La internet da para todo. Lo interesante contra Santos, que es la otra cara que no presenta la mediática, es aprovechada para descalificar a los negociadores de La Mesa de La Habana. Los plenipotenciarios insurrectos no cuentan con sueldo, ni horas extras; tampoco de vacaciones. Te preguntarás cómo es que viven y toman roncito, los […]
La internet da para todo. Lo interesante contra Santos, que es la otra cara que no presenta la mediática, es aprovechada para descalificar a los negociadores de La Mesa de La Habana. Los plenipotenciarios insurrectos no cuentan con sueldo, ni horas extras; tampoco de vacaciones. Te preguntarás cómo es que viven y toman roncito, los utópicos; como profesionales políticos que lo son. Fidel, en su libro sobre La Religión, asimiló a las monjas conventuales como seres fuera de serie. El -como insurgente que fue- comprende esa misión de las monjas; nosotros, incluidos, no!. Representan algo que muchos y hasta quizás mayoría no alcanzan a comprender. Viven por una comunidad religiosa y para una comunidad religiosa. En principio, los insurgentes viven para y por su organización. El punto de inflexión radica en que los insurgentes han retado al Establecimiento en la escena de la arena política del país por más de cincuenta años. No están vencidos; tampoco triunfadores. Aunque muchos no lo acepten, están dando la mejor lección de habilidad política. Reconocerlo, no implica adhesión o ser de ellos…Ese es otro aspecto difícil de reconocer, aunque no falte algún politiquero tradicional que lo asimile y acepte…
SE FORTALECE LA CONSTITUYENTE POPULAR
La llamada crisis de la Justicia colombiana, da más para cortar. La comisión interinstitucional creada para debatir «en las alturas», como enderezar el entuerto de una Corte Constitucional, comprometida hasta los tuétanos, con el ejercicio y aún vigente proyecto paramilitar en Colombia; resume que colocando los pies sobre la tierra, no existe mecanismo fiable de una solución definitiva y lo más viable reposa en la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, o constituyente, a secas. Así expresado, resulta en consonancia con lo expuesto por el movimiento democrático y popular de la necesidad de profundos cambios institucionales, en y para la superación del conflicto armado en Colombia y que constituye la hoja de ruta para la consecución de una paz estable y duradera. Por más que se rasguen las vestiduras los fariseos jerárquicos de la institucionalidad colombiana, la salvación en ese piélago de contradicciones tienen la inspiración a una salida correcta, en la brújula de los intereses populares. Entonces, tiemblan los poderosos y privilegiados, mientras crece, crece la audiencia de inspiración popular.
ASOMA LA DEMOCRACIA DIRECTA
De otro lado, en eso de las redes sociales, cómo si pareciere gratuito, se intensifica toda una campaña para despotricar de senadores y representantes. Lo es en general o genéricamente contra el Legislativo colombiano. Todo ello encierra veneno totalitarista de derecha. Sí, hace carrera y hasta mayoría la lapidación contra los mal llamados «padres de la patria», que históricamente no soportan un examen de conciencia de soberanía patria. Pero no resulta acertado, el mensaje subliminal de hablar sin ton ni son contra esa forma de representación indirecta popular como rige en Colombia. Desde que la izquierda en Colombia superó el abstencionismo beligerante y participó en política, con el sangriento costo que ello ha implicado, se reivindicó el derecho a la participación popular y de masas y por ello el sensible tema de las garantías políticas para la participación soberana de la izquierda en el establecimiento colombiano, en la Mesa de La Habana, tiene como objetivo, precisamente, la representatividad en todos los órganos de elección popular. En esos mensajes de las redes sociales despotrican, pero no salvan la representatividad, directa, del elector o pueblo. No proponen algo alternativo: como una constituyente popular; por ejemplo. O la revocatoria de todos los mandatos. El fondo de todo eso es otro.
LA POLITICA LO DIRIGE TODO
Como demostración a todo lo expresado anteriormente, resulta absurdo expresar que no se inmiscuya la política en el proceso de La Habana. Si algo hay esencialmente político es esa Mesa de Conversaciones. Solo que para el clientelismo resulta político es el próximo festín electoral. Y eso es mera politiquería chatarra. Como la llaman, a la colombiana, una democracia de orangutanes con saco de levita, no puede comprender los alcances de cuanto significa la solución política del conflicto armado interno, en la proyección de un Estado y la función popular de la nueva institucionalidad, en una sociedad en post -conflicto. Hasta allí no llegan y mejor callan. Mientras subsista el paramilitarismo no hay garantía para la participación política de la izquierda en Colombia. Es más, mientras exista expresión de lucha armada popular, es porque están cerradas o permanecen cerradas las puertas para la participación política plena de la izquierda.
