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Entrevista con Arnaldo Otegi, portavoz de la Mesa Nacional de Batasuna

«Sería un inmenso error persistir en una estrategia que persigue la perpetuación del conflicto»

Fuentes: Gara

GARA entrevistó a Arnaldo Otegi, que ahora se encuentra encarcelado en una prisión española, horas después de que ETA hiciera pública su decisión de declarar un alto el fuego permanente para impulsar un proceso democrático en Euskal Herria. Un proceso que, como remarca Otegi, tiene que ser «de trabajo, de lucha, de acumulación de fuerzas […]

GARA entrevistó a Arnaldo Otegi, que ahora se encuentra encarcelado en una prisión española, horas después de que ETA hiciera pública su decisión de declarar un alto el fuego permanente para impulsar un proceso democrático en Euskal Herria. Un proceso que, como remarca Otegi, tiene que ser «de trabajo, de lucha, de acumulación de fuerzas en el terreno social, popular, electoral… porque nadie nos va a regalar nada». Considera que el encarcelamiento de dirigentes de Batasuna es una «agresión estructural más contra la izquierda abertzale» y en este nuevo escenario «debe cesar inmediatamente».

Esta entrevista con Arnaldo Otegi puede leerse en pasado, presente y futuro. Pasado, porque fue hecha en la tarde del miércoles 22 de marzo. Presente, porque sus reflexiones son plenamente vigentes pese a que a esta hora Otegi haya pasado su segunda noche en Soto del Real. Y futuro, porque el análisis apunta al horizonte:»Este partido será largo, con muchas prórrogas, pero la mayoría está con nosotros».

­Antes que nada, Arnaldo Otegi es portavoz de Batasuna. ¿Qué responsabilidad tiene Batasuna en la decisión de ETA?

En lo que es la decisión de ETA, ninguna. La responsabilidad está en el trabajo que ha hecho Batasuna durante estos años para generar condiciones que hacen posible esta decisión en un momento determinado. Es una decisión de ETA de una profundidad política innegable y que hace una contribución evidente a la búsqueda de soluciones políticas. Nuestra responsabilidad siempre ha sido crear las condiciones que permitirían iniciar un proceso de superación del conflicto político y armado con bases sólidas.

­¿Existen ya estas condiciones, por tanto?

Desde Anoeta, nosotros siempre hemos dicho que existe una oportunidad real de poner en marcha ese proceso. Hemos hecho un análisis correcto de la situación:la crisis de los marcos políticos ha llevado a casi todo el mundo a la certeza de que el futuro debe pactarse desde otros parámetros políticos. Nosotros en Anoeta no hicimos más que ponerle un método a eso. Ese ha sido el mérito de la izquierda abertzale.

­Pero, ¿cómo hay que entender esta decisión de ETA? ¿Es sólo un gesto de buena voluntad o un indicador de que ya hay unas bases sólidas pactadas?

A la espera de que ETA plantee con claridad cuáles han sido las razones que apunta en su comunicado, yo creo que ha observado condiciones objetivas y subjetivas que permiten poner en marcha un proceso democrático. Un proceso que concluya en un gran acuerdo que haga definitiva la resolución del conflicto político y armado. Sería una iniciativa de tregua permanente que no abre el proceso, sino que se suma a los esfuerzos ingentes hechos desde sectores populares de este país.

­Rodríguez Zapatero dijo que se siembra lo que se cosecha. ¿Le consta que haya sembrado?

Yo creo que Zapatero ha mantenido una actitud que nosotros algunas veces hemos valorado de manera positiva y otras de manera absolutamente negativa. El mayor paso que ha dado para crear condiciones es posiblemente la declaración del Congreso. Pero quien ha sembrado las condiciones ha sido fundamentalmente la izquierda abertzale y todos los sectores que han peleado en este país por construir esta oportunidad. Es conveniente recordarlo ahora en que todo el mundo se pone medallas y parece que todo el mundo ha contribuido. Los que hemos construido esta oportunidad somos los hombres y mujeres de la izquierda abertzale, las gentes que han colaborado con nosotros en el Foro de Debate Nacional, los que están en la estrategia de la construcción nacional, los que están en la defensa de los presos, los que nos vamos a manifestar el 1 de abril…

­Muchos portavoces políticos apuntaban al alto el fuego como ese «punto cero» a partir del que todo debe empezar a rodar. ¿Empezando por dónde?

