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Sensato, realista y responsable… ¡si lo dice con soltura sonará armonioso!

Fuentes: Rebelión

En los últimos tiempos tres adjetivos calificativos se han hecho con el control del discurso político español. Me refiero, por supuesto, a «sensato», «realista» y «responsable». Juntos o por separado, parecen haber alcanzado tal prestigio que casi cualquier sustantivo al que acompañen adquiere dignidad de inmediato. Son el Armani de la Dialéctica y de la […]

En los últimos tiempos tres adjetivos calificativos se han hecho con el control del discurso político español. Me refiero, por supuesto, a «sensato», «realista» y «responsable». Juntos o por separado, parecen haber alcanzado tal prestigio que casi cualquier sustantivo al que acompañen adquiere dignidad de inmediato. Son el Armani de la Dialéctica y de la Oratoria. Todos sabemos hoy que el cambio ha de ser sensato, el gobierno responsable y el programa económico realista; que las medidas sociales deben ser igualmente realistas y los pactos responsables y los políticos sensatos y realistas y responsables… Los milagrosos adjetivos son además intercambiables, superponibles, rectos, recios, castellanos de bien y cumplen las propiedades de la suma (a saber, la asociativa y la conmutativa).

Las características definitorias de lo sensato, lo realista y lo responsable son, eso sí, patrimonio de unos pocos. De manera que si ustedes están pensando que el cambio sensato es aquel que garantice agua potable a los 1000 millones de personas que no disponen de él o comida a los 800 millones que pasan hambre, se equivocan. Lo sensato no pasa por hacer planes concretos para evitar las 24.000 muertes por hambre que se producen en el mundo cada día, y desde luego no pasa -ni muchísimo menos- por reducir la brecha económica que hace que el 1% más rico de la población posea tanto patrimonio como el 99% restante (o que las 62 personas más ricas del mundo acumulen el mismo que los 3600 millones más pobres, como hemos podido leer estos días). Tampoco lo responsable parece guardar relación alguna con la necesidad de dar respuesta al cambio climático, la contaminación o la pérdida de biodiversidad. No se trata de eso en absoluto. De hecho, lo sensato, lo realista y lo responsable es, mutatis mutandis, grosso modo -o exactamente, qué demonios-, aquello que garantice que las cosas sigan funcionando como hasta ahora. Es decir, aquello que garantice que las cosas sigan funcionando MAL.

La sensatez es patrimonio del poder y del miedo, pero no tiene nada que ver con la justicia social o la solidaridad. Ser responsable es, paradójicamente, no hacerse en modo alguno responsable de lo que les pase a los otros, a los demás, a los de fuera, por mucho que unos tracen los círculos con mayor radio que otros. En el centro siempre están -siempre estamos- los mismos.

El realismo sirve a menudo para camuflar ideas discriminatorias y para defender medidas que afectan negativamente a otros. Georges Bernanos, un escritor francés católico y conservador que contempló de cerca, escandalizado, las barrabasadas cometidas por el ejército franquista durante la guerra civil española, dejó escrito lo siguiente:

«El realismo es la buena conciencia de los hijos de puta. Todos los hijos de puta dicen: la realidad es ésta y no podemos sortearla. Y la realidad es aquello en lo que se sustenta su condición de hijos de puta

Amén.

Blog del autor: https://unhombrelento.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.