Lina Khalifeh, cinturón negro en taekwondo y experta en artes marciales, abrió en 2012 la primera academia de defensa personal feminista en Oriente Medio
Empezó en el sótano de casa después de que una amiga apareciese con marcas en la cara por los golpes de su hermano y de su padre. Desde entonces, Shefighter ha entrenado a más de 15.000 mujeres
«A las mujeres les cuesta admitir que hay violencia. Aunque lo sufran, no quieren verlo. Prefieren vivir donde no tengan que luchar contra el sistema».
Lina Khalifeh había recibido una mala nota en la universidad y estaba muy enfadada. El tipo que la acosaba verbalmente a diario pensaba que, como siempre, no pasaría nada por burlarse de ella una vez más, pero no tenía ni idea. «Le dije que se levantase», recuerda Khalifeh. «Me empujó e inmediatamente utilicé una patada de taekwondo que se me daba muy bien y que consiste en levantar la pierna hasta arriba y golpearle directamente en la cara». En menos de un segundo el chico estaba en el suelo y Khalifeh, cinturón negro, no le volvió a ver.
Otro día de universidad, su amiga apareció con marcas en la cara. Había recibido una paliza de su hermano y de su padre. «¿Por qué no haces algo?», le preguntó. «No podemos hacer nada», respondió su amiga. Las artes marciales habían hecho pensar a Khalifeh que las mujeres, en cambio, sí pueden hacer algo contra la violencia: defenderse física y psicológicamente. «Al final todo es mental», señala durante una entrevista con eldiario.es en el marco de la conferencia ‘Women4Mediterranean’, organizada en Lisboa por Unión por el Mediterráneo.
Entonces Khalifeh abrió el sótano de su casa para formar a mujeres en artes marciales y empoderarlas contra la violencia machista. Shefighter es la primera academia de defensa personal feminista en Oriente Medio, afirma orgullosa. En 2012 salió del sótano y se instaló en un gimnasio y, a día de hoy, ha formado a más de 15.000 mujeres, incluidas 2.000 refugiadas sirias.
«Cuando estás entrenada en artes marciales, la gente se da cuenta que tienes confianza en ti misma y no se acerca. Irán a por personas sin confianza e intentarán acosarlas», explica. Sin embargo, poner en marcha su proyecto fue muy duro. «Al principio, ni hombres ni mujeres lo apoyaban. A las mujeres les cuesta admitir que hay violencia y no quieren salir de su zona de confort. Aunque lo sufran, no quieren verlo porque prefieren vivir donde no tengan que luchar contra el sistema».
Por ello, antes de cualquier entrenamiento físico, Shefighter imparte talleres de concienciación. «Siempre hay una o dos mujeres que te atacan directamente o que intentan romper el grupo, pero lo hacen porque tienen miedo», afirma. Con el éxito de su academia, Khalifeh ha roto el esquema mental de muchas de ellas que no concebían enfrentarse a un sistema machista que nunca les enseñó a defenderse.
Dania Natsheh se unió a Shefighter en 2014. «Buscaba un sitio solo para mujeres porque soy ‘hiyabi’ [usa el velo] y quería encontrar un sitio en el que me sintiese cómoda», cuenta. Las llaves, puñetazos y patadas convirtieron su timidez y falta de autoestima en confianza y actualmente es una de las entrenadoras de la academia.
Natseh reconoce que es muy difícil cambiar la mentalidad de las mujeres. «No creen en sí mismas y vivimos en una comunidad en la que se nos enseña a pensar de este modo, pero ellas no tienen la culpa», señala.
«Las mujeres en Oriente Medio están oprimidas. Si viven bajo el control del hombre, está bien, pueden vivir tranquilas, pero si deciden que no quieren vivir bajo el control del hombre, entonces se enfrentan a amenazas y a una larga lucha», afirma Khalifeh. «En Jordania, por ejemplo, no hay movimientos feministas», añade.
¿Vas a enseñar a nuestras mujeres a golpearnos?
La historia de Khalifeh con el taekwondo y las artes marciales empieza cuando solo tenía cinco años y «había más academias de taekwondo que supermercados». El taekwondo no era un deporte más en Jordania. Era el deporte (solo para hombres y alguna mujer despistada). Su primo tenía una academia y sus padres le apuntaron. «Se convirtió en una pasión». Años después, su padre cambió de opinión y le pidió que dejase el taekwondo porque no era un deporte para chicas. «¿Y me lo dices ahora que soy cinturón negro?», contestó Khalifeh.
Con 21 medallas de oro, tres de ellas internacionales, y entrenando para los Juegos Olímpicos, Khalifeh se lesionó la rodilla y tuvo que dejar el deporte de alta competición. «Tuve que renunciar a mi sueño», lamenta.
La academia de Khalifeh, convertida en un negocio sostenible, ha recibido la ira de hombres enfurecidos, muchas veces a modo de denuncias. Khalieh recuerda un caso en el que una mujer utilizó técnicas de defensa personal contra su marido y este denunció a la academia por entrenarla. También cuenta otro caso en el que una mujer, Lubna, que iba a ser acosada sexualmente golpeó al atacante una y otra vez hasta hacerle llorar, le denunció y fue condenado a tres años de prisión por acoso sexual. «Los atacantes son unos cobardes», afirma.
– ¿Vas a enseñar a nuestras mujeres cómo golpearnos?
– No voy a enseñar a tu mujer a golpearte, voy a enseñarle a defenderse de varios tipos de violencia. Así que si estás generando violencia, ya sabes la respuesta.
Es una conversación que tiene a menudo cuando imparte talleres a hombres. Según datos oficiales de 2013, casi una de cada cuatro mujeres en Jordania ha sufrido alguna vez violencia sexual o física por parte de su pareja. El porcentaje se reduce a un 14% si la respuesta se limita a los últimos 12 meses. Pero Khalifeh insiste: «Los maridos siempre tienen miedo de sus mujeres y los atacantes son unos cobardes».