Recomiendo:
0

A propósito del discurso de Jorge Fernández Díaz, vicepresidente tercero del Congreso de los Diputados

Sobre tumbas, fosas y otras cuestiones del pasado y del presente

Fuentes: Rebelión

Ante la noticia de la petición del PP en el Congreso, a través del diputado Jorge Fernández Díaz, de que suspendieran las ayudas económicas a las asociaciones y entidades de memoria histórica, dedicadas en su mayor parte a las exhumaciones por la crisis económica, recordé que en octubre de 2009 publiqué en el blog un […]

Ante la noticia de la petición del PP en el Congreso, a través del diputado Jorge Fernández Díaz, de que suspendieran las ayudas económicas a las asociaciones y entidades de memoria histórica, dedicadas en su mayor parte a las exhumaciones por la crisis económica, recordé que en octubre de 2009 publiqué en el blog un artículo referente a la negativa del PP a que el Estado se hiciera cargo de la devolución de los cuerpos enterrados indebidamente en el Valle de los Caídos, negativa defendida por el mismo diputado. Recordemos que dentro del razonamiento de dicho diputado, en esa ocasión, se comparaba el Valle de los Caídos con el cementerio de Omaha Beach en Normandía donde descansan los restos de los soldados que murieron en el famoso y decisivo Desembarco. En el caso actual, el señor Fernández Díaz, según la notica de Europa Press y la entrada correspondiente del blog del diputado y vicepresidente tercero del Congreso (http://fernandezdiaz.blogspot.com/2010/05/pleno-del-congreso-de-los-diputados-11.html), reconoce y respeta el derecho de toda persona para que sus muertos sean enterrados debidamente y que apoya la apertura de tumbas, aunque no para reabrir heridas o para poner en cuestión la Transición.

Al parecer, nuestro diputado de la derecha tiene un grave problema en relación con las tumbas, los cementerios y las fosas. En el otoño nos regaló con esa «perla» comparativa, fruto o del desconocimiento de la historia o de la desfachatez de la derecha española, cuyo gran maestro en estos temas es Mayor Oreja con su peculiar análisis sobre la felicidad de los españoles en el franquismo. En esta ocasión la cuestión va de tumbas y fosas, porque, al parecer, serían lo mismo. En un sentido figurado así podría ser. El lugar donde una persona está enterrada sería una tumba; hasta el mar es la tumba de muchas personas que por distintos motivos han muerto en alta mar. Pero, hete aquí, que el Diccionario de la Real Academia nos ilustra para recordarnos que una tumba es una obra levantada de piedra en que está sepultado un cadáver, así como el armazón en forma de ataúd, que se coloca sobre el túmulo o en el suelo, para la celebración de las honras de un difunto, aunque, como bien sabemos, esto está en desuso actualmente. Pero lo importante es que se trata de una obra levantada con una finalidad, y que, tradicionalmente, familiares y/o allegados, o la administración pública levantan señalando que allí yace un ser humano. ¿Es eso una fosa? Estimada señoría, una fosa es un hueco en el suelo, en un descampado, una cuneta, debajo de un árbol, al lado de un tapia o donde pille, abierta con rapidez, y en ocasiones por sus futuros ocupantes, en el que se introduce uno o varios cuerpos de personas asesinadas, ejecutadas, fusiladas, o cómo usted quiera llamarlo. Además, se procura que no quede huella, y por tanto, no se levantan monumentos, monolitos, hitos, placas o lápidas en memoria de los seres allí enterrados y por razones evidentes que tampoco hace falta mucho detallar. Bien es cierto, que el Valle de los Caídos sí está compuesto de tumbas pero usted y el grupo parlamentario que representa tampoco quisieron el año pasado que se tocara por parte del Estado, aludiendo que en materia de cementerios las competencias no son del mismo, olvidando que estamos ante un bien del Patrimonio Nacional.

Usted pide la retirada de fondos públicos para las exhumaciones y, por otro lado, respeta el derecho de familiares y allegados a enterrar debidamente -esto es, en tumbas, no en fosas, por si le había olvidado- a sus muertos, ¿podría usted decirme quién sufraga las exhumaciones? Pero no me conteste, por favor, porque si lo que me va a decir es que lo hagan los interesados el insulto a los mismos puede rayar en la indecencia política y moral más abyecta. Primero se les fusila y luego que sus familiares y amigos paguen la localización, la exhumación y la identificación de los cadáveres; el muerto que se lo pague cada uno. A fin de cuentas, como no son votantes de la derecha que más da. Esto tiene relación con el argumento sobre lo que es, realmente importante para los españoles, que también aparece en su discurso, obviando que esos ciudadanos tienen DNI expedido por una oficina del Ministerio del Interior español. Ustedes siempre hablan por todos los españoles, en eso tienen mucha práctica y costumbre desde tiempo inmemorial; ya estamos acostumbrados que no resignados.

