Hace 30 años, a pesar de las presiones militares, Suárez tuvo que legalizar a un PCE que ya se había legalizado él mismo en la calle y en la vida cotidiana. Un PCE masivo, tranquilo y decidido. Un PCE con una alta autoestima histórica y política. Se superaba, por tanto, la clandestinidad y se conquistaba […]
Hace 30 años, a pesar de las presiones militares, Suárez tuvo que legalizar a un PCE que ya se había legalizado él mismo en la calle y en la vida cotidiana. Un PCE masivo, tranquilo y decidido. Un PCE con una alta autoestima histórica y política. Se superaba, por tanto, la clandestinidad y se conquistaba la legalidad.
Al cabo de tres decenios hay ocasiones en que, si bien metafóricamente, volvemos a pensar que es preciso de nuevo salir de la clandestinidad y conquistar una segunda legalidad. Aquella, hace 30 años, era la clandestinidad real, imprescindible en la lucha contra el franquismo. Ahora la situación es otra, pero el panorama de postcomunismo y cierta deriva de vaciamiento corregida en el XVII Congreso, no hacen fácil la consecución de un partido visible, realmente existente, fuerte y con competencias.
Valga la imagen: el XVII Congreso nos insta a salir de la segunda clandestinidad en el marco de una lógica basada en la necesidad de un partido fuerte para una IU fuerte y plural. La primera dificultad estriba en la progresiva conversión de IU en un partido clásico que, en función de su propia estructura, entra en competencia con la existencia del PCE. La segunda dificultad es de orden social: ¿Existimos todavía en la conciencia de mucha gente? El otro día, ante una movilización en la que participaba el partido en las puertas de un juzgado, un policía, teniendo en cuenta las pegatinas de la hoz y el martillo, le comentó a otro: «¿Pero sigue existiendo el Partido Comunista?»
Éste es, pues, el terreno de juego para conquistar la segunda legalidad. La necesidad de que IU recupere su auténtica naturaleza de movimientos político y social, en cuanto fuerza programática independiente. Y la necesidad de que el PCE se recupere y juegue un papel visible, real, en el espacio social y político, en la vida cotidiana de la gente.
A pesar de que vivimos en el seno de lo que se ha dado en llamar una «democracia consolidada»,no es nada fácil conseguir esta segunda legalidad, esta segunda salida a la superficie con competencias plenas, excepto la electoral, como se sabe. A las dificultades que impone un panorama neoliberal, como se sabe. A las dificultades que impone un panorama neoliberal de democracia anoréxica, desmotivada, hay que sumar una no siempre sutil represión interna. Piénsese, por ejemplo, en las dificultades de financiación del partido, que no terminan de solucionarse. Otro ejemplo a tener en cuenta: alguien ha situado a IU de Asturias como el banco de pruebas de lo que se piensa hacer en toda España; es decir, una decisión que parece orientarse a no permitir la libre militancia de los comunistas que aplican las resoluciones del XVII Congreso. ¿Cuál es el modelo? ¿Una IU sin PCE? ¿O tal vez, y empezamos a tocar fondo, se trata del inicio de otro proyecto de un cambio profundo de naturaleza? ¿Un cambio de naturaleza que no se debate y que se aplica paulatinamente sobre hechos consumados?
Se trata, pues, de luchar como siempre (unidos, tranquilos y decididos) por la existencia, la fuerza y la visibilidad del PCE. Y que quede claro: tal como están las cosas habrá que defender con uñas y dientes, no solo la existencia del partido, sino también la de Izquierda Unida, la de su perfil independiente y transformador, incluso la de sus siglas. El futuro es difícil, pero nunca la vida ha sido fácil para nosotros. Desde la idea de la transformación social, sabemos que sólo se pierden las batallas que no se dan. Y ésta la vamos a dar.
* Presidente Ejecutivo del Comité Federal del Partido Comunista de España