Hace ya tal vez demasiado tiempo, alguien a quien pienso seguramente admirará Pablo Iglesias, Guy Debord, escribía que «no se puede combatir ya la alienación bajo formas alienadas». Y hace bastantes más Antonio Gramsci escribía también que «‘en la política de masas decir la verdad es una necesidad política». No pretendo que este artículo se […]
Hace ya tal vez demasiado tiempo, alguien a quien pienso seguramente admirará Pablo Iglesias, Guy Debord, escribía que «no se puede combatir ya la alienación bajo formas alienadas». Y hace bastantes más Antonio Gramsci escribía también que «‘en la política de masas decir la verdad es una necesidad política».
No pretendo que este artículo se convierta en una sucesión de citas inconexas en las que el lector se pueda perder, pero creo que cada una de ellas expresa las principales críticas que voy a tratar de exponer: una sobre el método y otra sobre el contenido. Ambos no deben ir separados y, posiblemente, uno sea, en buena parte, consecuencia del otro, pero tratarlos aparte se me antoja una cuestión de orden.
En ningún caso es mi intención elaborar una crítica que tenga que ver con el despecho porque esta candidatura pudiese perjudicar a otra que me pueda parecer más oportuna o porque «mi grupito» esté o no esté incluido en ella. Han surgido y surgirán críticas, legítimas por supuesto, a las que podemos considerar «partidistas», pero esta no va a ser ninguna de ellas. Incluso es posible que el grupo al que pertenezco manifieste su apoyo, de una u otra manera a esta candidatura.
Pasemos entonces a la cuestión del método. Tal vez resulte demasiado contundente calificar de alienado al método para construir esta candidatura. Aún reconociendo esto, sí pienso que resulta un calificativo descriptivo que pretende llamar la atención. Una vez más, la enésima, nos encontramos con la construcción de una candidatura a toda prisa, con una carrera en la que parece que lo único que importa es «aprovechar la ocasión». Y volvemos a hallarnos ante una supuesta unidad que en realidad es muy pobre y poco unitaria, y que deja a una multitud de sujetos que podrían estar fuera del proyecto.
Como siempre, se dan todos los llamamientos a la horizontalidad, a la representación de los movimientos sociales o a la construcción desde abajo, mientras que, en realidad, la decisión procede más de la intención de algún partido por no quedarse fuera del juego electoral en el escenario europeo. Por supuesto, todo esto vía estimulación del natural ego de un cabeza de lista que tiene una enorme capacidad para la comunicación. En mi opinión se vuelve a caer en el error de centrar todos los esfuerzos y las esperanzas en las contiendas electorales, repitiendo lo que ya ha hecho muchas veces IU, mientras que no se consigue un arraigo social real. Tal vez esa ausencia de arraigo y esa impotencia para construir sociedad alternativa son las que impulsan a esa irrefrenable tendencia electoralista.
Hay en la historia reciente de la izquierda española numerosos ejemplos, por no decir todos, de agrupamientos y candidaturas que han nacido con vocación de futuro, con la intención de construir algo sólido, desde abajo, para trabajar con largo aliento, y que se han disuelto al día siguiente del mayor o menor fracaso electoral. De todos modos, al igual que en este caso, en mi opinión, siempre estos agrupamientos han carecido de un apoyo social relevante y han fiado su proyecto a que un resultado electoral importante fuese la palanca para construir un movimiento fuerte; craso error una vez más intentar colocar a los bueyes delante del carro…
Y, como ya se ha apuntado en algún que otro artículo al respecto, siempre se nos llena la boca con nuestra inquebrantable adhesión a «lo colectivo» y nuestro rechazo al caudillismo y a las figuras que representen cualquier tipo de hiperliderazgo. Pero, cuando llega la hora de la verdad, cuando nos entran las prisas porque los otros se presentan y nosotros, claro, no vamos a ser menos, olvidamos el ya famoso «Ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo salvador», de la Internacional y buscamos al más famoso de los tribunos, a un «supremo salvador» que pueda conseguir un buen puñado de votos que nos deje, de momento, en buen lugar. Y, sin embargo, olvidamos lo principal, que solo un potente y amplio movimiento de masas es capaz de cambiar las cosas de modo radical.
Todo esto sin tener en cuenta el daño que puede hacer a futuros procesos unitarios la ausencia de numerosos grupos que se reclaman de la izquierda, y, lo que puede ser más importante, el sentimiento de instrumentalización electoralista que puede cundir en algunos movimientos sociales. Estos procesos de «unidad», apresurados y casi siempre sesgados, dejan cadáveres y malas sensaciones por el camino en todas las ocasiones. Debería ser mucho más importante la consolidación de alianzas y de relaciones con la sociedad que las urgencias por participar en las elecciones. No contemplo, por incredulidad, el inmenso daño que podría hacer al conjunto del movimiento si el objetivo de esta candidatura no fuese más que el de constituirse en grupo de presión para negociar puestos en un eventual proceso de fusión con la candidatura de IU. Esto ya sería más trágico que cómico.