LA TAL ENTREGA DE ARMAS
Ahora otro aspecto que causa roncha: lo de la entrega de las armas. Históricamente, desde las guerras civiles del siglo XIX, hasta la de los mil días (inicio del siglo XX), ninguno de las facciones contrincantes entregó las armas. En el siglo XX, las desmovilizaciones de las guerrillas liberales- gestadas desde la hegemonía conservadora- fue de individuos, después selectivamente asesinados. Las armas, como tal, pasaron a las guerrillas comunistas que irrumpieron más públicamente en Marquetalia (1964). Fatuo desconocer la tradición clandestina del pueblo colombiano. En los campos y muchas ciudades, en cada casa construida siempre existía la caleta o el lugar secreto para esconder las armas. Esa verdad histórica no ha sido tocada, revelada. Lo de entregar las armas, no pasa de lo simbólico. Da sorna leer en el Museo Nacional acerca del bloque de metal a que se redujeron las armas del M-19. Los nueve mil paramilitares «desmovilizados», cuyas cifras inflaron a treinta y cinco mil, no alcanzaron a entregar un mil quinientas armas. Las del desmovilizado Ejército Popular de Liberación. EPL, fueron desvirtuadoras, al quedar huestes raizales en los dos Santanderes y sur del Cesar, bajo el Frente Libardo Mora Toro (LIMOTO). De tal manera que lejos del maniqueísmo de entrega o no de las armas por parte de las insurgencias en Colombia; lo de valor político es su silenciamiento. Entregarlas, para retomarlas, puesto que las condiciones político, sociales, económicas, que generaron su toma, históricamente continúan. No!. Lo verdaderamente real y significativo lo constituye la dejación de las armas; puesto que las armas continúan ahí; pero la decisión política, el motivo determinante es su dejación. La dejación de las armas para hacer política, constituye la terminación del conflicto armado interno en Colombia. Para ello el acuerdo bilateral de cese de fuegos es el primer paso. Sin que mecanicistamente se cumpla, la sentada a manteles de las demás insurgencias: el Ejército de Liberación Nacional. E.L.N y el reducto del E.P.L. constituyen requisito esencial. Luego vendrá la firma o armisticio del fin del conflicto armado en Colombia, con todas las expresiones de la Insurgencia colombiana; en que callaran definitivamente las armas, ambas partes contrincantes: Estado e Insurgencias; bajo la premisa de No repetición.
DOS TEMAS PENDIENTES
Aunque merezca detenimiento aparte lo del sometimiento a la justicia por parte de la Insurgencia, que en principio ataca y desconoce esa institucionalidad; acoto que no enmarca dentro del panorama de negociaciones, ni la calcada y desastrosa modalidad de Justicia y Paz, aplicada al narco paramilitarismo; como tampoco la presuntuosa Justicia Transicional, bajo el prurito de los convenios internacionales. Lo primordial es la exposición cruda de la Verdad, bajo el vehículo eficaz del levantamiento del veto oficial, de los archivos de inteligencia e información clasificada, cuyo objetivo de sacrificio lo ha constituido el propio pueblo colombiano. Ello expondrá la dimensión de verdugos, victimarios y victimas; no para la punibilidad y el castigo, como para el esclarecimiento en la rescisión e indemnización del daño total e integral a las víctimas del conflicto.
De igual manera y bajo el calificativo de tema aparte para mayor detenimiento, ajusta lo de la llamada reinserción social. Resulta que la disposición gubernamental y del establecimiento apunta a no distinguir entre el delincuente común y el delincuente político y a ambos le dan el mismo tratamiento de desecho en un mismo recipiente. Un reconocimiento veraz y equitativo del delincuente por motivos políticos. Delincuente es el comete una infracción contra cualquier ley establecida. El neologismo reinsertar aplica a reingresar, a entrar de nuevo. Lo de incorporarse es entrar una persona a un cuerpo o conjunto social. Alude también a regresar, volver una persona al lugar de donde salió. Lo de reinsertar alude a que el delincuente se inmiscuya, se mezcle y regrese al torrente del orden legal preestablecido. Se somete ya pagando una pena o condena y la sociedad lo vuelve a recibir. Pero resulta que el delincuente político se rebeló e insurreccionó contra un orden preestablecido. Se opuso a ese orden en forma radical y no se le puede someter cómo sumiso y derrotado. Cuesta comprender que el delincuente político como rebelde e insurgente se reinserte o reintegre, así a secas, en el orden injusto que combatió. El delincuente político se reintegra a una vida normal en la medida en que encuentra un orden nuevo. No es que se reincorpore a la sociedad colombiana, porque jamás ha salido de ella. Es como el que más ha estado insertado a sus cuitas y dolores. Entonces aquí corresponde asumir la verdadera escala de valores. Y ello comienza por distinguir en la aceptación y caracterización del delincuente político como tal. No es un problema jurídico; es de encomiable valor cultural y el de prepararnos culturalmente para el nuevo estado de cosas en la asunción del reto verdadero del pos conflicto. Lo contrario sería continuar con la ilógica de «cambiar todo, para que nada cambie»; tal como resultó con el fatídico modelo centroamericano aplicado en El Salvador y Guatemala.
