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Sobre la crisis de IU, y la salida republicana a la crisis del Régimen Monárquico

Fuentes: Rebelión

Con sus errores y sus virtudes, durante casi 30 años IU ha sido la opción institucional de la izquierda republicana en el Estado español -utilizo la expresión ‘izquierda republicana’ para oponerla a la ‘izquierda liberal’ o ‘monárquica’ representada por el PSOE-. Por eso mismo, IU ha sido una importante pieza política en el Reino borbónico, […]


Con sus errores y sus virtudes, durante casi 30 años IU ha sido la opción institucional de la izquierda republicana en el Estado español -utilizo la expresión ‘izquierda republicana’ para oponerla a la ‘izquierda liberal’ o ‘monárquica’ representada por el PSOE-. Por eso mismo, IU ha sido una importante pieza política en el Reino borbónico, que ha conseguido con éxito conjurar el peligro de una quiebra en su sistema de poder.

En efecto, mantener a la izquierda republicana sometida -y hasta cierto punto, integrada en el sistema-, ha sido uno de los desafíos fundamentales del régimen monárquico heredado del franquismo. Ese objetivo está detrás de significativas actuaciones del poder real, como fueron, por un lado, el GAL -para combatir las alas más radicales de la oposición contra la monarquía, que tenían su centro en Euskadi-; y por otro, el falso golpe de Estado del 23 F, que consiguió la asimilación del PSOE para la institucionalidad postfranquista y la formalización del bipartidismo. Dos líneas estratégicas que representan, respectivamente, la liquidación de la izquierda revolucionaria apoyada en el MVLN (Movimiento Vasco de Liberación Nacional), y la asimilación de la izquierda moderada -agrupada en IU-, mediante el expediente de subordinarla a un PSOE que había perdido su carácter socialista y obrero, transformándose en un partido liberal moderado.

El éxito de esa política quedaba patente en las elecciones generales de 2008, cuando el bipartidismo alcanzaba casi el 85% de los votos (83,81%), con una abstención por debajo del 25% (24,68). El consenso acerca del orden social liberal era abrumador entre los españoles (más del 70% del electorado); incluso en Cataluña y el País Vasco la política venía a ser definida por los dos grandes partidos mayoritarios, o al menos uno de ellos. Desde entonces la brutal crisis económica que sufre el Estado español -como el resto de los países europeos, pero agudizada por su débil estructura económica-, se ha transformado en una crisis política, cuya manifestación más evidente es el final del bipartidismo en las elecciones europeas (49,06% entre PP y PSOE con una abstención del 54,16%, dan menos del 22,5% del electorado). En seis años se ha volatizado la estabilidad política del Reino de España.

Y eso mismo -según anuncian numerosos medios de propaganda institucional, pero también algunos medios de información alternativa-, ha constituido el detonante de una crisis interna de la organización de izquierdas; y eso a pesar de su crecimiento. Esa crisis consistiría en que IU no crece lo suficiente y en que ha aparecido un partido rival, Podemos, que le disputa el espacio político. Esa percepción puede ser resultado de un análisis superficial, si tenemos en cuenta los siguientes factores.

En primer lugar, en mi opinión, no considero que Podemos deba ser considerado un rival de IU, sino una estructura complementaria, que impulsa a la participación en los asuntos políticos a capas sociales relativamente despegadas de los intereses públicos, o simplemente demasiado jóvenes para tener una larga experiencia en la vida política. La parte de voto que arranca a IU es una fracción pequeña, que viene compensada de sobra por lo que la izquierda gana desde otras partes.

En segundo lugar, el crecimiento de IU ha sido notable, y debemos recordar que el marco de las elecciones europeas no es el más indicado para evaluar a esta formación política, que ha mantenido un rechazo constante al actual ordenamiento de Europa Comunitaria, desanimando, por tanto, el voto de sus propios simpatizantes.

Además, en tercer lugar, la dinámica de esta crisis resulta curiosa, pues comienza con una afirmación de los medios de comunicación del régimen monárquico, El País, diciendo que IU no crece todo lo que tendría de crecer, habida cuenta el desplome del bipartidismo. Se trata de una observación para tranquilizar a la propia parroquia. Luego algunos militantes de la organización se hacen eco de esa opinión fabricada por los intelectuales orgánicos de la monarquía, y finalmente ese eco rebota en las páginas alternativas y es aireado por la izquierda crítica con IU.

