Soy consciente de que este artículo va a provocar las iras de quienes, por una parte, me acusan de «español» y quienes por otra, lo hacen de filoterrorista, judeomasónico y separatista. Alabado sea Dios, que así sea. Mi intención es exponer mi punto de vista sobre cuál debería ser la idea de España en el […]
A mi entender existen dos ideas predominantes sobre lo que es España. La primera es la de la extrema derecha neofranquista (PP), y la de algunos barones del PSOE (léase Bono e Ibarra). Es la España Una, Grande y Libre de los Reyes Católicos donde el sol no se llegaba a poner. La España de pandereta y charanga, de misa dominical y fiestas de guardar, la del «vuelva Usted mañana». La España del nacionalcatolicismo, de Santiago Matamoros, la del Azor, la cerril y unitaria, indivisible por la gracia de Dios y el beligerante artículo octavo de la Sacro Santa Carta Magna del 78. No conozco a Pepe Rubianes, pero creo que esta «Puta España» es la que le importaba un carajo al susodicho. Y al arriba firmante también, dicho sea de paso.
La otra idea predominante sobre lo que es España, es la del nacionalismo. La que trata de hacernos ver que España sólo existió la anteriormente descrita. La que niega la existencia histórica de la España democrática, republicana y antifascista. Lo que hace el PNV, no sé ya si por interés (casi que sí) o por vergüenza, para que no le recuerden los sucesos capituladores de Santoña en 1937, donde la cúpula jelkide prefirió rendirse a los fascistas italianos, antes que luchar con los republicanos para derrotar a los fascistas españoles. Esta idea de España ha calado en los sectores radicales del nacionalismo de izquierda. Principalmente por la propia debilidad del movimiento comunista y sus organizaciones, y por la gran influencia que el movimiento burgués nacionalista ejerce en las nacionalidades históricas del Estado. Nacionalidades oprimidas por un Estado que siempre tiene un carácter de clase, y al que los sectores burgueses del nacionalismo se oponen, no por ese carácter sino porque no están dispuestos a compartir la mano de obra a explotar. Y digo un Estado, ya que a las nacionalidades a las que no se les reconocen sus derechos como tal, no son oprimidas por otras nacionalidades y pueblos que componen el Estado. Euskal Herria y Catalunya no son oprimidas por Castilla, Andalucía o Murcia. Sino por el Estado que las agrupa, (integrado por las clases poseedoras de Castilla, Andalucía, Murcia… pero también de Catalunya, Euskal Herria, Galiza) el cual también ejerce su papel explotador en tierras castellanas, aragonesas, murcianas, canarias.
Porque, hablemos alto y claro: La España a la que Pepe Rubianes calificaba de puta y de la que se desentendía, también existe en Euskal Herria y en Catalunya. La Euskadi de la temporalidad laboral (la más alta de todo el Estado), de los pisos a 50 y 60 millones de las antiguas rubias (mal que le pese a Madrazo y sus chicos), la de «las vascas y los vascos» (Ibarretxe dixit), la de los casi 30 años de gobiernos del PNV, la del RH negativo, donde según las clases dirigentes parece que todo es un cuento de hadas, y los pájaros cantan y las nubes se levantan. La Catalunya del 3%, la del Carmel, la de la mano de obra inmigrante a TODO A CIEN, la de 23 años de pujolismo, la de la Ferrusola, donde nada pasa porque al Barça (mi Barça) se le antoja una temporada prometedora. Y no sigo porque les puedo aburrir. Pero esa Euskadi y esa Catalunya también son putas. Putas y reputas.