Para nosotros, eso es un error. El proceso no empieza el día 24, se estaba gestando desde hace unos meses. El futuro de este proceso depende fundamentalmente del pueblo vasco y de que los agentes políticos, sociales y sindicales que lo representamos seamos capaces de abordar de una vez por todas, de manera definitiva, un escenario de paz estable, justa y duradera para este país. Y eso significa asumir una regla de arit- mética democrática: que todos aceptamos lo que deciden los vascos. Esa es la gran contribución de la izquierda abertzale a esta coyuntura política. La última aportación fue la movilización de Santurtzi y de Portugalete, y la jornada de huelga y movilización. Quienes estuvieron ahí son los que más se han comprometido con esta oportunidad, y a ellos se les debe.

­¿Entramos ahora en una fase de iniciativas bilaterales, y no de gestos meramente unilaterales como hasta ahora?

Ahora mismo entramos en una etapa en que la responsabilidad exige que nadie juegue cartas de manera unilateral, sino de manera acordada. Lo que a nosotros nos corresponde es intensificar aún más el grado de relación política con el resto de formaciones y avanzar en la construcción de bases sólidas y un acuerdo que permita crear una mesa multipartita que ponga en marcha el proceso.

­¿Esos contactos deben ser ya públicos?

Creo que todavía atravesaremos una fase en que estos contactos se harán con una cierta discreción. Entre otras cosas, esta oportunidad ha sido posible porque se han mantenido con cierta discreción desde hace años. Hay que tomarse las cosas con cierta prudencia. El nivel de confianza que se ha podido demostrar y el hecho de que dirigentes del PSOE y de la izquierda abertzale hayamos mantenido abierta una vía de comunicación por encima de coyunturas electorales y partidistas es, entre otras cosas, lo que ha hecho posible esto.

­Durante los últimos meses se ha utilizado contra Batasuna esa frase de Anoeta de «sacar el conflicto de las calles para llevarlo a la mesa de negociación». ¿Cómo hay que leerla a día de hoy?

Como antes, en los mismos términos en que se planteó. Esa frase que dije en Anoeta se ha intentado manipular al máximo. En primer lugar, desde el punto de vista de cualquier militante de izquierdas está claro que la calle es un instrumento para el protagonismo de la gente, del pueblo, así que nadie va a dejar de luchar en la calle. Otra cosa es que eso se exprese de una determinada manera. Lo que hicimos entonces fue recoger unas palabras de Alec Reid, en el sentido de sacar el conflicto de parámetros de confrontación armada o violenta de las calles para llevarlo a una mesa de negociación y resolverlo. Pero no vamos a renunciar al protagonismo popular en la calle. Esa nos parece además una medida de higiene democrática que puede permitir avalar el proceso.

­Siempre han alertado ante provocaciones, y en las últimas semanas han quedado claras. Pero, a partir de ahora, ¿pueden aumentar incluso? ¿Y en qué ámbitos?

En un proceso de estas características, las provocaciones se pueden mantener desde ámbitos que le tienen un extremado temor a un escenario democrático. Hemos oído a líderes políticos de la derecha extrema española decir que los militantes se deben preparar para una fase dura…. parece que ahora las fases duras son las treguas de ETA. Con eso no hacen más que mostrar la extrema debilidad de sus posiciones políticas. En un debate político son incapaces de mantener sus posiciones, porque saben que tenemos razón, saben que nadie puede negar el carácter de nación a este país y saben que nadie sensato puede decir que los vascos no tenemos razón a decidir nuestro futuro. Esa es su gran debilidad, y nuestra gran fortaleza. Yla izquierda abertzale va con enorme fortaleza a ese proceso porque sabe que lo que va a defender en esa mesa es lo que piensa la gran mayoría de la sociedad vasca, y me atrevería a decir que una gran parte de la opinión pública española progresista. Porque mantener hoy que está bien el derecho a decidir de Montenegro o del Sáhara y negárselo a los vascos es una posición extremadamente difícil de mantener.

­¿Le parece positivo que Rodríguez Zapatero se refiera, en la primera declaración tras el alto el fuego, a su confianza en la sociedad vasca?

Yo no sé si él tiene confianza en la sociedad vasca, nosotros tenemos una confianza extrema. Y estamos convencidos de que, con la evolución política que se ha dado en los últimos años, hoy difícilmente es compatible un escenario de no reconocimiento del derecho a decidir del pueblo vasco con la aspiración de la mayoría de esta sociedad. Desde la ingeniería política y la inteligencia, esa mesa tiene que contribuir a hacer de una regla de juego democrática, como es el derecho a decidir, una aproximación política para todos los sectores de este país. El día en que todos los sectores políticos de este país reconozcamos a Euskal Herria en su ámbito geográfico y reconozcamos la capacidad de decisión como norma de convivencia primera, ese día habremos hecho una gran contribución para vertebrar la nación vasca en términos cívicos y en términos democráticos.

