Con una sensación de alegría por abandonar la cárcel, pero con la tristeza de dejar en su interior a «colegas» con los que ha estado estos meses, un sentimiento «contradictorio» era el que prevalecía en Xabier Salutregi tras dejar atrás la valenciana prisión de Picassent. Junto a él, también el vecino de Bermeo e igualmente […]
Con una sensación de alegría por abandonar la cárcel, pero con la tristeza de dejar en su interior a «colegas» con los que ha estado estos meses, un sentimiento «contradictorio» era el que prevalecía en Xabier Salutregi tras dejar atrás la valenciana prisión de Picassent. Junto a él, también el vecino de Bermeo e igualmente juzgado en el sumario 18/98 Juan Pablo Dieguez abandonó el jueves la prisión. Ambos han tenido que abonar 6.000 euros para recuperar la libertad.
El último director de «Egin», Xabier Salutregi, abandonó en la tarde del jueves la prisión valenciana de Picassent, después de que sus familiares abonasen la cuantía de 6.000 euros que fijó el día anterior la Audiencia Nacional española para decretar su libertad. El mismo día pudo abandonar la cárcel Juan Pablo Dieguez, igualmente juzgado en el sumario 18/98. El bermeotarra también tuvo que hacer frente al pago de 6.000 euros; mandato que, según afirmó su defensa, ya estaba cumplido en la mañana del jueves.
«La sensación de libertad, en estas condiciones por lo menos, es muy contradictoria», explicó Salutregi a GARA minutos después de que traspasase la puerta de la prisión valenciana y se reecontrase con sus familiares, después de que el pasado 30 de noviembre fuese detenido por la Policía española en Donostia para ejecutar la sentencia de doce años de prisión que le impuso el tribunal especial. Dieguez, a su vez, salió ayer de la prisión de Valladolid, después de que fuese la Guardia Civil el que lo detuvo para hacer frente a la condena de 11 años de prisión.
Sentimiento reencontrado
«Es como paradójico, pero, a la vez, contradictorio. Contradictorio en el sentido de que tú te vas, y te alegras, pero, por otro lado, ves las caras de los que han estado contigo allí, y siguen todavía allí. Y te quedas un poco mosqueado. Además, es la segunda vez que me pasa, y la segunda vez que me ha pasado lo mismo además; es un sentimiento que me lo he reencontrado otra vez. Y, no sé, lo pasas mal en el fondo; ellos también se alegran, pero… te queda ahí algo», manifestó a este diario un Salutregi emocionado.
Aunque el miércoles ya se conocía que el director de «Egin» iba a recuperar la libertad, Salutregi no tuvo conocimiento de la decisión hasta el jueves por la mañana «y de la manera más tonta». Preguntado por ello, aseguró que tuvo noticia de su abandono de prisión en torno a las 11.00, cuando otro preso político vasco le comentó que, después de hablar con su madre, ésta se encontraba preocupada «porque se iba a quedar solo».
Luego fue su abogado el que se lo confirmó.
Su salida de prisión, además, ha coincidido en que sea en vísperas de que se celebre el décimo aniversario del cierre de «Egin» por orden de los tribunales españoles y mediante decenas de policías españoles armados. «Sí, estaba ya recordándolo dentro», aseguró, a lo que, acto seguido, añadió que «`Egin’ es muy difícil de olvidar, por lo menos en mi caso, y creo que será difícil también para un sector de la población que sufrió, vivió, luchó, peleó y se alegró, y luego se entristeció, se enfureció y se indignó con el cierre».
El testimonio del vecino de Ea fue, además, uno de los más emotivos de todos los escuchados en ese interminable juicio que se desarrolló durante más de dieciséis meses en la Casa de Campo de la Audiencia Nacional española.
Denunció ante los tres magistrados encargados de enjuiciar el sumario abierto por Garzón que el diario que dirigía, y que tenía una trayectoria de dos décadas, «lo cerraron 200 hombres armados cuando allí sólo había papel y tinta. Con el periódico cerraron parte de mi vida, y también parte de la vida de los trabajadores que estaban conmigo y de los lectores que nos seguían con afecto».