¿Era una ilusión? Uno de los ejes de campaña consistió en negar la identidad de derechas de Madrid. «Lo que pasa es los ricos votan siempre, pero si movilizamos a las mayorías ganaremos, porque Madrid en realidad no es de derechas».
Pero las mayorías hablaron y ganaron por mucho las derechas, la izquierda logró su objetivo, habla pueblo habla, y con ello, a la vez, una derrota aplastante. ¿Qué ha pasado aquí, cómo es posible? ¿Resulta que Madrid sí que es de derechas, que no era una ilusión?
La participación subió entre un 5-15% aproximadamente en según qué zonas, marcando una subida media de un 8,17% más con respecto a las anteriores elecciones, marcando un “histórico” 76,25% del censo de votantes. Si las cosas fueran tan sencillas (izquierda vs. derecha) y los trabajadores fueran instintivamente de izquierdas, así como los propietarios fueran de derechas, entonces la victoria de la oposición estaba asegurada, pero es que quizás no todo son batallas de ideas, ni siquiera de imaginarios ni emociones; quizás el problema de que la subida de electores no beneficiara a las izquierdas estuvo en juzgar a la gente como idiotas ideologizados que sólo se mueven por afiliaciones políticas, ilusiones al fin al cabo, la viga en el propio ojo.
Mucha gente que no votaba se movilizó, pero, ¿A qué vota la gente que no vota? ¿Qué lleva a movilizarse a la gente que no suele estar por la labor? Las cosas de comer, por supuesto, independientemente de en qué partido o marco ideológico se suponga que están sus cosas de comer. Las marcas políticas terminan dando bastante igual cuando se trata de hacer cuentas en la economía de la casa.
Se puede afirmar que fue un error dramático la manera en que la izquierda se identificó con la institución en un territorio como la Comunidad de Madrid, que lleva más de dos décadas degradándose, descomponiéndose y vendiéndose en pedazos. Madrid es un territorio que lleva mucho tiempo enseñando a su ciudadanía que están solos, que la institución no está para facilitarles las cosas, estableciendo una relación administrativa siempre negativa, lenta, problemática y dónde a uno se le roba mucho para ofrecerle muy poco. Quien lleva tiempo a flote entre la precariedad y las deudas sabe que no se puede esperar que “los políticos” te salven, que no te van ayudar en realidad, de modo que lo mejor será que te dejen trabajar, que te dejen poder al menos salvarte tú mismo, al menos eso, pues, por precario que vivas, así tienes una posibilidad. Esa es la gente que no vota, pero que, en una circunstancia concreta, por una motivación determinada, se moviliza a votar, no importa quién, de qué partido sea, por mucho asco que provoque supuestamente el candidato en cuestión, mientras pueda beneficiar a lo que considere que son sus intereses. Desde que Unidas Podemos entró en el gobierno el discurso institucional ha sido una marca de este y el resto de partidos de izquierda, «somos Gobierno». ¿De verdad imaginaban que podía ser buena idea seguir con esa misma línea en Madrid?
Para ilustrar esto pondré un caso que conozco de primera mano, uno entre los que hay muchos más y que nos valdrían igual. Este ejemplo sería el de las denominadas “Ayudas al alquiler de la Comunidad de Madrid”. Resumiendo el caso, estas supuestas ayudas para personas que pueden tener dificultades para pagar el alquiler en realidad consisten en una especie de propina para aquellos ciudadanos que, cumpliendo unos requisitos bastante exigentes de miseria y hasta un cupo determinado de dinero a dar, estén al tanto de todas sus obligaciones fiscales, tengan todos los recibos de alquiler, se lleven bien con el propietario -pues también tiene que firmar papeles- no hayan dejado de pagar un solo mes, no sean demasiados en el piso en el que viven ni demasiado alto el alquiler (900 euros es el máximo. En Madrid.) etcétera, etcétera, durante todo el intervalo de tiempo que cubre la ayuda (2 años), de modo que, si todo ha ido bien, entre un año y medio o dos años después de hacer la solicitud, recibirán un dinero que supuestamente es para que pagar el alquiler, pero con el que si hubieses tenido que contar para poder pagarlo hace mucho que te hubieran echado del piso por impago y por supuesto y por tal, jamás hubieses recibido. ¿Qué clase de ayudas al alquiler son estas? Lo mismo podríamos decir de los famosos ERTES, y no ya por los retrasos en los pagos de los mismos que llevaron a la desesperación a muchas personas, sino por las exigencias draconianas que se les puso a las empresas para poder solicitarlos, como demostrar la “viabilidad económica” de la misma en un país como este, y en una situación como la nuestra. Si este es el concepto de “Ayudas de la administración” con las que la gente está lidiando en su día a día, ¿Cómo no podía caer en saco roto la crítica de no haber dado ayudas directas a las pymes con la que acusaban las izquierdas? La gente que realmente vive solicitando ese tipo de ayudas y lidiando constantemente con la Administración ¿Cómo no iba a votar por un simple y materialista “que nos dejen trabajar”? No es que Madrid fuese de derechas, es que la gente es marxista y solo atiende a la economía real y no a batallas de ideas hegelianas entre fascismo, comunismo o democracia.
