La Habana. En 1991 un cuento titulado El lobo, el bosque y el hombre nuevo causó furor en los ámbitos literarios de habla hispana. Poco después fue adaptado al cine con un título más llamativo: Fresa y chocolate, película dirigida por Tomás Gutiérrez Alea. El furor se multiplicó y alcanzó a amplios sectores de público […]
La Habana. En 1991 un cuento titulado El lobo, el bosque y el hombre nuevo causó furor en los ámbitos literarios de habla hispana. Poco después fue adaptado al cine con un título más llamativo: Fresa y chocolate, película dirigida por Tomás Gutiérrez Alea. El furor se multiplicó y alcanzó a amplios sectores de público en todo el mundo. Se convirtió en un fenómeno social y político.
-¿Qué ha pasado con usted como escritor en los 16 años que separan El lobo… de En el cielo con diamantes?
-El lobo, el bosque y el hombre nuevo era un texto pequeño que tuvo mucha repercusión literaria y social, sobre todo al interior de Cuba, donde dio lugar a más de 15 puestas teatrales. También se publicó en muchos países, en idiomas tan extraños para nosotros como el hebreo, el sueco y el japonés. Luego vino el impacto de la película. Todo eso me produjo un bloqueo con la escritura. Afectó la relación natural y tranquila que tenía con el escribir y publicar. Y digo natural porque uno escribe respondiendo a sus necesidades y deseos, con libertad frente a la imaginación, el lenguaje y los temas, sin pensar en la expectativa que pueda tener el público.
Una vez recuperada la »ecuanimidad», Senel Paz enfrentó una serie de contratiempos tan insólitos que »no me ha quedado más que decir que he sido objeto de un embrujo».
Finalmente, a partir de 2000 »fui cerrando mis compromisos profesionales, personales, sociales e hice lo que he llamado ‘darme un baño de egoísmo’, es decir explicarme a mí mismo, y retomé aquella novela perdida como quien la escribe por primera vez».
El título del nuevo libro de Senel Paz retoma en español una frase de la canción de los Beatles, Lucy in the sky with diamonds.
-¿El título es un guiño pensando que los Beatles estuvieron proscritos en Cuba?
-Es un guiño fundamentalmente espiritual y la evocación de un estado de ánimo, de un momento de exaltación. Al buscar los símbolos concretos del momento en Cuba, están los Beatles, pero también Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o Elena Burke. He visto por ahí una camiseta que trae juntas una foto de Lennon y una del Che Guevara, que se me hace una síntesis tremenda de ese momento nuestro. Todos ellos son referencias esenciales de nuestra generación, espirituales más que heroicas, más que históricas, más que políticas.
»Los Beatles nos acompañaron incluso cuando no los escuchábamos, a veces más clandestinamente, a veces menos, y en la novela se escuchan alternativamente con mucha música cubana, y en particular con Silvio y Pablo, que a su vez fueron o son un poco hijos de los Beatles. Ellos representaron nuestras almas, nuestro espíritu, nuestra singularidad.
»Dice en broma el ministro de Cultura, Abel Prieto, que los Beatles primero estuvieron prohibidos y ahora son obligatorios. Más allá de eso, justamente con la suma de un momento y otro, ellos sintetizan nuestra trayectoria con lo bueno y lo malo, con lo claro y lo confuso, con lo gris, lo blanco y lo negro.»
Rencuentro con Poniatowska
En el cielo con diamantes cuenta las peripecias de un adolescente que considera que para luchar por el bien propio y el de la humanidad, le es indispensable contar antes con un amigo y una novia: »La idea está tomada un poco del Quijote, que antes de lanzarse a la aventura y a enderezar el mundo, antes de hacer nada, siente la necesidad de un amor, Dulcinea, y de un amigo, Sancho Panza».
-¿Es el retrato de una generación?
-Sí lo es, pero no porque yo la haya concebido así. Yo trato de escribir como buscando un estado de ánimo o de expresión, de manera espontánea, ya después paso a un proceso intelectual, racional y descubro casi como lector de qué trata lo que escribo. Como tú sabes, en Cuba llevamos una vida donde lo colectivo ha tenido un gran predominio y, por tanto, mi vida y mis experiencias son comunes a las de mis amigos y amigas. Entonces lo que escribo es mi voz, pero no es sólo mi experiencia.
Senel Paz participó en un encuentro de intelectuales cubanos con Elena Poniatowska, durante la visita de la escritora mexicana a Cuba, como invitada especial de la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana. La experiencia suscitó en el autor cubano una reflexión y en cierta forma un reclamo a la intelectualidad mexicana. Quiso compartirlo con La Jornada:
»La presencia de Elena fue acogida con regocijo, con alegría, porque sencillamente viene a rencontrarse con nosotros, a compartir con nosotros, sin pretender decirnos cómo tenemos que pensar ni a aceptar lo que nosotros le digamos. Esa actitud es un estímulo mutuo y creo que nos enriquece y nos acompaña a los intelectuales cubanos. Y digo todo esto porque siento que muchos, demasiados intelectuales mexicanos nos han dejado solos.
»No entiendo del todo que disentir del gobierno de un país, justifique cortar relaciones, amistades e inclusive la visita a un país. No me parece justo que para poderme tomar un café con un escritor mexicano me tenga que ir de Cuba; me parece una contradicción con la vocación democrática de la intelectualidad mexicana el pedirte definiciones políticas o coincidencias de mirada para marchar juntos en la amistad o en la lucha general latinoamericana.
»Y me parece todavía más inaceptable que se le pida al escritor cubano, como un supuesto acto de decencia, ético y moral, que te debas ir de tu país, que lo decente es irte de Cuba porque hay un gobierno impresentable.»
Con ese criterio, »en muchos sexenios los intelectuales mexicanos se habrían tenido que ir de México. Y también creo que si a México fueran solamente los escritores que admiran a los gobiernos mexicanos, algunas ocasiones se podrían haber sembrado lechugas en el aeropuerto. Me parece que las relaciones entre los intelectuales de ambos países deberían trascender esas condiciones y todas esas posturas, porque de ahí no sale nada favorable».
Por eso »el regocijo, la contentura por la presencia de Elena Poniatowska, porque incluso representa un reto intelectual y por lo que significa su palabra libre, consecuente con ella misma; así queremos que vengan y provoquen y compartan con nosotros esa misma independencia. Eso sería un estímulo, un reforzamiento para nosotros. Pero hemos acusado una enorme soledad».