Las Comisiones Obreras van naciendo a finales de la década de los 50 y durante toda la década de los 60 en diferentes partes del Estado español. Eran comisiones de trabajadores elegidos en asambleas para negociar con el patrón o intentar resolver algún conflicto. Una vez resuelto éste, o efectuada la negociación, se disolvían dichas comisiones, que volvían a ser elegidas ante nuevos avatares. Estas comisiones surgen de la inoperancia o casi inexistencia de los sindicatos clásicos, UGT, CNT, ELA…, muchos de cuyos militantes pasan a engrosar las filas del nuevo proyecto sindical.
En 1966, CCOO, constituidas ya como un movimiento político-social, decide presentarse a las elecciones a enlaces sindicales promovidas por el sindicato vertical CNS. UGT, CNT y ELA defendieron el boicot a las mismas, mientras CCOO y la cristiana USO propugnaban su participación en el proceso electoral para presentar batalla desde dentro del sindicato franquista.
Tras la muerte del asesino Franco, CCOO y UGT firman los pactos de la Moncloa en 1978. La transición estaba en marcha, y una vez que la izquierda política estaba en el redil le tocaba ahora el turno al movimiento sindical pasar por el aro de la reconciliación nacional y la falsa democracia. No tardaron mucho las CCOO en aceptar tratos con el estado post-franquista, ya que estaban dirigidas por gente del PCE, el cual, con Carrillo a la cabeza, ya había firmado la paz con la burguesía neo-democrática a base de prebendas y privilegios.
No es mi intención dar lecciones de historia a nadie. Quien quiera saber más sobre las fechas anteriormente citadas que acuda a archivos, bibliotecas, internet… y se documente. El objetivo de este artículo es exponer a las duras y a las maduras en lo que han convertido CCOO una panda de aristócratas disfrazados de obreros, que han supeditado la lucha de clases a la lucha por mantener el sillón y el sueldo y salir en el «afoto». Quien esto suscribe sabe de lo que habla ya que a pesar de su juventud lleva unos cuantos años en la casa (mal que a algunos les pese es también mi sindicato), primero como afiliado, luego como delegado de personal y después, hasta mi despido, como liberado de la organización.
Alguien puede entender que estas frases se escriban desde el rencor y el odio. No le faltará parte de razón. Pero, sobre todo, estas letras salen de mi pluma para reafirmar que otro sindicalismo es posible y más necesario que nunca, y que ese odio-rencor no es contra CCOO sino contra quien dirige el sindicato como si fuera un cortijo y contra su política colaboracionista con el Estado de clase.
Y con el Estado hemos topado. Y no me cansaré de decir que el Estado tiene un carácter de clase. Que el Estado no somos todos y todas. El Estado es la estructura que utiliza la burguesía para ejercer su dictadura contra la clase obrera y el vil populacho. Unas veces desde el fascismo más puro y duro, y otras disfrazando esa dictadura con ropajes democráticos: elecciones, parlamentos, estatutos de autonomía y demás parafernalia.
Los sindicatos nacen para enfrentarse a la clase patronal. Para pedir más sueldo, menos jornada, más salubridad en el trabajo… Pero, sobre todo, teniendo claro que patronal y Estado son una misma cosa. Ello independientemente de quien ostente el gobierno (que no es igual a poder, recordemos) de la nación, si liberales o conservadores, si derecha o izquierda. Quien llega al gobierno de un país ha de ser consciente de que no controla el poder económico, y quien ose traspasar esa barrera que se acuerde de Allende en Chile o del golpe de Estado en Venezuela en 2002.
¿Cómo es posible que una organización obrera cuya misión es combatir al capital y a su Estado reciba subvenciones del mismo? Y que conste que el arriba firmante es plenamente consciente de que su sueldo durante los últimos tres años y pico salió de las arcas del Estado. Todas las organizaciones sindicales reciben todos los años del Estado y de las Comunidades Autónomas (que no dejan de ser una extensión del Estado) jugosas subvenciones. Y aquí no se libra nadie porque los sindicatos nacionalistas (ELA, LAB, CIG…), y los izquierdistas (CGT, ESK, Intersindicales…) también se llevan su parte del pastel. Todo ello en base a la representación. Para no faltar a la verdad, hay que decir que el único sindicato que no pilla cacho es la CNT, que no participa en los procesos electorales.
Por todo ello la representación se ha convertido en el fin de los sindicatos. Cuanta más representación, más subvenciones y más horas sindicales de libre disposición que permiten mantener a sueldo a un ejército de liberados que en congresos y eventos son los que auparán al jefe de turno a tal o cual puesto, o le mantendrán en el que ya tiene para no volver al tajo. Y de ahí también la competencia desleal de los sindicatos entre sí, que lejos de mirar por el bien común de la clase se dedican a fortalecer la organización como un fin en sí mismo. Todo ello para regocijo de la patronal.
Y en este terreno, CCOO, como sindicato más representativo al nivel del Estado se lleva lo suyo. Todo el equipo humano del que dispone está destinado a aumentar el número de delegados y miembros de comités de empresa. El sindicalista con dedicación exclusiva no ha de desarrollar su labor en el ámbito de la movilización, concienciación, protesta y lucha por la obtención de más derechos. Su objetivo se centra en afiliar, pero sobre todo en obtener representación. Porque sólo con la cuota del obrero no se puede mantener una maquinaria de estas características.
