fértil. Santiago era un intelectual, sin afeites. Lo veo como un obrero del arte.

http://www.lajiribilla.cu/2006/n259_04/259_14.html