A las 9 de la mañana del 12 de marzo me llegó la noticia de la muerte, el día anterior, de Harry Pross mediante una llamada telefónica de su mujer Marianne. Durante el último año había empeorado tanto su salud que ya no podía leer ni escribir, lo más doloroso para él. En septiembre pasado, […]
A las 9 de la mañana del 12 de marzo me llegó la noticia de la muerte, el día anterior, de Harry Pross mediante una llamada telefónica de su mujer Marianne. Durante el último año había empeorado tanto su salud que ya no podía leer ni escribir, lo más doloroso para él. En septiembre pasado, cuando pasé mis últimos días con él, su principal placer, además de la enriquecedora y amena conversación, consistía en sentarse en la parte trasera de su casa y recibir los rayos de la puesta del sol tras las colinas boscosas de Lindenberg y Scheffau, que ocultan la vista del lago Constanza. Sus pies no le permitían ya pasear los caminos del bosque cercano, tantas veces recorridos en mi compañía.
Harry Pross nació el 2 de septiembre de 1923 en Karlsruhe, en el seno de una familia de clase media. Su padre era el director de una fábrica metalúrgica de 300 trabajadores y trabajadoras. Una vez terminado el bachillerato en 1941 fue militarizado por el nazismo. Durante la retirada del frente ruso fue gravemente herido en Rumania. Los médicos quisieron amputarle el brazo derecho, pero su madre insistió en llevárselo a casa y curarlo ella. Las heridas de guerra y la metralla que quedó alojada en su cuerpo dificultaron desde entonces su vida. En 1945/46 inició en la Universidad de Heidelberg sus estudios de sociología e historia con Alfred Weber, Victor von Weizäcker y Gustav Radbruch, entre otros, doctorándose en 1949. Al principio quiso estudiar zoología, pero sus condiciones físicas no eran las mas adecuadas para andar con animales.
En 1952, becado por el Commonweaalth Fund, marchó a los Estados Unidos, donde efectuó estudios políticos en la Hoover Library de Stanford, en la Universidad de Columbia y en la de Minnesota. Allí , en plena caza de brujas, se le llegó a acusar de comunista.
Cuando visitó Inglaterra en 1958, el Daily Telegrapf lo presentaba ya como «uno de los más detacados jóvenes intelectuales de Alemania».
Desde su casa de campo, una Bauernhof, una antigua explotación campesina situada en las afueras del pueblecito de Weiler, comarca de Allgäu, en la confluencia de las fronteras bávara, austriaca y suiza, ha desempeñado una intensa labor como escritor libre, analista político y crítico literario y cultural.
La actividad docente de Pross se inició en 1962, en la Hochschule für Gestaltung de Ulm. En 1968, en plena efervescencia de la revuelta estudiantil, aceptó la cátedra de Publizistik (teoría de la comunicación pública) en la Universidad Libre de Berlín, que llevaba aparejada la dirección de su prestigioso Instituto de Publicística. Para escándalo del establishment alemán invitó a Ulrike Meinhof a que impartiera clases en su Instituto. Luego lamentaría que esta inteligente periodista no aceptara la oferta y desembocara en el terror. Esta responsabilidad la desempeñó hasta 1983. Dejó la Universidad a los 60, cuando el CDU lo hostigó de tal manera que se aprovechó de su situación de mutilado de guerra, pidió y obtuvo su jubilación anticipada para retirarse definitivamente a Weiler.
Aquí organizamos una serie de Seminarios Internacionales durante los años 1984-1993, donde expertos de los temas acordados con un año de antelación debatían en el pequeño Museo local, ante los habitantes del pueblo y los numerosos periodistas e interesados que acudían de todo el mundo. Pero ante el éxito de los seminarios y su repercusión mediática se presentaron los políticos con la intención de contribuir a su financiación y su control. En ese momento acordamos suspenderlos. Nos negamos a la instrumentalización política de nuestros debates.
Harry Pross, es el gran ilustrador y humanista de la Alemania actual. Es también un gran escéptico de izquierdas, un crítico inmisericorde de la socialdemocracia y un luchador infatigable contra toda clase de totalitarismos, especialmente el nacionalsocialista, que experimentó en sus propias carnes. Cuando el 2 de septiembre de 1998 preparábamos en su casa de Weiler, en la región del Allgäu, los festejos de su 75 cumpleaños, el primer telegrama de felicitación recibido fue el del Presidente de la República, agradeciéndole en nombre de todos los alemanes su aportación cultural.
Pross empieza también a ser conocido en España y en el ámbito cultural hspanoamericano, para enriquecimiento espiritual de quienes no sólo se ocupan y preocupan de la ciencia de la comunicación, sino también de mejorar la calidad de vida de todos y de ampliar la libertad humana.
