Si Hugo Chávez no renueva la concesión a Radio Caracas Televisión; mal, muy mal. Si el gobierno de Francisco Camps reforma la Ley del Sector Audiovisual para forzar la clausura de los repetidores que permiten la recepción de TV3 en el País Valencià, bien o normal. Esta es la única conclusión que es posible extraer […]
Si Hugo Chávez no renueva la concesión a Radio Caracas Televisión; mal, muy mal. Si el gobierno de Francisco Camps reforma la Ley del Sector Audiovisual para forzar la clausura de los repetidores que permiten la recepción de TV3 en el País Valencià, bien o normal. Esta es la única conclusión que es posible extraer de los últimos movimientos en el conflicto que dura ya años entre la Generalitat Valenciana y Acció Cultural del País Valencià. Al menos, es lo que se desprende de la escasa atención mediática que ha despertado este asunto en el Estado Español.
¿Censura? ¿Maniobra electoralista? La portavoz del ejecutivo valenciano, Paula Sánchez de León afirma que las críticas en este sentido son «exageradas y grotescas», que lo único que se ha producido es un «cese de emisiones que no se ajustan a la legalidad»; lo cual es cierto, dado que en diciembre el gobierno valenciano modificó la legislación ex profeso para impedir precisamente esas emisiones. Una modificación que, dicho sea de paso, es contraria a la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias.
Además, De León entiende que la recepción de TV3 en el País Valencià no tiene ningún impacto sobre la salud de la lengua propia ya que «según el Estatuto, la lengua de los valencianos es el valenciano, y no el catalán». Es bien sabido que son cosas muy diferentes a pesar de que el consenso general en la filología románica (Acadèmia de la Llengua Valenciana incluida) sostenga argumentadamente lo contrario. ¿A quién le importa la posición de las autoridades en la materia? El PP valenciano tiene su Estatuto y su mayoría absoluta. ¡Viva la muerte y muera la inteligencia!
El caso es que, con los defectos que se quiera (y que tiene), TV3 no solo es la mejor cadena televisiva de todo el Estado en lo que a programación se refiere, si no q ue ofrece un «especial respeto y protección» a la lengua propia de valencianos y valencianas que estos nunca podrán hallar en su canal autonómico. No creo que haga falta decir cosas sobre el Canal 9. Más o menos todo el mundo sabe el nivel que brinda.
Para rematar este esperpento, acaban por reeditar el cruce de acusaciones entre gobierno central y autonómico sobre la responsabilidad de la no recepción de TV3 en territorio valenciano alrededor de la concesión de un tercer multiplex para la TDT. Una representación de «poli bueno / poli malo» digna de la peor comisaría española. Que nadie se engañe: ambos son responsables. El gobierno Camps evita interferencias informativas en el remanso de paz mediático del País Valencià a pocos meses de las elecciones, y entabla una nueva batalla imaginaria contra el catalanismo. Pero es que los diversos gobiernos de PSOE no han actuado mejor. Recordemos la hostilidad manifiesta de Barrionuevo hasta la «inhibición» de Miguel Sebastián, pasando por la etapa de ministro de quien sería presidente de Catalunya, José Montilla. El ex-presidente catalán no tuvo problemas en dificultar las emisiones en territorio valenciano de TV3, en favor de La Sexta.
Y es que la escasa atención mediática es lógica. ¿A quién le importa este problema en España? A nadie. De la misma manera que a nadie, más allá de los afectados, le importa que el gobierno autonómico no garantice la enseñanza escolar en su querido valenciano-lengua-independiente, ni siquiera a aquellos que lo demandan. Tampoco a nadie ha parecido importarle el hecho de que un gobierno compuesto por verdaderos delincuentes de cuello blanco haya tolerado y fomentado las actividades criminales de la extrema derecha que tiene, en la «Comunidad Valenciana», un grato refugio. ¿Y qué me dicen de los ataques a personas, comercios o centros sociales sospechosos de ser «pancatalanistas»? ¿Quién se preocupa por que la derecha haya convertido el País Valencià en una especie de Ulster mediterráneo? Hoy ejercer algún tipo de activismo progresista y catalanista en València, por vago que sea, constituye poco menos que una actividad de riesgo. ¿Quién se escandaliza?
La única preocupación en materia «periférica» que se observa en España, a la derecha y a la izquierda, es que todo siga «atado y bien atado». Por eso, la mayor amenaza a la singularidad del País Valencià no es de ningún modo el proyecto de los Països Catalans. La mayor amenaza es la que siempre ha sido: España. Y como siempre, frente a esto, los valencianos y las valencianas están solos.
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