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Entrevista a Francisco Cabanillas Taulé, docente e investigador puertorriqueño

“Siempre me he sentido puertorriqueño”

Fuentes: Rebelión

Francisco Cabanillas Taulé (San Juan, Puerto Rico, 1959-) es docente e investigador, adscrito al Departamento de Estudios Románicos y Clásicos de Bowling Green State University, Ohio, Estados Unidos. Cabanillas Taulé tiene a su haber un grado de bachiller en Filosofía, y una Maestría en Español de la Facultad de Artes y Ciencias de la University of Cincinnati. Completó su doctorado en University of Connecticut. Tiene alrededor de tres décadas de investigación especializada en la literatura y la cultura de Hispanoamérica, la literatura caribeña e hispano-antillana (puertorriqueña, cubana, dominicana), la poesía nuyorican o de los puertorriqueños en Nueva York, el arte o la pintura puertorriqueña, la música popular caribeña, el jazz afrocaribeño y las crónicas o memorias de viaje. Ha publicado, entre otros trabajos, Pedreira nunca hizo esto (2007), K-Lores del trópico: ensayos transboricuas (2012), Ensayos silenistas (2014-16) y Espina que esputa libertad: ensayos (2020). Cabanillas Taulé se ha mantenido muy activo publicando en revistas nacionales e internacionales. Francisco, a partir de su último libro, ha contestado mis preguntas, cuyas respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Acabas de publicar un libro de ensayos que lleva por título: Espina que esputa libertad (2020). ¿De qué trató o tratas en éste?

– Francisco Cabanillas Taulé (FCT, en adelante) – En esa colección de ensayos literarios, divido el libro en cuatro partes. En la primera, “Hambre, mucha hambre” (tema de Calle 13), incluyo siete ensayos breves en los que, de diferentes maneras, prima el tema culinario; la realidad de la comida como alimentación y sobre todo como universo simbólico.

En la segunda parte, “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí,” me valgo del microrrelato más famoso de América Latina, “El dinosaurio” (1959) de Augusto Monterroso, para abordar en seis ensayos breves una suerte de apariciones entre la poesía, la novela, el ensayo, la crítica, la pintura, la bibliofilia, en el contexto del Caribe hispánico (Cuba, República Dominicana y Puerto Rico).

A partir de un eco de la primera mitad del siglo XX boricua, reitero en la tercera parte el título de una colección de artículos periodísticos de Nemesio Canales, Paliques (1916), para encarar el paliqueo, tres entrevistas, con escritores puertorriqueños contemporáneos y hacer la crónica de un congreso caribeñista celebrado en el frío invierno del estado de Wisconsin en 2018.

En la última parte, “Soñando despierto,” título de una canción de Héctor Lavoe de 1972, cuatro crónicas breves, “Ensayo a pie (fragmento),” “Verano de 2018,” “El lector de la esquina” y “El Guasón en Isla Verde,” plantean el regreso turístico del sujeto diaspórico a la isla desde los correteos y las caminatas por Condado, Isla Verde, Santurce, en diálogo con la literatura y el cine.

– WRS – ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar Espina que esputa libertad? ¿Qué relación tiene con su formación educativa y trabajo creativo-investigativo previo, durante y hoy en Literatura y culturas caribeñas y latina de Estados Unidos?

– FCT – La oportunidad de trabajar Espina que esputa libertad se da en dos momentos. El primero, relacionado con el hallazgo del título, se da en el proceso de haber trabajado durante varios años, de 2012 a 2014, con Yván Silén —un espeleólogo de la palabra y del sentido— y su literatura filosófica. El segundo momento, entre 2015 y 2019, se da en el contexto del periódico digital boricua El Post Antillano, donde fueron publicados los ensayos que la editorial del periódico, Pasillo de Sur Editores, saca ahora en forma de libro.