Entre su cuantiosa producción intelectual hay que destacar, además de varios libros sobre política, historia y crítica literaria, Moral der Massenmedien (Moral de los medios de masas), Medienforschung (Investigación de medios), Die Meisten Nachrichten sind falsch (La mayoría de las noticias son falsas), Freundschaft (Amistad), Protestgesellschaft (La sociedad de la protesta) y sus Memorias. A estos libros hay que sumar los traducidos al español: Estructura simbólica del poder (G. Gili, 1980), La violencia de los símbolos sociales (Anthropos, 1983), Introducción a la ciencia de la comunicación (Anthropos, 1987), redactada junto con su discípulo Hanno Beth, y Atrapados en la red mediática. Orientación en la diversidad, publicado en alemán en 1996 y editado en España por la editorial HIRU. Su último libro, Lob der Anarchie, publicado en 2004, sólo puede asustar a quienes asocian anarquía con caos, violencia y terror. Pross la entiende, igual que el ilustrador Kant, como «ley y libertad sin violencia».
Preguntado en una ocasión qué pensaba de su propia producción intelectual, Harry Pross respondió con esta cita de Karl Marx: «Lo que, por parte del trabajador, aparecía en forma de agitación, aparece ahora como propiedad en reposo, bajo la forma del ser, por parte del producto. Ha hilado, y su producto es un tejido» ( El Capital, I),
El hilo conductor de la reflexión teórica y de la actividad práctica de Harry Pross lo constituye su preocupación por aclarar y desmontar los aspectos alienantes y coercitivos de la sociedad. Para él, uno de los principales elementos represores estriba en la simbología verticalista, la superposición artificial de los valores, opuesta a la horizontalidad, a la yuxtaposición real de la existencia humana. Así, los hombres y los pueblos no viven unos encima de otros, sino que coexisten unos al lado de otros, Se opone, por ser injustificadas y represivas, a las teorías que defienden la supremacía de unos pueblos sobre otros, ya sea en el aspecto cultural o económico. Defiende, por tanto, el diálogo mutuamente enriquecedor entre los pueblos y las culturas del Norte y del Sur. En su opinión, la comunicación puede y debe contribuir al esclarecimiento de los símbolos coercitivos sociales, de la jerarquía de valores impuesta por los poderosos, denunciando la artificialidad de esos valores, su arbitrariedad. Una vez reconocidos como tales símbolos y no como fuerzas reales, perderán gran parte de su poder coercitivo y los hombres y mujeres podrán combatirlos mejor y ser más libres. Pross insiste, por tanto, en que ha llegado la hora de la clasificación, la hora de cuestionarse la calidad de la comunicación y no su cantidad. De ahí que su teoría de la comunicación reciba el nombre de crítico-relativista.
En su último libro, publicado en colaboración conmigo en la editorial HIRU, Atrapados en la red mediátiva. Orientación en la diversidad, Harry Pross habla de las antiguas (y modernas) coacciones que se ocultan en los nuevos medios. Desde una perspectiva profundamente humanista, analiza las insuficiencias de la red mediática, pone de manifiesto cómo los pocos utilizan la economía de señales para explotar a los muchos y enriquecerse a costa de sus carencias cognitivas y afectivas. Su objetivo no es otro que ayudar al ser humano a orientarse en la multiplicidad de medios, pero sin «infomediarios», término con el que se designa a las empresas que median entre consumidores y otras compañías.
A pesar de todo, no se puede prescindir de las conquistas culturales de la humanidad. Los periodistas que utilizan las últimas innovaciones tienen que dominar también las viejas técnicas de la investigación, la formulación y la publicación. Su trabajo se sigue apoyando en algo tan viejo como el alfabeto, la fantasía creadora, la capacidad para establecer relaciones extraordinarias con los elementos ordinarios de la realidad, el necesario distanciamiento ante el tema, el compromiso con el público, esto es, con el populicus, con el pueblo, y, sobre todo, llamar a las cosas por su nombre. No hacerlo es una felonía contra la libertad y la dignidad humanas. «Sólo lo que se denomina puede ser entendido», afirma Pross. Por lo tanto, la ilustración es necesaria.
Esta abundante actividad teórica se apoya y complementa con una larga y fecunda práctica en los medios: periódicos, revistas, radio, etc. Al terminar sus estudios de Sociología en Heidelberg quiso ser «redactor de chistes». Pero la revista a la que ofreció sus servicios al término de la II Guerra Mundial lo rechazó. Pero sí encontró trabajo como corresponsal en Alemania del Haagse Post (Amsterdam). Tras una larga estancia en EE. UU. dirigió la prestigiosa revista Deutsche Rundschau, luego fue coeditor de la Neue Rundschau, y redctor jefe de Radio Bremen.