Hay un dicho que reza: «Quien paga al flautista escribe la melodía». Ejemplo harto significativo es el de las cúpulas sindicales. Las subvenciones, la formación, el uso del patrimonio sindical acumulado, es la soldada que reciben las cúpulas sindicales como pago por mantener la chusma a raya. Tres ejemplos cito: el Acuerdo para la Negociación Colectiva (ANC) de 2007 que otro año vuelve a proponer moderación salarial para crear empleo (temporal y mal remunerado). La Reforma Laboral de 2006 que aumenta las bonificaciones a los empresarios; quien más tiene menos cotiza a la Seguridad Social. Y la Reforma de la Seguridad Social y las pensiones, también del año pasado, que aumenta el período mínimo de cotización de 12,8 a 15 años, que endurece el acceso a la jubilación parcial, y que, sobre todo, deja la puerta medio abierta a una futura privatización de las pensiones públicas. CCOO y UGT ya han creado una empresa junto con el BBVA (genuinos representantes del capital) para, según ellos, garantizar el futuro de las pensiones de los funcionarios.
Un sindicato como CCOO tan democrático, asambleario, socio-político y de izquierdas, que firme reformas que conculcan derechos y prestaciones conseguidas tras años de lucha obrera, y que además lo hagan sin consultar con sus bases. La decisión la toma la cúpula. Un sindicato que crea empresas, como ha hecho recientemente en Catalunya donde ha convertido su asesoría jurídica en una sociedad limitada, es decir, en una empresa capitalista.
Y no es de extrañar esto último, ya que el funcionamiento de CCOO es el de una empresa capitalista con su consejo de administración. Dicho consejo es la cúpula, la ejecutiva, ya sea a nivel confederal, de federación, territorio, etc… Y luego están los sindicalistas de base que, menos sindicalismo, hemos de hacer de todo. Lo primero, eso sí, aceptar lo que dice la ejecutiva sin protestar, ya que de ahí a irte a la puta calle sin atrasos, sueldo por tiempo ya trabajado, gastos y finiquito (como es mi caso) hay un paso. Su labor es la de un comercial. Lo que estiman los burócratas dirigentes de CCOO es buenos comerciales del sindicato. Los sindicalistas de base tienen que vender el producto CCOO con sus elecciones sindicales, sus seguros, sus cursillos, sus descuentos en Port Aventura (y dentro de poco, si nos descuidamos, en El Corte Inglés), sus llaveros, sus bolígrafos y sus piruletas.
Hoy el enemigo está en casa. Las burocracias sindicales han asumido el discurso del capital y son sus representantes y aliados dentro de las organizaciones obreras. Son los judíos elegidos por los nazis como policías para mantener el gueto en perfecto orden y armonía. En sus discursos usan palabras como productividad y competencia, palabras propias del discurso patronal, mientras que la lucha de clases y el socialismo han acabado en la papelera. El discurso de los líderes de CCOO y UGT y el de la patronal es casi indistinguible. Si no, recordemos unas declaraciones de mi «camarada» Fidalgo hace no mucho al Diario de Noticias , donde decía que el que los jóvenes cobrásemos poco era ley de vida y que se curaba con el tiempo. Hay una frase que dice: «Quien a los 20 años no es comunista es que no tiene corazón. Pero quien a los 40 sigue siendo comunista es que no tiene cabeza». Dudo mucho de que el Sr. Fidalgo fuese comunista de joven, pero ahora, de viejo, lo que está bien claro es que su cabeza peinará canas, pero ni un pelo de tonto. El tiempo lo cura todo viene a decir D. José María Fidalgo, amigo de otro José María, ya que el primero ha participado en jornadas de la fundación que dirige el segundo.
Después de todo ello todavía se sorprenden y escandalizan estos aristócratas obreros por el bajo nivel de afiliación, por la desidia, desconfianza y falta de motivación de obreros y jóvenes ante los sindicatos. Si la clase obrera hoy se encuentra en estado de recesión, adormilada e incluso ubicada en posiciones reaccionarias es en gran medida por la política de colaboración de clases desarrollada por los líderes de la izquierda política y sindical, que lejos de fortalecer partidos y sindicatos como herramientas de lucha se han dedicado a fortalecer y afianzar su posición social y tratar de mantener el coche oficial. Llegan a acuerdos con la patronal y el Estado y toda reivindicación que se salga de ahí es tachada de utópica, desproporcionada y, si hace falta, de terrorista y antidemocrática. Es más, ya que luego lo pactado aún y cuando es recesivo para los intereses de la clase obrera ni se cumple. Doy fe de que el 80% de los casos que llegan a los servicios jurídicos de un sindicato son cuestiones que se han de resolver a favor del operario: reclamación de cantidades mal pagadas, finiquitos mal hechos, indemnizaciones que no se cobran, despidos nulos, contratos fraudulentos… Se pacta y se cobra para mantener una estructura que se dedica a reivindicar lo ya pactado. De locos.
Para terminar, decir que he estado liberado en CCOO Euskadi desde julio de 2003 hasta diciembre de 2006. No he tenido cargo alguno en ejecutivas, ni en consejos, ni en otro tipo de órganos del sindicato. Pero aún así he visto lo que se cuece en esta salsa. Todo lo arriba indicado se le puede achacar tanto a CCOO como a UGT, pero también a otros sindicatos como la CIG o ELA, que aunque vayan de radicales también cometen sus fechorías, y si lo hacen a menor escala es por no tener mayor poder (de ahí que pierdan el culo por el marco vasco y gallego de relaciones laborales).
Si me he centrado exclusivamente en CCOO ha sido porque es el sindicato al que pertenezco, donde he trabajado hasta que me han echado y que, por consiguiente, conozco. Como pasa en IU y en el PCE, no todo el monte es orégano. En CCOO hay muchos sindicalistas, a sueldo o no, disconformes con la política y el funcionamiento del sindicato, que se dejan la piel por conseguir mejoras en sus empresas y en el mundo laboral. A ellos y a ellas, y a todo sindicalista de cualquier sindicato que luche de forma honrada y consciente contra el capital, espero más temprano que tarde encontrarlos en la barricada.