Cada vez que abre la boca un Borbón se pone de manifiesto la naturaleza antidemocrática de la institución que representa. Primero fue el rey (cada vez con más minúsculas), cuando mandó callar a un Presidente elegido democráticamente, algo que aunque aplaudido por los bufones de la Corte evidenció el poco respeto de las monarquías […]
Cada vez que abre la boca un Borbón se pone de manifiesto la naturaleza antidemocrática de la institución que representa. Primero fue el rey (cada vez con más minúsculas), cuando mandó callar a un Presidente elegido democráticamente, algo que aunque aplaudido por los bufones de la Corte evidenció el poco respeto de las monarquías hacia las democracias plenas.
Ahora le ha tocado el turno a la reina (también con minúsculas) Sofía, quien se ha atrevido a abrir la boca para opinar de política en un país en la que no está sometida a ningún control democrático. Se manifiesta contra los matrimonios homosexuales, contra el aborto, contra la eutanasia y a favor de la religión en las escuelas. Sin duda esta señora es la «joya de la Corona».
Ya lo ha dicho Antonio Romero: «la reina muestra su verdadera ideología, reaccionaria, conservadora y prácticamente filo fascista». Y no está sola en la Corte, y esa ha sido la razón del silencio discreto de los Borbones durante tres décadas. Hablar suponía ponerse en evidencia y eso era peligroso en una Monarquía sin monárquicos.
La Historia empieza dar la razón a los republicanos, es decir, a los demócratas. La institución caduca que supuestamente nos representa tiene los años contados en España, así que, Sofía, ¿por qué no te callas?. O aún mejor, sigue hablando.