Por otro lado, sus viajes y conferencias por Asia, Africa, América Latina, etc., le han permitido conocer de cerca unas sociedades y unas culturas con las que, hasta cierto punto, se solidariza. De ahí su insistencia en ampliar las relaciones Norte-Sur.
Contemplado desde el Sur de Europa, y tal vez desde América Latina, Harry Pross es un alemán algo atípico. Su modo de ser no responde al estereotipo que la literatura y los chistes suelen presentar del alemán o del profesor universitario germánico. Esta es la primera sorpresa agradable que se lleva uno como miembro consciente de la cultura mediterránea. Luego, a medida que se le conoce y trata, la estima que se siente por él aumenta, como ocurre siempre con los buenos poetas y artistas, con los hombres buenos en general.
Harry hace suyo en la práctica, y no sólo en la teoría, el principio de que la «Humanität beginnt mit der Aufmerksamkeit für andere Menschen». Esta respetuosa, cariñosa y solidaria atención que presta a los demás constituye su rasgo humanista por excelencia.
Sus viajes por «el Sur», puesto que geopolíticamente ha desaparecido lo que antes se llamaba Tercer Mundo, le han permitido acercarse a unas sociedades y culturas que comprende y acoge, enriqueciéndose él mismo y enriqueciendo a los demás.
Harry Pross es de los que cree que también se puede aprender de los otros y mejorar así la calidad de vida de todos, germánicos y latinos, los del Norte y los del Sur. Desde aquí se le agradece su disposición a compartir su sabiduría, su conversación y su tiempo, que es lo más valioso que posee el ser humano. Claro que para compartir hay que tener, y él no sólo tenía mucho, sino que, además lo daba, aunque a veces se llevase duros y lamentables desengaños.
Por lo que se refiere al periodismo, sostiene que el trabajo de los periodistas consiste en suministrar material escrito para que se pueda vender el periódico. O dicho en sus propios términos: «Los periodistas producen material sígnico que penetra en los sentidos, cerebros y sentimientos de otros, estimulándolos o no.» Los medios, constituyen el mayor factor económico del siglo XX. De ahí que el primer mandamiento de las redacciones debe ser tomar en consideración el principio económico, decisivo en última instancia. La concentración de capital ha agudizado la competencia de los monopolios mediáticos. Es cierto que el progreso tecnológico ha permitido transmitir cada vez más noticias a más gente en menos tiempo. Pero Pross está convencido de que los conflictos y contradicciones desatados por la comunicación aumentan, en vez de reducirse. La red mediática puede salvar a las personas, pero también puede destruirlas.
En el proceso general de heterodeterminación de los seres humanos se pone de manifiesto la función instrumental de la comunicación. La reflexión sobre los condicionamientos ajenos tiene carácter cognitivo. Esta dimensión cognitiva de la comunicación puede conducir a la autodeterminación, a la libertad, del ser humano.
Para Pross, el punto de referencia es el ser humano, o lo que Karl Marx llamaba el «ser individual social». Pero, aunque conoce muy bien a Marx, cita constante de sus libros, conferencias e incluso conversación privada, en filosofía se reconoce más kantiano que marxista. Por otro lado, a lo largo de su obra, y particularmente en sus últimos escritos y conversaciones, se observan algunos ramalazos anarquistoides, de los que él es plenamente consciente. Jamás perteneció a ningún partido. Entrar en uno, afirmaba, sería abandonar la libertad de opinión y subordinarla a los fines del partido. Sería como entrar en una religión y entregar la libertad personal a su iglesia. Esta circunstancia, junto con la profundidad de su análisis y el gracejo de su exposición, explicaría también las simpatías entre los estudiantes y el respeto que le ha tenido la izquierda alemana en general. Aunque guarda estrechas relaciones de pensamiento y amistad con la escuela crítica de Frankfurt, Pross guarda sus distancias originales con ella.
Mientras se mostraba pesimista ante las posibilidades de emancipación humana y política en Europa, era optimista cuando hablaba del futuro de América Latina. Es aquí donde veía el lugar de realización de los ideales de la Ilustración.
Finalmente, en el aspecto humano, Harry Pross poseía una generosidad, una cordialidad, una comprensión solidaria y un humor que lo ennoblecian. Las decenas y decenas de millones de referencias que aparece en Internet no pueden dar fe de nada de esto. Sí, en cambio, los afortunados que hemos disfrutado de su amistad. En mi caso, de casi tres décadas de estrecha amistad y colaboración. Porque, como afirma en su ensayo sobre la amistad, en esta sociedad de la fugacidad, los conocimientos, las amistades y las relaciones se estiman cuando aportan algún beneficio, tanto en política, como en los negocios o en el tiempo libre. Pero eso no es amistad, aunque así se llame. La amistad requiere del tiempo, y esto la vincula a la verdad.
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