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Entrevista con Arturo Arango, escritor y cineasta

«Sin democracia, el socialismo no es viable»

Fuentes: OnCuba

Arturo Arango (Manzanillo, 1955) es narrador, ensayista, editor, guionista de cine y docente. En honor a la verdad, hay que decir que cada uno de estos oficios los ejerce con abundante solvencia intelectual y talento, lo que lo hace una figura de referencia en el campo cultural cubano de las últimas décadas.

Sus novelas publicadas hasta el momento son: Una lección de anatomía (1998), El libro de la realidad (2001), Muerte de nadie (2004) y No me preguntes cuándo (2018).  Es asimismo autor de los volúmenes de ensayos Reincidencias (1989), Segundas reincidencias. Escribir en Cuba hoy (2002), Terceras reincidencias. La Historia por los cuernos (2013) y En los márgenes (2016). Como guionista, es coautor de Lista de espera (2001), Aunque estés lejos (2003), El cuerno de la abundancia (2008), Café amargo (2015) y Marioneta (2019). Su pieza teatral El viaje termina en Elsinor obtuvo en 2008 el Premio “Virgilio Piñera”. Durante diez años fue jefe titular del Departamento de Guión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde dirige la Maestría en Escritura Creativa Audiovisual. Es subdirector editorial de La Gaceta de Cuba, revista cultural de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Arturo Arango, a la derecha, en el centro Victor Rodríguez Núñez y a la izquierda Alex Fleites, hace algún tiempo.

Amigos desde la década de los setenta, cuando ambos pertenecíamos al Taller Literario “César Vallejo”, del Instituto Preuniversitario Carlos Marx, nos vemos poco, aunque nunca hemos dejado de estar al tanto de nuestros respectivos trabajos. Ahora, en las raras ocasiones en que nos tropezamos, hablamos más que dos perdidos en el desierto cuando se encuentran, expresión feliz que tomo de García Márquez.

Es por eso que esta vez decidí dejar constancia de nuestro último diálogo. Aquí les va.

¿Cómo ha sido, en lo personal, la reclusión forzosa en tiempos de pandemia?

Han pasado más de seis meses desde la confirmación del primer caso, y ese tiempo, para mí o para cualquiera, no ha tenido el mismo valor en cada momento. Pasé por un primer período difícil: un estudiante de la EICTV al que le di clases resultó positivo a la COVID-19, lo que me convirtió en sospechoso. Viví unos 20 días aislado, por fortuna en un apartamento de la Escuela, bien atendido por jóvenes profesores, que son mis amigos. Paranoico, hipocondríaco, estuve acosado por síntomas alarmantes: hoy un calor que no podía precisar si estaba en mi cuerpo o en el ambiente; luego, ardor en la garganta; después, falta de aire… Todo, a fin de cuentas, en mi cabeza.

El resto del tiempo, en casa. Siento pudor al decir que hasta ahora (toco madera) he tenido suerte con los abastecimientos. Procuro estar ocupado: escribo, leo, cocino, limpio el patio, juego con mis nietos… Hay una parte del oficio de escritor que agradece este encierro parcial. Otra —la que tiene que ver con los intercambios con los demás, con la observación del entorno, con las percepciones que después pasan a ser palabras o imágenes— sí se extraña, y mucho.

Anímicamente, desde fines de mayo y hasta inicios de agosto viví un período esperanzador, que se deshizo. Ahora estoy convencido de que, sin vacuna, el control de la pandemia es imposible. Los equilibrios que se requieren son sobrehumanos. Por una parte, la natural necesidad de expandirse, de mostrar afectos y de poner cables a tierra se opone a la responsabilidad social, familiar e individual. Por otra, está la dictadura de la economía. Lo principal es la salud, pero la comida y la higiene ¿no son imprescindibles para que el cuerpo funcione bien? El ser humano no está preparado para el aislamiento, para el encierro, ni desde el punto de vista espiritual ni desde el material.

¿Crees que ha mejorado la opinión de la población sobre el nivel de gestión estatal?

En general, sí, sin dudas. Pero la gestión estatal comprende muchas ramas. Todo el sistema de salud, que en Cuba es realmente público, ha funcionado de manera ejemplar. En circunstancias como las que atravesamos, eso es crucial. Mi afirmación se sostiene, en buena medida, sobre ese pilar. Pero la gestión abarca instancias diversas y en el extremo opuesto coloco el comercio interior, en casi todas sus variantes.

¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades de la vida nacional que pone al descubierto la pandemia?

