A veces es sorprendente como la realidad puede parecerse a un videojuego, más aún en esta era digital, y dándose el culmen de lo inesperado con la consulta en la que dos políticos de este país -¿ocurrió jamás algo parecido?- ponen en juego su sueldo y su cargo en unas manos que no son las […]
A veces es sorprendente como la realidad puede parecerse a un videojuego, más aún en esta era digital, y dándose el culmen de lo inesperado con la consulta en la que dos políticos de este país -¿ocurrió jamás algo parecido?- ponen en juego su sueldo y su cargo en unas manos que no son las propias, sino que son las de la gente.
Esta jugada, a quien lo conozca quizá le recuerde a The Stanley Parable, videojuego de 2011, pero que más que presentársenos como tal pretende ser un ensayo sobre la libertad y la capacidad de elección. En este juego/ensayo aparecen sólo dos personajes, el propio jugador y un narrador que interactúa con el personaje y va indicándole qué debe hacer en cada momento (toma este camino, introduce este código, pulsa aquí…) para finalmente, si se sigue correctamente el guión, conseguir la libertad. Lo interesante de la propuesta consistía en que el jugador puede efectivamente no seguir las instrucciones que se le dan, provocando cada vez más la frustración o la ira del narrador, pero sin que en ningún caso eso pueda ir en beneficio del propio personaje, pues por lo general las consecuencias de la desobediencia acaban en la muerte o la locura, cuando no en la rotura del propio juego, que puede ir dañándose cada vez más en la medida en que no elegimos lo que tenemos que elegir. Esta historia -como bien se nos indica dentro del propio juego en caso de que nos empeñemos en hacer el mal- pretende enseñarnos lo importante que es elegir correctamente y no empeñarnos en desobedecer simplemente como una vacía resistencia, que como no puede ser de otra manera no traerá nada bueno para nosotros.
Volviendo a la actualidad podríamos decir que Podemos es el partido que más y con mayor énfasis ha permitido e instado a tomar elecciones a sus inscritos con respecto a temas más o menos fundamentales de sus estructuras internas. Esto ha sido así desde el principio, pero también es cierto que desde la primera gran elección (Vistalegre I) hay cada vez más personas que se fueron desligando del partido, dejando de participar desencantados de los resultados. Es probable pensar que muchas de estas personas que se inscribieron en 2014 aún mantengan su cuenta en la web, y que en todas estas ocasiones hayan podido elegir y no lo hayan hecho sencillamente porque no les gustaban las opciones, acusando incluso a la dirección de Podemos de caciquismo a la hora de definir las posibles elecciones o demagogia a la hora de defenderlas. Son muchas y muy duras las críticas que se han deslizado como rápidas serpientes por las redes sociales o que se han evacuado gustosamente y con el ceño fruncido en numerosos artículos de internet. Sin embargo, la gente siguió eligiendo lo que a ellos no les gustaba. ¿Es porque habían dejado de participar o es que realmente son sólo unos pocos?
Por lo general el argumento para no participar era un clásico: Las elecciones que se nos presentan no suponen una opción real, sino que no son más que una estrategia de legitimación orquestada. Pues bien, parece que el destino ha ofrecido a toda esta gente una insospechada oportunidad de tomar una opción real sobre los órganos fundamentales del partido. «¿A qué estáis esperando?», podría decírseles, «¿acaso no era esto lo que queríais? Aquí lo tenéis, es vuestra oportunidad para que tanto descontento se materialice en un resultado. Si no aprovecháis este momento, veremos como os excusáis después».
Estos días a todos los inscritos en Podemos se nos presenta una elección real, y es precisamente por eso por lo que es muy importante que vayamos a votar, y que además decidamos hacerlo con sentido.
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