LA VALÍA DEL RESPETO HUMANO
De los actos inhumanos. Ni mencionar. En principio, todo cuanto atente contra la dignidad humana se ha de rechazar. La sevicia y alevosía, como maltrato a la víctima o al caído en la confrontación armada, hiere cualquier sensibilidad humana. El estupor e indignación, no lo causa el efecto mediático y la cruel publicidad al hecho destacado. Lo causa la supuesta autoría proveniente de un actor político- militar, parte de la confrontación.
En este caso, a un sector de la insurgencia nacional representado en el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se le atribuye el que haya exhibido una de las extremidades inferiores, de un sargento del ejército mutilado, con su bota calzada, en una malla cercada de una escuela en construcción en el municipio de Convención, Norte de Santander. Tan impactante acto, solo recordado en la memoria histórica colombiana, cuando fue descuartizado el comunero José Antonio Galán y partes de su cuerpo expuestos en diferentes lugares por los realistas españoles como escarmiento para los pobladores de la provincia de Vélez, Socorro, Santander. La exhibición de ese miembro superior es inaceptable por su barbarie. No es acto que conduzca a ninguna explicación o finalidad. Tan denigrante como la extirpación de las manos del miembro del Secretariado Iván Ríos, por parte del sicario infiltrado en las Farc-ep y que con el objetivo de cobrar la «recompensa» las exhibió ante los mandos del ejército colombiano, sin reproche alguno – hasta la fecha- por parte de esa institución castrense.
La insurgencia del ELN, ha hecho público rechazo a ese episodio, resaltando que no está dentro de su comportamiento y trato a prisioneros de guerra y víctimas del conflicto esa salvaje voracidad; asomando la existencia de su juridicidad interna insurgente para la aplicación de sus estatutos disciplinario y éticos, en juicio de guerra, al miembro activo de esa organización que haya causado tal acto de barbarie. Pues la Verdad imperante del conflicto espera el resultado de esas minucias; porque la desgracia de ese, un acto a todos luces personal, conlleva el desastre a toda una organización político- militar, que se erige como interlocutora ante el pueblo colombiano en la búsqueda ansiada de la solución definitiva del conflicto armado en Colombia. Pesa la aclaración definitiva sobre tan abominable acto, sobre el que penden ínsulas en la reconstrucción del hecho, cuando se menciona que el sargento mutilado por la mina antipersonal fue atendido, en primera línea, por sus compañeros de cuerpo y tornitequeadas los muños de sus piernas desmembradas; por lo que oficialmente de la institución militar se espera el por qué luego aparece la macabra exhibición de ese mimbro superior militar ( como si la hubieren dejado abandonada, ahí esparcida) y a la organización insurgente el por qué se le endilga de ese «traslado» de la parte humana de una víctima en un área territorial en que se destaca su presencia armada(…).
Todo producto de la horrenda guerra que enfilamos acabar. Es la caracterización y aceptación de la existencia de un conflicto armado interno en Colombia, la que nos permite invocar la presencia de Cesar Augusto Sandino, General de Hombres Libres; y el aval del padre Camilo Torres Restrepo, Comandante de Hombres Nuevos, en el esclarecimiento de la Verdad de ese desgraciado suceso.
Concluyo citando: «Ni las falsas acusaciones, ni las amenazas, ni las presiones, son caminos de paz. El pueblo colombiano merece verdad y un sincero interés por parte de las clases dirigentes, de buscar solución a las causas que dieron origen y mantienen el conflicto para poder así parar la guerra.» (De escrito del E.L.N, por Equipo F Digital.).