“Lamento que nuestra vida sea por lo general tan breve pero coincido con Martí que, en su agonía espiritual, afirmaba: tiene que haber un mundo al que vayan los muertos. ¡Cuánto daría por borrar del idioma una palabra tan terrible, sobre todo cuando se ha sentido de cerca su rostro!”
Mensaje de Eusebio Leal al autor, el 21 de enero de 2020
Ante tu muerte, querido Eusebio, muchas cosas justas y hermosas han expresado personalidades cubanas y extranjeras que te admiraban y reconocían en ti algo así como un tesoro humano de nuestra patria. Mucho falta por expresar o escribir para resaltar tu trayectoria, desde la humildad de la pobreza hasta la humildad del reconocimiento nacional e internacional en el periodo desde aquel día de tu nacimiento el 11 de septiembre de 1942 en la Ciudad de La Habana hasta el 31 de julio de 2020 en la misma ciudad.
Tu partida a causa de las recaídas naturales de la enfermedad, contra la que luchaste trabajando y luchando en condiciones casi imposibles como un Quijote de nuestro tiempo, podía presagiarse, como en el caso de cualquier otro ser humano, aunque tal como expresara Che en su carta de despedida a Fidel, “la posibilidad real del hecho (de la muerte) nos golpeó a todos”.
Así que, Eusebio, dejo en manos y en el pensamiento de otros todo lo enaltecedor que merecen tu obra y tu vida. Y apenas mencionaré por su significación íntima y personal aquellos pasajes fugaces o breves que en forma casual fueron tejiendo nuestra amistad y una consideración basadas en convicciones y pasiones ideológicas y espirituales comunes. .
Recuerdo el día 29 de abril del 2017 que en el acto de condecoración de trabajadores destacados en ocasión del 1 de mayo, presidido por Raúl y otro muchos dirigentes del país, en un momento coincidimos ambos en una fila y entablamos una conversación previa a la ceremonia, en que el tema central fue la admiración y alta valoración de ambos por el Padre de la Patria. Fue entonces que te hablé de mi obra Carlos Manuel de Céspedes en las horas de gloria, dolor y enfermedad, entonces en proceso editorial, y mi consiguiente pedido de que te agradecería una lectura de la obra y posibles sugerencias. Fue pronta tu respuesta, ya que como afirmaste “tu sabes que soy un cespediano convencido”. Después de terminado el acto, tuve la ocasión de ser testigo de la vena bromista que tenías como cualquier otro legítimo cubano.
Una vez publicado el libro, tal como te prometí, y a pesar del agobio y compromiso de tu trabajo en la Oficina, accediste a recibirme, amable y cariñoso como siempre, a pesar de no mediar una cita previa. Fue un gesto de amabilidad con pocos precedentes en otros, así que aquel día te creciste más allá de tu fama y de tus múltiples tareas, pues fuiste capaz de comprender que mi solo objetivo era cumplir contigo la palabra empeñada personalmente. Aunque bromee al respecto, te despediste con un abrazo efusivo y esta frase: “Esta misma noche me lo leo.”
Luego el tiempo pasó, Eusebio, y nos volvimos a encontrar dos veces en Santiago de Cuba. Primero en el acto en que te confirieron el Título de Hijo Ilustre de la ciudad y luego en el acto de inauguración del retablo de Céspedes, Martí, Fidel y Mariana celebrado en el Cementerio de Santa Ifigenia, presidido por Raúl.
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Querido Eusebio, fueron muchos más los intercambios sostenidos por correos electrónicos, y tus mensajes los guardo como un tesoro preciado de una amistad franca que se fraguó durante un corto periodo, pero que tiene el sello personal de inolvidable.
Ayer por la mañana conocí la noticia en la calle y en voz de cuatro hombres humildes del pueblo en mi barrio. Un carretonero, dos hombres humildes y una mujer fueron quienes me comunicaron el triste desenlace. Y te confieso, Eusebio, que en sus palabras y sentimientos habían juicios tan sabios como certeros sobre ti y tu obra, que bien podrían inscribirse en una tarja como expresión de los habitantes comunes y sencillos de nuestro pueblo. Y para un colofón sobre este particular, un dependiente del mercado me comentó enfático y sentimental, hoy en la mañana: ¿Viste como se nos fue el hombre? En fin, esa fue y es la forma grandiosa en que pudiste quedarte en el seno de todas las capas de nuestra sociedad: esa será la mayor condecoración que podremos poner en tus futuras cenizas y en tu recuerdo eterno.
Finalmente, compañero Eusebio, perdona que divulgue este mensaje tan personal como la vida misma, pero hay veces que un juicio como el tuyo no debe perderse, porque hay confesiones que reflejan la filosofía y rebeldía de los seres humanos ante este dilema inevitable entre la vida y la muerte, en que por mucho que se acepte lo inevitable del fenómeno dialéctico, nos queda en lo recóndito del alma la insatisfacción natural ante ese ineluctable final del “no ser”.
Este fue tu mensaje en respuesta al mío de fecha 20 de enero de 2020, y tiene fecha del miércoles, 22 de enero de 2020, 11:21.
Querido amigo:
Mis únicas palabras hoy, imposible de poder escribir como desearía, es de profundo pesar por la noticia del fallecimiento de tu esposa. Lamento que nuestra vida sea por lo general tan breve pero coincido con Martí que, en su agonía espiritual, afirmaba: tiene que haber un mundo al que vayan los muertos. Cuánto daría por borrar del idioma una palabra tan terrible, sobre todo cuando se ha sentido de cerca su rostro!
Un fuerte abrazo, Eusebio
En conclusión, querido Eusebio, gracias por tu consuelo en aquellas horas aciagas para mí, y haya otro mundo o no, lo más importante es que vidas como la tuya, que han militado, como dijo Fidel en su día, en el grupo de los apurados e impacientes para sembrar de obras buenas para la patria y la humanidad, hasta donde el destino lo permitiera, tienen un destino de siemprevida en el corazón y la memoria de su pueblo y de la humanidad.
¿Qué más puedo decirte, hermano, ahora que nos dejas en la forma material acostumbrada para acompañarnos en la lucha de otra manera y dimensión, tan trascendente o más que la primera?
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencia Médicas, Profesor Titular, Consultante y de Mérito, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.