Ubicaría primero esas fortalezas y debilidades en el choque que decía antes entre salud y economía. La pandemia llegó cuando la economía estaba en caída. El bloqueo ha hecho su parte, pero hay cuestiones estructurales que desde hace años, o décadas, están contribuyendo al deterioro de los índices económicos. Los extraordinarios gastos en que se incurre para contener la epidemia están agravando mucho más la crisis. Las reformas que parece se pondrán en marcha son tan impostergables como tardías. Estaban aprobadas, como conceptos, hace varios años, pero fuerzas retrógradas las paralizan. Se emplea un comodín para designar esas fuerzas: burocracia. Va siendo hora de decir las cosas por su nombre. Hay burócratas, sin dudas, pero frenar acuerdos del Partido, refrendados por la Constitución, requiere poder político. Es evidente que hay personas con mucho poder que se oponen a esas transformaciones, porque ese poder es mayor cuanto más centralizadas sean las estructuras de gobierno. No olvidemos que el modelo centralizado y vertical que adoptamos se debe al estalinismo.

Por eso me preocupa que las urgencias materiales oculten las políticas, porque no es posible aislar lo uno de lo otro. Sigo con mucha atención La Joven Cuba, donde Yassel Padrón Kunakbaeva publicó hace unos días un excelente artículo sobre la necesidad de reformas políticas. Lo he escrito muchas veces: sin democracia el socialismo, como lo concibo, no es viable. Y no me refiero a la creación de partidos, sino a una concepción mucho más inclusiva y popular, diría esencial, de lo democrático.

Debo decir también que he notado señales esperanzadoras en gestores de gobierno, que en alguna ocasión han atendido demandas de la población expresadas en los medios sociales u otras plataformas alternativas. Esas señales tendrían que sistematizarse y ser parte del modo en que se relacionan los servidores públicos con aquellos a quienes se deben.

A tu juicio, ¿cuáles son los tres temas que más debate la población cubana en estos momentos? ¿Tienen estos un espacio en los medios oficiales, de acuerdo con su importancia?

Para evitar lo inmediato, pongo a un lado la pandemia, que es central en toda conversación o debate. Del resto, no me atrevería a definir tres temas, porque esas preocupaciones dependen del sector en que uno se ubique. Por ejemplo, si escucho a mis vecinas, que hablan a voz en cuello y conversan con quienes caminan por la calle, el tema sigue siendo la comida: qué “vino” a la bodega, cómo están las colas, qué venden por la libre, y me imagino que, como todos, susurran para pasar la información de lo que se ofrece en el mercado negro, o gris o violeta. Por supuesto, la vida y las preocupaciones de estas personas no tienen relación alguna con lo que divulgan los medios oficiales. Hay muchísimos ciudadanos a quienes se les va el tiempo en solucionar la sobrevivencia.

Tengo la impresión de que hay un sector importante de jóvenes que creyeron, o se ilusionaron, con los cambios que impondría la nueva Constitución. Para ellos (y para mí), que sistemáticamente haya detenciones arbitrarias o amenazas o coerciones a personas de la oposición o que sostienen posiciones críticas es desilusionante, además de ilegal. Yo creo que esas violaciones del Estado socialista de derecho son un grave error político.

Por último, y no menos importante, la hostilidad sostenida por el ocupante de la Casa Blanca (cuyo nombre decidí no escribir jamás) es, tal vez, el tema que más une a la mayoría de los cubanos, dondequiera que nos encontremos. Algunos lo apoyan, sin dudas, pero estoy convencido de que somos muchos más quienes lo repudiamos o, al menos, sabemos que con él sentado en la oficina oval todo será más difícil. De los temas que puedo identificar, este es el único que aparece hasta la saciedad en los medios de difusión oficiales.

¿Cuáles aspectos de la cotidianidad te son más “incordiantes”? ¿Cuáles te exaltan positivamente?

Para un sector donde sí me ubico, es decir, para el campo cultural, un tema muy debatido es el divorcio entre la realidad y los medios oficiales. Desde hace décadas se comenzó a abrir una brecha entre esos dos espacios, y la distancia continúa creciendo. Ello es evidencia, a mi juicio, del vacío ideológico en que vivimos. Enrique José Varona escribió alguna vez: “Sin riqueza pública nacional no tendremos independencia; sin verdadera educación popular no tendremos democracia”. Entre la ineficiencia estatal y el bloqueo estadounidense, la riqueza pública nacional se hace cada día más utópica, pero los medios y el discurso político oficiales insisten en una propaganda que, desde mi punto de vista, está en las antípodas de una real educación popular, que va más allá de la instrucción. La educación tiene que enseñar a sostener un pensamiento crítico, personal.