¿Cuesta mucho dinero emprender las exhumaciones, y consume tiempo y energía a los responsables políticos, necesarios para temas de candente actualidad, como no se cansan de decir en los plenos de los ayuntamientos cuando hay que debatir sobre el cambio de la nomenclatura de calles y plazas? Mire, cuesta muy poco, realmente, y ese ahorro no arreglaría nada. ¿A ver si la crisis se va a convertir en el argumento para terminar con todo? Prefiero que una factura no se abulte o se den tratos de favor, ¿o lo de Gürtel no vale? Tampoco se necesita perder mucho tiempo en lo otro. Se presenta una propuesta, se discute y se vota. Se tarda mucho más cuando ustedes no quieren que el «generalísimo» desaparezca de una placa. Es facilísimo. Si no quieren no nos cuenten «milongas», digan la verdad, y no pasa nada. Eso sí, cierto es que no todos ustedes piensan igual, no se apure, uno sabe distinguir en una formación política tan grande como la que usted representa, ya que en este país ha habido siempre gente conservadora respetuosa con los demás y antifranquista. Algunos lo fueron siempre y otros lo comprendieron cuando vieron lo que hacía Franco: Ruiz-Giménez, Ridruejo, etc. Del mismo modo, tienen votantes con esa misma sensibilidad antifranquista, ya sea fruto de un sincero cristianismo, ya por congruencia moral ante el horror que causan todas las dictaduras. No se apure, desde mi distancia ideológica y actitud ante la vida, le puedo asegurar que la dictadura castrista no me gusta nada de nada, ni las políticas contra la libertad de información de Chaves tampoco. No creo que fuera muy congruente defender violaciones de derechos humanos en otros lares y atacar los que se han sufrido en este país.

En su intervención toca otro de los argumentos sobre el pasado y el presente, aludiendo a Lot y las estatuas de sal, a la supuesta reapertura de heridas y a la Transición. La derecha española ha decidido que el pasado no se toca porque si se hace es para reabrir heridas e intentar desmoronar la sacrosanta Transición. Quien hace eso, a saber, desde los socialistas hasta los anarquistas, pasando por comunistas, sindicalistas, otras gentes de izquierda y nacionalistas no españolistas, quiere destruir la democracia y poner todo en cuestión. En primer lugar, en una democracia todo se puede discutir y cuestionar y nadie puede impedir debate alguno; las democracias se agostan con los silencios, y los velos sin correr, no en el sereno o vehemente, pero siempre respetuoso, debate. Esos resabios de intolerancia siguen en la mente de muchos. Como no se puede callar a la gente, ni meterlos en la cárcel, o depurarlos, se opta por dos opciones: cuestionar a quienes defienden la justicia, la verdad y la reparación de las víctimas de la guerra civil y del franquismo, con todo tipo de calificativos denigratotrios y, por otro lado, se defenestra al juez Garzón.

¿No pueden los ciudadanos, partidos, entidades, historiadores, y demás cuestionar la Transición?, ¿por qué?, ¿estamos ante otro mito histórico español del calibre del Cid, la Reconquista, los Reyes Católicos, el Imperio de los Austrias, etc.? Al final, esos personajes y períodos terminaron siendo tergiversados por intereses presentistas, el gran mal que puede acechar al trabajo de un historiador para convertirlo en un panfletista como alguno de esos señores que escriben propaganda política en libros sobre el franquismo. Si la historiografía seria ya lleva desde los años sesenta desmontando mitos del pasado remoto, también lo está haciendo con el más cercano, y a la Transición le está tocando, como a cualquier época. En aras de la moderación creo que podemos hasta comprender lo que pasó y se hizo durante esos años y no me parecería bien que se pidieran cuentas ahora a sus protagonistas. Es muy fácil hablar desde la distancia del tiempo pero eso no es obstáculo para comprobar que no es oro todo lo que reluce o relucía. La propia Ley de Amnistía se hizo para que los presos políticos salieran pronto después de sufrir tanta ignominia y se cedió en su redacción. Ahora la extrema derecha emplea la ley con fines espúreos y muy distintos para los que se proyectó. Al final, con los años se termina por aprender. Con algunos de ustedes no se puede ceder en nada, y digo algunos, no generalizo, vicio del que abomino. Podríamos poner más ejemplos de cesiones, de concesiones y hasta de claudicaciones, pero lo que quisiera resaltar e insistir es que los mitos no resisten un riguroso análisis.

¿Reabrir heridas?, ¿se refiere a las que no se han cerrado aún? Eso se lo dice a un señor de 74 años que todavía no sabe dónde está su padre o su tío enterrado. ¿Está mal saber la verdad de lo que pasó?, ¿eso es prevaricar? ¿A quién se le reabren las heridas por decir que el franquismo ha sido una de las etapas más terribles de la historia contemporánea española? No se trata de obviar los horrores causados en la retaguardia republicana. No se trata de cuestionar y olvidar el espanto de Paracuellos, claro que no, ni el de los religiosos muertos por serlo. Si alguien en la izquierda negara eso sería un mentiroso o un cómplice de la ignominia. Se trata de saber y de entender lo que pasó, de reparación y homenaje para los que durante muchos años sufrieron lo indecible, de anular las sentencias judiciales arbitrarias, las depuraciones profesionales, las penas de cárcel, para entender y procurar que eso no puede volver a pasar. En fin, se hace para construir una sana y vigorosa democracia que honre a quien dio su vida o penó por ella, ya fuera por sus acciones, ya por negarse, con una valentía encomiable, a doblegarse. Y eso, estimada señoría, lo pensamos muchos ciudadanos, los que creemos en una democracia levantada sin mentiras ni tabúes, ciudadanos que estamos angustiados por la crisis y el paro, preocupados por la educación, y por tantos problemas que abruman a todos aquí y más allá de nuestras fronteras.

Comentarios: http://lacomunidad.elpais.com/memoria-historica/2010/5/17/sobre-tumbas-fosas-y-otras-cuestiones-del-pasado-y-del-presente

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.