Berlin, 28 de julio. Lo más bonito en Herbert Marcuse era que los estudiantes de la generación del 68 lo entendían sin haber leído sus libros. Bastaba con conocer sus principales palabras clave: »tolerancia represiva», »la gran negación» y, sobre todo, la más fascinante de ellas, »liberación». El pensador consiguió incluir la sexualidad y la […]
Berlin, 28 de julio. Lo más bonito en Herbert Marcuse era que los estudiantes de la generación del 68 lo entendían sin haber leído sus libros. Bastaba con conocer sus principales palabras clave: »tolerancia represiva», »la gran negación» y, sobre todo, la más fascinante de ellas, »liberación».
El pensador consiguió incluir la sexualidad y la política en el mismo nivel de teoría. Era fantástico, Hebert Marcuse era en los tiempos críticos del movimiento estudiantil algo así como un »filósofo al alcance de todos».
Hoy, 25 años después de su muerte, el 29 de julio de 1979, su obra parece haberse desvanecido, aunque sus palabras clave permanecen.
»Esta oposición», dijo a los estudiantes el hombre de pelo blanco, »es rebelión sexual, moral, intelectual y política en una. En este sentido, está dirigida contra el sistema como un todo».
El mensaje central: las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, los seminarios de sociología en la universidad y la vida liberal en las comunas iban de la mano; todo se dirigía contra la sociedad capitalista tardía y, en el caso de algunos, sólo contra el propio padre.
De Berlín a Estados Unidos
Mientras que otros filósofos de la »teoría crítica» como Theodor W. Adorno se alejaron casi asustados de los estudiantes contestatarios, Herbert Marcuse buscó su cercanía.
La »izquierda antiautoritaria» sentía enorme agradecimiento cuando el filósofo tomaba el micrófono en las reuniones políticas: finalmente alguien estaba con ellos.
Herbert Marcuse, hijo de una familia de la burguesía judía de Berlín, recorrió un largo camino. Cuando tenía 20 años, en 1918, participó por parte de los comunistas en el levantamiento en Berlín. El »fracaso de la revolución alemana» lo marcó.
Después estudió filosofía en Friburgo, donde recorrió el enrevesado mundo de los pensamientos de Martin Heidegger. Más tarde, tras descubrir a Marx y Freud, se convirtió en uno de los fundadores del Instituto de Sociología de Francfort, hasta que se fue a vivir a Estados Unidos.
Mentor político contemporáneo
En 1940, Marcuse se convirtió en ciudadano estadunidense y trabajó en el contraespionaje contra la Alemania nazi. Después de la guerra hizo carrera en universidades de Estados Unidos. En 1965, junto con su actividad docente en California, recibió el puesto de catedrático honorario en la Universidad Libre de Berlín.
El hombre unidimensional y Eros y civilización, dos libros finos, estaban en las estanterías de muchos »estudiantes críticos». »La libido se concentra en una parte del cuero, con lo cual el resto del cuerpo queda libre como instrumento de trabajo», afirma en una de las frases finales, que los estudiantes subrayaban.
En El hombre unidimensional habla de los mecanismos refinados del »ansia consumista» y la »tolerancia represiva» que edulcoran la infelicidad de las personas en las sociedades occidentales.
»En el caso de Herbert Marcuse, el perfil de autor científico queda sobrepasado por el de mentor político contemporáneo», escribió hace años el diario Neue Zuericher Zeitung.