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Sobre una funcionaria cubana anticorrupción que limita, o del rigor de las palabras

Fuentes: La joven cuba

«Un crítico no debe juzgar una madera por sus virutas, estropeadas por el cepillo y mudadas de color como todo lo que corta el hierro y oprime la mano del hombre, sino que ha de esperar, para juzgarla bien, a verla como puntal sosteniendo edificios; o como lanza arremetiendo contra los enemigos, o como casco, […]

«Un crítico no debe juzgar una madera por sus virutas, estropeadas por el cepillo y mudadas de color como todo lo que corta el hierro y oprime la mano del hombre, sino que ha de esperar, para juzgarla bien, a verla como puntal sosteniendo edificios; o como lanza arremetiendo contra los enemigos, o como casco, ayudando al cargamento de la nave amenazada a sostenerse a flote.» José Martí.

El 19 de febrero del año en curso el periodista Fernando Rasvberg publicó en su bitácora del momento (Cartas desde Cuba) el siguiente post:

«La Contralora General de la República, Gladys Bejerano, asegura que publicar los casos de corrupción en la prensa «no siempre trae consigo la reacción deseada». Según la dirigente, los periodistas deben limitarse a «fortalecer alianzas para cumplir la misión de todos los cubanos de frenar y liquidar la corrupción como fenómeno». Resulta curioso porque la mayoría de los especialistas internacionales coinciden en que el primer paso en la lucha contra la corrupción es la transparencia de la sociedad, para lo cual el papel de la prensa es clave.»

Ver el post de Fernando Rasvberg en: http://cartasdesdecuba.com/la-frase-del-dia-2/

Entrevista a Gladys Bejerano Portela, Contralora General de la República de Cuba en: http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2014-02-15/en-la-corrupcion-nadie-cae-en-paracaidas/

Ya entonces me extrañó la afirmación, y localicé la fuente original de la noticia. En efecto, pude comprobar que se trataba, cuanto menos, de una interpretación errónea de las palabras de la funcionaria, que no decidí completamente a tener como malintencionada, aunque me debatía entre dudas por el modo muy ingenioso en que estaba ensamblado el breve párrafo.

En efecto, la lectura del texto original me permitió hacer una primera constatación: Rasvberg no completaba la paráfrasis mencionando cuáles eran las reacciones no deseadas a que se refería la entrevistada, lo cual es un procedimiento típico para sacar de su contexto una idea, en este caso mucho más grave, por cuanto lo omitido permitía interpretar correctamente la primera parte de sus palabras. Elemental conclusión de una lectura atenta y comparada con la noticia del blog de Fernando: omitiendo el texto del periodista cuáles eran esos efectos no deseados, se desplazaba la atención, de lo verdaderamente importante que deseaba subrayar la funcionaria, hacia lo que verdaderamente deseaba, como dicho entre líneas o sugerido que surte un efecto más poderoso, hacer pensar el periodista que la funcionaria dijo. Hagamos el análisis.

Hasta el final de la primera oración del párrafo del post, – según la cual la funcionaria aseguró que, y (cito yo de Rasvberg), «publicar los casos de corrupción en la prensa», «no siempre trae consigo la reacción deseada» (esta última es la cita de Rasvberg que toma de los periodistas de Juventud Rebelde, que a su vez citan a Gladys Bejerano), – no hay compromiso todavía con el mensaje final que después surgirá muy subliminalmente, pues no se dice todavía que la Contralora esté en contra, o esté defendiendo la idea de que los casos de corrupción no se deban publicar en la prensa. Por supuesto, si el lector de este post a su vez no es, ni fue, ni será quizás lector de la publicación original, y al no tener ninguna referencia de cuáles son las reacciones no deseadas que se refieren, ya es libre de estar haciendo la lectura contextual, o no, de que la entrevistada se opone a que los casos de corrupción sean publicados en la prensa al faltar la conclusión de la idea. Ya es libre, pero lo será mucho menos apenas tome el sendero de la segunda oración.

Porque si en ese momento el lector algo apurado – como suele leerse en internet – sólo se ha hecho una brumosa idea, ya podrá írsela formando más clara apenas doble y choque con la palabra mágica , que es donde está la información importante que quiere (in)formar la nota, es decir, lo que busca la aparente objetividad del blog, y que se revela en una semántica muy significativa, a modo de cita que no es cita: resulta que, y cito yo ahora del periodista, «Según la dirigente, los periodistas deben limitarse a…» y acto seguido sí que viene una cita de la funcionaria: ¿a qué deben limitarse los periodistas, pregunto yo, y pregunta cualquier lector en ese momento en que le está recién bailando una afirmación negativa en la cabeza?. Veamos las palabras de la Contralora: los periodistas deben limitarse (recuerden que LIMITARSE es una palabra del redactor del post) a «fortalecer alianzas para cumplir la misión de todos los cubanos de frenar y liquidar la corrupción como fenómeno». Es decir, el lector no demora nada en sacar la idea limpia que no se dice pero se dice: Los periodistas no deben publicar los casos de corrupción en la prensa porque trae efectos o reacciones no deseadas, al contrario, los periodistas deben limitarse a…etc.