Hay que hacer aquí una observación importante, que se nos revela en las declaraciones de El País. Y es que si Podemos ha conseguido el éxito extraordinario que ha conseguido, es porque sus dirigentes han sido lo suficientemente hábiles como para mantener oculto el triunfo que guardaban en la manga. La permisividad del sistema informativo hacia Iglesias, Monedero, Errejón y sus compañeros, ha facilitado ese triunfo; pero el objetivo de los poderes fácticos era seguramente erosionar a IU, creando una especie de Nueva Nueva Izquierda. Lo han conseguido solo a medias, porque se han creado un problema mayor que el que tenían: el asombroso éxito de Podemos es una victoria de la izquierda republicana.

Lo que sí es cierto en todo este jaleo, es que la nueva situación plantea retos importantes a IU, que deben ser bien planteados y pensados por la organización y sus militantes para encarar su futuro. Para pensar esos problemas creo conveniente una profunda reflexión que nos sitúe correctamente en la coyuntura histórica y nos indique las posibilidades históricas ante las que nos encontramos.

IU en la historia.

El papel que IU ha jugado en la institucionalidad de la monarquía juancarlista ha sido ambiguo. Por un lado, como izquierda integrada que juega un rol estabilizador, haciendo llegar hasta la agenda política las reivindicaciones más exigentes de la ciudadanía española. Por otro lado, aspira a superar el régimen actual, utilizando esas reivindicaciones como palanca para abrir el camino de la transformación social. A través de sus diferentes etapas de ascenso y hundimiento, se podría construir una perspectiva histórica de estos 39 años de monarquía postfranquista.

a) Durante la etapa previa de formación, a través de la oposición a la OTAN (1984-86) la unidad antifranquista se refunde en el nuevo marco político de la Constitución del 78 -ya estabilizado tras el autogolpe del 23 F y la subsiguiente victoria del PSOE en octubre de 1982-, para crear un movimiento con claros referentes republicanos, implícitos en su programa.

b) En la segunda etapa, de crecimiento, bajo el liderazgo de Julio Anguita (1986-1998), IU delinea su republicanismo y acentúa sus rasgos de oposición al sistema político, subrayando los aspectos críticos del capitalismo neoliberal, y pronosticando la crisis del sistema a largo plazo. Sin embargo, el proyecto quiebra porque una parte de la formación (Nueva Izquierda) prefiere aceptar el marco político constitucional, integrándose en el PSOE.

c) En la tercera etapa (1998-2011), IU se adapta al régimen político, y consigue sobrevivir al golpe de Nueva Izquierda y el triunfo consiguiente del régimen monárquico, aprovechando las contradicciones inherentes al sistema, especialmente el problema de la guerra imperialista en Oriente Medio.

d) La cuarta etapa en la que ahora estamos, comienza con la crisis del régimen borbónico fundado en el bipartidismo, y con el intento de reconstruir un nuevo marco político que permita la estabilidad del modo de producción capitalista. Es el momento en que la izquierda del Estado español puede alcanzar sus objetivos de superar el actual régimen, sustituyéndolo por un Estado republicano que haga posible una democracia avanzada y participativa. Y sin embargo, con la crisis del sistema se anuncia también la crisis de IU. ¿Por qué?

La clave explicativa de la crisis está en esa historia de derrotas y resistencia que nos ha traído hasta aquí. IU ha creado unas estructuras organizativas de resistencia, con formas burocráticas y jerárquicas, que son una adaptación al entorno político de la monarquía constitucional, y que por eso mismo no son adecuadas a la nueva situación creada. Los dirigentes de la organización se dan cuenta de ello, y han propuesto una política de Refundación que no acaba de dar los frutos apetecidos. La insatisfacción crece entre los militantes, y se mira con envidia, asombro y desconfianza a Podemos, que ha sabido aprovechar la coyuntura histórica.

La conclusión podría ser que IU ha cumplido su papel histórico de mantener la resistencia antimonárquica, y debe dar paso a nuevas formaciones políticas en la lucha por la República. No quiero decir con esto que IU deba disolverse mañana, pues esas estructuras podrían volver a hacer falta en caso de una nueva estabilización monárquica; sino que debe impulsar una amplia movilización por la República, integrándose en el movimiento que ha nacido en estas elecciones europeas, que se prolongará en el referéndum catalán del próximo otoño y culminará en las próximas municipales y autonómicas el año que viene.

