Es cierto, que si hacemos una narrativa más o menos aséptica y romántica desde la perspectiva de las trabajadoras, visto el amplio seguimiento de la huelga y del apoyo solidario de la ciudadanía, saldría un relato casi oficial sin ganadores ni perdedores en esta pelea de lucha de clases, aunque con una clara rentabilización por […]
Es cierto, que si hacemos una narrativa más o menos aséptica y romántica desde la perspectiva de las trabajadoras, visto el amplio seguimiento de la huelga y del apoyo solidario de la ciudadanía, saldría un relato casi oficial sin ganadores ni perdedores en esta pelea de lucha de clases, aunque con una clara rentabilización por parte del gobierno asturiano, del cual aún estamos esperando ver de qué pie cojea, si del derecho neoliberal de su antecesor y mentor Javier Fernández o del izquierdo del gobierno de coalición de Pedro Sánchez. Pero la pregunta desde el sindicalismo de clase, sin pretensión de hacer amigos ni enemistades y sí crítica desde la izquierda clasista, está en si realmente es cierto, que desde la perspectiva del sindicalismo para la revolución de la igualdad de los seres humanos en el trabajo como derecho y deber, en la desconvocatoria de la huelga por los sindicatos, no hay ganadores ni perdedores.
Primero aclarar que cualquier perspectiva de planteamiento de clase o de izquierdas, por las partes que se reclaman representantes de la clase obrera en esta pelea de las trabajadoras de los supermercados y los sindicatos CC.OO, UGT y USO contra la patronal, tiene que partir de una ética que emancipe y genere el empoderamiento de la asamblea de trabajadoras, como instrumento unitario y colectivo de la clase obrera, fortaleciendo mediante el trabajo y las decisiones colectivas, la conciencia de clase del colectivo en huelga. Esta es la ética del hacer desde el sindicalismo de clase y de la izquierda. Lo contrario, cuando se sustrae esa capacidad de decisión a la asamblea de trabajadoras de la desconvocatoria de huelga o la aprobación del convenio, lo que se hace es sustituir la lucha de clases por la intermediación delegada en la pelea entre obrera y patrón y cuando esa función sustitutiva del sujeto, se repite en la negociación colectiva entre obrero y patrón, deja de ser un error para convertirse en un negocio con beneficios que como tal, por los intereses institucionales del estado burgués, formará siempre parte de la patronal.
Tendremos que esperar al trece de enero, para ver el nivel de complicidad de los distintos actores que conforman el arco institucional, sindicatos, patronal y gobierno asturiano y los réditos que cada uno percibe por la función que cumplieron en este juego de estimular las necesidades humanas, que son de paso las que justifican la existencia política y jurídica de los sindicatos y del gobierno regional, ya que la patronal lo es en cuanto propietaria de los medios de producción y de los beneficios, cosa básica de la negociación colectiva como derecho fundamental constitucional para la clase obrera, aunque ya vemos por la propia desconvocatoria sindical unilateral muy legal pero no ética, desvirtuado. Del beneficio del gobierno asturiano, por poco hábil que sea ya está dicho, el de los sindicatos depende de la habilidad del gobierno y la flexibilidad de una patronal dominada por la extrema derecha o lo que es lo mismo, desde el momento que los sindicatos desactivaron la huelga y nadie retomó la movilización, todo depende de la gracia institucional del gobierno, sindicatos y patronal, pero ¿y las trabajadoras?
Si el gobierno no cede a las presiones empresariales, podrán no salir perdiendo salario en esta pelea y eliminando parte de algunas de las barbaridades y abusos de la patronal, pero de seguro, que de ella no han salido ni más concienciadas ni más organizadas y sí su vanguardia muy desmotivada, donde volver a conseguir correlación de fuerzas tan favorables para las trabajadoras de los supermercados, ya no será tan fácil. Con lo cual el mérito a destacar es la gran participación en la huelga y el apoyo solidario, en contra, la nula renovación por la izquierda de un sindicalismo burocratizado e institucionalizado plagado de intereses propios, que ha cumplido su papel de intermediario institucional en parte por sus méritos, pero en lo fundamental, por el demérito de los sindicatos no presentes en esta negociación colectiva.
Alonso Gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos
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