­Esas agresiones de las últimas semanas tenían seguramente una finalidad clara, que era presentar que la izquierda abertzale llegaba forzada a este momento. ¿Le preocupa que se mantenga esa lectura en clave de debilidad?

No me ha preocupado nunca. La fortaleza de un sector no se mide en función de lo que ha pasado en las últimas 24 horas. ¿Dónde está la fortaleza de la izquierda abertzale? Está en haber derrotado la transición política española, en haber puesto en crisis los marcos políticos, en haber instalado en el debate político el derecho a decidir y la territorialidad, y en saber que hoy la mayoría del pueblo vasco acepta con naturalidad que Euskal Herria es una nación de siete territorios, plural, y con derecho a decidir en paz y en libertad. Esa es la gran victoria. Que golpeen estructuras nos hará más o menos daño, pero nuestra fortaleza es el pueblo, no hay más fortaleza que el pueblo. Y por eso acudimos a este proceso con absoluta fortaleza, confianza y tranquilidad política, porque lo que vamos a defender en esa mesa es lo que defiende la mayoría del país.

­¿Ve factible que en este escenario el Gobierno español ordene su encarcelamiento?

Sí lo veo factible. Otra cosa es que eso haría difícilmente entendible la credibilidad propia del proceso. Pero ya ha ocurrido con Juan Joxe Petrikorena, con Juan Mari Olano… Lo que está claro es que hay una agresión estructural contra la izquierda abertzale, en términos de Audiencia Nacional, de persecución policial, de informes policiales, de apartheid político… Por tanto, no es una agresión contra Arnaldo Otegi, Olano o Petrikorena, es una agresión estructural contra la izquierda abertzale, que en esta situación debe cesar inmediatamente. Es evidente que si no es así, estaremos construyendo algo que no tiene bases sólidas.

­¿A quién le perjudicaría más la decisión de encarcelarle?

En estos momentos el encarcelamiento de Arnaldo Otegi, como el de Juan Joxe Petrikorena o el de Juan Mari Olano, pone la pelota en el tejado del Estado. La izquierda abertzale ya ha acreditado suficientemente cuál es su nivel de voluntad y de compromiso con un escenario nuevo. Si una vez acreditada esa voluntad se persiste en una estrategia que persigue la perpetuación del conflicto, sería un inmenso error. Confío en que el Estado español y su gobierno serán capaces de entender que una dinámica de ese tipo conduciría al proceso a una falta de credibilidad que puede no ser imprescindible, pero sería muy importante.

­Dentro del PSOE se han oído reflexiones muy diversas sobre la figura de Arnaldo Otegi, sobre su condición de interlocutor o no… ¿Qué conclusión ha extraído de todo eso?

La izquierda abertzale siempre ha mantenido que tiene una interlocución colectiva. Tenemos suficientes recursos humanos para mantener el nivel de interlocución con el Estado español y con el francés. Me niego a hacer un debate sobre la interlocución personal. Yo no represento a Arnaldo Otegi en una mesa, yo represento a un sector popular que ha combatido en este país, ha ganado una batalla política y sigue luchando. No me interesa cuál es la predisposición del PSOE a reconocerme como interlocutor. Al final, tiene que reconocer a la izquierda abertzale y a su interlocutor. No hay proceso sin Batasuna en la mesa, no hay proceso sin que Batasuna recupere todos sus derechos. Y las agresiones contra Batasuna y contra sus militantes son agresiones contra el proceso, contra la interlocución que es Batasuna.

­Hay otro espacio en el que el Estado español está jugando muy duro, que es el de los presos. ¿Qué debe pasar con esta cuestión ahora?

Tenemos que ser especialmente prudentes al tratar este tema. Nos tenemos que dar cuenta por un lado de que el Estado y el PNV tienen interés en hacer ver que este proceso es de «paz por presos», cuando nosotros insistimos en que es un proceso de «paz por democracia y justicia para el pueblo vasco». Pero, dicho esto, es evidente que el nivel de represión y de agresión al Colectivo en las cárceles españolas y francesas tiene que desaparecer. En primer lugar, porque el Colectivo de Presos tiene que ser un agente que colabore en este proceso, y para eso hay que respetarle su dignidad y su capacidad de actividad política.