Por un Frente de Unidad Republicana

He caracterizado a IU como el ala reformista de la izquierda republicana. Una parte importante de la organización pone el acento en su carácter de izquierdas, y propugna el pacto con la izquierda liberal monárquica, el PSOE. Consecuentemente, este sector prefiere la integración en el sistema político constitucional. Otra parte de la organización subraya el carácter republicano, y apuesta por la ruptura política bajo la unidad con el resto de fuerzas republicanas -que incluyen las fuerzas nacionalistas de izquierda en las periferias del Estado español, añadiendo posiblemente Portugal-. Ahora bien, se dirá Repúblicas las hay de muchas formas y colores. La cuestión es por qué consideramos importante la República y cuál es el denominador común del proyecto republicano.

Se ha dicho que el problema catalán es el escollo más importante que debe salvar la constitución monárquica para mantener su vigencia. Y es que la izquierda antimonárquica radical se ha apoyado en los nacionalismos periféricos del Estado español, para intentar derribar el sistema. Es evidente que en estos momentos de debilidad del sistema se presenta una oportunidad importante para esa izquierda revolucionaria. La formación de un bloque republicano depende de que la izquierda republicana en sus variadas manifestaciones pueda ponerse de acuerdo en un programa de mínimos. Para orientar ese programa de mínimos, expongo a continuación algunos principios básicos del republicanismo.

El primer rasgo característico de la República debe ser su pacifismo intrínseco -la República renuncia a la guerra en las relaciones internacionales-. Frente a la política imperialista que caracteriza al liberalismo de la OTAN, como expresión de la expansión capitalista.

En segundo lugar, la República, como democracia participativa, hace posible el acceso de la ciudadanía a las decisiones políticas; deben facilitarse los instrumentos para que la sociedad civil pueda tomar parte en el proceso legislativo que regula el orden social. Por tanto, se reconoce y se regula el derecho de autodeterminación, haciendo posible el entendimiento entre los pueblos y las naciones de la península ibérica. Frente al autoritarismo centralista del Estado español.

En tercer lugar, el Estado republicano tiene como objetivo promover la virtud ciudadana, única forma de alcanzar la felicidad para las personas; por lo cual la propia estructura política debe estar concebida para funcionar con vistas al bien común, y los miembros de la función pública actúan siempre atendiendo al deber prescrito por las leyes. Frente a la corrupción reinante en la presente monarquía constitucional.

En cuarto lugar, el ordenamiento de valores y derechos, que rige la práctica cultural, social, económica y política, de las instituciones y la ciudadanía, subordina los valores económicos monetarios a la utilidad pública; y esta utilidad tiene como supremo objetivo lograr la plena realización de los derechos humanos, sintetizados por la consigna, libertad, igualdad, fraternidad. Frente al predominio del mercado y el capital financiero en el orden social del capitalismo.

En quinto lugar, en el siglo XXI resulta acuciante el problema del medio ambiente y la sostenibilidad ecológica del modo de producción, lo que seguramente exige la superación del capitalismo y la evolución de la economía global hacia nuevas relaciones de producción no mercantiles. Frente a la industrialización contaminante y el consumo irresponsable de la civilización neoliberal posmoderna.

Esos rasgos básicos apuntan a la superación del capitalismo como modo de producción, haciendo necesario el tránsito al socialismo, lo que debe lograrse a través un proceso internacional de evolución humana que deje atrás los oscuros tiempos del capitalismo liberal. Sin embargo, la actual coyuntura no permite alcanzar esos objetivos inmediatamente. La actual fase del desarrollo humano, y la correlación de fuerzas políticas a nivel internacional, nos presentan la necesidad de apoyarse en las capas burguesas que quieran avanzar hacia formas sociales más democráticas.

La causa republicana requiere ganarse para sus fines a la burguesía catalana y vasca, agrupadas en los partidos demócrata-cristianos. Lo que significa que el programa que se desprende de las necesidades de las capas populares y trabajadoras, debe consensuarse con otras capas sociales, hasta llegar a un compromiso que permita liquidar el actual sistema político, corrompido hasta la médula.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.