Recomiendo:
0

Si de filosofía se trata

Fuentes: Rebelión

A propósito del libro de Michael Heinrich y los comentarios que ha generado, sin otro deseo que contribuir al debate, hago a continuación algunas consideraciones que me parecen pertinentes. Se ha hablado de que a Heinrich le falla la representación. En realidad, siendo consecuentes con la dialéctica, la representación es un problema por sí sola. […]

A propósito del libro de Michael Heinrich y los comentarios que ha generado, sin otro deseo que contribuir al debate, hago a continuación algunas consideraciones que me parecen pertinentes.
Se ha hablado de que a Heinrich le falla la representación. En realidad, siendo consecuentes con la dialéctica, la representación es un problema por sí sola. Esta, nos crea siempre una identidad formal de lo que pensamos, lo que limita el contenido de dicha forma. Cualquier representación termina por delimitar al objeto en unas pocas determinaciones -cualidades-, que serán las que marquen las pautas del análisis. En todo caso, plantearse una representación, es ya un signo de la ausencia de la profundización en la dialéctica hegeliana.
Se habla también de los verbos ser y parecer, de su uso. Solo me referiré al primero. Una de las cuestiones más criticadas por la dialéctica a la metafísica, es la de una idea de decir es», de decir «esto es». Al igual que en lo mencionado en las líneas anteriores, al usar el verbo ser -en cualquiera de sus conjugaciones-, se está definiendo al objeto en cuestión en unas pocas determinaciones que suelen ser identidades formales. Es decir, la dialéctica estudia los objetivos como tales, en auto-movimiento, y al decir «es» y ponerle un adjetivo -que delimita-, ya se cae en la metafísica. Claro está que no se puede hablar sin dicho verbo. Desde la dialéctica hegeliana se aprende que la lógica queda atrapada en el lenguaje, y no le queda más remedio, que usar sus signos formales, pero hay que saber que el uso de estos es una trampa al pensamiento. Un debate sobre cómo usar el verbo ser, es desconocer la postura desde la dialéctica hacia este. Además, de que esa ha sido una de las principales críticas a la metafísica, incluso desde otras corrientes como el pos-estructuralismo.
El concepto de sustancia en Marx es otra cuestión. Me alegra que se asuma que este viene de Hegel. Pues desde ahí hay que pensarlo. La sustancia no es otra que el propio pensamiento. Es a través de éste que nos relacionamos con el mundo, y la sustancia del pensamiento, es el propio pensamiento. Así, la sustancia de las relaciones sociales, es la subjetividad social a través de la cual, los hombres conscientemente construyen relaciones condicionadas de reconocimiento. Por ejemplo, si algo es dinero, lo es porque la sociedad lo considera -reconoce, valora- como tal. De eso van las relaciones sociales: relaciones conscientes donde se reconoce algo de alguna manera, con cierta capacidad y función. Hay que señalar que nada tiene que ver eso con subjetivismos, porque del propio método dialéctico va la manera de explicar que estas relaciones son objetivas, y que no se dan de manera arbitraria por el hombre, sino que se construyen sobre las anteriores relaciones, y como resultado de la evolución de estas.
Se debe mencionar el tema de la sustancia sujeto. Pues sí, la sustancia para la dialéctica es sujeto también, algo que se heredó de la filosofía de Spinoza. Al ser el valor sustancia sujeto, se hace referencia a que este es sustancia en auto-movimiento, que se va traspasando -y ganando en determinaciones-, en complejidades de su forma (mercancía, dinero, capital). Este el valor-, está presente en todas esas relaciones mencionadas, es sustancia, y como es la relación de reconocimiento que valida aquellas como mercancía, dinero y capital, está presente en cada uno de los momentos. Claro está, que ya en el ciclo del capital, el valor se acrecienta, y se hace más visible su papel de ser la sustancia sujeto. Por ello, las relaciones sociales, las relaciones de reconocimiento -valor, en el sentido más general- son su misma sustancia, y su sujeto. Además de que como en toda teoría, la sustancia es el propio pensamiento, es decir, pensamiento pensándose a sí mismo; este por tanto, es la sustancia, y el sujeto. Para el caso de El Capital, dicho papel lo ocupa la teoría alrededor del valor, y que representa de manera general las relaciones objetivas entre los hombres.
En base a esto, creo que puedo resumir mi punto sobre cómo entender la teoría del valor de Marx, en el que la cuantía física matemática de las horas carece de sentido -ya que el valor es esa relación de reconocimiento entendida de manera general-, y que está implícita en el cambio, y que dicho reconocimiento no puede ser generado de otra forma que en las propias relaciones sociales de reconocimiento, es decir, el reconocimiento social está condicionado por el sistema por el propio sistema de reconocimiento de la sociedad en que se está insertado. Si es sustancia sujeto, el valor no puede estar determinado por otra cosa que el propio valor. Explicar este a partir de algo diferente de sí, como cierta medida aritmética de horas, es quitarle tal condición, y volver a la noción de esencia como si fuese una interioridad, algo que la dialéctica hegeliana superó, y cuya explicación trasciende estás líneas.
La objetividad del valor es otro asunto de gran importancia en el tema que aquí nos ocupa, y merece atención. La objetividad muchas veces se entiende en el marxismo como la coseidad o la objetualidad de algo. Nada más alejado de la realidad. La objetividad es simplemente -como reflexión-, un momento al que se llega en el intento de lograr desentrañar la lógica del objeto en cuestión; y claro, la subjetividad, asociada a la lógica del sujeto. De ahí que la lógica transite, de la del sujeto que la elabora, a la del objeto (la compresión del objeto). La objetividad del valor está dada por ser este un elemento teórico «que encaja» con el objeto a explicar, y en este caso específico, reafirmado por ser la sustancia sujeto del despliegue teórico de Marx. Así, por ejemplo, otros elementos de poca trascendencia para estudiar el capitalismo, sin dudas carecerían de objetivad para la teoría de Marx sobre aquel. En resumen, la objetividad del valor depende de su relación con el objeto de estudio, que es el capitalismo.
Me gustaría recalcar nuevamente una cuestión: y es lo difícil conocer el sistema de Marx, a la luz de tanta vulgarización que ha sufrido la filosofía. Las nociones de objetivad, de ser sustancia sujeto, son muy importantes para comprender el desarrollo de El Capital. A raíz de muchas interpretaciones a este, desde el conocimiento cotidiano, dicha objetivad antes mencionada, termina por sonar casi a «cosa», a «materialidad», a «objeto físico; «esencia» suena como si fuera lo más importante, y «sustancia sujeto» a algo místico. Es necesario para hacer un pensamiento dialéctico, tener nociones diferentes de esas categorías.
Así, por ejemplo, ese último punto de la sustancia sujeto, ahorraría al marxismo el extrínseco y metafísico ejercicio de buscar un fundamento al valor -más bien principio- fuera de sí mismo. La ausencia de ese razonamiento, deja muchas tareas pendientes al marxismo de hoy, si de filosofía se trata.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.