Resulta ya un poco agobiante que cada vez que se abordan este tipo de procesos, se exprese la voluntad de que el siguiente se hará con más tiempo y que se iniciará una elaboración realmente «desde abajo». La razón por la cual ocurre esto una y otra vez, me parece evidente: no existe una base social real, los grupos políticos que impulsan estas candidaturas no tienen ni la implantación ni la influencia necesarias para que su programa sea reflejo de las aspiraciones populares; de ahí que esa tendencia, ante la propia debilidad, a fiar su suerte a personajes mediáticos, sea bastante natural.
La cuestión de los contenidos también va muy ligada con el tema del método. Los contenidos, también elaborados a toda prisa y con no demasiada discusión colectiva, no son casuales y sí más bien causales. Cuando se pretende armar una candidatura como ésta, en lo que lo menos importante es el manifiesto, y lo más importante las figuras que la encabezan, los contenidos que «triunfan» son los que ya han sido discutidos previamente por el grupo más organizado que integra esa candidatura. No pienso que se trate de una táctica traicionera o fruto de la perfidia de un Comité Central en la sombra que pretende imponer sus ideas, pero sí debemos reconocer que la pasividad o la buena voluntad del resto hacen que determinadas ideas se vean plasmadas u obviadas en los documentos.
En el manifiesto de esta candidatura nos encontramos con alguna ausencia clamorosa. Yo diría que falta lo principal, y por eso pienso que esa necesidad de decir la verdad al pueblo no queda cubierta en este caso. ¿Qué es lo principal? Creo que resulta indispensable que una candidatura de izquierdas que quiere un cambio social radical plantee la necesidad de la salida del Euro y el cuestionamiento de la presencia española en la UE. Hay que decir la verdad porque hay que dejar muy claro que con el euro y con este modelo de Unión Europea no son posibles otro tipo de políticas que las neoliberales que hemos conocido hasta ahora.
No es posible hurtar a nuestros conciudadanos un debate que ya está surgiendo en muchos países de la UE. Y salir del euro o de la Unión Europea no es ponerse del lado de Marine Le Pen o de la extrema derecha europea, no se está hablando de una vuelta al pasado o de la recuperación de la peseta. Cuando se habla de estas cuestiones desde la izquierda, estamos pensando en una salida organizada de un grupo de países de tamaño cuando menos medio y de la creación de un área económica propia basada en los intereses de las personas y no el de los mercados. Un ALBA a la mediterránea, por buscar un referente. Que IU no se haya atrevido a plantear esta cuestión puede tener una cierta lógica, pero una candidatura de «la izquierda de la izquierda» sí debería plantear estas cosas sin ningún miedo.
Y una izquierda sin miedo y que tenga la intención de decirle la verdad al pueblo debe hablar de la Unión Europea claramente y denunciar el proceso colonial al que nos está sometiendo el capitalismo alemán. Hay que decirle al pueblo que las enormes tasas de paro que sufre nuestro país se deben, fundamentalmente, al papel que se nos ha otorgado en la división del trabajo en el interior de la UE: servicios, fundamentalmente turismo y muy poco más. Hay que contarle también a nuestro pueblo que este proceso se inició con la integración en la UE, que no se ha detenido ni por un momento, y que ha sido favorecido tanto por los gobiernos del PSOE como los del PP. Y hay que explicar, también, que en la Unión Europea actual no hay espacio para políticas distintas y que Europa no es necesariamente la UE:
No se trata de guardar ninguna ortodoxia ni de descalificar a esta candidatura porque no reparten panfletos en las fábricas. La izquierda tiene que darse cuenta de que al igual que la explotación del capitalismo se ha ido extendiendo a todos los aspectos de la vida del ser humano, los escenarios de rebelión y de resistencia se han multiplicado. La fábrica se ha desparramado por los barrios, decía hace poco un compañero. De nada sirve hoy en día agarrarse a ortodoxias o a fórmulas predeterminadas. Los hechos de Burgos son paradigmáticos. Tal vez esa multiplicación de escenarios de conflicto social ha pillado a la izquierda con el más bajo grado de organización y de extensión de su historia, pero las cosas son así, la retirada y el acomodamiento de la izquierda política y sindical mayoritarias hacen que las tareas nos parezcan ahora más colosales. Solo identificando los lugares del conflicto social y construyéndose en ellos podrá la izquierda empezar a luchar por la hegemonía.
Esta crítica a la candidatura que parece va a encabezar Pablo Iglesias no pretende ser destructiva y está escrita desde la completa seguridad de que tanto Pablo como todos los que participan y apoyan su candidatura son «de los nuestros» y están en la misma trinchera que el resto. También es evidente que habrá «de los nuestros» en las diversas candidaturas de izquierda que se presenten a estas elecciones, y, por supuesto, entre los que no se presenten. La candidatura encabezada por Pablo Iglesias tiene apoyos importantes y, con toda seguridad contará con activistas comprometidos y honestos, pero creo que era necesario breve análisis de las debilidades que presenta. En tanto en cuanto sirva de espacio de encuentro de diversos grupos y experiencias de lucha, podremos decir que la candidatura ha jugado un papel positivo. Esperemos, al menos, que esta convergencia sirva para que, de una vez por todas y sin urgencias electorales, se empiece la paciente construcción de un proyecto con una amplia base social.
Carlos Gutiérrez. (MIA-Pinto)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.