­Mirando a anteriores procesos que finalmente no llegaron a buen puerto, ¿qué enseñanzas tiene especialmente en cuenta?

En primer lugar, saber que éste es un proceso largo, duro y difícil. Zapatero lo dice, y nosotros lo corroboramos. En segundo lugar, que éste es un proceso de lucha: hemos alcanzado un gran primer estadio, que es obligar a todo el mundo a compartir con la izquierda abertzale la reflexión de que hay que sentarse en una mesa y acordar nuevas bases políticas para este país, hablar de qué es Euskal Herria y cómo se respeta su capacidad de decidir. Y lo que hay que entender ahora es que éste es un proceso de trabajo, de pelea, de lucha, de acumulación de fuerzas en el terreno social, popular, electoral… Nadie nos va a regalar nada, hay que seguir peleando. Yo creo que ésa es la enseñanza fundamental. El proceso de negociación y su culminación con éxito no dependen tanto de lo habilidosos que seamos en una mesa, sino de que la izquierda abertzale represente en esa mesa, junto con otros, las aspiraciones populares mayoritarias. Y esas aspiraciones populares se tienen que manifestar en la vida social, política y sindical, porque ésta es la mejor garantía de que el proceso culmine con éxito.

­¿Qué actitud espera del PNV? Tras Lizarra ustedes dijeron que uno de los errores fue que pactaron con una parte del PNV, pero no con todo el PNV. Y esa división entre dos sectores parece ahora más patente que nunca, ¿no es así?

El PNV es percibido ahora mismo por el pueblo vasco como un partido dividido en dos, pero hay que tener en cuenta que manda quien manda, y quien manda no son precisamente los sectores más entusiastas con la situación de Lizarra-Garazi. No esperamos grandes cosas del PNV. Esperamos que en primer lugar va a ser un aliado fiel del Estado, y que por lo tanto va a jugar más a ser quien intente hacer la síntesis entre las posiciones del PSOE y la izquierda abertzale que a mantener posiciones firmes en términos democráticos y nacionales. Con eso hay que contar. Pero otra cosa es si ese PNVtiene capacidad de maniobra o no para hacer una chapuza como hace 30 años. Y pensamos que no la tiene. La única garantía para que eso no se vuelva a repetir es que haya un polo popular, yo diría que mayoritario, que plantee desde el inicio una posición firme de defensa de Euskal Herria como nación y del derecho a decidir. No le podemos permitir al PNVbajar de ahí en esa mesa de negociación. A partir de eso, tenemos bastante claro que el PNVde Imaz, el de la Declaración de San Ignacio, el que nos apaleó en Santurtzi y Portugalete, es un PNV que va a jugar de aliado con el Estado, porque el único objetivo que tiene en este proceso es que si se puede alcanzar un escenario de no-conflicto tiene que seguir gestionando las instituciones de Gasteiz y haciendo negocio.

­¿Es un riesgo añadido que el PNVse haya quedado fuera de las fotos de impulso a este proceso? No estuvo en el BEC, no estará en la manifestación del 1 de abril…

Simplemente es coherente con la Declaración de San Ignacio. Allí le dice al Estado una cosa bastante sencilla:para resolver el conflicto hay que aceptar la capacidad de decisión al pueblo vasco, pero a partir de ahí la garantía es que el PNV no va jugar a crear un Estado independiente. A partir de esa renuncia independentista, se ofrece como aliado fiel del Estado. Le dice «yo, que soy un partido hegemónico [por ahora, diría yo], te garantizo que no voy a crear un Estado independiente». Es lo que ha hecho Convergencia i Unió en Catalunya. Pero aquí el PNVtiene varios problemas: uno, que la mayoría del país ya no está para esas chapuzas;y dos, que sus propias bases digerirían mal una chapuza como hace 30 años. Pero a partir de ahí el PNVva a actuar como aliado del Estado, sin duda.

­Habla de un proceso largo, duro y difícil, pero ¿cuánto de largo, duro y difícil?

Pues hasta que se resuelva. No sabemos cuánto puede durar eso, pero hacemos la previsión de que un conflicto que dura siglos difícilmente se arregla en meses. Y por lo tanto es un proceso que va a vivir altibajos, momentos difíciles, presiones importantes… Un proceso en el que va a haber que pelear, movilizarse, trabajar en las instituciones. Hay que tomarse esto como un gran maratón. Vamos a saltar al campo; si saltamos, eso significa que hemos pactado las reglas del juego, pero el partido va a ser largo, con muchas prórrogas, y esperemos que al final se desarrolle en condiciones democráticas y obtenga un resultado favorable a los intereses populares de este país. Nosotros tenemos una ventaja:la mayoría del público está de acuerdo con lo que nosotros decimos.

