Barcelona, NED Ediciones, 218 (edición original 2014), traducción de Celia Recarey Rendo, 191 páginas. No es fácil para las personas que no son economistas (incluso para economistas), pero es un libro absolutamente recomendable. ¿Por qué? Por lo siguiente; Porque se aprende economía, historia económica, debates económicos y arroja mucho luz sobre lo sucedido […]
Barcelona, NED Ediciones, 218 (edición original 2014), traducción de Celia Recarey Rendo, 191 páginas.
No es fácil para las personas que no son economistas (incluso para economistas), pero es un libro absolutamente recomendable. ¿Por qué? Por lo siguiente;
Porque se aprende economía, historia económica, debates económicos y arroja mucho luz sobre lo sucedido en estas últimas décadas en el sistema-mundo capitalista. Para el autor, y también para este reseñador, no hay duda alguna: el capital ficticio (créditos, acciones, productos financieros, etc), cuyo desarrollo implica una creciente apropiación por nuestra parte de la producción futura, es a día de hoy un nudo central en el proceso de acumulación del capital.
El capital ficticio [ECF], se señala en la contraportada, «es un brillante ensayo para comprender el papel de los mercados en nuestra sociedad y para orientarnos en las luchas que hay que emprender contra las finanzas». Constituye también «un aporte crítico al pensamiento de Thomas Piketty, quien en opinión de Cédric Durand [CD] orilla en exceso la singularidad del capital financiero y sus mecanismos de dominación». Es un buen resumen, de acuerdo.
La sofisticación financiera, señala CD, ha permitido durante cierto tiempo enmascarar la creciente desconexión entre, por una parte, el agotamiento de la dinámica productiva y, por otra, las exigencias del capital y las aspiraciones de la población. La crisis de 2007-2008 levantó el vuelo: «las políticas de austeridad, las reformas estructurales y la prioridad dada a la estabilidad financiera pretenden hacer prevalecer las expectativas del primero por encima de las de los segundos». Esta es la causa, una tesis-opinión del autor que no resulta difícil compartir, de la gran regresión social contemporánea.
Tienen una información básica del autor en la solapa interior del libro. Destaco de su biografía: CD está vinculado a Contratemps, la revista que fundara Daniel Bensaïd, y entre sus artículos destaca uno dedicado a Hyman Minsky y su teoría de la inestabilidad financiera. Habla varias veces de este autor en el libro.
La estructura de este capital ficticio: El presagio del otoño. 1. Más allá de la codicia. 2. La inestabilidad financiera. 3. Genealogía del concepto de capital ficticio. 4. El auge contemporáneo del capital ficticio. 5. La acumulación financiera. 6. ¿De donde vienen los beneficios financieros? 7. Las finanzas al servicio de las metamorfosis productivas. 8. El enigma de los beneficios sin acumulación. Epílogo. Bibliografía (con inusual referencia a autoras españolas o latinoamericanas) Agradecimientos. Índice de figuras y tablas. Notas.
La hipótesis (razonable) que sostiene y defiende el autor: si bien las finanzas se desarrollan según una dinámica propia, el auge del capitalismo ficticio también es producto de contradicciones sociales y económicas sin resolver. Tomando pie en Braudel, CD comenta que la financiarización es «el presagio del otoño». Un ejemplo de ello: se observa un aumento generalizado y continuo del endeudamiento en las principales economías ricas (con heterogenidad entre los países en lo relativo al nivel y composición de la deuda, en todo caso las cifras son astronómicas) desde inicios de la década de 1980, hace más de 35 años, con un fuerte aumento de las desigualdades sociales. «Especialmente marcado en los países anglosajones, este aumento se da en todos los países desarrollados en su conjunto y afecta tanto a los ingresos como al patrimonio» (p. 12).
Otra de las hipótesis analizadas y comentadas en el libro: «… sin duda existe, si no una estructura unitaria, al menos una serie de procesos interdependientes constitutivos de la financiarización como encarnación histórica y espacial del modo de producción capitalista. El creciente poder del capital ficticio es el eje central de ese movimiento» (p. 13).
