José Luis Martín Ramos es profesor de la UAB, un historiador que nunca se ha movido de una posición de izquierdas y siempre ha defendido, por supuesto, los derechos del pueblo palestino. *** -Te he oído hablar hace pocos días de una discusión entre Sardá y Jorge Vestrynge… -Fue, digamos, un duelo en […]
José Luis Martín Ramos es profesor de la UAB, un historiador que nunca se ha movido de una posición de izquierdas y siempre ha defendido, por supuesto, los derechos del pueblo palestino.
***
-Te he oído hablar hace pocos días de una discusión entre Sardá y Jorge Vestrynge…
-Fue, digamos, un duelo en La Sexta entre Sardá y Vestringe. Me ha ayudado a concretar lo que, más mal que bien, intento explicar estos días entre mis amigos del foro de Espai-Marx
Vestrynge me cae simpático pero ha dicho aquello que temía oír algún día: «porque soy ateo, que si no sería musulmán». Es muy borgiano, pero me parece una frivolidad, muy negativa; yo, que soy chesternoniano le habría contestado: como no soy ateo nunca se me ocurriría ser musulmán. Bromas aparte, Vestrynge, tan quejoso él de la izquierda caviar que representa Charlie Hebdo.
-Con razón tal vez
-Con razón desde luego. Pero Vestrynge explicita en mi opinión el diletantismo de otra izquierda tan caviar (diría tan ex católica) que cree ver en el islam la mejor religión, la mejor cultura religiosa y lo hace no en términos teológicos sino políticos y estos son los que nos interesan en el debate público.
-¿A qué estás apuntando exactamente con lo que acabas de señalar?
-Pues que para mí, la religión, la creencia religiosa, ha de ser una cuestión privada. Soy fervientemente anti-constantiniano en este punto. Puesta la cuestión en el campo del debate político, se olvidan del hecho de que una faceta fundamental de él, cuando se concibe en el sentido mayor, es la batalla cultural, secular; en particular la que viene desarrollándose desde el siglo XVIII, la batalla de la Ilustración y la batalla de la Revolución francesa.
-Tú te sientes heredero de esa batalla…
-Sí, efectivamente, yo me siento heredero y también parte de esa batalla y la invoco no como un referente de «civilización occidental» sino como un referente de «civilización revolucionaria» (se podrán encontrar términos mejores, pero supongo que me explico de momento con estos).
-Te explicas.
-Y anoto que los protagonistas de la revolución rusa se sintieron también herederos y partícipes de ese referente, que lo utilizaron de manera explícita. La burguesía intentó secuestrar la Ilustración y la revolución francesa en nombre del liberalismo, y ha desarrollado su propia batalla cultural, la del liberalismo contra la democracia. Es una batalla que tiene su segundo camino en la del fascismo contra la democracia y la Ilustración. Todo para evitar el triunfo de la gran reivindicación de la igualdad civil y política. Yo reivindico la trascendencia universal de esa reivindicación, de ese combate, su validez universal y por eso no estoy dispuesto no sólo a abjurar de ella en el más mínimo grado sino a aceptar que sólo tenga sentido en Europa, en el mundo «occidental», pero no fuera de ella, en China o en el mundo islámico, arguyendo que lo suyo es otra cultura.
-Pero no son batallas distintas en el fondo.
-No, en mi opinión. La batalla de todos es la misma. El concepto de democracia es innegociable, como lo es la libertad de expresión, la igualdad de género, la fraternidad, la solidaridad,… todos los contenidos de la ciudadanía. Y la ciudadanía, para mí, no puede basarse en la religión. Para que sea igual y libre ha de ser laica. Con todo el respeto hacia quienes me respeten, siendo defensor absoluto de la condición laica de la ciudadanía, no pudo compartir ningún proyecto de «islam político», de la misma forma que soy absolutamente contrario a sostener una supuesta identidad cristiana de Europa. Si mi ideario socialista (en el estilo extenso de G.D.H.Cole, incluyendo libertarios, socialdemócratas, comunistas) tiene sentido es porque es universal.
-¿Universal?
-Sí. No es divisible entre un supuesto socialismo laico europeo, un socialismo islámico o un socialismo confuciano. Lamentablemente, el movimiento de renovación cultural que se desarrolla en el mundo árabe a caballo del XIX y el XX, el de la Nahda
-Que podría traducirse por «renacimiento», aunque tal vez no sea del todo exacto
-Más o menos. Ese movimiento no desembocó en un resultado análogo al de la Ilustración y las revoluciones europeas. Por más que en el s. XIV Ibn Jaldún empezara a separar la religión de la política, ese inicio no tuvo continuidad y es sintomático que cayera en el olvido en el mundo árabe y cuando se le recordó fue para que las elites lo repudiaran. A pesar de todo, también en él se produjo a finales del XIX el amago de un combate entre una vía en clave laica del renacimiento árabe y otro en clave de cultura religiosa, pero a lo largo del siglo XX se ha impuesto la última.