­¿La izquierda abertzale tiene ya medido cómo dar respuestas a los escollos que se presenten:la cuestión de los presos, la de las víctimas…?

Evidentemente, va a haber quien va a utilizar temas sensibles para tratar de poner obstáculos, pero lo que yo transmitiría es una reflexión y un con- cepto que en su día utilizó Tomás Borge en la revolución nicaragüense:la paciente impaciencia. Hay que ser lo sufi- cientemente paciente como para saber que las cosas no cambian de la noche a la mañana, y hay que tener todos los días la impaciencia de que las cosas cambien lo más rápidamente posible. Pero siempre mirando el proceso desde una cierta perspectiva. Hoy me atrevería a decir que hay un alto el fuego permanente de ETA, que hemos hecho todo un recorrido en el Foro de Debate Nacional, que está el Acuerdo Democrático de Bases, que está la manifestación del 1 de abril, y que hoy todo el mundo está contento porque ETA ha hecho una apor- tación a ese esfuerzo colectivo, pero mañana los familiares de los presos van a seguir visitándolos, los presos van a seguir estando presos, nosotros estamos convocados en la Audiencia Nacional, las fuerzas de ocupación no se han ido del país… En resumen, estamos al inicio de un proceso largo.

­¿Cómo convencer a los escépticos de que ésta es la buena?

Hombre, hasta hoy la pregunta era «por qué usted es optimista y qué datos tiene». La gente tiene que tener confianza en una cosa: cuando la izquierda abertzale ha dicho cosas, más tarde o más temprano se ha demostrado que son verdaderas. Lo que ha ocurrido hoy certifica que cuando estábamos diciendo que en las próximas semanas veríamos acontecimientos era verdad: no sólo esto, sino la foto entre UGT y LAB… Todo esto nos hace ser conscientes de que hay que tener confianza en la gente, en nuestras propias fuerzas. Nadie nos va a regalar nada, hay que seguir peleando, pero tenemos una gran oportunidad que ha construido fundamentalmente la izquierda abertzale. Hay que aprovecharla. ¿Para qué? Para ganar un escenario democrático. ¿Para qué? Para seguir luchando por la independencia y el socialismo.

­¿Y qué esperan del ámbito internacional, qué puede aportar?

Es fundamental un compromiso, sobre todo del ámbito europeo. Los vascos somos un problema europeo, que afecta a dos estados de la UE. Hoy hay una lupa sobre este país,y tenemos que aprovecharla para hablar con el mundo, para decirle que los vascos simplemente queremos votar, decidir, que se respete nuestra condición nacional, nuestros derechos lingüísticos… La comunidad internacional puede jugar un papel de garante en este proceso.

Lo antes posible. Otegi no quiere poner plazos a la mesa multipartita que es la clave de la solución, pero se niega a que «se alargue innecesariamente». Avisa de que hay un riesgo de descafeinarla y su final no está escrito.

­En esos años de conversaciones con partidos como el PSE, ¿han hallado ya los anclajes sólidos que buscan para la mesa?

Estamos trabajando en ello. En su día, de manera pública planteamos que para construir esa mesa de diálogo y de resolución hacía falta compartir un diagnóstico, unos principios, unos compromisos, un método de toma de decisión, una cobertura internacional… Estamos en ello. Esta situación de ahora lo que va a permitir es desbloquear definitivamente, si existe voluntad real, esa búsqueda, para que ese acuerdo sea posible en las próximas semanas. Porque ahora ya se han acabado todas las excusas.

­Entonces, ¿se puede decir que la mesa es ya irreversible, pero que aún no se sabe qué se hablará y cómo?

La situación actual nos permitiría decir que desde la lucha de la izquierda abertzale, el desgaste de los marcos y la percepción popular mayoritaria, hay una certeza de que la partición territorial y la falta de la capacidad de decisión son un fracaso político. Curiosamente, he oído a un dirigente del PP decir que los marcos que se imponen son marcos que no duran. Me encantaría que se aplicaran el cuento. Todo lo que se ha impuesto aquí es un fracaso político y no ha hecho más que generar conflicto. Por lo tanto, de lo que se trata ahora es de abordar el futuro en parámetros diferentes. ¿Qué es lo que hemos conseguido? Certificar que esos marcos están en crisis. Certificar que todo el mundo entiende que hacen falta bases políticas nuevas. Certificar que eso hay que hacerlo de manera negociada y acordada. Certificar que en esas mesas y foros multipartitos hay que abordar el tema de la territorialidad y la existencia del pueblo vasco y de su derecho a decidir. Ese es el estadio alcanzado. A partir de ahí, va a ser una pelea larga, difícil, y en la que no está escrito el guión final.

