El pasado 4 de mayo se hizo pública la noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional, premio que se concede anualmente «a la persona, personas o institu- ción cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al mutuo conocimiento, al progreso o a la fraternidad entre los pueblos». […]
El pasado 4 de mayo se hizo pública la noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional, premio que se concede anualmente «a la persona, personas o institu- ción cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al mutuo conocimiento, al progreso o a la fraternidad entre los pueblos». Y este año ha sido concedido a la Fundación Bill y Melinda Gates por, según recoge el acta del jurado, «el ejemplo que representan de generosidad y filantropía ante los males que siguen asolando al mundo. Este desprendimiento por parte de Bill y Melinda Gates constituye una aportación valiosa a la cooperación internacional y una referencia ética que debe llamar a la conciencia de cuantos tienen responsabilidad y medios para contribuir a paliar las desigualdades y carencias de tantos millones de personas».
Las siguientes líneas pretenden explicar las razones por las que esta decisión ha causado reacciones negativas entre personas que trabajamos, de forma voluntaria o remunerada, en Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD). Creemos que algo sabemos sobre desigualdades y carencias de cientos de millones de personas, sobre males que asolan al mundo y sobre cómo cooperar entre personas de distintos países para intentar mejorar esta situación, y por ello la Coordinadora de ONGD de Na- varra queremos ofrecer a la opinión pública estas líneas que no pretenden juzgar a nadie, sino simplemente aportar otro punto de vista para que cada quien desarrolle su propia opinión.
La cooperación internacional es una realidad muy amplia. Se puede entender de muchas formas, pero su significado es bastante concreto. El prefijo «co» coeducación, corresponsabilidad, colaboración, cofinanciación… nos avisa de que hay algo que se va a hacer entre, al menos, dos actores. Co-operar quiere decir trabajar juntos. Y para ello es esencial la búsqueda de un trabajar de igual a igual (difícil, sí, pero es la meta).
La cooperación no es, o no debería entenderse así, un mero trasvase de recursos de quien tiene a quien no tiene. En la cooperación, es esencial la figura de la «contraparte», con quien se establece una estrecha relación. La organización del Norte (representante de la sociedad civil del Norte) se sienta a la misma mesa con la organización del Sur (representante de la sociedad civil del Sur), para pensar y decidir juntas qué hacer, cómo, cuándo, dónde, con quién, con qué… La cooperación implica compartir, afrontar conjuntamente lo que sale mal, ilusionarse con lo que puede funcionar, establecer puentes. Estar cerca.
El mero trasvase de fondos de quien tiene dinero a quien no lo tiene no crea redes solidarias, ni tejido social. La cooperación necesita dinero, pero no es sólo dinero. La cooperación precisa que dos actores se entiendan, se relacionen, se sienten codo a codo y trabajen duro por mejorar las condiciones de vida de la gente, cambiando estructuras y defendiendo los derechos humanos.
Nos tememos que la solidaridad que a menudo se nos presenta es indolora. No cuesta. Bill Gates, una de las mayores fortunas del planeta da una parte de su dinero. Y ese dinero seguro que rinde buenos frutos. No lo cuestionamos. Pero nos parece que premiar esa forma de entender la cooperación es valorar más el dinero y la riqueza, que el trabajo bien hecho para erradicar la pobreza. Se nos ocurren muchas organizaciones y personas con trayectorias admirables y que co-operando, contribuyen de forma ejemplar y relevante al mutuo conocimiento, al progreso o a la fraternidad entre los pueblos.
Se nos hace muy duro que nunca se les reconozca. Y todo premio es un reconocimiento. Por ello, reconocer y premiar a quien tiene por principal mérito tener mucho dinero y dar un parte de él, nos parece grave también desde un punto de vista educativo.
Las ONGD no hacemos sólo proyectos en países empobrecidos. También hacemos educación para el desarrollo. Queremos abrir las mentes de nuestra sociedad del bienestar, para que se reconozca que hay una relación directa entre nuestro enriquecimiento y su empobrecimiento.
Cuando se intenta y se defiende otra forma de vida no basada en el materialismo, el individualismo, el consumismo… es muy traumático recibir el mensaje subliminal de que se premia y se reconoce a quien es extremadamente rico. A quien le va muy bien el funcionamiento actual del mundo, y que por ello, no empuja cambios estructura- les. Tener dinero es lo que importa. Cuanto más dinero tengas, más solidario podrás ser. Y te premiarán. Es terrible.
Para terminar. Si a cualquier escolar por pocos años que tenga le ponemos tres palabras: naranja, peine, manzana, y le pedimos localizar la que es distinta de las otras dos (ni mejor, ni peor, simplemente distinta) lo adivina en seguida. Invitamos a quien está leyendo este artículo, a que relea las tres palabras del título y descubra cuál no encaja muy bien con las otras dos. Y conste que no tenemos nada en contra de los peines. Pero no son frutas. Sirven para peinarse, pero no alimentan.
Roberto Chimenti – En nombre de la Coordinadora de ONGD de Nafarroa