No es posible un resumen ni discutir con detalle todas o algunas de las argumentaciones y conjeturas, siempre interesantes, defendidas por CR. Algunas observaciones:
1. El desarrollo acelerado de las operaciones financieras es una de las evoluciones más recientes y destacables en los países enriquecidos desde la década de 1970.
2. Para CD, la crisis actual y la larga recesión en la que la economía mundial se ha visto sumida desde 2007-2008 «han expuesto brutalmente el exorbitante coste económico y social de esta financiarización».
3. Nada indica que, a pesar de la crisis, nuestras sociedades capitalistas se esté liberando de su influencia. Muy lejos de ello, más bien lo contrario.
4. La financiarización no es un epifenómeno, afecta al corazón organizado del capitalismo contemporáneo. El poder adquirido por este capitalse encarna en la liquidez de los mercados financieros. Los títulos representan un derecho sobre la producción futura pero también ofrecen a sus detentores la posibilidad de convertirse en cualquier momento en una moneda de curso legal. Pero «colectivamente, esta liquidez no es más que una ilusión, puesto que la liquidación inmediata de todas las promesas es imposible» (p. 164). Pero es una «ficción poderosa» señala el autor.
5. El capital ficticio, que adopta como sabemos formas diversas (nuestros créditos hipotecarios por ejemplo), ha aumentado su peso en nuestras economías. Representa, señala CD, «pretensiones sobre riquezas por producir. Su desarrollo implica una creciente apropiación de la producción futura». El profesor Andrés Piqueras Infante se ha expresado en términos similares en su último libro: Las sociedades de las personas sin valor.
6. Pero este creciente poder del capital ficticio no es solo producto de transformaciones sustanciales de la propia esfera financiera, la tesis defendida en el ensayo como hemos señalado, sino de cambios en sus relaciones con el resto de la sociedad, «la producción de bienes y servicios, la naturaleza, los asalariados y los Estados».
7. Para el autor, toma pie en ejemplos históricos como la Florencia del siglo XIV, Venecia, Génova o Amsterdam del XVII y en autores como Braudel o Arrighi, «financiarización, desindustrialización y polarización social van de la mano e indican un declive». Nuestro caso, el caso de muchas sociedades capitalistas desarrolladas en estos inicios del siglo XXI. España entre ellas.
8. Desde hace casi medio siglo, el crecimiento económico se ha ralentizado en los países ricos. «El aumento de los pagos y los ingresos financieros de las sociedades no financieras indican una aversión a la inversión doméstica que alimenta estas fuerzas tendencias al estancamiento» (p. 165).
Las notas, todas ellas al final del libro, páginas 187-191, son breves pero sustantivas. Por ejemplo, la 2, la 4, la 12, la 30, la 32, la 41 y la 45. Conviene no olvidarse de ellas.
Falta en mi opinión, un índice onomástico y conceptual. Hubiera sido necesario un glosario-resumen sobre los principales conceptos expuestos o comentados, si bien, en general, CD las define o delimita y no las da por ya sabidas.
Es justo finalizar con palabras también finales del autor: «La hegemonía financiera se reviste de la ideología del libre mercado pero captura la vieja soberanía estatal para presionar mejor a los cuerpos sociales en su propio beneficio. ¿Sigue siendo capitalista? La agonía de este sistema, mil veces anunciada, bien podría haber comenzado ya, casi por descuido» (p. 167). Pero el autor no opina que, desgraciadamente, se dibuje una mañana esplendorosa, un tiempo de emancipación real «Como los plutócratas no pueden conformarse con el estancamiento, proceden ahora por aplastamiento». Antes, señala CD, el capital le robaba al pueblo la esperanza, «ahora la capa de plomo del capital ficticio le priva de lo que creía adquirido».
Fuente: El Viejo Topo, 370, noviembre de 2018, pp. 75-76.