En septiembre no bato las palmas, no me alegro, no hablo de Vida porque cuando hablo de Vida quiero hablar de vida buena, de cuerpos libres y autodeterminados, de amores intensos, de deseos cumplidos… Sí, soy una amargada por septiembre porque septiembre es Patrias y Patrias son Genocidios, es Independencias que son Dependencias, es Gobiernos, […]
En septiembre no bato las palmas, no me alegro, no hablo de Vida porque cuando hablo de Vida quiero hablar de vida buena, de cuerpos libres y autodeterminados, de amores intensos, de deseos cumplidos…
Sí, soy una amargada por septiembre porque septiembre es Patrias y Patrias son Genocidios, es Independencias que son Dependencias, es Gobiernos, gente encaramada en el poder sobre la sangre de los otros, es Madre Patria, una matriarca conquistada, seducida y cómplice de la violación de sus hijas, es Familia y Propiedad, esclavas y patriarcas… No izo banderas, no me pinto tricolor y como no soy bipolar no celebro nada -nada más que el hecho de que estemos vivos, tú, todas y yo- a sólo días de haber llorado, rabiado y arrancado de los pakos desde el Río Mapocho al Cementerio…
Septiembre es maldito. En septiembre de 1541, una buena esclava, Inés de Suárez, en el territorio que ahora se llama Santiago de Chile, por una condecoración y un matrimonio, degolló a indígenas mapuche. Y en 1782, en La Paz fueron asesinadas Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, mujeres dignas, indígenas aymaras, comandantas, luchadoras contra el dominio imperial español. Traicionadas por algunos de los suyos y emboscadas, fueron encarceladas a fines de junio, y en el amanecer del día 5 de septiembre sus opresores las sentenciaron, las violaron, las azotaron, las pasearon desnudas montadas en un burro en la plaza colonial de La Paz, las arrastraron a puntapiés, luego las ahorcaron. Descuartizaron el cuerpo de Bartolina, a la que más odiaban por su poder, y exhibieron su cabeza clavada en la punta de una picota en los mismos caminos en que ella resistió…
En septiembre también Mónica Benaroyo Pencu fue descuartizada, fue decapitada a patadas por los milicos, enterrada viva hasta el cuello y pateada hasta matarla… en Arica, Chile, 1973. Esa joven viajera, mestiza de varios tonos, nacida en Rumania, crecida en Uruguay, habitante de Buenos Aires un tiempo y luego de Arica, había estudiado Filosofía, se ganaba la vida como traductora, se había venido a este doloroso país a trabajar en la alcaldía, era militante del Partido Comunista de Uruguay, y un decreto del maldito septiembre la expulsaba de Chile. Pero era un montaje: la verdad es que fue apresada y asesinada por mentes malditas y maldecidas por mí y por todas, de aquí hasta el fin del mundo -y después-… Porque septiembre es el cuerpo destrozado de un amigo que me empino a mirar… ¡¡¡Septiembre es Imperdón y así será, amén!!!
Septiembre, ahora es Pando. Indígenas cazados y torturados por los fascistas Jóvenes Cruceñistas y sus caudillos los prefectos derechistas.
No, no celebro.
No, no bailo cueca, gracias. Un remedo de alegría despojado de su ritmo negro, reducido a la ridiculez de machos cazando hembras, risas molestas y ¡¡¡aro, aro, aro!!! muecas vacías a costa de burlas a homosexuales y mujeres. Rodeos, patéticas fiestas. Torturadores con gorros y picos en los pies, punzando caballos, arrastrando, persiguiendo, triturando animales desesperados. Muy machos son los bestiales huasos con todo el poder de sus querencias, amparados en la cultura de la tortura. Tan machos como los bestiales pakos subidos arriba de unos caballos cansados, espantados y confundidos entre el humo, los balines, las bombas y la gente que corre. Tan espantados y confundidos como todos nosotros, atrapados entre un 11 y un 18, entre el odio y la risa falsa, cazados por la represión y asociados, una semana más tarde, con la cultura de la basura…
No, no tengo ni una pizca de patriotismo porque no tengo Patria, soy mestiza, sólo tengo una historia y un cuerpo -mi único territorio-, y como dice la Mashi: no quiero un lugar en la triste mesa de la corrupción y del olvido, septiembre maldito, paso…