Como los eventuales lectores de internet, y más si ya están prejuiciados, suelen leer muy rápido, mareados por el bombardeo instantáneo de la información resumo mi análisis, en este caso, de la proposición periodística del blog que ahora comento: (más adelante veremos su repercusión en otro blog): en el más elemental análisis textual, la palabra limitarse no es nada ingenua en la construcción del breve párrafo; ni su yuxtaposición, inmediata con la idea anterior, mucho menos, porque el significado que se ha formado en la mente del lector ya ha perdido la bruma y queda muy claro: 1) la contralora no cree que deban publicarse los casos de corrupción en la prensa, 2) eso provoca reacciones indeseadas (¿?), 3) sino que los periodistas deben limitarse, (palabra que comparte muchos semas de significación con: poner freno, prohibir, y también la negatividad, la reciente noción de NO que nos acaba de dejar en la mente la lectura de lo anterior.

Pero resulta que eso no solamente no es lo que se puede interpretar en el texto original, sino que eso no es lo que ha dicho la entrevistada, pero ya el mal está hecho, como decía mi abuela…Sólo los que tengan la curiosidad de buscar la fuente, o el periódico de aquel día, comprenderán la justa idea trasmitida. (Por cierto uno ve lo que quiere ver, o incluso lo que buenamente puede ver, en unos casos se llama prejuicio, en otros, deficiencia lectora o interpretativa, pero en ningún caso da derecho a presentarlo como verdad. No es lo mismo lo que acabo de leer de Ubieta, en el sentido de que «todos tenemos nuestra perspectiva de la verdad, porque la observamos -nos relacionamos, somos parte de ella- desde ángulos diferentes, según nuestra pertenencia a una familia, a una clase social, a un género, a un grupo discriminado o enaltecido, a un país, a una región, a una época.», que malinterpretar unas palabras, o mal citarlas, o cercenarlas, o quizás manipularlas sabiendo que se hace, y entonces pasarlo por una verdad, «verdad» que comienzan a reforzar y legitimar mentiras, y a ser repetidas y amplificadas por otros, quizás de buena fe, aunque con falta de rigor.

En cuanto a todo lo anterior, ya había olvidado la escaramuza, de tan frecuente que se ha hecho el procedimiento en los paladines de la objetividad periodística, hasta que entonces volví a encontrar en otro blog la repetición de la idea de aquella entrevista, esta vez muy recientemente en La Joven Cuba, (ver http://jovencuba.com/2014/06/04/vacios-informativos/), sitio del que recibo notificaciones y leo con mucho interés y atención porque de vez en cuando aparecen textos que considero valiosos, y aunque en muchos criterios se nota la inmadurez bisoña de quienes se abren al mundo en todos los sentidos y a veces buscan la notoriedad a cambio de cierto ímpetu juvenil característico, me parece hecho por jóvenes que desean expresarse con sinceridad y honestidad, pero que en el caso que nos ocupa de inmediato, se pone en evidencia cómo se forma y difunde un tópico, quizás inconsciente, pero no menos dañino e irresponsable, por cuanto coincide y contribuye a fortalecer en muchos lectores la magnificación o deformación que sufren los problemas de Cuba internacional y nacionalmente.

Y como últimamente hay interesantes intercambios entre periodistas y blogueros, y me parecía que era de interés subrayar el tema nuevamente más allá de lo anecdótico, señalo algo que me parece objetivo: muchos blogueros pretenden cumplir funciones cívicas de información y creación de opinión pública, pero cuando se le hacen críticas que no pueden refutar, entonces se escudan en que el blog es sólo una bitácora personal, o proclaman la supuesta libertad personal e individual, sin asumir que desde el momento en que lo que se escribe, opina o enjuicia puede ser de acceso público, ya comienza a cumplir otras funciones y, por lo tanto, debe sentirse responsabilidad por las repercusiones y consecuencias públicas y responder por esa responsabilidad, al menos procurando el mayor rigor posible. No es gratuito que las leyes contemplen la figura dolosa de la difamación o el deterioro de la imagen pública.

Y la manipulación de la frase de la Contralora de la República no le hace favor a la función periodística que muchos blogueros de hoy reivindican para sí. Me explico.