La relación del libro con mi formación educativa y mi trabajo creativo-investigativo en literatura y cultura caribeñas y latinas de Estados Unidos es clave; lo marca todo, desde el tributo a la publicación de Puerto Rico en la olla: ¿somos aún lo que comíamos? (2007) del historiador Cruz Miguel Ortiz Cuadra, a las referencias a la poesía, la novela, el cuento, el ensayo, la crónica, la pintura, la música, en busca de intersecciones que enganchen lo boricua, lo dominicano, lo cubano, lo nuyorican, y llenen de sentido filosófico-político la experiencia diaspórica en que se ha dado mi formación educativa y mi trabajo como profesor de español, de literatura y de cultura española/latinoamericana/caribeña/Latinx en Usamérica.  

– WRS – Si compara su crecimiento y madurez como persona, investigador y docente entre la época que completa su grado de bachillerato o licenciatura con su época actual, ¿qué diferencias observas en su trabajo creativo-investigativo?

– FCT – ¡Vértigo! Diré que el cambio más significativo, en términos del ejercicio de la crítica literaria (o cultural), ha sido la evolución de la prosa hacia el ethos (tributo al filósofo Bolívar Echeverría) del ensayo literario, libre de abrirse a la incorporación de fragmentos poéticos y narrativos que incorporen los flujos del sujeto diaspórico, quien hace de la vida fuera de la isla una constante conexión literaria-artístico-cultural a partir de la identidad base, siempre en movimiento y transformación.

En términos crítico-filosóficos, como quien dice, después de viejo, he tenido la oportunidad de reconsiderar, mediante el trabajo teórico del llamado giro decolonial, la importancia de la espiritualidad en el contexto de la cultura latinoamericana popular; a la que pertenece, a pesar de la colonización usamericana, el grueso de la identidad puertorriqueña, dentro y fuera de la isla. La idea de ver el ateísmo como una manifestación del eurocentrismo dieciochesco —algo que leí por vez primera en los escritos del filósofo Enrique Dussel— me dejó con la boca abierta, ya que, en mi caso, el dictum marxista (vulgarizado) de que la religión era el opio de los pueblos se había llevado por delante la dimensión de la espiritualidad, demasiado importante en la religiosidad popular latinoamericana.

Desde la realidad boliviana, el filósofo Juan José Bautista ha propuesto el giro decolonial más transmoderno en términos de la reinscripción de lo andino que la modernidad borró.

– WRS – Combinas vuestro conocimiento en español con el estudio de la literatura y cultura caribeña y latina dentro de los Estados Unidos. Francisco, ¿cómo visualiza su trabajo creativo-investigativo con el de su núcleo generacional de hispanistas y caribeñistas con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y Estados Unidos? ¿Cómo ha integrado su conocimiento en español a sus estudios en literatura y cultura caribeña y latina dentro de los Estados Unidos y, los antedichos, en su trabajo creativo-investigativo hoy?

– FCT – Cuando voy a los congresos de literatura o de estudios culturales en universidades de Estados Unidos, como el que describo en la tercera parte de Espina que esputa libertad, “’Caribanías” en Marquette University: Wisconsin” (2018), emerge siempre al final de la faena, como reflexión obligada, una imagen de ese “núcleo generacional de hispanistas y caribeñistas” respecto del que me pides que me sitúe. En las mejores visiones, me inscribo como otra de las voces que hace de la crítica literaria y cultural un reclamo de legitimidad para las culturas atropelladas por la fuerza abrumadora de la modernidad hegemónica, europea y usamericana. Sobre todo, si los hispanistas y caribeñistas son, como yo, sujetos diaspóricos que vienen de esas culturas atropelladas, resulta imposible separar, dándonos o sin darnos cuenta, lo personal de la crítica.

En las visiones más complejas, me veo, como otros caribeñistas en el contexto de la academia usamericana, inscrito en un concepto de “caribeñidad” creado por la misma institución académica, ante el cual nos adecuamos sin que esa identidad caribeña forme necesariamente parte de la identidad cultural con la que llegamos a la academia. De esto se habló en el congreso de Wisconsin, por lo cual, en la entrevista que le hice a la organizadora, Dinorah Cortés-Vélez, en la tercera parte del libro, comenté que, una dinámica paralela, han experimentado los llamados “young lions” del jazz latino boricua, David Sánchez y Miguel Zenón, al ingresar a la academia usamericana bajo el rubro de lo caribeño.

