Jaume d’Urgell, un ciudadano madrileño que está acusado de injuriar a España. El juicio tendrá lugar el 4 de Octubre, y los hechos se remontan al 14 de mayo del año pasado, durante el desarrollo de las manifestaciones que reclamaban una vivienda digna. ¿Preparado para el juicio tras conocer la fecha? Estoy tranquilo, confío en […]
Jaume d’Urgell, un ciudadano madrileño que está acusado de injuriar a España. El juicio tendrá lugar el 4 de Octubre, y los hechos se remontan al 14 de mayo del año pasado, durante el desarrollo de las manifestaciones que reclamaban una vivienda digna.
¿Preparado para el juicio tras conocer la fecha?
Estoy tranquilo, confío en la Justicia y espero que todo vaya bien. Desobedecí una ley, pero estamos en 2007, y estoy convencido de que, hoy por hoy la mayor parte de la ciudadanía de este país de países consideraría esa ley como una ley injusta, de otra época. Cualquier constitucionalista imparcial se da perfecta cuenta de que la presente estructura del Estado es continuación directa del régimen franquista: Franco designó al militar no-electo que debía sucederle, Franco aprobó el diseño de su estandarte personal, Franco restauró la monarquía (antónimo de democracia). Incluso el escudo franquista fue considerado oficial hasta 1982. Lo que hice fue llevar a cabo algo que el propio Estado debería haber hecho hace ya mucho tiempo, y no hablo de un rediseño, hablo de restaurar la normalidad institucional. El juicio irá bien, se me acusa de injuriar a España, y cualquiera con dos dedos de frente (y un libro de Historia) se daría cuenta de que lo verdaderamente injurioso es mantener un símbolo fascista en la actualidad. La rojigualda es en España, lo que la esvástica en Alemania. Alguien tenía que quitar eso, y, casualmente, pasaba por allí.
¿Cómo ves la petición del fiscal?
El fiscal se limita a hacer cumplir una ley medieval que, por absurdo que parezca, sigue en vigor.
Además de la acusación concerniente al hecho en sí de la izada de la bandera republicana, se te intenta imputar unos delitos que ocurrieron estando detenido. Explícanos sucintamente como fue todo.
Si exceptuamos el cambio de la bandera, que fue un acto de desobediencia civil pacífica, la expresión de un pensamiento cívico y político, el resto de la marcha fue normal. Una manifestación para reivindicar el derecho constitucional de acceso a una vivienda digna, a un precio asequible, y también para denunciar las preocupantes cotas de precariedad laboral que vienen sufriendo la clase obrera, una precariedad que afecta a todos, pero que se ceba especialmente en los trabajadores inmigrantes y los más jóvenes.
Por supuesto, no insulté a las autoridades como éstas falsamente señalan en su atestado, tampoco intervine en ningún tipo de destrozo público, y por supuesto, no agredí a nadie, estoy tranquilo, porque al tratarse de acusaciones falsas, son imposibles de probar, y eso, a pesar de las más de quinientas cámaras de seguridad que existen en el trayecto por donde transcurrió la protesta.
Si finalmente me condenan por algo de lo que no hay pruebas, entonces, esa será la mejor prueba de la necesidad de cambiar la bandera… y de que el cambio no se reduzca a una cuestión estética, sino el reflejo de una profunda y sincera mejora de nuestro modelo de sociedad.
Pero el falseamiento de la hora de la detención no es la única irregularidad cometida por los policías de paisano que llevaron a cabo la detención, además de eso, llegaron a imputarme la organización y posterior dirección de toda la manifestación sobre el terreno. Algo ridículo, a tenor de lo publicado al día siguiente por los principales medios de comunicación del país, y más aún, considerando que ni siquiera había asistido a ningún encuentro previo para organizar nada, y que además ese mismo día, por la mañana, acababa de aterrizar procedente de mi viaje de luna de miel. ¿Qué juez podría creer que yo organicé una manifestación a la que asistieron varios miles de personas en lo que dura una sobremesa?
¿Que sentimientos te vienen a la cabeza cuando ves hechos así?