-¿Por qué crees que ha sido así?
-Por razones internas poderosas (la alianza entre las élites y las corrientes fundamentalistas, el wahabismo es un ejemplo de ello) y por el apoyo deliberado, decidido del imperialismo a esa vía religiosa. La revolución rusa/soviética y el movimiento comunista revitalizaron inicialmente las opciones del «renacimiento» laico del mundo árabe. Pero por ahora el saldo ha sido desfavorable.
-De nuevo pregunto: ¿y por qué ha sido así en tu opinión?
-Razones múltiples: una de ellas, el error del estado soviético en el tratamiento de la «cuestión turcomana». Hay en esta cuestión un personaje, una pista, interesante si se considera sin beaterías, que es la de Sultan Galiev, frustrado por Stalin en su proyecto de una república soviética que unificara a los pueblos de cultura musulmana, no sobre la base de la identidad religiosa sino sobre la de la identidad nacional y de clase; la identidad nacional la construiría la república turcomana, la de clase su legitimidad soviética . Otra razón ha sido la pinza constante del imperialismo y las elites locales contra los comunistas árabes, los marxistas o simplemente los laicos. Desde el Muftí de Jerusalén, apoyado por el imperialismo alemán, hasta las ayudas del gobierno de Israel a la inicial Hamas frente a la OLP , pasando por la historia de los Hermanos Musulmanes o de la Arabia wahabita. Hay que seguir recordando el origen de Al Quaeda, y el de la última oleada fundamentalista que desemboca en el Estado Islámico, que algo tendrá que ver con el desastre de Irak y la rebelión tan alimentada desde el exterior contra Al Assad.
-Y el saldo no ha sido positivo en tu opinión.
-El saldo ha sido desfavorable, pero la batalla cultural sigue abierta. Por eso no creo que tengamos que ponernos, sin más en la posición «del otro» en esta cuestión, porque ese otro y nosotros hemos de estar en el mismo bando. Aunque nadie se acuerde de él sigo reivindicando a Nayef Hawatmeh y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina que, por cierto, sobrevive gracias al apoyo del gobierno sirio (y no lo entiendas como una señal de identificación sin más con Al-Assad).
-No lo entiendo así, no se entiende así desde luego. Por lo demás, yo también he reivindicado el Frente Democrático para la Liberación de Palestina.
-Y sigo preguntándome cuál sería la evolución de la política palestina si el gobierno israelí no siguiera manteniendo en prisión a Marwan Barghouti, yugulando así su proyecto de renovación de Al Fatha.
-El Islam político, obviamente, no es tu proyecto.
-No, obviamente, el islam político no es un proyecto que pueda compartir y apoyar. Pero eso no quiere decir que no sea capaz de distinguir entre unau otra corriente del islam. No es lo mismo Hamas que Nasrala; como no era lo mismo Messali Hadj que Frantz Fanon o Ben Bella, admirador éste de Galiev. En un mundo árabe en el que, epocalmente, la vía religiosa se ha impuesto, las opciones revolucionarias de masas tienden a nacer en ese campo, o en conexión con él, pero mi convicción es que sólo triunfarán si lo trascienden por fin, superando además las líneas de división de la arabidad (las divisiones confesionales).
Por todo ello no sólo condeno la islamofobia…
-Que por supuesto condenas.
-Por descontado. Yo creo que hay que rechazar también toda renuncia de los propios principios democráticos que venimos construyendo desde el XVIII en favor de una islamofilia diletante, acrítica. El respeto a una religión no ha de suponer asumir esa religión; el respeto a una cultura no tiene por qué implicar la aceptación de todas las formas y manifestaciones de esa cultura. Y, sobre todo, ha de establecerse una ruptura total con aquellas facciones del islamismo político que no sólo quieren multiplicar la guerra en el seno del mundo árabe contra el resto de facciones islámicas y en primer lugar contra el arabismo laico sino que, además, pretenden que la guerra que les hace el imperialismo es una guerra que les hacen los pueblos, la sociedad y la cultura de los países que tienen la desgracia de serlos metropolitanos del imperialismo. Por esa razón, hoy: Je ne suis Charlie, mais…
-Mais… quoi?
-Pero en este caso me solidarizo con los de Charlie Hebdo. No compartiendo su estilo de humor, pero reconociendo su derecho a practicarlo, a riesgo de perder todos sus lectores, pero no a riesgo de perder la vida.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.