En España nos encontramos con una situación peculiar. La izquierda institucional se divide continuamente. Durante el último año han aparecido partidos que se desgajan de Izquierda Unida, para seguir, curiosamente, en su seno. No hay quien entienda. Se declama la unidad y la cohesión, pero se practica la división. Los problemas se acrecientan y la […]
En España nos encontramos con una situación peculiar. La izquierda institucional se divide continuamente. Durante el último año han aparecido partidos que se desgajan de Izquierda Unida, para seguir, curiosamente, en su seno. No hay quien entienda. Se declama la unidad y la cohesión, pero se practica la división. Los problemas se acrecientan y la soluciones no llegan. Prima el protagonismo y el ansia de poder. En ocasiones mediocre, provinciano y caciquil, donde sólo se discute el nombre del próximo secretario general o regional, y no los principios, el proyecto y la obligación ética y política de elaborar un programa de acción abajo y a la izquierda.
El paraguas de la ineficacia es muy grande; en él se protegen las mafias internas. Las mafias despliegan sus malas artes para mantener y acrecentar, si es posible, el control de los mandos. El militante joven recibe un aprendizaje nefasto. Para tener protagonismo debe medrar en la organización. Pertenecer a un grupo, tener padrinos y callar a tiempo. La organización parece campo de batalla. Sus afiliados viven de reyerta en reyerta. Todo se negocia en la mesa de restaurantes de gourmet, entre café y café y anécdotas. Así se reparten el pastel. La secretaría general para mí, internacional para vosotros, organización ya veremos. Lo importante, la financiación. Puesto clave: tesorero. Esta realidad no creo que sea muy distinta en Francia, Alemania, Chile, México o Italia.
Las izquierdas que se han apalancado al interior del sistema han decidido convertirse en el pepito grillo de las inmoralidades del capitalismo. Pero han renunciado a los sueños de construir otro mundo. Un mundo donde quepan todos los mundos, donde la dignidad, la ética, el sentido democrático de mandar obedeciendo sea el principio que abra las ventanas para una vida en libertad, justicia social, equidad y democracia. Simplemente quieren obtener un porcentaje de alcaldes, diputados, senadores. Entre más, mejor. Así se hace ruido y se logran más votos.
En el último comunicado del EZLN, firmado por el subcomandante Marcos, ¿No los conocemos? Aparecen 10 principios sobre los cuales es posible reconocer a un no zapatista. Entre ellos destacan: si se quiere un cargo, nombramiento, homenajes, premios; si se tiene miedo; si se vende, rinde o claudica; si se toma muy en serio a sí mismo; si no se provoca escalofríos al verlo; si no da la sensación de que dice más con lo que calla; si es un fantasma de los que se desvanecen. Lo cierto es que tiene razón. Por ello, ser zapatista traspasa fronteras en el campo del pensar y del actuar de la izquierda cuyo objetivo es destruir, digo bien, destruir los mecanismos de dominación y explotación del capital que niegan la condición humana.
En medio de un capitalismo que se enroca, el campo de la izquierda institucional apalancada se encuentra yermo. En este contexto, el ¡ya basta! levantado en 1994 mantiene toda su vitalidad. Y no sólo por denunciar al mal e ilegítimo gobierno de Salinas de Gortari, sino por el compromiso expresado abajo y a la izquierda. El EZLN traspasó fronteras. No es un modelo. En la historia no existen, por mucho que lo propongan eruditos y manipuladores de opinión. Debemos contentarnos con la explosión de procesos políticos, sociales y luchas de resistencia afincados en las estructuras de poder de cada pueblo, nación y Estado. Existe colonialismo interno, dependencia, imperialismo, oligarquías, burguesías gerenciales, traidores y empresas trasnacionales. Contra ello se lucha. Las armas utilizadas son diversas y responden a realidades múltiples y disímiles. El EZLN ha tenido y tiene la virtud de recrear formas de resistencia y utilizar armas poderosas: la palabra digna, el silencio, el nosotros, el mandar obedeciendo y la ética política.
Ser zapatista en España no supone reproducir esquemas. No se trata de hacer solidaridad. Es una actitud, una forma de vida, una manera de actuar. Un comportamiento. Hoy, seña e identidad de todos cuanto abajo y a la izquierda, indignados, con digna rabia, anticapitalistas, excluidos y marginados, pueblos originarios, luchan y resisten al capitalismo. Su silencio en México es el nuestro en España. Su dignidad en México, la nuestra en España. Sus esperanzas en México, las nuestras en España. Son fortaleza contra la injusticia, la corrupción, la felonía y la traición. Nada nos separa, todo nos une. En eso consiste ser zapatista en España.
Pero el zapatismo es vilipendiado por quienes se sienten dueños de la verdad, del mundo y la única izquierda posible. En este ataque se busca su aniquilación, por medio de agresiones, provocaciones y actos de sabotaje. Sus comandantes son caricaturizados, descalificados y considerados lugartenientes del subcomandante Marcos, a la vez satanizado. Toda una parafernalia destinada a provocar desánimo en quienes militan en el zapatismo. Ataques espurios, vacuos, que al fin y al cabo acaban revirtiéndose hacia quienes los fomentan. Su uso demuestra incapacidad política de responder a las propuestas de autonomía, paz, justicia social, democracia, dignidad y libertad, levantada por el EZLN. No hay duda. Militar en el zapatismo es un orgullo y un deber. Hay que seguir siendo zapatista. No se puede dejar de serlo en este momento. Ni renuncia ni desaliento.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/01/05/index.php?section=opinion&article=016a1mun