Aún son muchas y muchos los trabajadores que creen que el Partido «Socialista» Obrero Español (PSOE) gobierna en pro de sus intereses. Continúan apoyando al partido del gobierno a pesar de ver sus respuestas a la crisis: inyectar miles de millones en la banca responsable del problema, privatizar (más o menos en cubierto) empresas públicas […]
Aún son muchas y muchos los trabajadores que creen que el Partido «Socialista» Obrero Español (PSOE) gobierna en pro de sus intereses. Continúan apoyando al partido del gobierno a pesar de ver sus respuestas a la crisis: inyectar miles de millones en la banca responsable del problema, privatizar (más o menos en cubierto) empresas públicas (por ejemplo, AENA) y servicios públicos (como la sanidad y la educación, véase el Plan Bolonia en la Universidad Pública), aumentar la edad de jubilación, recortar el salario de empleados públicos, aumentar el presupuesto militar en Afganistán, rebajar el empleo y las inversiones públicas, disminuir la protección ambiental (por ejemplo, posponiendo sin límite leyes como la del control de los envases), aumentar los impuesto indirectos como el IVA, facilitar y abaratar el despido… Es decir, el PSOE está respondiendo a la crisis del neoliberalismo con más de lo mismo, más neoliberalismo. Están haciendo que seamos los y las trabajadoras las que paguemos la crisis que han generado los bancos, los grandes empresarios y los políticos que no controlaron la especulación financiera en los mercados y la especulación inmobiliaria en nuestras ciudades, costas y otros espacios naturales.
Las excusas que se esgrimen para seguir confiando en un partido neoliberal como el PSOE que está atacando brutalmente las condiciones de vida de la mayoría de la población, con severas consecuencias ahora y en el futuro, son muy variadas: «España» no puede funcionar al margen del panorama internacional y las reformas vienen más o menos impuestas desde el exterior (Unión Europea, Estados Unidos con el «amigo» Obama al frente, el Fondo Monetario Internacional (FMI)), las reformas son necesarias para mantener vivo el sistema y no ir directamente hacia el caos, la derecha -es decir, el Partido Popular (PP)- sería mucho peor…
Sin embargo, también son muchos y muchas las que habiendo confiado en el PSOE anteriormente ven como este partido no puede representarles más allá. Reconocen que, a pesar de una retórica más o menos progresista, el PSOE gobierna, a la hora de la verdad, para mantener los intereses de unos pocos: los banqueros y los grandes empresarios. Se niegan a admitir una democracia tan limitada que ni siquiera un gobierno elegido cada cuatro años pueda gobernar libremente y se queje chantajear por entidades nada democráticas como el FMI. Además, intuyen o están convencidos de que hay otras formas de hacer política, de salir de la crisis haciendo que la paguen los que la han generado. Por ejemplo, aumentando los impuestos a las grandes empresas y las mayores fortunas, restaurando el impuesto al patrimonio, creando una banca pública y ética, generando empleo público en la conservación del medio ambiente y el fomento de energías renovables, aumentando la eficiencia en la gestión pública y privada, impulsando una reforma agraria en territorios como Andalucía y Extremadura, etc.
Estos antiguos simpatizantes del PSOE, ahora desengañados, también reconocen que el PSOE es mejor alternativa que el PP. Y sin duda lo es, al menos en el famoso talante y en terrenos sociales como los derechos de homosexuales y transexuales (véanse la aprobación del matrimonio gay o la ley de identidad de género) o los derechos reproductivos (con la mejora relativa en la ley de interrupción del embarazo). Sin embargo, la respuesta del PSOE a la situación de crisis profunda en la que nos encontramos, y que los más optimistas prevén que durará aún varios años, ha dejado en evidencia que las diferencias entre PP y PSOE no son suficientes para otorgar la confianza al segundo.
Cuando más gente desconfía del PSOE y llegan las elecciones es, justo en ese momento, cuando desde el mismo PSOE se utiliza sin rubor el miedo y se llama a la confianza ciega, al famoso «voto útil» frente a la llegada de la derecha reaccionaria; y es que parece que lo único que les importa es mantener el poder, que se les vote pase lo que pase.
Pero detrás de ese «voto útil» se esconde lo más inútil, darle poder a alguien que va atacar tus derechos, tu calidad de vida y la de las generaciones futuras, para que otros no lo hagan con peores formas, quizás más descaradamente, pero con resultados finales tan parecidos que es tremendamente difícil encontrar las diferencias en la rutina diaria. Porque sabemos que tras las reformas de ahora, si no los paramos, vendrán otras como el copago en la sanidad pública, más privatizaciones, el recorte de los subsidios por desempleo y la reforma de la negociación colectiva. Y sabemos que tanto las reformas de ahora como las que vendrán no nos sacarán de la crisis, sino que la agravarán y provocarán una recaída, más temprano que tarde, tal y como han demostrado las recetas neoliberales del FMI en Latinoamérica durante los últimos treinta años.
Respondamos al miedo del «voto útil» con algo mucho más útil, con un giro hacia la izquierda que deje al PSOE a la derecha y abra las puertas al control de nuestras propias vidas en esferas tan básicas como el trabajo o la vivienda. Sabemos que las respuestas a las crisis suelen llegar con retraso. Y es que el recuperar la confianza y dejar atrás el miedo y el desánimo toma su tiempo. Nadie podía imaginar al inicio de la Gran Depresión de los años treinta que en apenas cinco años se desatarían movimientos de masas de trabajadores desde Estados Unidos hasta el Estado español. Las luchas de entonces, y las de ahora, como las exitosas huelgas de los trabajadores de los autobuses públicos en Barcelona (TMB) o del metro en Madrid, de los trabajadores y trabajadoras de TVE o de los jornaleros de la recogida de la naranja en Andalucía, nos muestran que el poder es nuestro cuando nos unimos. Estas huelgas son claves para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras implicadas, y nos muestran que en la unidad desde abajo está la palanca para mejorar nuestras vidas.
Pero para frenar y dar marcha atrás a las grandes reformas neoliberales del PSOE y el PP son necesarias luchas más amplias, como las recientes Huelgas Generales en Euskadi y en dos comarcas andaluzas (Sierra de Cádiz y Sierra Sur de Sevilla) o la Huelga General estatal en el sector público. Además, es clave que estas luchas, además de ser amplias, se prolonguen en el tiempo. Los y las trabajadoras griegas nos están mostrando que no son suficientes ni una, ni dos, ni seis Huelgas Generales para parar los ataques de un partido social-liberal en el gobierno. Tenemos que organizarnos en nuestros barrios y puestos de trabajo; organizarnos en comités de huelga para continuar con la lucha y generar una alternativa política que realmente defienda de los intereses de los y las trabajadoras. Desde el rechazo profundo al PP y la ultraderecha, el desengaño definitivo con el PSOE y la búsqueda desesperada de un mundo posible cada vez más necesario, hagamos que la Huelga General del 29S sea un paso adelante en el camino hacia una democracia auténtica.
Jesús Castillo, activista de En Lucha.
http://enlucha.org/?q=node/
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