Me ilusiona, sin embargo, que en espacios alternativos (señaladamente, La joven Cuba, OnCuba y La Tizza, aunque no solo) y en los medios sociales, en blogs o por correo electrónico circulan textos estimulantes, que son la evidencia de que ese pensamiento está vivo, en acción. Hay muchas personas valiosas comprometidas con el presente y con el destino de Cuba y de la humanidad, que se desvelan por ello y que tienen la necesidad de compartir sus reflexiones. Publicarlas, de cualquier modo, es una muestra de que aspiran a ser leídos, a ser atendidos, o sea, confían en que todavía pueden influir en la toma de decisiones o en la conciencia de sus conciudadanos.

El 25 de marzo de 2019 se publicó en la Gaceta Oficial de la República de Cuba el Decreto Ley No. 373 Del creador audiovisual y cinematográfico independiente. En tu carácter de guionista y docente, estuviste entre el grupo de cineastas que más lucharon por sensibilizar a las autoridades culturales sobre la necesidad de este. ¿Te sientes satisfecho con los resultados?

El decreto, en líneas generales, responde a nuestras expectativas, y es muy alentador que, a pesar de las circunstancias económicas, el Estado haya asignado una partida sustanciosa para el Fondo de Fomento, que es una pieza central del nuevo sistema para el audiovisual cubano. Obviamente, la ejecución de esas medidas acarreará aciertos y tropiezos, y hay personas que ya se han dedicado a demonizarlas, y a provocar fractura entre los jóvenes cineastas y las instituciones.

A mediano plazo, queda pendiente que todo se integre en una Ley de Cine (prevista en el calendario de la Asamblea Nacional) y, en lo inmediato, la creación de un Comité de Cineastas que, junto a la presidencia del ICAIC, comparta la responsabilidad de diseñar la política cultural cinematográfica y de tomar decisiones concretas desde el punto de vista artístico.

La aprobación del Decreto Ley 373, además de darnos la razón, demuestra la injusticia de que fuimos objeto por parte de directivos de instituciones culturales que nos consideraron sus enemigos y nos hicieron la guerra, o que nos dieron las espaldas, cuando su deber hubiese sido apoyarnos o por lo menos sentarse a dialogar con nosotros. Sigo pensando que las dinámicas creadas entre las asambleas de cineastas y el g-20 fue uno de los ejercicios más notables de democracia participativa que se han conocido en Cuba, al menos en este siglo.

¿Pueden considerarse los grupos de creación, instaurados por Julio García Espinosa en el ICAIC a fines del siglo pasado, un antecedente del cine independiente cubano?

De ninguna manera. Los grupos tenían una autonomía relativa dentro de la institución, para nada al margen del ICAIC. La definición de esa independencia es complicada. Se es independiente con respecto a algo, casi siempre frente a un modelo hegemónico. En el caso cubano, ¿cuál sería el modelo estatal hegemónico? ¿El cine de Fernando Pérez o el de Ernesto Daranas? Obviamente, no.

En nuestro contexto le estamos llamando independiente a aquellos que realizan su trabajo fuera de las instituciones (el ICAIC o el ICRT, principalmente). No hay, creo, un movimiento homogéneo, con intereses más o menos comunes. He leído guiones de jóvenes que no están insertados en esas productoras y las preocupaciones son muy variadas. Algunos, incluso (para mal), se acercan a los paradigmas estéticos de la televisión.

Con los cambios que se están instaurando en el sistema del audiovisual, sobre todo con la próxima convocatoria al Fondo de Fomento, esos realizadores podrán sistematizar sus inquietudes creativas, que ojalá sigan siendo diversas. Pienso que el cine cubano necesita una revitalización de sus búsquedas artísticas, y ya se ven realizaciones muy interesantes en el género documental.

¿En qué andas ahora?

Tengo dos novelas casi terminadas, cuyos títulos definitivos son Después de todo y Límites y escombros. Ambas se inscriben en un ciclo al que he llamado No estaba el futuro. Avanzo en otra novela, para la que aún no encuentro título, y reviso un cuento escrito en estos meses, que quizás sea el inicio de una serie.

En el cine, con amigos egresados de la EICTV formamos un equipo para la escritura y el análisis de guiones: “Viceversa”. De momento, entre otros planes que se arman con sus tiempos necesarios, trabajamos en un guion para el director puertorriqueño Gustavo Ramos, y esperamos ver pronto una película que a mediados de 2019 escribimos para el dominicano José María Cabral, titulada Perejil, ya en etapa de posproducción.

¿Eso es todo?

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Fuente: https://oncubanews.com/opinion/columnas/de-otro-costal/sin-democracia-el-socialismo-no-es-viable/