Sin duda, la manifestación el 6 de diciembre en Madrid ha sido un paso importante para el movimiento republicano en el Estado español. Ha convocado objetivamente más gente que en otras ocasiones, desde que en 2003 se decidiera convocar unitariamente «Contra la Constitución de 1978», «Por el Derecho de Autodeterminación» y «Por la III República». […]
Sin duda, la manifestación el 6 de diciembre en Madrid ha sido un paso importante para el movimiento republicano en el Estado español. Ha convocado objetivamente más gente que en otras ocasiones, desde que en 2003 se decidiera convocar unitariamente «Contra la Constitución de 1978», «Por el Derecho de Autodeterminación» y «Por la III República».
Se ha hecho precisamente a la misma hora en que el Borbón festejaba en el Congreso de los Diputados, junto a sus súbditos de toda la representación Parlamentaria, la Constitución que simboliza la «paz social» y la ausencia de contestación por parte de los partidos institucionales del Régimen instaurado por la Transición.
La manifestación de hoy se ha realizado en un contexto duro, marcado por acontecimientos especialmente sensibles y difíciles, como han sido la obscena criminalización e ilegalización de las manifestaciones antifascistas realizadas tras el asesinato del joven antifascista Carlos Palomino, y el reciente atentado de ETA.
La convocatoria realizada con un manifiesto valiente que señala la deslegitimación de una clase oligárquica y dominante que se enriquece de forma insultante, mientras las trabajadoras y trabajadores tenemos cada vez más difícil hacer frente a nuestras necesidades básicas, denuncia la represión de los movimientos sociales, del sindicalismo no domesticado y de la izquierda independentista, choca directamente con el discurso del orden establecido y aceptado por la izquierda acomodada, que como el PCE e IU, contribuyen decisivamente a sustentar.
Vale la pena resaltar que, una vez más, la convocatoria se ha hecho sin el menor apoyo de los grandes medios de comunicación públicos y privados, arrostrando prohibiciones de pegar carteles, de colocar pegatinas y de realizar pintadas, castigadas con multas, mientras Madrid es un escenario agobiante de publicidad comercial a lo largo y ancho de todas sus calles. La libertad de expresión y de convocatoria de movilizaciones es coto privado de las grandes multinacionales y de lo políticamente correcto.
En estas condiciones, las 41 organizaciones que suscribimos la convocatoria, hemos demostrado que es posible convocar a miles de personas. Este hecho es hoy especialmente significativo ante las ridículas concentraciones «contra el terrorismo» del PSOE y del PP; demuestra que sin apoyo mediático y sin organización institucional alguna, hay mucha más gente en la calle cuestionando el orden establecido.
Pero, a pesar de todo, para quienes estamos empeñados en cambiar de raíz el sistema, quienes nos sentimos legitimados para ello por la percepción de un malestar social profundo sentido por una inmensa mayoría de trabajadoras y trabajadores -sobre todo jóvenes e inmigrantes- que no acude masivamente a nuestras manifestaciones, pero que siente en su vida cotidiana que la vida se le hace cada vez más difícil y que no se siente representado, ni por el sindicalismo burocrático, ni por la izquierda institucional, se abren retos que tienen respuesta en otros ámbitos, más allá de convocatorias como las de hoy.
El ejercicio de unidad de las organizaciones convocantes en torno al Manifiesto es importante, pero está muy lejos de constituir la masa crítica necesaria para construir una alternativa. Algunas organizaciones han creído que el objetivo estratégico compartido de crear un Frente de Izquierdas podría ser la suma de quienes lo suscribimos. Sería fácil, pero no saldría del ámbito de la vanguardia organizada e ideológicamente compartimentada que hoy es la izquierda anticapitalista en el Estado español.
Más allá de ello, el gran reto es reconstruir el movimiento obrero de hoy, de los más explotados, precarios e inmigrantes, que se expresa de formas diferentes, como movimiento antifascista, desde los barrios y centros de enseñanza, y que es imprescindible organizar y vincular a lo que se mueve en fábricas contra despidos y deslocalizaciones.
No hay atajos. Las organizaciones políticas no somos casi nada si no hundimos nuestras raíces en la clase obrera, en el pueblo y demostramos que somos capaces en lo concreto de expresar lo que la gente siente.
Los momentos que vivimos son momentos clave. Los tiempos que se avecinan son tiempos de crisis en los que el capitalismo no tiene más remedio que agudizar las condiciones de explotación. Si las organizaciones sindicales, sociales y políticas independientes – es decir no compradas por las clases dominantes- no somos capaces de articular una respuesta unitaria, la historia no nos absolverá. No es fácil, porque el objetivo fundamental de las clases dominantes es dividirnos y ello incluye una cerril división ideológica – producto de épocas pasadas – y la correspondiente infiltración de sus secuaces.
Es preciso romper en lo sindical, en lo político y en los movimientos sociales con todo lo que el sistema controla, bien engrasado por las correspondientes subvenciones. Nada de lo que de este ámbito surja sirve para la construcción de alternativas sociales, sindicales, y, mucho menos, políticas. Es preciso forjar formas de unidad entre lo más sano, lo más nuevo, lo independiente, entre el sindicalismo asambleario, antiburocrático, que incluya a las organizaciones sindicales de las nacionalidades, en la lucha contra una patronal y contra un Estado que objetivamente es enemigo de clase común.
La ruptura, que no se produjo en la Transición con respecto al Régimen de la Dictadura, y que sí pretendió aniquilar el hilo rojo del proyecto histórico de los pueblos del Estado español, está pendiente.
Esa reivindicación está hoy más vigente que nunca, cuando la izquierda abertzale está sufriendo la feroz persecución del imperialismo español.
La reivindicación del Derecho de Autodeterminación y la imprescindible unidad de los pueblos del Estado español contra una Constitución que niega derechos sociales y políticos fundamentales a las clases oprimidas, en Madrid, tiene una gran trascendencia.
Por desgracia o por suerte, la clase obrera y los pueblos del Estado español, tenemos en frente a la misma oligarquía y al mismo imperialismo político, económico, mediático, sindical y cultural.
¡Ojalá sepamos encontrar los caminos para hacerle frente de forma unitaria!
Este 6 de diciembre es solo un paso más en un proceso que debe hundir raíces y abrir senderos a más amplios, y más profundos caminos de unidad.
Madrid, 6 de diciembre de 2007