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Sobre las declaraciones de González-Sinde acerca del Sáhara y la incompatibilidad de la democracia y el poder de los expertos

Fuentes: Iohannes Maurus

La flamante ministra de Cultura del gobierno de Zapatero, Ángeles González-Sinde, se refirió en unas recientes declaraciones a Radio Nacional de España a las opiniones expresadas por determinados artistas acerca de la actual represión marroquí en el Sáhara Occidental. Lo afirmado por la ministra tal como lo recogen los diarios Público y La Vanguardia es […]

La flamante ministra de Cultura del gobierno de Zapatero, Ángeles González-Sinde, se refirió en unas recientes declaraciones a Radio Nacional de España a las opiniones expresadas por determinados artistas acerca de la actual represión marroquí en el Sáhara Occidental. Lo afirmado por la ministra tal como lo recogen los diarios Público y La Vanguardia es lo siguiente:

» Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado como para que los que no somos expertos no hagamos ese papel de opinar y de contribuir a la confusión en lugar de encontrar soluciones «

1. En primer lugar, la ministra invoca -tal vez ignorando que pueda haber otra- una ética de la responsabilidad («Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado..»). Recordemos que este tipo de planteamiento ético se contrapone desde Max Weber a la «ética de la convicción» o de «los principios». Lo fundamental es así para la ministra tener en cuenta las consecuencias de los actos que se realizan y no sólo el carácter moral o indecente de estos. Aquí, lo que está en juego son las relaciones con Marruecos en las que se nos da a entender que hay implicados muchos intereses económicos que van más allá de la «parcelita» que Felipe González afirmaba en su entrevista del País poseer en el Reino Alauita. Así, las consecuencias de una degradación de las relaciones con Mohamed VI deberían primar sobre el derecho de autodterminación e incluso sobre la libertad, la vida y la integridad física de los saharauis.

2. Por esto mismo, hay que dejar la palabra a los expertos y callarse. No se trata de que «los que no somos expertos hagamos ese papel de opinar» como dice la ministra torturando la lengua de Cervantes. No debemos, por lo tanto asumir un papel que no es el nuestro y que corresponde a quienes no saben de principios, sino de consecuencias: los expertos. Los expertos son los únicos que, en estas misteriosas y fangosas relaciones entre dos monarquías cuyo origen poco tiene que ver con la democracia, conocen lo que va a pasar con los intereses españoles si se defienden los derechos de los saharauis. El experto piensa en términos de causas y de efectos, de mecanismos que excluyen todo juicio ético. Su universo es el orden social y político existente y su objetivo no puede ser otro que su reproducción simple o ampliada. Otros expertos del mismo gobierno también habían decretado últimamente que hay que congelar sueldos y pensiones y atrasar hasta edades provectas la edad de la jubilación para que el capital financiero mantenga su confianza en España. Los expertos consideraron que el orden que beneficia al capital financiero es el único orden posible, incluso cuando, manifiestamente perjudica a la inmensa mayoría.

3. La ministra sostiene que los expertos son quienes más allá de «la confusión» saben «encontrar soluciones». Ahora bien, en el caso del Sáhara la confusión no la crean los no expertos que se permiten opinar, sino la gestión de este conflicto por parte de las autoridades marroquíes que han impuesto el cierre del territorio saharaui a la prensa española y a la prensa internacional que no comulga con su versión de los hechos. Dentro de esta confusión a la que contribuyó la torpeza de ciertos responsables saharauis que presentaron una foto de Gaza como si fuera del Sáhara, los expertos pisan un terreno sólido, el de los «intereses de España», esto es el de los intereses del capital español invertido en Marruecos o los de la «lucha contra el terrorismo islámico». Para defender estos supremos intereses, esto es el dinero de unos pocos o la perpetuación del miedo ante una amenaza fantasma que justifica un estado de excepción permanente, hay que renunciar a las obligaciones internacionales del Estado español, a su obligación de proteger a numerosos saharauis que siguien siendo ciudadanos suyos o a principios democráticos elementales como el derecho a la autodeterminación (renuncia esta última que las autoridades españolas hacen sin dolor, pues se ufanan de practicarla en su propio territorio). Los expertos nos dicen que la única opción es la complicidad con la ocupación y colonización marroquí y con sus consecuencias. Los socialistas españoles que se atienen a su dictamen comparten así la divisa de Margaret Thatcher, tan bien ajustada a la ideología espontánea de todos los expertos: «TINA» («There Is No Alternative»/»No Hay Alternativa». Así, los «expertos» van instilando en el propio idioma castellano los significantes que vehiculan esta máxima como el extendidísimo latiguillo de la prensa y de los políticos «esto no es una opción». Anglicismo de ignorantes que oculta a penas la miseria ética del «experto».

4. Es difícil definir la democracia, pero si hay algo que la caracteriza es que no es un gobierno de los expertos. Más bien es un gobierno de los que no saben, o de los que sólo saben de aquello de lo que todos sabemos. La democracia se opone al poder aristocrático basado en la filiación o en el saber así como al poder plutocrático basado en la riqueza. Como afirma Jacques Rancière en su libro El odio de la democracia (2005), la democracia griega se basaba en el «demos», esto es en el pueblo concebido en oposición a los poderosos, como la parte de los que no tienen parte en la riqueza, en la nobleza ni en el saber, pero sobre todo, la democracia griega seleccionaba a los gobernantes por sorteo. Sólo el azar puede, en efecto decidir entre individuos rigurosamente iguales quien va a ostentar la responsabilidad de gobierno. No es así la elección, que siempre se basa en una cualidad o en la fabricación demagógica de la apariencia de una cualidad, sino la mera suerte la que decidía los cargos más importantes de la vida pública.Como afirma Rancière «Democracia significa en primer lugar lo siguiente: un «gobierno» anárquico, que no se basa en niguna otra cosa que la inexistencia de cualquier derecho propio a gobernar». Este aparente «escándalo» obedece al hecho de que la política -de la que la democracia no es sino el otro nombre-, a diferencia de la fabricación de automóviles o de la conducción de rebaños no requiere un saber, no es una técnica, sino una posición ética de la que todo animal parlante debe ser capaz. La virtud política existe, pero no está en el saber, sino en el juicio, en la capacidad de pensar prácticamente en la coyuntura, sin experiencia, ni ciencia, ni garantía. Tal es la belleza de la democracia que nosotros no conocemos, puesto que nos gobiernan los más ricos con la complicidad de los expertos.

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2010/11/los-expertos-sobre-las-declaraciones-de.html