Para contestar la última parte de la pregunta, referente a la integración del “conocimiento en español” con el estudio de la literatura y cultura caribeña y latina “dentro” de los Estados Unidos, respondo desde este ángulo: acercarme a la cultura nuyorican desde el “conocimiento en español” que viene con la literatura puertorriqueña de la isla, requiere un proceso de ajuste para que el “conocimiento en español” no se le imponga como una camisa de fuerza a la poesía nuyorican, sobre todo a la emblemática de la época épica (1969-76).

– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a su trabajo creativo-investigativo dentro de Puerto Rico y Estados Unidos, y la de sus pares?

– FCT – Después de haber escrito más de veinte libros, Silén, citando a Nietzsche, decía que él también (Silén) era un escritor póstumo. Los lectores vienen después. Más allá de la ocurrencia silenista, lo más tangible que puedo decir de la recepción de mi trabajo en Puerto Rico es que, mi segundo libro, Pedreira nunca hizo esto (2007), recibió el premio del ensayo literario del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el año 2006. Que Edgardo Rodríguez Juliá haya integrado el grupo de lectores que otorgó el premio me tocó, pues su trabajo, particularmente las crónicas y los ensayos, ha marcado mis libros: Pedreira nunca hizo esto (2007), K-Lores del trópico: ensayos transboricuas (2012), Ensayos silenistas (2014-16) y Espina que esputa libertad: ensayos (2020).

Porque parecen hijas de la ficción, comparto dos experiencias inusitadas que no hacen sino subrayar la excepción en vez de la regla. Por un lado, en el contexto de una conferencia sobre “El conflicto de dios” (2013) organizada por Yván Silén en la Universidad de Puerto Rico, en la que leo “Libresco (el Poeta y Dios),” otro de los panelistas, el teólogo Luis Rivera Pagán, me dice, con un ejemplar de Pedreira nunca hizo esto (2007) en las manos, que le había gustado mi lectura de El hereje (1998), novela de Miguel Delibes incluida en el libro. Por otro lado, en el verano de 2019, con Daniel Nina en el restaurante árabe-dominicano Café Sidibou, Eduardo Lalo, a quien Nina conoce, pasa a pie frente al restaurante por la acera de la Ponce de León; yo, que no lo conozco personalmente, me presento, una vez Lalo, interpelado por Nina, entra al local. Al escuchar mi nombre, me dice que le habían gustado mis ensayos sobre Silén publicados en la Revista Cruce de la Universidad Metropolitana; le respondo que a mí me encantaría trazar un mapa gastrocéntrico de su obra magna, Simone (2012). Sí, responde Lalo, en un mapa como ese cabría esta misma fonda donde estamos ahora…

– WRS – Sé que vos es de Santurce, Puerto Rico. ¿Se considera una docente-investigador puertorriqueño o no? O, más bien, un docente-investigador, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?

– FCT – Me considero, como propones, un docente-investigador que, tras casi cuatro décadas de vivir en la realidad diaspórica de la academia usamericana —primero como estudiante (Cinicinnati y Storrs, Connecticut) y después como profesor de español y de literatura y cultura hispánicas (Bowling Green, Ohio)—, ha aprendido a seguir siendo puertorriqueño en el norte de Ohio; gracias sobre todo a lo que ha aprendido de la poesía nuyorican, particularmente la de la época épica, cuando los nuyoricans forjaron el camino para que los que vinimos después tuviéramos lugar en las universidades gringas. Siempre me he sentido puertorriqueño. Llegué a Cincinnati a los diecinueve años en 1979; me pasé cuatro años en el mundo del inglés, estudiando filosofía, y a partir de 1983 reconecté con el español y la literatura española e hispanoamericana (¿nuestra filosofía?). Que José Luis González se sienta mexicano conlleva un proceso distinto al que supondría que yo me sintiera, por decirlo de alguna manera, gringo; ¿no se parece el mexicanismo de González al del filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel y al del filósofo ecuatoriano-mexicano Bolívar Echeverría?

– WRS – ¿Cómo integra su identidad étnica e identidad de género, y su ideología política con o en su trabajo creativo-investigativo y su formación en español y estudios de la literatura y cultura caribeña y latina dentro de los Estados Unidos?