­Entonces, ¿se acepta, por ejemplo, darle cierto tiempo a la creación de la mesa de partidos políticos, como proponía Josu Jon Imaz hace semanas?

Josu Jon Imaz tiene un problema. El entiende que construir la mesa de partidos al mismo tiempo que se da la tregua avalaría las tesis de la izquierda abertzale durante 30 años.Pero yo creo que esas tesis ya han quedado absolutamente avaladas. Nadie le niega ya la razón histórica y política a la izquierda abertzale. Eso es tan evidente como el fracaso de quienes hace 30 años intentaron construir un marco político que no ha provocado más que sufrimiento, partición territorial, falta de soberanía, etcétera. Sin prisas pero sin pausas, de lo que se trata ahora es de que la responsabilidad de los partidos permita construir una mesa o foro lo antes posible. Sin ponernos plazos, pero sin que eso se alargue innecesariamente.

­¿Sigue existiendo el riesgo de que esa mesa se conforme sobre otro apoyo, que sea una mesa de reforma estatutaria, por ejemplo?

Ese riesgo siempre está ahí, aunque creo que la evolución de la sociedad vasca no lo hace factible. Aquí todo el mundo es consciente, le guste o no, de que esa mesa tiene que tratar de resolver el conflicto político. Y el conflicto existe no porque tengamos o no competencias en Seguridad Social, sino porque no se nos reconoce como nación ni se nos reconoce el derecho a decidir. Eso es lo que hay que desatascar y someter a consulta en toda Euskal Herria.

­Ibarretxe ya ha abierto otra ronda de partidos para intentar ponerse a la cabeza de lo que pueda ser una mesa multipartita. ¿Cómo lo ve Batasuna?

Cuando el lehendakari ha planteado la salida en términos de contenidos políticos, de Euskal Herria, de capacidad de decisión, nosotros lo hemos valorado positivamente siempre. Sobre una mesa liderada por él, nosotros siempre hemos dicho lo mismo: esa mesa no puede tener exclusiones políticas ni territoriales, y por eso no hay mesa en el Parlamento de Gasteiz, no hay mesa en Vascongadas, hay que habilitar un foro de carácter nacional. El lehendakari tiene estructuralmente dificultades para poder liderar eso. Y, para aclarar definitivamente el tema de los liderazgos, porque todo el mundo sale ahora en la foto diciendo que ha contribuido enormemente, lo que decimos es que el proceso es del conjunto del pueblo vasco y el liderazgo tiene que ser compartido por todos los que participemos. No hay liderazgos estrellas en este proceso, todos tenemos que ser los líderes porque al final es un proceso del pueblo vasco, no de ETA, ni de la izquierda abertzale, ni del lehendakari, ni de Miguel Sanz, ni de Carlos Chivite, ni de Daniel Poulou…

­El desenlace del caso del Estatut, ¿les descorazona de alguna manera? Carod-Rovira ha concluido, por ejemplo, que es imposible que Madrid reconozca que existen otras naciones…

De Catalunya hay que extraer bastantes lecciones. En primer lugar, lo que se ha planteado desde el Parlament es una reforma estatutaria, cosa que nosotros no planteamos. Nosotros planteamos una resolución del conflicto, y lo hacemos en una mesa de partidos, no en sede parlamentaria. En segundo lugar, si se alcanza un acuerdo entre las formaciones políticas vascas, no ha lugar a volver a negociar eso en Madrid. En Madrid sólo se negocia la aplicación de ese acuerdo, y todos debemos tener la firme determinación de defenderlo de manera unánime. Y otra gran lección es que la falta de movilización popular en Catalunya, donde se ha pospuesto casi al momento del fracaso, es un gran error, dicho sin ningún ánimo de injerencia ni crítica. El pueblo debe empujar el proceso desde el primer momento en la dirección que interesa a la mayoría popular, que es resolver el conflicto en estos términos: Euskal Herria es una nación que tiene derecho a decidir, de la manera que acordemos los agentes políticos.