Las palabras de Benedicto XVI acerca del Islam y su cariz «violento, inhumano y malvado», han generado una lógica reacción en el mundo árabe y musulmán. Hacer este tipo de declaraciones tan estrictamente generales, y meter en un mismo saco a terroristas y creyentes de a pié de la religión islámica me parecen de una […]
Las palabras de Benedicto XVI acerca del Islam y su cariz «violento, inhumano y malvado», han generado una lógica reacción en el mundo árabe y musulmán. Hacer este tipo de declaraciones tan estrictamente generales, y meter en un mismo saco a terroristas y creyentes de a pié de la religión islámica me parecen de una torpeza absoluta, más aún sabiendo como está el panorama internacional.
Muchos piden hoy una rectificación del máximo pontífice de la iglesia católica, exigen que pida perdón, excusas por sus inaceptables manifestaciones públicas. Y Pedir perdón es un acto loable, un acto de sabiduría, del que sabe ejercer la autocrítica, es un acto de valentía y de sinceridad con uno mismo. Pero no se engañen, Ratzinger no va a pedir perdón, de hecho ya ha calificado el hecho como un malentendido, ha recurrido al, valga la redundancia, tan recurrente «yo no quise decir eso», y si lo hiciera, si pidiera perdón, no sería un perdón sincero, sería un perdón fruto del asesoramiento político, un perdón inducido por las reacciones suscitadas y por lo que estas puedan suponer para los intereses de esta iglesia retrógrada a la que este señor representa.
Pero a raiz de todo esto, me sorprenden esta mañana unas declaraciones de nuestro ilustrísimo ex presidente del gobierno, Don Jose María Aznar. En ellas vuelve a demostrar ese orgullo impresentable que le costó su poltrona presidencial en marzo de 2004, vuelve a aleccionarnos con esa filosofía maniquea y simplista que ejerció durante su mandato en tantas y tantas cosas, y que en este caso sería así: Moro malo – Cristiano bueno. Vuelve a despreciar la verdad cayendo en argumentos demagogos y absurdos al declarar que «Si el Papa debe pedir perdón por sus declaraciones, los musulmanes deben pedirle perdón a España por haber ocupado España durante ocho Siglos».
En que pensaba señor Aznar, acaso fue usted poseído por el espíritu «eterno» de Don Pelayo y su banda de «asnos del norte», como aparecen definidos estos primeros núcleos de resistencia cristiana en algunas crónicas musulmanas de la época. Sabe usted, señor, ¿lo que es la perspectiva histórica? Usted habla de la conquista musulmana de la península ibérica, hecho ocurrido en el 711 d.c., fecha en la cual España, como entidad patria, como realidad nacional no solo es que no existiera, es que en la península ibérica estaban parcialmente asentados una serie de pueblos de procedencia foránea tan variopintos y diferentes como podían ser los descendientes de los fenicios, aquellos que procedían de la ocupación romana de la península, o esos otros pueblos de estirpe bárbara como visigodos, vándalos o alanos. Era un mosaico de pueblos bien diferenciados, y entre los cuales no existió ni el más mínimo atisbo de tener conciencia de unidad cultural, espacial o política. El señor Aznar demuestra una vez más su ignorancia y su arcaica formación política e histórica cimentada en el franquismo mas rancio y repugnante. Ofrece una visión sesgada y anacrónica de la historia de España y establece conexiones imposibles entre el pasado y las situaciones y hechos de la política actual.
Y a la hora de pedir perdón, señor Aznar, debería pensar si no es usted quien debiera pedir perdón por tantas y tantas cosas. Pedir perdón primero al pueblo español en general, y al obrero español en particular, por haber convertido este país en una tierra por donde campan a sus anchas los cuervos negros de la empresa, dejando con ello que todo estuviera permitido en un panorama laboral podrido por subcontratas y contratos basuras abusivos que seguimos padeciendo. Debería pedir perdón por hacer de España la cuna europea de la especulación inmobiliaria negando a los jóvenes de este país la posibilidad del acceso a una vivienda digna.
Piense señor Aznar, y pida perdón por hacer de la universidad un coto privado, por regir este país bajo el prisma de la privatización, el mercado libre y el consumo. Perdón, señor Aznar, por haber dado la espalda a la sociedad española cuando antepuso el «si» a la guerra frente al «no» que éste la gritó al unísono echándose a la calle como hacía años que no lo hacía, y pida perdón por lo que vino después, por las bombas, por la sangre, las lágrimas, el dolor y el asesinato de miles y miles de inocentes en Irak. Por todo esto y mucho más, por jugar a políticos y mentirnos a todos cuando un tren de cercanías de Madrid atestado de obreros, inmigrantes y estudiantes se llenó de muertos un 11 de marzo debería de ser usted el que pidiera perdón señor Aznar.