En ese sentido cabe pensar que la izquierda perdió las elecciones cuando ante la pregunta de qué harían con las restricciones evadieron lo más fundamental con un «haremos caso a los expertos», los mismos expertos que habían cerrado el país y que si por ellos fuera ya estaríamos otra vez sin salir de casa. A partir de ahí todas las promesas eran en vano, por mucho dinero que prometiesen no se podía confiar, la Libertad de Ayuso era una solución inmediata, material, concreta y real ¿Para qué un programa electoral? Estamos en una situación de urgencia, y es por eso que la fórmula de mejor “lo malo conocido que lo bueno por conocer” no podía ser más lúcida y acertada, como si de una intuición pura del entendimiento se tratase: lo bueno será muy bueno, pero llegará demasiado tarde y yo necesito una solución ya.
Lo peor de todo es que a mi ver hubiera sido muy fácil evadir este marco discursivo. El hecho de que el estado de alarma fuese a decaer poco después de las elecciones era un recurso perfecto para cortocircuitar la idea de que la eliminación de las restricciones dependía de Ayuso. Se podría haber dicho a la gente que la añorada Libertad vendría sí o sí poco después de las elecciones y que lo importante era el modelo de sociedad que se proponía después. Hubiera sido fácil, además, intentar cambiar el marco conceptual o el de “indemnización”, que hiciera pensar a la gente que se trataba de otra cosa y de un derecho. Y, en fin, se podrían haber hecho muchas cosas, claro está, pero eso no quita que algunas fuesen tan evidentes desde el principio que no esté de más señalarlas para no volver a caer es tan tremenda ceguera.
Ahora tenemos en Madrid una derecha hinchada como un tetraodóntido, envalentonada y orgullosa de sí, mientras la izquierda sufre una suerte de crisis existencial, atravesada de desprecio y frustración con respecto a sus vecinos que creían representar. Ahora parece que finalmente se ha demostrado que Madrid es de derechas y que de aquí a las próximas elecciones poco ya se puede hacer, que hay que volver a la casilla cero e intentar sacar a las clases populares de su alineamiento o ese tipo de cosas. Todo esto mientras lloramos a nuestro Cristo Muerto luchando por salvar la Fe. Pero no, Madrid no es de derechas ni de izquierdas, ese asunto no lo podemos saber ni nos debería interesar. Las elecciones las suele determinar un porcentaje desideologizado de masa que no vota por ese tipo de cosas. Esa misma masa que hoy ha votado a Ayuso y que profesa odio “al coletas” en el bar o por las RRSS le hubiesen votado sin dudarlo si es que éste hubiese representado una aspiración de mejora económica real, material, concreta e inmediata, básicamente la Libertad de Ayuso, que todo el mundo sabe que no tiene nada que ver realmente con la libertad, pero es que no estábamos ahora para tal.
En definitiva sí que era una ilusión, como también lo era pensar que por no ser de tal serían de cual, el pueblo no es tan estúpido para dejarse engatusar por Hegel, el pueblo, lo sepa o no, siempre está con Marx, el problema es que en estas elecciones eran las izquierdas quienes confundieron la superestructura ideológica con el mundo material.