1. El anexionismo, como opción política autóctona, fue absolutamente derrotado en Cuba después de la segunda mitad del siglo XIX por el pensamiento, la propuesta de democracia, de derechos y libertades, por la acción insurreccional del republicanismo independentista cubano.
2. En los primeros tres años del siglo XX, con el país ocupado militarmente por miles de soldados estadounidenses y bajo el despliegue de un plan civilizatorio y modernizador de innegable impacto y trascendencia en la vida cotidiana, la cultura y los imaginarios políticos cubanos, la anexión como propósito político del ejecutivo estadounidense fracasó absolutamente por la esencial e irreversible solidez del proceso de formación de la identidad nacional y de la apropiación cívica de las nociones de soberanía, derechos y república. La forzosa introducción del contenido de la Enmienda Platt al texto constitucional cubano de 1901 como una inexorable obligación para el futuro gobierno republicano, y la adopción de una doctrina neocolonial de Estado, fueron, por así decirlo, un tácito reconocimiento del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica de ese entonces de la total imposibilidad de imponer -o atraer – a Cuba y su población la anexión, tal como lo había intentado en ese periodo.
3. Décadas más tarde, cuando los resortes económicos, culturales e ideológicos neocoloniales operaban estables y aparentemente eficaces sobre la población cubana, una insurrección de ciudadanos, hecha contra la dictadura que conculcó leyes y derechos en Cuba, devino en la primera revolución antineocolonialista del orbe que, en el fango y las arenas de un sector de las costas del occidente de Cuba, supo disputar y ganar, bélica e inobjetabablemente al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica por primera vez, la plena soberanía nacional.
4. Casi sesenta años después de ese momento, la identidad y las prácticas ciudadanas, el orgullo por sus generaciones anteriores, el compromiso con la democracia, los derechos, la República y la soberanía de Cuba son inconfundibles en cualquier escenario: se participa por la Cuba que se sueña, se ama y construye en la realidad o la posibilidad de ser; el anexionismo, en cambio, es hoy un triste y pueril sambenito político, y los anexionistas ya no son ciudadanos cubanos. Entenderlo es esencial, vilipendiar no es dialogar, mucho menos respetar…