Diferencia colonial

– FCT – La integración de mi identidad étnica y de género con mi ideología política supone que el sujeto que estudia y escribe —¡el profesor!— parte de una puertorriqueñidad que, en el contexto de la diáspora otrorriqueña u ohiorriqueña, se va transboricuizando con el contacto de otras latinidades contiguas (argentina, mexicana, peruana, cubana); para, desde esa solvencia ontológica, asumir críticamente la masculinidad que, como parte del patriarcado cristianocéntrico de la modernidad-colonialidad, marca su mirada de hombre latino que se asoma al texto —a la realidad— desde el tinglado neoliberal usamericano en el que está inscrito, y contra el que, según su ideología decolonial, dirige su crítica, inevitablemente cómplice (pero no por ello inútil). Sí, por supuesto, como dices, “la diferencia colonial” es lo que no se puede perder de vista si uno vive y trabaja, como yo, en el espacio emblemático —y privilegiado— de la blanquedad o la blanquitud moderno-colonial.

– WRS – ¿Cómo se integra vuestro trabajo creativo-investigativo a su experiencia de vida como estudiante de bachillerato antes y después de su paso inicial por la Universidad para obtener un primer grado? ¿Cómo integras esas experiencias de vida en su propio quehacer de docente-investigador especializada en literatura y cultura caribeña y latina dentro de los Estados Unidos hoy?

– FCT – Antes de la experiencia universitaria, la cual, en mi caso, es inseparable de la realidad diaspórica, pensaba que el racismo en Estados Unidos era el lado opuesto al casi-no-racismo del Puerto Rico que viví hasta 1979 (cuando me fui de Mayagüez/San Juan a Cincinnati). Después de mi paso inicial por la academia, me di cuenta de que Puerto Rico, como parte de la modernidad-colonialidad que se inicia con la conquista de las Américas en 1492, carga en su ADN cultural las marcas del racismo noratlántico católico (diferente al protestante); el mismo racismo que, cinco años antes de que iniciara mi experiencia diaspórica (1979), Isabelo Zenón puso sobre el tapete en su primer volumen de Narciso descubre su trasero. El negro en la cultura puertorriqueña (1974). Estudio del racismo al que accedí después, mucho después de que Zenón lo publicara; y que, al cabo de las décadas, se convierte, en conexión con la bibliofilia de Arturo Schomburg, la bibliofilia del poemario nuyorican Snap (1969) de Víctor Hernández Cruz y la del autorretrato neoexpresionista de Arnaldo Roche Rabel, Narciso (1989), en uno de los ensayos de la segunda parte de Espina que esputa libertad (2020): “Cartografía afroboricua: bibliofilia y negritud.”

– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo-investigativo y a las temáticas de éste? ¿Cómo ha variado?

– FCT – No veo, dice Adán (1992), primer hombre reciclado del arte puertorriqueño —instalación de Nick Quijano—, cuya imagen estampa la tapa de Espina que esputa libertad (2020). No oigo, diría la novela menos melómana de la narrativa contemporánea boricua, Simone (2012). Metaentrevista (a la Yván Silén). Mientras más transcurre el tiempo, más rápido pasa todo, como demostró en uno de sus ensayos el español Juan Benet, valiéndose del reloj de arena como imagen. Entropía. La poesía se cuece en las cloacas de la literatura silenista. Los sapos escupen tinta. Sangre poética de la cocina gótica de Ana María Fuster. Literatura. Ketchup del Burger King de Che Meléndes y de Eduardo Lalo; pero antes, del Burger King de la fotografía de Jack Delano. Salsa de tomates en un caldero de Calle 13. ¿Pique o pólvora? Los pájaros les tiran a las escopetas.

– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tenéis recientes y pendientes?

– FCT – Terminar dos ensayos que llevan estancados desde la navidad de 2020; uno sobre una fruta innombrada en El velorio (1867) de Francisco Oller, y el otro sobre la comida y la otredad en un cuento cubano, “La carne” (1941) de Virgilio Piñera, y en un poema puertorriqueño, “Menú” (1942) de Luis Palés Matos.

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.