Los sentimientos son de asombro y preocupación. Quizá sorprenda a más de uno, pero desde pequeño he valorado muchísimo la labor de la policía: profesionales que llegan a arriesgar su propia integridad física como expresión de un sentimiento de servicio público, de ayuda a los demás.
Pero claro, generalizar es malo, y eso lo sabemos bien las gentes de izquierdas. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado son una organización muy grande, una organización compuesta por personas, y entre tantas personas, siempre puede haber alguien que en un momento dado, pueda anteponer factores ideológicos a sus cometidos como agente de la Autoridad. En este sentido, es por todos es conocida la existencia de una larga tradición de casos en los que la policía tiende a «engordar» las acusaciones, con la idea de que así sea más fácil que al sospechoso «le caiga algo».
Por desgracia, estas prácticas nada tienen que ver con el sistema de garantías que caracterizan a un Estado democrático y de derecho, y no ocultaré que causa cierto estupor comprobar que algo así tiene lugar en nuestros días. Pero tengo confianza en que el juez introducirá algo de cordura en este embrollo.
La manifestación era por una vivienda digna, ¿crees apropiado introducir el debate de la forma de Estado en convocatorias de este tipo?
Las cosas no están como están porque sí. Sin entrar en un análisis pormenorizado, tanto las causas del coste de la vivienda, como las de la enorme precariedad laboral son políticas: existe una oligarquía de beneficiarios de un sistema de privilegios radicalmente injusto. Las élites de la banca, industria, servicios, telemática, prensa, partidos políticos, iglesia y ejército, están cometiendo un atraco masivo a la clase obrera, provocando artificialmente un endeudamiento privado a gran escala, cuyo fin último es convencernos de nuestra obligación de permanecer explotados de por vida, a cambio de lo imprescindible para sobrevivir, y muchas veces ni eso.
Quienes reivindicamos la República no solo pretendemos convertir al monarca en un ciudadano más. La República no es eso, la República es mucho más que eso. República es poner al Estado al servicio del pueblo, y no al de intereses que poco tienen que ver con los de la comunidad. República es asegurar la efectiva separación de poderes, para evitar que el sistema se comporte como si fuera absoluto.
Actué desde el convencimiento de que nadie resolverá nuestros problemas por nosotros, y mucho menos los ricos, que son los verdaderos responsables de esta película que hace setenta años nos impusieron por la fuerza. La solución está en dotarnos de un marco institucional más justo… o como mínimo, menos feudal.
No mezclé las cosas, la reivindicación es la misma: el precio de la vivienda son las llamas, y el escaso poder popular, el origen de éstas. Por eso, exigir República, es como dirigir el chorro del extintor directamente a la base del fuego: exigimos que nuestros representantes nos representen a nosotros, y no a si mismos o a quienes nos explotan.
¿Volverías a hacerlo?
Mientras siga vivo, mientras tenga uso de razón y fuerzas para moverme, nada ni nadie me impedirá seguir luchando por aquello en lo que creo. Ni el enemigo de clase, ni sus mercenarios, ni la oposición, ni siquiera los míos. Me importa poco que me tachen de delincuente, loco, friky, escritor mediocre, o de «ir de prota». No estoy solo, no puedo estarlo, pero aunque lo estuviera me mantendría firme, porque razón y popularidad no tienen porqué ir de la mano.
Los asíduos a manifestaciones, sobre todo por la cosa republicana, saben bien que d’Urgell con la bandera puede aparecer encarmado en cualquier espacio inaccesible para el resto de las personas, ¿habrá próxima acción?
La cosa no está en dar espectáculo, sino en visibilizar una reivindicación justa. Conocemos bien el silencio mediático, y sabemos que no es por causalidad. Por eso, hay que estar dispuesto a desobedecer, a romper la doctrina impuesta… tenemos derecho a tener derechos, y si para que se nos oiga es preciso dar la nota, tengan la completa seguridad de que la daremos. El rey, los banqueros, los industriales, los brujos, los soldados y en general cualquier explotador o beneficiario abusivo del esfuerzo ajeno puede dar por hecho que habrá una nueva acción, y otra, y otra más. Cada vez más creativas e inocultables, porque oponerse al empuje de la ciudadanía es como tratar de detener el mar.