Unas de las funciones de un blog personal puede ser la de los «primitivos» diarios, o cuaderno de apuntes personales, con la diferencia de que si en algún caso no se hace o «actualiza» un blog sino para registro o consumo propio – algo raro que no ocurría ni en las correspondencias personales pues se sabe que muchos escritores también han escrito pensando inconscientemente en la posteridad – de todas formas lo registrado en un blog está al acceso de cualquiera en cualquier lugar del mundo y entonces ya comienza a cumplir una función muy distinta que entraña responsabilidad, pero ya de carácter social, no meramente individual.

(Por cierto, lo del acceso para cualquiera es sólo un decir, pues al cierre del 2013 sólo un tercio de la humanidad tenía acceso a internet, África, el 14%, América del Norte, el 74%, lo que es una cifra que debe hacer pensar a los que concentran todas sus energías contestatarias y sus rebeldías intelectuales en exigir la plena y universal conexión en cualquier circunstancia y a cualquier costo, con lo cual descontextualizan un problema que deforma la probidad y eficacia de sus argumentos).

La muy enarbolada y famosa plena libertad de expresión – que no existe todavía en ningún rincón de esta tierra para nadie, y mucho menos para los periodistas, que tienen siempre una responsabilidad y un compromiso al que responder, o asumido y autoimpuesto y honesto si sus íntimas convicciones coinciden con las instituciones u órganos para el que trabajan (curiosamente a estos algunos llaman peyorativamente los oficialistas), o en otros casos son o mercenarios pagados para que sirvan a intereses innobles, o si se rebelan, son constreñidos, prohibidos o despedidos si se atreven a seguir otra línea que la exigida por sus sostenedores (véase reciente caso Rasvberg).

En todo caso, la libertad de expresión que no se asume a partir del conocimiento de la necesidad, que no trae cambios efectivos y que no se pone al servicio de los intereses colectivos, esa que pretende emanar del individualismo, es una engañifa, un espejismo, un señuelo que se le tira al ciudadano para hacer tarea de distracción, algo muy semejante a las elecciones, y que lo es tanto más en las resplandecientes «democracias» cuanto más digan defenderla y propiciarlas – esa libertad, digo, es el argumento blandido por muchos para creerse en el derecho de manifestar cualquier opinión, o ejercer y proponer una interpretación, más allá del bien y el mal, o lo que es lo mismo, más allá de la responsabilidad que asumen cuando pretenden informar, crear opiniones, cristalizar matrices de opinión, influir, en fin, en quien pueda leerle. Y claro que se tiene el derecho, en cuanto individuo y frente a su consciencia, pero suele confundirse, o se quiere pasar, el derecho por la razón, por el acierto y por la verdad. Por eso me parece tan acertada la reflexión de Ubieta: «Diluir la verdad entre todos -y aquí parecen caber todos, al margen de ideologías o posiciones políticas- es decretar el fin de su búsqueda, el final del viaje. Aunque no es absoluta, la verdad sí existe.» Traigo esto a colación porque el tema de fondo que me interesa, y por el cual he redactado estas líneas, es la dialéctica de las libertades y las responsabilidades, no sólo de los blogueros, sino de cualquier individuo que pretenda que su palabra y su acción en cuanto individuos, se convierta en cívica y salga más allá de sus puertas y contribuya o no a lograr la unidad de los que deben estar unidos, o contribuyan a los objetivos contrarios. Y porque siempre he tenido la convicción de que la generosa gratuidad de tantas herramientas modernas de comunicación persiguen otros muy distintos objetivos que trasmitir la verdad a la gente: parece que hubiera cierta correlación entre ese relativismo de la verdad que algunos esgrimen y alientan entre los ingenuos, o poco avisados, y esa especie que se hace correr con profusión de que las redes sociales, los blogs, nos hacen más democráticos y libres, – y que al fin justifica a los verdaderos recios poderes económicos de este mundo porque en fin, si la verdad (en este caso política, ideológica es relativa), tanto vale, vale tanto, Isabel como Fernando, y entonces no hay nada que sea verdaderamente legítimo cambiar. Algunos así pierden la perspectiva de que la verdadera contradicción, la que está en el fondo de todo, es la del capital contra el trabajo. Pero esos son otros temas. Regresemos.

Cualquiera que lea lo que ya está escrito imaginará – ya lo han hecho – que quien esto escribe es periodista, o es o fue militante de algún partido, o debe su salario a alguna institución a la que debe responder por sustentar estas ideas, o acaso es amigo o pariente de algún funcionario gubernamental. Pues nada de eso. Pero cuando descubro la manipulación, o la mala interpretación, si no malintencionada al menos por falta de inteligencia, o por buscar notoriedad, esas u otras causas ajenas a la ingenuidad, me molesta porque busco la información en quienes tienen, o asumen, o pretenden asumir, esa función social.

Así me sucedió, volviendo a nuestro tema central, cuando me leí la primera vez la nota sobre las palabras de la Contralora de la República. La intuición me decía que se había descontextualizado la frase. Y así lo comprobé, como ya se vió más arriba. Es que siendo sólo un poco malicioso, hay que pensar que es una ofensa a la inteligencia ajena suponer que una persona de función pública, precisamente contra la corrupción, va a exponer un criterio tan pedestre como manifestar su oposición a que se publiquen en la prensa informaciones que son de interés ciudadano.

En aquella primera ocasión comprobé que en el artículo «En la corrupción nadie cae en paracaídas» del diario Juventud Rebelde, 4 de junio del 2014, edición digital, no se publicaban las preguntas y las respuestas, sino, como es usual, pero no lo exacto si no se redacta con acierto, los periodistas se refieren a lo dicho por la entrevistada de esta manera, recordemos para concluir ahora el análisis completo: «Sobre el reflejo de los casos de corrupción en la prensa, explicó que publicarlos no siempre trae consigo la reacción deseada. Algunas personas no ven alerta y prevención, sino que creen que es solo un problema del lugar y no se llaman a perfeccionar las formas de hacer.»

Por cierto, esta manera de reelaborar las respuestas de los entrevistados, cuando no se hace con precisión, es la que se presta para la descontextualización y para las interpretaciones varias. En buen castellano, el comienzo del párrafo no informa que le han hecho una pregunta sobre el reflejo de los casos de corrupción en la prensa – uno puede suponerlo – o la entrevistada lo expresó por su cuenta, algo menos probable, quizás. Véase cómo cuando se reelabora de esta forma, ya entramos en un terreno de ciertas imprecisiones que en este caso son importantes porque la que se supone la respuesta de la funcionaria, no hay citas, no hay comillas, – («explicó que publicarlos no siempre trae consigo la reacción deseada») – no está diciendo de ninguna manera que en su opinión los casos de corrupción no deben ser publicados en la prensa. Ni tampoco autorizan a afirmar que ha querido decir eso, si es que se quiere hacer un ejercicio interpretativo, porque de inmediato menciona las reacciones a que se refiere la entrevistada. Y que es: algunos lectores no ven alerta y prevención, sino que creen que son problemas locales y el conocimiento de los casos no les lleva a perfeccionar las formas de hacer. La entrevistada se está refiriendo – en todo caso, dada la ambigüedad del párrafo, hay derecho también a esta interpretación, pero que creo mucho más cerca de la intencionalidad expresiva del hablante – a que cuando se publican casos de corrupción en la prensa algunas personas no ven su intención educativa social y se alertan de que no son sólo problemas locales, sino que está dado por las llamadas causas y condiciones propicias, y se deben perfeccionar las formas de su hacer, quizás como funcionarios de diverso tipo que pueden caer o propiciar la corrupción. ¿Ha dicho la entrevistada que no está de acuerdo en que se publiquen los casos de corrupción? Ni siquiera lo ha insinuado, sino en quien quiera interpretarlo de ese modo, y ya entonces, si uno es periodista, o bloguero en función de periodista ciudadano, está asumiendo una responsabilidad en cuyo cumplimiento pone el prestigio de su escritura, la eficacia y la autoridad del papel que asume y autoasigna, papel que los llamados modernos medios de comunicación e información parecen propiciarle a muchos, también en la creencia de que se va a lograr así una mejor y mayor democracia. Por cierto, no es deformando, o informando mal, como seguimos el mejor camino. Por último, es probable que el autor del post en La Joven Cuba haya repetido de buena fe lo que leyó en el blog de Rasvberg y su intención no haya sido manipulativa, pero entonces, dado el papel que desea desempeñar el sitio en la realidad cubana, quizás hubiera sido conveniente cierta curiosidad «periodística» y haber comprobado la fuente. En todo caso esta pequeña y trivial contribución de análisis textual de una noticia sólo quiere alertar que una bitácora moderna va más allá de ser una cuestión individual, personal, que no es ese diario íntimo que alguna vez, remotamente, leerán quizás nuestros nietos, sino un arma pública y que como toda arma, su efecto depende de quién la esgrima y sobre todo hacia dónde acierte su puntería. Y por cierto, a veces se corre el riesgo de que el tiro nos salga por la culata o disparemos en la dirección equivocada. No es el momento de discutir si son galgos o podencos. Galgos o podencos vienen por nosotros y somos nosotros los que debemos unirnos, lo cual no debe amordazar la crítica pero sí hacerla atinada, inteligente y rigurosa.

Fuente: http://jovencuba.com/2014/06/09/sobre-una-funcionaria-cubana-anticorrupcion-que-limita-o-del-rigor-de-las-palabras/